Emilia Costabal es una pintora santiaguina que se instaló frente en la costa sur del lago Chelenko o General Carrera, en una casa entre los poblados de Puerto Guadal y Mallín Grande, con el objetivo de retratar a diez mujeres de la zona de una forma poco convencional: de cuerpo entero, de tamaño humano, con un objeto simbólico bien puesto en la mano como la estatuilla de una Virgen, una máquina de coser o un ramo de plantas y flores.

Esta forma de retrato imitaba el modo en que se retrataban a los antiguos nobles y Emilia quiso explorar esa técnica y método con sus vecinas sureñas.

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Gentileza Emilia Yeco

De esto nace el libro y la exposición «De pinturas y chicharras, Relatos de Vecinas«, que se podrá ver hasta el 18 de febrero en el Museo de Puerto Río Tranquilo, en la localidad de Puerto Río Tranquilo, Región de Aysén.

La exposición integra también las «habladurías» de aquellas mujeres, relatos orales que Emilia registró para componer otra narración que va desde qué es lo que trajo a esas mujeres al sur, o el simple comentario que surge espontáneamente tras horas de cebar el mate, o por la aparición de un animal en la casa, en fin, todo el mágico cacareo que surge en las casas del sur tras la confianza.

Después de la exposición, cada pintura irá a parar a la casa que corresponde, de cada una de las diez vecinas que Emilia dejó plasmada en los retratos.

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Gentileza Emilia Yeco

¿Cómo llegaste a conectar el retrato clásico de los antiguos nobles con la idea de retratar a estas mujeres de Mallín grande y Puerto Guadal?

En la universidad mis profesores del taller de pintura estaban enamorados de Velázquez, nos lo mostraban cada vez que podían. Y Velázquez pintó sobre todo retratos de la familia de Felipe IV, que por lo demás no era muy agraciada. Son gloriosos retratos de una familia incestuosa y medio deforme en la que todos tienen más o menos la misma cara, que en ningún caso deja de ser tétrica. Me quedé pegada con los retratos, no sé qué me pasó pero no pude salir de ahí. Con las caras y los ropajes. Eso por un lado. Y por el otro lado siempre he tenido la fantasía de retirarme del mundo y vivir en la Patagonia, criar un par de patos y que eso sea todo. Y no hay nadie más experto en vivir en la Patagonia criando patos que las señoras que efectivamente viven en la Patagonia criando patos. Quería ser parte de eso. Ser una vecina de campo, intercambiar semillas y cahuines, echarle leña al fuego. Así que me inventé este juego de los retratos de señoras de la Patagonia para juntarlo todo en una cazuela y poder irme a cacarear un año al paraíso sin sentirme floja o loca.

¿Cuáles eran tus expectativas antes de llegar a ellas? ¿Y cómo fue ese primer recibimiento? ¿Con qué obstáculos te encontraste?

Antes de hacer todo esto, hice una prueba con mi vecina del campo, la señora Aurora. Y esa señora, además de ser uno de los seres más amigables que he conocido, tiene el don de la palabra y de la narración. Con tres o cuatro frases ya me tenía totalmente sumergida en su mundo, saltaba de una historia a otra de maneras realmente inesperadas y a una velocidad difícil de seguir, y todo con un lenguaje sabrosísimo, violetaparresco pero sureño. Entonces mis expectativas quedaron altas, esperaba soñar así durante todo el año, que fuera así de fácil. Pero no por vivir en un mismo lugar somos todos iguales. Hubo señoras con las que me costó mucho más entrar en confianza, llegar a una cháchara de calidad. Otras que tenían maridos muy viejos y muy enfermos que cuidar. Entonces ahí tenía que adaptarme, ir de a poco o simplemente abortar misión, porque no todas están de ánimo para explicarle a un turista cómo plantar lechuga.

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Gentileza Emilia Yeco

¿Cómo elegías los objetos con que cada una aparece retratada? ¿Y cómo te hablan a ti hoy esos objetos?

Les pedí a ellas que escogieran esos objetos. Les expliqué que los reyes se pintaban con objetos que denotaban poder o estatus, los sabios con libros y instrumentos científicos, etc. y les pedí que escogieran un objeto que para ellas no fuera cualquier cosa. Varias de ellas escogieron antigüedades, objetos que ya no se ocupan. A mí eso me habla de nostalgia, como si ellas mismas fueran antigüedades.

Cuéntame cómo es Puerto Guadal y Mallín Grande y qué te llama la atención de esa naturaleza y entorno.

Es una mezcla entre bosque y pampa, con un lago que parece mar, de un turquesa extraterrestre. El lago está rodeado de una dentadura de glaciares. Llueve pero no tanto, hace bastante frío pero no tanto, y a veces hace calor pero no tanto. Hay muchos cisnes, ovejas, y perros que parecen ovejas. Los cerros tienen muchas pulgas, algunas de ellas humanas. Los álamos anuncian guaridas. La cordillera está a la izquierda. Es un paisaje enorme, y el viento lo tiene bien peinado. Las personas son parte del paisaje y el paisaje se impregna en las personas. Es un lugar melancólico a veces, onírico muchas veces. Es un lugar raro, misterioso, que parece inhóspito pero que en realidad es abrazador. Creo que los que llevan mucho tiempo ahí se parecen mucho a su paisaje.

Relatos de vecinas – Emilia Yeco 6
Relatos de vecinas – Emilia Yeco 6

¿Por qué era importante para ti irte a vivir allá para desarrollar este proyecto? ¿Siempre lo consideraste como algo necesario?

Es más bien al revés, inventé el proyecto porque quería estar allá, el proyecto es la excusa para eso. El cuadro es la carta de entrada a la cocina.

¿Cómo fue tu metodología? ¿Cuánto tiempo necesitaste para compartir con ellas para luego comenzar a pintarlas?

Al principio quería pintar como pintábamos en clases, con la modelo posando por horas sin mover un pelo. Pero pretender que una señora que cría a varias decenas de criaturas se quede quieta todo ese rato era un disparate, y me di cuenta de eso al primer intento. Así que les tomé fotos y pinté en mi taller provisorio, que quedaba entre los dos poblados. Traté de visitarlas y conocerlas antes de pintarlas. Cada caso fue diferente, a algunas las visité muchas veces y a otras no tanto, dependiendo de su disposición y entusiasmo. Hay cuadros que terminé en tres días y otros que rehíce varias veces. Muchas veces llegaba a un punto muerto y en arranques de desesperación los borraba enteros y empezaba de nuevo. Hay uno que hice cuatro veces antes de que me gustara.

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Gentileza Emilia Yeco

¿En qué momento y por qué surge la necesidad de registrar los audios o chicharras?

Esa era la primera necesidad. Llevarme las palabras para la casa. Tengo muy mala memoria, así que si quería hacer uso de palabras ajenas no me quedaba otra que grabar. No tenía una intención muy clara para eso en un principio, quería coleccionar. La manera de hablar de por acá me fascinó. Quería robarme las fórmulas, las palabras fantásticas, poder usarlas a mi gusto. Es un habla para mí surrealista, poética, futurista, ingenua, sabia, nostálgica, cuentera, críptica. Me enternecía y me hacía viajar, y quería causar esa sensación con mi trabajo. Por eso decidí mostrar una pequeña parte de las grabaciones junto con los cuadros. Hacer que los cuadros chicharrearan.

¿Cómo cambió tu percepción de ese lugar y de las personas que lo habitan luego de hacer este proyecto?

No tenía una verdadera percepción del lugar antes de hacer este trabajo. Tenía una percepción de paisaje, pero que no alcanzaba para lugar. Y creo que de tanto cacareo con las señoras me armé un lugar en la cabeza (que podría haber sido otro si hubieran sido otras las señoras). Es un paraje en el que varios tiempos se cruzan, que tiene un ritmo propio. Paraje de veteranos vivarachos, vecinos hermanables, gatos pedigüeños, ancianas caminadoras, vacas ariscas y críos corajudos.

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Gentileza Emilia Yeco

¿Cómo ha sido para esas mujeres verse retratadas en tamaño natural en esas pinturas y expuestas? ¿Y para ti? ¿Ha cambiado tu noción del arte después de este proyecto, si es que ha cambiado algo o tenías alguna en específico?

Las exposiciones fueron muy bien recibidas. Fueron muchos pobladores y todos muy entusiastas. Muchos reconocían a las retratadas y contaban anécdotas o comparaban las historias con las suyas. Difícilmente puedo saber cómo fue para ellas ser retratadas, me atrevo a adivinar que ante todo es algo muy raro verse pintado en tamaño real. Algunas tuvieron objeciones: un escote muy pronunciado, una sombra al parecer errónea bajo la boca, una expresión demasiado seria. Pero todo entre risas.

Mi noción del arte no existe, o está siempre cambiando, por suerte.

¿Qué proyectos tienes a futuro?

Me gustaría seguir explorando la región, me llaman mucho los fiordos y quisiera conocer a sus habitantes. Pero aún no hay nada claro. Estoy a la deriva.

 

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