Tuve hace algún tiempo, la suerte de documentar una expedición de monitoreo de ballenas azules junto a los profesionales del centro MERI y poder estar muy cerca de estos alucinantes animales.

Navegamos el área del Canal Moraleda y del mítico Golfo del Corcovado, adentrándonos por los canales y fiordos del archipiélago de Las Guaitecas durante 15 días, con el foco puesto en los cetáceos, y en especial las ballenas azules.

Íbamos a bordo de la Centinela, nuestra nave madre, con un equipo multidisciplinario de 10 personas, incluidos científicos, marineros y biólogos.

La “Centinela”, navegando el temido Golfo del Corcovado © Daniel Casado
La “Centinela”, navegando el temido Golfo del Corcovado © Daniel Casado
 Preparando el DTAG para el marcado © Daniel Casado
 Preparando el DTAG para el marcado © Daniel Casado
Largas horas de monitoreo, siguiendo la señal de las ballenas © Daniel Casado
Largas horas de monitoreo, siguiendo la señal de las ballenas © Daniel Casado
La majestuosa ballena azul surcando los mares australes © Daniel Casado
La majestuosa ballena azul surcando los mares australes © Daniel Casado

La idea era instalar en las ballenas un dispositivo DTAG, para poder saber más sobre ellas; las distancias a las que se sumergen, las temperaturas del agua, y poder escuchar sus vocalizaciones de otro planeta. A diferencia de otros métodos de instalación de dispositivos en cetáceos, el DTAG no puede ser disparado, si no que, por medio de ventosas, debe adherirse al animal, para no causarle ningún daño, por lo lo que hay que acercarse a muy corta distancia.

DTAG recuperado © Daniel Casado
DTAG recuperado © Daniel Casado

Sobrecoje estar cerca de una ballena azul, más si es en un pequeño bote inflable, y ¡a menos de un metro!

 Ballena azul sumergiéndose a las profundidades © Daniel Casado
 Ballena azul sumergiéndose a las profundidades © Daniel Casado

A pesar de medir 30 metros de largo, y pesar mas de 120  toneladas, se mueven con una fineza impresionante. No sentí nunca miedo, todo lo contrario, sentí mucha humildad ante tan impresionantes seres.

Aunque  la mayor  parte de los ecosistemas oceánicos están bajo un fuerte estrés,  y se estima que su población no supera los 2.000 ejemplares, vuelve el alma al cuerpo cuando uno  conoce proyectos como este, donde se busca entender a los animales y verlos no como un «otro» si no como compañeros de ruta y cohabitantes de nuestro planeta.

Para los que les interese más el tema, visiten www.centromeri.cl, ahí encontrarán más información de este y otros proyectos de conservación.

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