Desde Ansel Adams y sus dramáticas fotografías del parque nacional Yosemite, o más contemporáneos como Eliot Porter, que sin ser tan único como el primero, es sin lugar a dudas un representante extendido en la fotografía.  Hoy cuando ya no tenemos que mirar la naturaleza necesariamente a través de otros sino nosotros salimos a buscar nuestra propia construcción del paisaje, es interesante el hecho de que seguimos haciéndolo de la manera que muchos definen como fotografía de calendario; aquella sin vida y sin naturaleza que solo construye un paisaje para buscar sublimar algo que de natural tiene poco, pero que comparte una extendida ideología estética.

Rebeca Solnit en Uplift and Separate: The Aesthetic of Nature Calendars (Art Issues No 50, November / December 1997, Los Angeles), nos provoca abriendo la discusión en base a una vinculación estrecha entre la mujer y la naturaleza, y cómo ambas han sido “celebradas” en el formato de calendario. Desde los extendidos calendarios Sierra Club a las de modelos Sport Illustrated, todos ellos, dice Solnit, tienen el rol de construir una representación de realidad con estéticas muy similares, y donde la biología de ambos (el deterioro, pudrición de árboles o animales comportándose como tales en el primero; vejez, arrugas o humanidad en el segundo) ha sida erradicada.

Ansel Adams – Yosemite -The Tetons and the Snake River (1942)
Ansel Adams – Yosemite -The Tetons and the Snake River (1942)

La tradición estética de la imagen de paisaje tiene una larga data desde el traspaso de los conceptos propios de la pintura y donde el observador es separado del paisaje y este busca ser capturado en un encuadre singular. Esta concepción influenciada por el ideal pintoresco del siglo XVIII, sigue vivo y se realza con técnica y tecnología (lentes físicos, filtros digitales etc) que llegan a ser prácticas tan extendidas que cuando no los utilizamos nos vemos necesitados de declararlo (#nofilter).

Así, la fotografía de paisaje sigue fuertemente influenciada por aquella estética clara y rigurosa, casi espiritual, que podríamos buscar en la concepción victoriana del paisaje sublime. Lo que vemos hoy sigue siendo una construcción, atractiva sin duda, que esta lejos de liberarse de o muy cerca de ser una fantasía natural. Bajo esa premisa es que sigue siendo interesante revisar aquellos puntos que Solnit, hace casi veinte años, definió como las reglas de esta tendencia en su análisis de la estética del calendario, y que sin argumentar a favor o en contra de aquella representación de la naturaleza que llamamos fotografía de paisaje, nos podría hacer reflexionar sobre  la forma en que construimos una lectura muy particular de nuestra relación con la naturaleza cada vez que tomamos una foto, por simple y automatizada que esta sea.

 

Reglas de la fotografía de Paisaje:

1. No hay seres humanos o huellas de ellos; en otras palabras, no hay historia.

2. Nada muerto, enfermo, excavado, muriéndose o representado en estado de decadencia, en otras palabras, sin historia natural. (Aún cuando las hojas caídas son uno de los fuertes de este género, ellas no pueden haber iniciado su deterioro; el barro en el cual ellas se tienen que disolver permanece invisible. Un paisaje sin suciedad, literal y figurativamente).

3. El propósito del agua es el de reflejar, con perfección de cristal, el paisaje abalanzándose sobre ella. La excepción permitida es cuando fluye en una cascada o cuando es representada como gotas de rocío (preferiblemente cuando refleja una flor o cuando cuelga de una telaraña)

4. La repetición y los patrones son buenos; 50 hojas de Acer o Lirios son mejor que uno.

5. Todos los animales son adorables y atractivos; a diferencia de los humanos, ellos debieran aparecer en el paisaje o con un close up, como las flores. El hecho de que ellos no están haciendo nada ayuda; los ojos de cazador del lobo aparecen diferentes cuando están acompañados de las tripas de un alce ternero. Esto es naturaleza como lugar de vacaciones, donde incluso los animales están de descanso respecto a la biología y al trabajo de la supervivencia.

6. La fotografía en sí debiera ser fresca y limpia para nunca llamar la atención acerca de su creación sino de “La Creación”. Dodging, burning o filtering de photoshop o lentes fancy son aceptados. Evitar cualquier indicio de artesanado que sea aparente: bordes de negativo, sombras de trípode, grano, dípticos o inscripciones que llamen la atención del altamente tecnologizado y tóxico medio en sí. Una presentación limpia asegura que el mérito no es el resultado del Arte sino de la Naturaleza, y así el fotógrafo compite, injustamente en muchas formas, con su objeto.

Ansel Adams
Ansel Adams
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