En Chile, cuando se encuentra un animal nativo con lesiones o en condiciones inadecuadas, es el Agrícola y Ganadero (SAG) el ente estatal encargado de velar por el adecuado rescate y traslado de los ejemplares a un Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre (CRFS). Existen 22 CRFS en el país que cuentan con resolución del SAG para trabajar. Todos ellos, a excepción del Zoológico Metropolitano, son iniciativas privadas que trabajan diariamente para llenar el vacío que deja el Estado en el cuidado de la fauna nativa.

Soy la coordinadora general del Refugio Animal Cascada, un CRFS que desde el 2003 recibe animales de todas partes del país para darles los cuidados que necesitan. Todos los que trabajamos en este refugio lo hacemos de manera voluntaria, pues lamentablemente los fondos para este tipo de iniciativas son muy escasos. La cuestión es que, si no lo hacemos nosotras, entonces ¿quién lo hará?

Día a día recibo llamadas de personas que encuentran animales nativos heridos, huérfanos o enfermos y no saben qué hacer con ellos. Poca alegría les da cuando les cuento que probablemente los rescates tendrán que hacerlo ellos mismos y que la rehabilitación dependerá de la disposición y espacio (normalmente colapsados) que tengan los pocos CRFS del país.

©Kendra Ivelic
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Los problemas sobre el cuidado de nuestra fauna se enraízan en la escasa responsabilidad que ha tomado el Estado chileno con el medio ambiente en general. Al no existir ningún servicio dedicado específicamente a la protección de la biodiversidad del país, es el SAG quien cumple la función de supervisar el área de fauna nativa. Sin embargo, este servicio pertenece al Ministerio de Agricultura (no al de Medio Ambiente) y a pesar de que el patrimonio natural es parte de sus competencias, es un servicio que supervisa áreas productivas, por lo que son limitados los recursos humanos y económicos que se destinan a la fauna.

A pesar del esfuerzo y disposición de los equipos humanos que conforman los departamentos de Vida Silvestre del SAG, muchas veces se encuentran aislados, con pocos recursos y sin un conocimiento profundo de las especies y ecosistemas que manejan. Además, como sucede en la mayoría de los servicios públicos, cualquier decisión que se deba tomar respecto a fauna cae en burocracias que retrasan los procesos y no priorizan el bienestar de los animales.

©Kendra Ivelic
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Los eventos que requieren rescate de fauna silvestre son diversos; ataques de perros, intentos de cacería, atropellos, animales huérfanos o perdidos, entre otros, y muchos de estos eventos ocurren fuera de horarios de oficina, en fines de semana o feriados. Para estos eventos, hoy en día no existe ningún sistema formal que esté disponible; la mayoría de estos eventos son emergencias con fuertes implicancias éticas, de bienestar animal y de conservación. No son pocos los casos donde los animales deben esperar por días en oficinas, casas o predios antes de ser derivados a algún CRFS que tenga el espacio/recursos para recibirlos.

La participación de privados (ONGs y universidades, entre otros) es clave para colaborar con el cuidado de la fauna, pero el Estado chileno no puede seguir desentendiéndose del tema dejándolo todo en manos de privados. El sistema actual no asegura el rescate a tiempo, traslado adecuado, ni tampoco el cuidado posterior de los animales. La rehabilitación dependerá absolutamente de las capacidades de los CRFS locales, los cuales en épocas críticas (ej: épocas reproductivas) o en eventos inesperados (emergencias como incendios) se pueden quedar si espacio rápidamente.

©Kendra Ivelic
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Como la mayoría de iniciativas que se dedican a la conservación y cuidado de la naturaleza en el mundo, el financiamiento es escaso o nulo; son muy pocos los CRFS que reciben un porcentaje de apoyo económico estatal. La mayoría funciona de buena voluntad, pequeñas donaciones o convenios con universidades. Exámenes, insumos médicos, alimentación, infraestructura y salarios deben ser cubiertos por cada centro. Considerando que son miles de animales que se reciben para rehabilitación cada año en el país, son muchos los recursos invertidos.

La mayoría de animales que se reciben en los CRFS ingresan por daños producidos directa o indirectamente por humanos. El patrimonio natural ya se encuentra bajo fuertes niveles de estrés por el impacto antropogénico, ahora cada individuo cuenta. Si somos las personas las que generamos un daño, debemos hacernos responsables y hacer algo al respecto.

©Kendra Ivelic
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Los CRFS son actualmente la primera línea que actúa ante los impactos humanos y desastres naturales que afectan a la fauna nativa. Somos centros manejados por equipos de personas dedicadas a esta tarea, muchos disponibles todos los días y a cualquier hora para responder ante emergencias, amparando con esfuerzo lo que el Estado ha dejado de lado.

Ahora es cuando necesitamos ayuda, necesitamos un Estado eficiente que destine recursos al rescate y rehabilitación de animales, necesitamos difusión sobre los factores que afectan a la fauna para educar y reducir nuestros impactos, necesitamos áreas protegidas y fiscalizadas donde la fauna pueda moverse tranquilamente. Necesitamos que al medio ambiente se le reconozca su valor intrínseco.

©Kendra Ivelic
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En el contexto actual que vive el país, cabe cuestionarse la importancia del patrimonio natural y nuestra responsabilidad sobre este. ¿A quién pertenece la fauna nativa? o ¿puede pertenecer a alguien?, si es el Estado el soberano sobre estos seres, ¿no es su obligación hacerse cargo de su bienestar también? En este momento de cambios se abre la oportunidad de debatir sobre temas que han quedado de lado. Es ahora cuando podemos hacernos parte y darle a la naturaleza la importancia que merece.

Es urgente la necesidad de una creación de un servicio especializado, con financiamiento y personal adecuado que pueda responder a tiempo ante estos eventos.

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