Llegué un viernes por la mañana. Aún no amanecía en Malalcahuello y la temperatura alcanzaba unos escasos 7 grados.  A mi alrededor era todo oscuridad y silencio mientras esperaba mi transporte.

Después de un viaje de unos 15 minutos en auto, ya estaba en mi destino: el resort de montaña Corralco, inmerso en plena Reserva Nacional Malalcahuello y rodeado de milenarias araucarias. La oscuridad aún no me dejaba ver lo que escondían los cerros que rodean el complejo hotelero de 3 estrellas, pero pronto descubriría a través de mi ventana la razón por la que muchos viajan a estas tierras en otoño. Allí, un centenar de ñirres, lengas y raulíes de tonos naranjos y rojizos, contrastaban con las araucarias  de troncos alargados, que sobresalían con sus copas siempreverdes.

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Después de descansar un par de horas para recuperarme del viaje, me iría a disfrutar de un rico desayuno buffet con frutas frescas, diferentes tipos de panes, cereales, yogurt, café, queques, y lo que puedas imaginarte.

Comedor ©Romina Bevilacqua
Comedor ©Romina Bevilacqua

Mi estadía sería corta: un fin de semana en el corazón de la Araucanía Andina en pleno otoño y además de descansar, la idea era aprovechar de conocer los alrededores de este hotel, llenos de sorpresas e impresionantes paisajes.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

El hotel cuenta con un equipo de guías que a diario ofrecen diferentes excursiones en los alrededores de la reserva. Algunos de los paseos, incluyen trekkings como el que lleva a la Sierra Colorada (9 km) o el que recorre las inmediaciones pasando por la famosa araucaria milenaria, un ejemplar de cerca de 1.500 años, y termina en la laguna Pehuenco (5 km); paseos al Fundo La Estrella, recorridos en bicicleta por la ciclovía de Malalcahuello, entre otros. La salida de ese viernes sería al Mirador de Volcanes, a pocos minutos en auto, en el que se puede ver el impresionante escorial de lava que dejó la erupción del cráter Navidad en 1988, que arrasó con 100.000 hectáreas de praderas y bosque nativo.

escorial ©Romina Bevilacqua
escorial ©Romina Bevilacqua

Una vez en el mirador, el paisaje era impactante: estamos acostumbrados a ver una Araucanía llena de verdes –y en esta época otoñal amarillos, naranjos y rojos– que cubren prácticamente todo a su alrededor. Pero aquí la vista mostraba rocas volcánicas, planicies desoladas y cero vegetación, salvo por esos bosques que sobrevivieron al paso de la lava en la sección más alta de los cerros en los alrededores. Frente a mí, se erguían imponentes el volcán Lonquimay, el cráter Navidad y a su derecha, el volcán Tolhuaca.

Para los que les gusta el trekking, hay un sendero que permite ascender hasta la cima del cráter Navidad a 1860 msnm. Dura aproximadamente 2 a 3 horas y es una buena opción para ir con amigos o la familia, ya que se trata de una ruta relativamente fácil.

Volcán Lonquimay y cráter Navidad ©Romina Bevilacqua
Volcán Lonquimay y cráter Navidad ©Romina Bevilacqua

A nuestro regreso, la cocina del restaurant se preparaba para atender a sus comensales. El menú del día incluía tres opciones: un plato con salmón,  otro con carne y una opción de pastas vegetariana por la que terminaría decidiéndome, además de una entrada y postre. ¿El chef? Nada más y nada menos que Miguel Catricheo, reconocido por su gastronomía con ingredientes nativos y muy populares en la cocina mapuche y por haber trabajado durante varios años como chef Ejecutivo de la Reserva Biológica Huilo Huilo. Catricheo acababa de incorporarse al hotel y, tal como me contaba Carolina Ríos, encargada del área de entretención en Corralco, ya había comenzado a incluir al menú ingredientes locales como piñones y murta junto con nuevas preparaciones. Ahora, barajaban la posibilidad de ofrecer a futuro clases magistrales con experiencias gastronómicas guiadas por él para sus huéspedes.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

Si tuviera que destacar algo de este fin de semana, sin duda sería la excelente atención que recibí de los empleados del hotel y por supuesto el contacto con la naturaleza. No hay mejor sorpresa que levantarse temprano a tomar desayuno y tener una vista espectacular al volcán Lonquimay con los primeros rayos de luz reflejándose en la nieve que lo corona; sentarse en la terraza a disfrutar una cerveza Kiltra de Lonquimay –cerveza local que según me confesó su dueño, Boris Mardel, está compuesta en un 91% por agua de cordillera– y escuchar a un grupo de cachañas revoloteando en las araucarias a sólo unos metros; o tener la oportunidad de caminar entre decenas de araucarias con impactantes vistas del otoño.

cachañas ©Romina Bevilacqua
cachañas ©Romina Bevilacqua

Para los que están buscando un lugar para relajarse y disfrutar al aire libre, el hotel Corralco es una excelente opción. Sobre todo durante esta época, ya que a diferencia del invierno –temporada peak del hotel, donde vienen visitantes de todo el mundo a disfrutar de su centro de ski y nieve de calidad destacada a nivel internacional–, hay pocos visitantes, increíbles vistas y el clima aún acompaña. Tanto así que pueden, como yo, disfrutar de una tarde en la piscina temperada al aire libre con vista al volcán Lonquimay y esperar a que caiga la noche, ya que la piscina está abierta hasta las 22.00 horas.

©Romina Bevilacqua
©Romina Bevilacqua

¿Algo para tener en cuenta si tienen niños? El hotel acaba de incorporar un nuevo formato de entretención infantil llamado Mini Club Corralco, pensado para niños entre 6 y 12 años. Éste incluye varias actividades como tardes de cine en las que incluso preparan cabritas, excursiones nocturnas o trabajos con artesanías.

El hotel cuenta con un Spa donde se pueden tomar masajes ©Romina Bevilacqua
El hotel cuenta con un Spa donde se pueden tomar masajes ©Romina Bevilacqua
Suite con vista al volc{an Lonquimay ©Augusto Domínguez
Suite con vista al volcán Lonquimay ©Augusto Domínguez
El hotel cuenta con bicicletas para recorrer los alrededores ©Romina Bevilacqua
El hotel cuenta con bicicletas para recorrer los alrededores ©Romina Bevilacqua
Uno de los senderos en los alrededores lleva a una araucaria de 1.500 años aprox.©Romina Bevilacqua
Uno de los senderos en los alrededores lleva a una araucaria de 1.500 años aprox.©Romina Bevilacqua
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