El tesoro “escondido” de la cordillera: descubren nueva especie de planta en el Ñuble andino
Rara y extrema. Así es Valeriana praecipitis, la “sorpresa botánica” que abultó el listado de especies recién descubiertas por la ciencia en Chile. Se destaca por sus pequeñas flores blancas y hojas de color verde plateado, así como por sus escasas poblaciones que viven en acantilados y precipicios de la Región del Ñuble. Aunque en la zona existe una reserva de biosfera, esta planta y su hábitat no poseen protección oficial y son muy vulnerables a amenazas como la crisis climática. Por lo anterior, se encontraría en peligro de extinción, mientras distintas voces buscan visibilizar los desafíos para proteger a la flora chilena.
Los Andes no solo se caracterizan por sus paisajes escarpados, sino también por ser la cuna de criaturas únicas del sur del mundo. Así sucede en la cordillera de la Región del Ñuble, la cual se destaca – entre otras cosas – por poseer una reserva de la biosfera, por albergar a la última población conocida del huemul en Chile central, e incluso por la reciente descripción de un nuevo género de planta en su territorio.
Como si fuera poco, esta zona suma un hito para la biodiversidad nacional, luego de que botánicos descubrieran a Valeriana praecipitis, una nueva especie para la ciencia en Chile, que sería endémica de la Región de Ñuble, es decir, viviría solo en este rincón del planeta. De esa manera, el hallazgo publicado en la revista científica PhytoKeys recuerda la relevancia de investigar la (aún desconocida) naturaleza local.
“La descripción de Valeriana praecipitis en Chile central sigue al reciente descubrimiento de Rayenia malalcurensis, un género (y una especie) endémico, recientemente descrito y encontrado en la misma zona. Esto nos hace suponer que, tanto la región como el género Valeriana, podrían revelar otras interesantes sorpresas botánicas”, expresa Alejandro E. Villarroel, primer autor del estudio e investigador del Departamento de Biología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Serena.
Este hallazgo fue el fruto de una serie de expediciones botánicas realizadas entre los años 2015 y 2021 en San Fabián de Alico, en los cerros Malalcura y Cuernos del Valiente, y en las lagunas El Florido y Añil. Aprovechando las bondades de la primavera y verano, el equipo realizó caminatas y escalada, encaramándose como ágiles ungulados en las paredes de roca.
Así lo cuenta la investigadora independiente, Kora Menegoz, quien se encontraba “escalando por la pared sur del Cerro Malalcura en 2015, cuando vi la Valeriana por primera vez. Después la vi en varios sitios de San Fabián, siempre en paredes de roca, pero el que tuvo la intuición de que podía ser una nueva especie fue Alejandro”.
Para eso transcurrieron algunos años, hasta que iniciaron en 2017 los estudios en el estero Bullileo, en la precordillera de Ñuble.
“En el terreno de noviembre de 2019 (junto a Cristóbal y Daniela), recorrimos la parte alta del valle del estero Bullileo, sobre los 1.450 metros de altitud, ascendiendo vimos una planta de hojas plateadas no registrada para el valle, la que colgaba en un acantilado inaccesible. Continuando el ascenso, y también en paredes verticales (más accesibles), estaba Rayenia malalcurensis, planta que describimos en febrero de 2021, y que robó nuestro interés en aquel terreno”, prosigue Villarroel, quien también es investigador del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio, en la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile (UACh).
En enero del 2020 regresaron al mismo lugar para escudriñar las rocas. Villarroel agrega que, “al descender más por la pared, vi nuevamente a la planta de hojas plateadas que, con algo de esfuerzo, logré colectar (esa es la muestra tipo que está en el Museo Nacional de Historia Natural). La muestra carecía de flores y frutos maduros, pero permitió confirmar que se trataba de algo nuevo para la flora de Chile y Argentina. Conversé con Kora y coordinamos nuevas salidas, con el fin de colectar flores en diciembre 2020, y frutos en febrero 2021. Y también para obtener mejores fotografías…ya con todo el material colectado, Ricardo Moreno y Carlos Le Quesne nos apoyaron en la producción del artículo [científico]”.
En síntesis, luego de colectar, analizar y realizar una revisión de herbario, lograron dar con la identidad de la susodicha, recordando de paso las enormes brechas y vacíos que aún existen en torno al conocimiento de la flora nacional.
“Hace algunos años, cuando comenzaba mis estudios sobre la flora chilena, pensaba que era muy difícil descubrir una nueva especie nativa (…) En el tiempo observé que las expediciones botánicas se concentraban solo en ciertos lugares y que muchas han sido realizadas en el pasado, por lo tanto, actualmente existen muchos lugares inexplorados donde puede haber nuevos hallazgos. A lo largo de Chile, cada zona geográfica presenta una historia ambiental particular que ha dado curso a una biodiversidad peculiar. Ñuble andino ha sido catalogado como un centro de diversificación de muchas familias de especies vegetales”, sostiene Ricardo Moreno-González, investigador del Departamento de Palinología y Dinámica del Clima de la Universidad de Göttingen, y del Laboratorio de Biodiversidad y Ecología del Dosel de la UACh.
Una planta rara y extrema
Menegoz detalla que Valeriana praecipitis es “una hierba perenne que crece erecta o laxa cuando cuelga en los precipicios. Esta puede ser simple (una sola roseta) o ramificada (varias rosetas), y puede superar los 65 cm de altura al florecer. Tiene un rizoma (similar a una raíz) de color marrón oscuro, leñoso y fétido (olor que aumenta al secar la planta), de más de 30 cm de largo. Su tallo presenta entrenudos muy cortos y allí se forma una roseta basal de 9 a 25 hojas. Las hojas basales (las que forman la roseta) son caducas, es decir, caen en el invierno, y son de color verde plateado. El tallo floral es morado en la base y verde claro hacia las flores”.
Además, las flores de Valeriana praecipitis se caracterizan por ser pequeñas, hermafroditas y de cinco pétalos blancos fusionados. “El fruto es un pequeño aquenio, de color amarillo-verde en la base, volviéndose morado hacia el ápice, allí presenta un pappus [conjunto de pelos] plumoso de 11 plumas. De todas las características mencionadas, la que más destaco es el color verde-plateado de sus hojas”, detalla Menegoz.
Villarroel aclara que “en el valle del estero Bullileo y precordillera de Ñuble, por el momento, no existe ninguna especie similar con la cual poder confundir esta especie, sin embargo, no es una planta fácil de observar, ya que habita sitios de difícil acceso (partes altas de la montaña y de alta pendiente), y su densidad es baja (es una planta rara). Sin duda, su extrema rareza e inaccesibilidad son las razones que evitaron su descubrimiento hasta el momento”.
Aun así, los ojos inexpertos podrían confundir a Valeriana praecipitis con otras “parientes” bastante parecidas, como Valeriana philippiana. Villarroel entrega algunas pistas para diferenciarlas, partiendo por el hecho de que la planta recién descubierta es “la única Valeriana registrada en la Región de Ñuble que presenta hojas basales divididas y carnosas. La especie es inconfundible y fácil de reconocer en primavera y verano, ya que forma una roseta de gran tamaño con hojas basales color verde plateado que se pueden observar a gran distancia, generalmente crece en grupos, y esto la hace más fácil de encontrar”.
En cambio, las poblaciones más cercanas de su pariente, Valeriana philippiana, se ubican a una distancia aproximada de 410 km. “Valeriana praecipitis es endémica de la Región de Ñuble, mientras que, en Chile, Valeriana philippiana se encuentra en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes. El hábito y la macro-morfología de Valeriana praecipitis son similares a los de Valeriana philippiana, pero se diferencia en su tamaño (en general es mucho más grande), en la textura-consistencia del rizoma, y la forma y tamaño de las hojas. También, en el indumento del peciolo y en el tipo de inflorescencia. Por último, estas especies difieren en el hábitat, Valeriana praecipitis crece en acantilados que permanecen húmedos todo el año, mientras que Valeriana philippiana en suelos rocosos bien drenados”.
Cabe destacar que las plantas del género Valeriana se encuentran en diversos lugares del mundo. En el caso de Sudamérica, están presentes en Perú, Bolivia, Brasil, Argentina y, por supuesto, en Chile, donde se ha aceptado previamente la existencia de más de una cuarentena de especies, de las cuales varias son endémicas. Muchas de estas herbáceas son habitantes insignes de la montaña, ocupando rincones abruptos que pueden superar los 1.000 metros de altitud.
De hecho, recientemente el investigador Diego N. Penneckamp describió otra especie del mismo grupo, denominada como Valeriana nahuelbutae, que vive en la cordillera de Nahuelbuta, como bien acusa su nombre.
Pese a lo anterior, se sabe poco sobre la ecología o etnobotánica de estas criaturas. Incluso, solo una de las especies de este género (Valeriana senecioides) ha tenido evaluaciones formales de conservación en Chile, mientras el impacto humano avanza sobre sus hábitats a pasos agigantados.
La casa se derrite
Los investigadores destacan que los precipicios o acantilados son hábitats desafiantes y poco explorados en Chile. Para hacerse una idea, presentan altas tasas de erosión, una limitada profundidad del suelo y menor disponibilidad de nutrientes, sin olvidar las condiciones microclimáticas de la montaña que son severas debido a la alta insolación y a las temperaturas extremadamente bajas.
En otras palabras, Valeriana sobrelleva su vegetal vida en ambientes rigurosos.
“Especulamos que, para adaptarse a vivir en estas condiciones, la especie aparentemente ha desarrollado adaptaciones morfológicas y fisiológicas, por ejemplo, un rizoma leñoso que puede tener más de 30 cm de largo. Además, sus hojas caducas le permiten a esta especie evitar las temperaturas congelantes (-4,5 °C según nuestros registros) y la presencia de nieve”, puntualiza Menegoz.
Sin embargo, preocupa la existencia de amenazas sobre los sensibles ecosistemas de montaña, como el cambio de uso de suelo y la crisis climática.
Sin ir más lejos, estudios sobre la crisis climática en los Andes han constatado que los hábitats altoandinos han experimentado una reducción en su tamaño y cambios en sus condiciones ambientales, además de estar aislados geográficamente.
En el caso concreto de las plantas altoandinas, se ha visto en general que son muy vulnerables al calentamiento global. Esto se debe, por ejemplo, a que su migración se ve limitada por la falta de conectividad entre las cumbres y por la reducción de áreas adecuadas en la cima, sumado a la megasequía que flagela desde hace más de 10 años a Chile Central, derivando en un aumento de las temperaturas y en una severa disminución de las precipitaciones y del manto de nieve.
Como es de esperarse, Valeriana praecipitis no está ajena de estas adversidades, pues crece en paredes de roca que se mantienen húmedas a lo largo de todo el año, gracias al derretimiento de la nieve y a su ubicación en orientación sur. A esto se suma que, hasta el momento, se ha documentado su presencia en solo cinco sitios, en un área estimada en 20 km².
En ese sentido, Menegoz precisa que “las especies altoandinas presentan mayores dificultades para migrar, buscando temperaturas más bajas (en altitud o en latitud), porque ya se encuentran en las partes más altas de los cerros. Además, en el caso de Valeriana praecipitis su hábitat es muy específico y la especie es muy escasa”.
Coincide Moreno-González: “Faltan aún estudios, pero es posible que no logre resistir la intensificación de las sequías por periodos más prolongados, aumentando de esta forma el riesgo de mantener la viabilidad en las pocas poblaciones conocidas. El cambio climático, al alterar su desempeño fisiológico, puede cambiar patrones de floración, afectando posibles polinizadores y desencadenando problemas a otras especies asociadas que aún no conocemos. Otro de los fenómenos que se esperan por cambio climático es el desplazamiento hacía cotas (pisos altitudinales) más altas que las actuales. El problema para Valeriana praecipitis y otras especies montañosas es que ya tienen una superficie reducida en las cimas de las montañas y no tendrían dónde desplazarse”.
Pero eso no sería todo.
Menegoz menciona “los megaproyectos (embalses y minería) que representan una grave amenaza para la flora y fauna de San Fabián [de Alico], y el desarrollo de turístico no sustentable. El turismo es un sector que está creciendo mucho en San Fabián, pero todavía no tenemos ningún plan de desarrollo sustentable que podría actuar para prevenir el daño a especies amenazadas. Este plan se podría armar entre los propietarios de las áreas privadas, ONG ambientales, guías de turismo de aventura y deportistas locales que sean usuarios de rutas de trekking y de escalada. En el caso de Valeriana praecipitis, lo ideal sería generar conocimiento dentro del mundo de la escalada sobre las especies más vulnerables que crecen en paredes de roca”.
Por todos los antecedentes disponibles, los investigadores proponen que la planta sea clasificada “en peligro” de extinción.
El científico de la Universidad de Göttingen asegura que “mucho pasa por asegurar recursos de forma permanente y crear las condiciones para que este triángulo político-científico-ciudadano forme un ciclo virtuoso de cooperación para la conservación. Una porción muy baja de todas las especies en Chile ha sido evaluada bajo criterios internacionalmente validados. Esta tarea no está siendo desarrollada por ningún organismo del Estado y es dejada para que la comunidad científica de forma ad-honorem vaya lentamente sintetizando la escasa información que hoy en día tenemos de especies menos emblemáticas, pero quizás con problemas de conservación más serios”.
Recordemos que la mayoría de las poblaciones conocidas de Valeriana praecipitis se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera Corredor Biológico Nevados de Chillán-Laguna del Laja. No obstante, esta figura no es vinculante ni está garantizada por la legislación chilena. En otras palabras, la especie no posee ningún tipo de protección formal.
Por ello, se requieren medidas contundentes en distintas escalas.
Moreno-González apuesta por “la asignación de recursos para el monitoreo de largo-plazo que permita evaluar sus poblaciones y la cantidad de individuos viables, conocer y cuidar agentes polinizadores y dispersores (sobre todo cuando es por animales como insectos) y por supuesto las condiciones del hábitat requeridas y controlar amenazas. Muchas de estas especies amenazadas se encuentran fuera de áreas protegidas. En este caso, los intereses privados entran en conflicto con la conservación de ciertas especies”.
También considera que el Ministerio de Medioambiente debería asumir un rol mucho más fuerte a la hora de impulsar la generación de información básica sobre la biodiversidad chilena, a través de fondos permanentes para universidades, y “no dejarlo como una donación de datos”. Desde su perspectiva, cada región debería tener su inventario y lista roja de especies actualizados, algo que debiera considerarse, incluso, si las regiones obtienen mayor autonomía a partir de la nueva Constitución.
Junto con lo anterior, la protección de su hábitat, el Ñuble andino, es fundamental para asegurar la supervivencia de Valeriana en el largo plazo.
Eso incluye medidas locales con perspectiva global, como la acción climática.
En cuanto a las acciones locales, Moreno-González añade que “existe una justa y creciente demanda por un libre acceso a la montaña. Está demanda está siendo impulsada por distintos organismos no gubernamentales con fines científicos, deportivos, recreativos, espirituales, etc. Contradictoriamente, el acceso desregulado de muchas personas significa un aumento en la presión ambiental que ejercen sobre ambientes bastante sensibles”.
Por ello el investigador subraya: “Como una normativa que pueda regular esto seguramente tardará años, como todas las normativas ambientales, por ahora solo [queda] solicitar a los montañistas que sean muy cuidadosos cuando caminen o escalen, que eviten rutas donde están creciendo plantas o anidando aves. Que consideren que, con el aumento de las temperaturas causadas por el cambio climático, estas plantas cumbreras no tendrán dónde migrar, que cada montaña es casi como una isla, desconectada de otras cumbres”.