El ser social como paisaje
La nueva idea, la nueva concepción de Ladera Sur, encendió varios corazones, se hizo colectiva; permitiendo así que germine un nuevo proceso social, cultural y creativo, que merece por lo menos algunos minutos de su atención. Este es un elemento más de los que constituyen una nueva forma de organización, o mejor dicho, de vivir las relaciones, que está tomando la humanidad.
Este germen, no sólo ha permitido el nacimiento de un nuevo organismo (ser) colectivo (social), sino que desde un mismo concepto, esencial, medular, transversal, se ha formado en multiverso (ha sido elaborado por múltiples versos) e interdisciplinas; como la naturaleza misma, que converge – diverge, una y otra vez, que en su multiversidad nos da derecho a soñar, imaginar, investigar, experimentar, navegar y explorar diferentes dimensiones del conocimiento y las ideas.
Brota entonces, desde lo invisible, una alegría común, que da vida, a través del paisaje, a un ser social complejo y salvaje… ¡Bien llegado Ladera Sur! ¡El fecundo viento sopla a nuestro favor!
Los paisajes son complejos y dinámicos, combinan múltiples elementos y variables, cambian permanentemente, se mueven, están vivos y compuestos por una riquísima batería de elementos interrelacionados entre sí. No son nunca planos, homogéneos, monótonos o monoversos…
Esta es la percepción domada por la ecología profunda, aplicada al paisaje.
Pero la colectividad y la pluriversidad no bastan para constituir el ser social, sus órganos (esferas del conocimiento, áreas, disciplinas) otorgan la esencia al mismo (sus atributos esenciales o cualidades), mientras que la comunicación (interacción) entre ellos, otorga dinamismo, le da la vida.
Del otro lado, se encuentra el destructor del ser social, es la violencia, dentro de sus manifestaciones más típicas y nefastas están la envidia, el control, la competencia… Y, sin duda, muchas otras, que han hecho caer valiosos procesos sociales, oportunidades sumamente valiosas para la evolución humana (ascenso de la conciencia, colectiva). Estas lamentables pérdidas, desde un punto de vista creativo y esperanzador, nos han permitido dar un salto y ser sumamente críticos (auto y sociocríticos), aprendiendo y asimilando a cabalidad que, las verdades son múltiples y variadas (como también lo son las formas de violencia) en una/esa misma verdad (multiversal, si se quiere). Más aún, hemos aprendido que necesitamos de todas esas verdades para lograr dinamismo social.
El compartir es la base, el sustento de todo proceso colectivo, el tejido medular y conectivo de todo ser social. Esto es la solidaridad, como acto, provocada por un sentimiento, un conjunto (varios) de ellos, interconectados, entrelazados o encadenados…
Pero: ¿Qué estimula la solidaridad?; ¿Qué estimula el compartir, la generosidad?
La empatía, la compasión, la comprensión. Los sueños comunes, la ambición colectiva -que sí (!) existe-, el esperar algo a cambio, ¿por qué no?, y probablemente muchos más… Saber que si “el otro” (los otros, la sociedad, los ecosistemas, el planeta) está(n) mejor, “yo” también estoy mejor.
Como converge, surge – brota – emerge, y luego diverge para volver a ser uno, como se comporta la vida misma en cada una de sus realidades, formas, lugares, escalas, así se comporta el ser social.
La convergencia de caminos –que pueden ser físicos o espirituales, intelectuales o pasionales, búsquedas o certezas– es lo que determina el surgimiento de nuevos organismos sociales, que primero son simples agrupaciones (similares a pilas de células, carentes de funciones específicas o jerarquías) que más tarde derivan en organizaciones más complejas, verdaderos organismos, con órganos interconectados, interdependientes y, a veces, autónomos. Se conforman verdaderos sistemas que cumplen las funciones necesarias para que este organismo social sobre y súperviva… Luego, cada ser humano pasa a jugar un rol (más o menos específico, más o menos fundamental) dentro del organismo, que permitirá al mismo, cumplir su(s) función(es).
La orgánica, similar y aún más compleja (no por eso más complicada) que la de un ser humano, familia o comunidad, debe responder a cierto(s) propósito(s).
La forma en que se establezcan las relaciones entre seres humanos determinará la(s) forma(s) particular(es) característica(s) mediante la(s) cual(es) dicho organismo social cumpla sus funciones; más aún, determinará el éxito que este tenga en lograr su propósito (sus posibilidades de seguir existiendo/viviendo/siendo) y en última instancia, el cómo se den las relaciones determinará las posibles transformaciones que pueda sufrir o proponerse (voluntaria o involuntariamente) dicho ser (su ruta evolutiva).
Esta es una idea (o mejor dicho, una ideología del ser social, pues es un constructo basado en un conjunto de ideas, que –dicho sea de paso– no son propias, pues han sido elaboradas por otros(as) autores que me han inspirado previamente) que viene asechando mis pensamientos desde hace algún tiempo. Es desde que venimos trabajando sobre la Red de Semillas Libres, una aglomeración (de elevada y creciente complejidad, conformada por personas, pilas de personas y organizaciones, donde cada elemento se ordena, agrupa y organiza, generalmente según afinidad en torno a las diferentes áreas y niveles del saber, el pensar y el sentir), seres que se encuentran en torno a un espíritu (que ha intentado materializarse en propósitos) común. Una aglomeración que aún está en vías de organizarse –como ser social– para ser funcional a uno o más propósitos; que aún no posee los mecanismos para flexibilizar (y transformarse/adaptarse coyunturalmente); que todavía no conforma los reguladores ni los mecanismos de retroalimentación, una red heterárquica, fractálica, multiversal y transversal a variados y diversos sectores y clases sociales, disciplinas, historias, culturas, pueblos, geografías…
Sólo a escala (espacial y temporal) humana podremos ser capaces de conquistar territorios (me refiero a las mentes y los corazones), estando ahí, día a día, una(o) por una(o), familia por familia, contagiando, expandiendo, concretando in situ. Satisfaciendo necesidades cotidianas, transcendentes para cada ser humano que habita en esta Tierra.
Dejo algunas preguntas para la reflexión: ¿Cómo al relacionarnos nos contagiamos (positiva o negativamente)?; ¿Cómo nos conocemos o re-conocemos (idea de aprendizaje colectivo)?; ¿Cómo fortalecemos la confianza?; ¿Cómo ganamos en amor?
El propósito de este humilde texto es que nos acercarnos a una comprensión de los paisajes, la naturaleza, las relaciones y la vida en la Tierra, que emerge desde el dominio de la ecología profunda y la noción de sistemas complejos, dinámicos, multiversales interconectados en permanente retroalimentación. El misterio está ligado al corazón, a lo invisible, intangible e irracional, incluso si lo llevamos al plano de la razón, donde volvemos a pensar con las neuronas del corazón.