Más de alguno ha escuchado de la famosa “isla de los pingüinos” de Punta Arenas, llamada isla Magdalena, la cual ha albergado por incontables generaciones una gran cantidad de pingüinos de Magallanes. El registro histórico más antiguo de esto son las descripciones del cronista Antonio Pigafeta en la expedición de Hernando de Magallanes en 1520.

A Magdalena se suman las islas Marta, Isabel y Contramaestre, en el Estrecho de Magallanes. Todas ellas forman una especie de arco, que alguna vez fue un trozo de tierra continuo el cual formó parte de unos de los viajes migratorios y de exploración más increíbles hechos por el ser humano.

Las historias de este viaje se encuentran perdidas. Tal vez estuvieron en el repertorio de alguna etnia indígena, pero que con el pasar del tiempo se fue perdiendo hasta quedar en el olvido.

Bosque errático ©Manuel Sierpe
Bosque errático ©Manuel Sierpe

En este capítulo quiero dar a conocer como la formación del Estrecho de Magallanes ha sido parte de enormes cambios de vida, y cómo el hecho la formación de estrecho en sí, formó parte de un cierre de era o de ciclo, del cual aún siguen encontrándose remanentes de una época muy lejana.

El Estrecho de Magallanes y sus aguas, están posados sobre una cuenca de rocas muy especial, la que se formó por medio de un profundo océano durante el periodo Cretácico a lo largo de millones de años. Estas capas de sedimento fino se solidificarían con el pasar de otros millones de años más, hasta dar comienzo de los procesos de Glaciación.

Al llegar el hielo, este labró el terreo rocoso por medio de sus procesos de avance o crecimiento, formado finalmente enormes y profundos valles en forma de “U”.

Todos estos procesos fueron causados a base del desarrollo y crecimiento de los glaciares durante el último periodo glacial el cual tuvo su periodo de mayor intensidad hace unos 18 mil años atrás y terminó hace unos nueve mil años atrás.

En pocas palabras y de manera muy simple, después de estos 18 mil años atrás, poco a poco los hielos comienzan a derretirse comenzando a formarse en el paisaje grandes lagos preglaciares decorados por enormes témpanos de hielo junto a grandes morrenas terminales y laterales en todo el paisaje patagónico.

©Manuel Sierpe
©Manuel Sierpe

Llamamos morrenas a la línea de montículos que se forma por el acarreo del glaciar durante su “avance” o crecimiento. Estas formas están diseminadas por todo el paisaje austral: no resultan ser difíciles de ver, pero algunas son más evidentes de otras.

Los llamados Ciclos de Milankovic son aquellos relacionados con la posición de la tierra junto al sol. Estos procesos son los causantes de que en los últimos 2 millones de años hayan ocurrido verdaderos ciclos marcados de Glaciación y Deglaciación.

A su vez se sabe qué hace 12.000 años atrás se registró un aumento en el volumen de los hielos, o de crecimiento de los glaciares.

Coincidentemente esto ocurre en el tiempo de la llegada de los primeros seres humanos en la región de la Patagonia Austral. Ellos eran expertos cazadores recolectores terrestres del periodo Pleistocénico y sabían que eran las primeras personas en ver esos paisajes.

Se trataba de clanes de cazadores recolectores completamente adaptados a las rigurosas condiciones heladas y de exposición al frío de aquel periodo glacial. Al ser nómades llegaron producto de las migraciones de los grandes herbívoros de la época, los cuales ocuparon las enormes estepas patagónicas de aquel entonces, como los valles altos, los cuales comenzaban a ser desocupados por el hielo de los glaciares que generalmente viajan ladera abajo a través de la montaña. Este retiro del hielo en estos valles hace florecer ciertos espacios de ricos pastos y flores, como de refugio, lo cual atrajo a un sinnúmero de animales, y por consecuencia, predadores, entre ellos humanos.

Bajo la dinámica de las migraciones humanas en tiempos del Pleistoceno, entendiendo el contexto climático y de poblamiento a nivel continental por miles de años, la competencia con otros grupos de cazadores en el camino, como la natural búsqueda de nuevos parajes para poder sobrevivir en armonía, los llevó a llegar a la Patagonia austral.

Lo hicieron cruzando un corredor montañoso de roca sedimentaria oscura llamada Sierra Baguales. Nos referimos al “Paso Baguales”, un corredor ancestral que fue utilizado a lo largo de los tiempos por humanos y animales, desde los paleoindios, hasta bandidos y ladrones de caballos y ganado a comienzos de 1900’s.

Pero por sobre todo, esta área de Sierra Baguales por más de 6 mil años fue ocupada por la etnia indígena llamada aonikenk (Hombre del Sur), los que para los europeos llamaron Tehuelches. Para los aonikenk la Sierra Baguales era: “Cahuern”, lo cual significa “muy antiguo”.

Los primeros hombres en cruzar a través de este paso montañoso, a su vez, se fueron moviendo a las planicies semidesérticas rocosas de Torres del Paine y los valles que están en el sector de laguna Sofia y en el cerro Benítez, donde se encuentra el famoso complejo rocoso Cueva del Milodón.

Arqueología en cueva del milodón ©Manuel Sierpe
Arqueología en cueva del milodón ©Manuel Sierpe

Como anteriormente se mencionó, estos paleoindios eran expertos cazadores recolectores y así también exploradores. Ellos sabían perfectamente como moverse en los paisajes de la Patagonia austral.

Por aquellos días encontrar comida y refugio, era lo único que necesitaban para poder subsistir, por lo tanto, sus vidas estaban estrechamente ligadas a estos dos elementos.

Así, y por miles de años, existió sin duda un tránsito de grupos de cazadores nómades, cuyas bases de sus creencias y experiencia en la supervivencia y exploración probablemente venía de las estepas y tundra siberianas. Por aquellos días, la especie humana ocupaba un rol completamente distinto, siendo un elemento más en el paisaje helado.

La abundancia de los espacios abiertos y la lejanía de las montañas y grandes valles inducía de manera constante a estos cazadores nómadas a explorar cada vez más lejos, así siempre tratar de encontrar mejores condiciones para la supervivencia del grupo o clan. Así fue como estos hombres, también conocidos como “Hombres de Fell” llegaron al área de las estepas de Pali Aike. Donde bien sabemos que es actualmente es una zona de constantes hallazgos arqueológicos referente a la presencia humana y megafauna de la era glacial.

El poder asegurar la supervivencia como principal razón de los movimientos migratorios de hombres y animales, bajo el contexto climático y de competencia, debe haber sido un mundo donde el peligro era constante.

La simple presencia de predadores como el oso patagónico (Arctotherium), el tigre dientes de sable (Smilodon oopulator), o la pantera (Panthera onca messembrina), la cual solía habitar las cuevas y aleros rocosos, hacían de todo esto un mundo donde también los hombres eran presa de los grandes predadores extintos.

Carne, fuego y piedras eran las principales fuentes combustibles de estos nómades. Estas últimas proporcionaron a lo largo de miles de años como fuente valiosa de materia prima para la confección de herramientas líticas como en este caso las llamadas “Colas de Pescado”, características de este periodo glacial.

Pali Aike místico ©Manuel Sierpe Barrientos
Pali Aike místico ©Manuel Sierpe Barrientos

Los espacios como Pali Aike resultaban proveer de mucho, o más bien de lo necesario para la subsistencia. Sitios como este les permitían a los cazadores el poder explorar los alrededores para la cacería y una posible ruta a un nuevo sitio donde poder establecerse de manera temporal.

Posiblemente, estos cazadores generaban en algunos casos un cierto estrés en la fauna local donde se quedaban lo cual también los hacia moverse hacia nuevos lugares.

Entonces así sucedió. Los nómades paleoindios se dirigieron a las estepas del sureste, siguiendo los grupos de herbívoros de posiblemente llamas (pariente extinto del actual guanaco) y el caballo americano (Hippideon). Esta ruta daba a un enorme frente de un glaciar junto a un gran lago que se extendía de sur a norte dejando enormes morrenas laterales y terminales. La morrena terminal de este gran glaciar fue parte del Puente de Tierra que conectó el continente con la actual Tierra del Fuego. Debió haber sido una travesía muy helada, pues la orientación del glaciar (de sur a norte), a su vez nos da la pista de los fuertes vientos helados que corrían a través de este paisaje, las morrenas sirvieron de túnel de viento, por lo tanto, este tramo sin duda alguna debió haber sido un páramo muy frio e inhóspito. Pero, a medida que se avanzaba, a lo lejos se veían valles y planicies más verdes y menos expuestas al viento helado donde se quedarían grandes manadas de animales. Los cazadores se dieron cuenta que era una ruta migratoria de animales herbívoros.

Tras un largo y frio viaje, “Los Hombres de Fell” llegan a la actual Tierra del Fuego, a un conjunto de cuevas de roca sedimentaria de tipo arenisca, de color claro, ofreciendo refugio en medio de la pampa pudiendo tener una panorámica total del paisaje estepario. Este refugio del Pleistocénico es el Monumento Natural Tres Arroyos.

Tres Arroyos ©Manuel Sierpe
Tres Arroyos ©Manuel Sierpe

Es increíble pensar que el poblamiento del territorio Austral Patagónico haya ocurrido anterior a la misma formación del Estrecho de Magallanes. Existiendo anteriormente un paisaje distinto, un mundo completamente diferente.

Las islas Marta, Magdalena, Isabel y Contramaestre, como anteriormente se menciona al comienzo del relato, son un remanente de ese puente terrestre donde estuvo la ruta de cazadores nómadas y fauna extinta.

Entonces, nueve mil años atrás todo cambió. El aumento de la temperatura y la acelerada deglaciación generó el aumento de las aguas oceánicas al punto de lograr penetrar e inundar las cuencas rocosas labradas por el hielo glacial. Profundos valles en forma de “U”, labrados por miles de años para ser llenados por el océano, formando los canales australes y el Estrecho de Magallanes que hoy día conocemos.

De esta forma, se cierra un paso terrestre el cual estuvo libre por miles de años, quedando ahora bajo cientos de metros de agua oceánica, cambiando a su vez no solamente la apariencia del paisaje, sino que también el clima y a todos los organismos vivientes por aquel entonces. Al mismo tiempo, se estaba gestando una de las más increíbles extinciones masivas de seres vivos.

La dinámica real de estos acontecimientos catastróficos se desconoce, pero al menos sabemos que fue un conjunto de factores que determinaron la adaptación a los cambios por parte de ciertas especies, mientras que otras con corrieron con la misma suerte. Fue el caso de la pantera, el dientes de sable, el oso patagónico, o el milodón, entre muchos otros, quedando el paisaje reducido a las especies que hoy en día conocemos.

Rocas cretácicas ©Manuel Sierpe
Rocas cretácicas ©Manuel Sierpe

Pasarían cerca de mil años más para que un nuevo elemento llegue al paisaje: El canoero. En este caso se piensa que los primeros grupos humanos que proliferaron posterior a la gran extinción fueron los canoeros nómadas.

Se presume que el  Kaweshkar podría haber sido los primeros arribos de grupos canoeros que llegan a la Patagonia austral hace cerca de 8 mil años. Pues al igual que los anteriores “Hombres de Fell”, estos Kaweshkar llegaron con un conocimiento ancestral adquirido a través de las memorias lejanas provenientes de Asia y Norteamérica de miles de años atrás, lo cual les permitió poder vivir por otros miles de años más en completo equilibrio con el medio natural de los fiordos y canales australes en perfecta adaptación.

Detrás de todas estas historias lejanas existen mensajes. En este caso quiero destacar el de la labor de la exploración, la cual a través de este relato vemos que es inherente al ser humano, es aquello que de alguna u otra forma nos mantiene vivos.

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