Es un hecho: cuando nos referimos a los componentes vivos de la naturaleza estamos acostumbrados a decir simplemente “flora y fauna”, pero es un gran error, ya que un numeroso grupo de organismos que son visibles a simple vista queda fuera de esa frase: el reino Fungi. Esta agrupación, a la que pertenecen las levaduras, mohos, callampas y otros tipos menos conocidos, se estima que comprende a más de 1,5 millones de especies, de las cuales sólo alrededor de 100.000 se han descrito en la actualidad.

La necesidad de cambiar esta situación llevó en 2018 a que un grupo de científicos (entre los cuales se encontraba la destacada micóloga chileno-italiana Giuliana Furci) propusieran al término “funga” como el adecuado para referirse a la diversidad de hongos en un determinado lugar; un equivalente a los términos flora y fauna, utilizados para referirse a la diversidad de organismos de los reinos Plantae y Animalia respectivamente.

Créditos: Antonia Pérez.
Créditos: Antonia Pérez.

Es curioso que no pensemos recurrentemente en los hongos, porque ellos están presentes en casi todos los sectores del planeta (se los encuentra en ambientes marinos, de agua dulce y terrestres, así como en ambientes extremos también) y sus fructificaciones pueden ser muy llamativas, tanto por sus colores como por las formas curiosas que presentan.

También llama la atención que no los tengamos siempre en mente ya que gracias a ellos obtenemos productos que normalmente utilizamos. Algunos son fuentes de alimento para nosotros, ya sea de manera directa como las trufas y las callampas, mientras que otros lo son de manera indirecta, al estar implicados en el proceso de elaboración de productos como el pan, la cerveza, la salsa de soya y el queso. Utilizamos algunos en la medicina (penicilinas, cefalosporinas y otros antibióticos derivan de hongos) y otros en la agricultura, por ejercer un control en el crecimiento de ciertos vegetales, tener efecto insecticida o fungicida (contra otros hongos). Y no es menor el rol que algunos de ellos ejercen en el ecosistema: los hay descomponedores, contribuyendo así a reciclar la materia orgánica, y otros que al asociarse a las raíces de las plantas permiten que estas últimas mejoren la absorción de agua y nutrientes. De hecho, se cree que más del 95% de las plantas terrestres posee una relación simbiótica con hongos.

Créditos: Antonia Pérez.
Créditos: Antonia Pérez.

Una posible explicación a este fenómeno (que los hongos pasen inadvertidos) puede tener relación con su tamaño, ya que la mayoría son microscópicos. Sin embargo, los hay también más grandes, pero en ellos es su forma de vida la que dificulta que los veamos. Muchos hongos pasan desapercibidos porque, a pesar de estar presentes en el ambiente terrestre, donde podrían distinguirse fácilmente por nosotros, habitan debajo de la tierra, en asociación con raíces, dentro de troncos u otros sustratos de los que extraen los nutrientes que necesitan para alimentarse y sólo se vuelven visibles en una determinada época del año. Este momento ocurre cuando el micelio (nombre que recibe la red de estructuras filamentosas mediante las cuales crece el hongo) se organiza de una manera determinada y da origen al aparato esporífero.

Esta estructura especializada para la reproducción, ya que alberga a las esporas, es la principal pista que nos permite detectar la presencia de estos organismos, aunque corresponda sólo a una pequeñísima parte del organismo total, el que puede llegar a medir varios metros y hasta kilómetros bajo tierra. Y para agregarle dificultad al asunto, lo anterior ocurre siempre que las condiciones ambientales sean las adecuadas, y la mayoría, tan rápido como aparece, desaparece.

Créditos: Antonia Pérez.
Créditos: Antonia Pérez.

Hongos chilenos

En Chile se estima que habitan alrededor de 3.300 especies nativas de hongos, distribuidas desde el Desierto de Atacama hasta Tierra del Fuego, cifra que representa casi un 11% del total de especies nativas presentes en el país.

Algunas de las especies que encontramos en Chile son tóxicas (como ciertas pertenecientes al género Amanita) y otras son comestibles (por ejemplo el digueñe, la morchela y el changle). Las hay con usos ancestrales y otras con aplicaciones modernas. Sin embargo, más allá de sus usos y propiedades, de los que sin duda podemos sacar mucho provecho, estos organismos me parecen muy atractivos visualmente.

Puede ser toda una hazaña encontrar algunos de ellos en medio del bosque, tienen una delicada relación con la humedad y la luz, su aparición es en muchos casos impredecible y la sorpresa al verlos emerger de los sustratos en los que se encuentran, con colores, formas y texturas muy curiosas y que contrastan con el entorno, muchas veces de colores tenues, hacen que a mi gusto, sean uno de los organismos más atractivos de la naturaleza, ¡Y en Chile contamos con muy buenos representantes! Aquí les dejo fotos de algunos de los hongos que he encontrado en la región de La Araucanía.

Para obtener más información sobre este reino en Chile les recomiendo visitar la página web de la Fundación Fungi  y de Hongos de Chile.

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