Diego Medina (41) creció y se educó en un entorno cercano al mar. Su primera casa fue en Horcón, una caleta de pescadores de la Región de Valparaíso, en la que su papá trabajaba como oceanógrafo y su mamá de artesana. Fue ahí donde conoció a los primeros surfistas de Chile (como Álvaro Abarca o Icha Tapia), que eran amigos de sus padres, y que, a los pocos años de haber cumplido su primera década de vida, le enseñaron lo que era una tabla de surf y el respeto al mar.

Diego Medina surfeando. Créditos a @dg_imagen
Diego Medina surfeando. Créditos a @dg_imagen

Desde entonces no paró de practicar surf y se transformó en uno de los primeros que se aventuraron profesionalmente a este deporte en Chile, marcando hitos, dando a conocer la importancia de las olas del país y siendo un referente de muchos quienes están empezando en este deporte.

El día en que todo empezó

Álvaro Abarca fue quien le regaló la primera su tabla de surf a Diego Medina. La buscó en su casa, le dijo que tenía que conseguir resina y fibra de vidrio en el club de yates de Quintero y, cuando ya la tuvo, le ayudó a lijarla y dejarla lista. Ese mismo día Diego fue a surfear. En las primeras olas se pudo arrodillar, al rato parar derecho y más tarde surfeaba olas de lado. Todo el mismo día. Nunca más lo dejó.

“Fue bien natural, la verdad. Tenía 12 años, uno a esa edad es liviano y más ágil. La tabla que me prestaron también servía bastante para aprender, porque era bien ancha y estable. Desde ese día no paré nunca más de alucinar con este deporte. Todos los días pienso en él, me encanta estar en el mar. Hacer deporte me da una motivación extra para seguir viviendo y seguir haciendo las cosas bien”, dice Diego.

Cortesía Diego Medina
Diego Medina @cristiansaezphoto

– ¿Cuándo supiste que te querías dedicar profesionalmente al surf?

– Empecé a surfear todas las tardes después del colegio. Al tiempo empecé a recorrer Chile. Recuerdo que a los seis meses de empezar vine a participar a un campeonato en Pichilemu. Tenía tantas ganas de participar y surfear que me pasé la cantidad de olas que se podían correr. Entonces había ganado en mi categoría y por excederme las olas me descontaron puntos y quedé segundo. Pero me daba lo mismo porque estaba feliz de participar y pasarlo bien. Toda la gente que me veía me felicitaba por mi motivación a esa edad, en esa época todos los surfistas tenían sobre 25 años. Me decían que tenía talento y yo, con mucha energía, seguí todos los días. Me empezó a ir bien hasta que, como al año, una marca me empezó a dar trajes y una tabla, ahí me di cuenta de que podía hacer una carrera como como deportista. Al tiempo aparecieron otros amigos que ahora son profesionales como Cristian Merello, Ramón Navarro, Fabián Farías, Chacho Ibarra y Morris Tapia, que empezaron con el mismo sueño que yo. Hicimos un grupo de amigos y empezamos a viajar a distintos lugares y a progresar cada vez más.

– ¿Cómo era dedicarse profesionalmente a este deporte en el tiempo en que tú empezaste a hacerlo? ¿Cómo esto crees que ha ido cambiando con el tiempo?

– Ha cambiado mucho porque ahora el surf es mucho más conocido, es un deporte olímpico. Por ejemplo, hay becas deportivas. Si tú eres bueno, hay apoyo en las municipalidades, hay más campeonatos, internacionales también. En la época que nosotros empezamos, había campeonatos, pero no tanto apoyo y no era conocido el surf en Chile. Muchas veces te miraban como que estabas haciendo algo equivocado, y te decían que realmente no se podía vivir del deporte. Mencionaban que en Chile no había buenas olas o que el mar era frío y que este deporte era de países tropicales. Recuerdo que muchas veces estábamos esperando la micro para ir a surfear a otra playa y los buses no paraban porque estábamos con la tabla. Entonces era sacrificado igual, había que tener harta pasión y ganas. Yo igual pensé harto si estaba haciendo las cosas bien, pero este deporte es tan conectado a la naturaleza y te hace alucinar, que es difícil dejarlo. Entonces mi generación siguió adelante, haciéndolo más profesional y superando el nivel para ir surfeando olas cada vez más grandes.

Cortesía Diego Medina
Cortesía Diego Medina

La ola que cambió todo

Punta de Lobos, 2006. Diego estaba con algunos amigos surfistas en búsqueda de la práctica y disfrutar. Ese día el mar estaba “gigante”, como le dice él. En ese tiempo no se usaba chaleco salvavidas, ni menos motos de rescate. Todo era a pulso. Cruzaron desde el acantilado hacia los morros, las famosas piedras de Punta de Lobos. Para hacerlo, debían esperar la calma del agua. Podía pasar hasta una hora para ello. Y después debían repetirlo. Con paciencia, el paso siguiente era emprender su rumbo a la ola desde los morros. Pero eso tampoco era simple. Había que estar dispuesto a revolcarse un rato, pararse, remar y luchar. Pasando esa parte difícil, Diego remó 40 minutos más hasta llegar al lugar donde quiebra la ola. Lo acompañaban Ramón Navarro, Cristian Merello y un surfista brasileño.

Se aventuró. Tomó la ola. La sentía grande, pero para él era una más de las pocas de la sesión que estaba teniendo con sus amigos. Lo logró bien. Salió del agua satisfecho y, cuando pisó la arena, un fotógrafo belga, Phillip Muller, se le acercó para mostrarle la foto que le sacó. La ola se veía gigante. La mandaron a un concurso en Estados Unidos. Quedó finalista. Ganó el primer lugar de surf a remada en la ola más grande del mundo. La ola medía 8 metros.

Ola de 8 metros. Créditos a Diego Medina.
Ola de 8 metros. Créditos a Philip Muller.

“Fui a Estados Unidos ya feliz de estar representando a mi país (…). Gané el premio a la ola más grande del año 2006 en Estados Unidos y fue una foto con un video que dio la vuelta al mundo. Se decía que era la izquierda (las olas en Punta de Lobos tienen esa característica) surfeada más grande en la historia del surf hasta esa época. Entonces fue un tremendo reconocimiento. Creo que eso ayudó mucho a que este deporte sea más conocido a en Chile y a nivel internacional”, dice Diego.

– ¿Crees que eso marcó un hito en tu vida?

– Sí. Creo que fue un premio a todo el esfuerzo y a la constancia, porque yo creo que cuando uno se dedica, les da harto tiempo a las cosas, la naturaleza igual te da una recompensa (…). Yo creo que toda esa dedicación que le di desde muy chico, con muchas horas en el mar, todo eso fue sumando y llegó ese momento que la naturaleza me premió.

– ¿Después de eso seguiste en olas grandes?

– Sí, todavía sigo surfeando olas grandes y he podido ganar campeonatos. Gané un par de veces el ceremonial de Punta de Lobos, que ahora se llama Lobos por Siempre. Y viajo por Chile, compitiendo en otro tipo de ola, que son las tubulares y hago maniobras también. Mucho tiempo hice clases de surf a niños para entregar mis conocimientos y todavía sigo dedicado al surf 100%. Soy embajador de Haka Honu y con ellos sigo haciendo material.

Cortesía Diego Medina
Cortesía Diego Medina

– ¿Hay alguna otra ola que recuerdes con mucho cariño?

– Sí, fui a Hawaii un par de veces. He surfeado harta ola que quizás no es tan grande, pero salen muy buenos tubos. Son olas más redondas con fondo de piedras. También en Arica hay una ola que se llama El Gringo, que es de fondo de piedra, y la respeto mucho. Estas son olas que tienen mucha energía, que son rápidas y lugares de eventos muy buenos. Me gustan este tipo de olas en las que se siente la adrenalina al 100%, te ayudan a enfocarse y a dedicarte a ti: descansar, alimentarte bien y mantener físico. Creo que tener un propósito, un proyecto de algo deportivo, hace que tu mente esté enfocada en algo y eso encuentro que hace súper bien.

– Enfocada y con una relación de respeto con el mar, me imagino.

– Sí, esa relación súper importante, porque cuando uno está conectado con la naturaleza y hace algún deporte, disfruta y valora mucho más las cosas, queriendo cuidarlas. Entonces si ves algo que está contaminando o sucio, tratas de limpiarlo o de dar el ejemplo para que podamos mantener la naturaleza y que otras generaciones puedan disfrutar como nosotros lo hemos hecho.

Amor y logros en el deporte

Diego ha surfeado en Indonesia, México y Estados Unidos, entre otros increíbles lugares. Pero entre más viaja, más se da cuenta de que Chile lo maravilla con su costa y olas. “Hay un proyecto de Ley de Rompientes que sería muy bueno aprobar. Es importante proteger las olas en Chile porque hay mucho turismo y gente viene de otros países a disfrutar estas olas, que además se acompañan de un paisaje alucinante. Tenemos una suerte enorme de tener un país con esta costa”, dice.

Esas olas las conoce bien. Dice que es un deportista completo, que abarca desde las maniobras en olas pequeñas hasta las olas grandes. En ese sentido, por ejemplo, logró ganar un campeonato latinoamericano en Mar de Plata, Argentina. O también, quedar en tercer lugar en un campeonato de olas medianas en el que participaron más de 70 competidores de Latinoamérica.

“Haberme criado en olas que no eran tan buenas me sirvió para poder surfear todo tipo de olas y eso lo hace muy entretenido, porque a veces la ola es mala y desordenada, pero yo igual entro y lo paso bien. Ese es como el verdadero disfrutar el deporte también, porque es el espíritu y te suma experiencia”.

Cortesía Diego Medina
Cortesía Diego Medina

– ¿Qué significa para ti este deporte?

– Está muy ligado con la naturaleza, entonces te da ese valor de querer cuidarla y protegerla. En este deporte, además, al viajar tanto uno conoce a muchas personas, olas, lugares y culturas. Eso es un vínculo muy bonito. También es un deporte riesgoso cuando la ola es fuerte o hay piedra. Entonces cuando está así uno valora mucho la amistad y trata de ir con más gente y cuando pasa algo o hay algún accidente, todos nos unimos para para ayudar y cuidarnos. Entonces me ha enseñado a tener buenos vínculos y valores hacia las personas y la naturaleza.

El mensaje a los próximos surfistas

Cuando Diego empezó a surfear, no existían aplicaciones para ver cómo iba a estar las olas. Simplemente iba a los lugares sin saber cómo estarían y muchas veces tenía que acampar hasta que las condiciones le permitieran entrar al agua. Al que le dedicaba tiempo y tenía paciencia, la “naturaleza lo premiaba”, recuerda. “Esto hacía que las playas estuvieran más vacías, ahora con todo lo digital, todos saben dónde hay buenas olas o hay marejada. Entonces se perdió un poco la mística, pero todo cambia y hay que adaptarse”, cuenta Diego.

Además, explica que ahora aumentó la cantidad de surfistas, al haber avanzado este deporte en muchos sentidos. Esto también implica ciertos desafíos y enseñanzas que se relacionan con la cultura del surf actual.

Cortesía Diego Medina
Cortesía Diego Medina

“Hay surfistas por todos lados. Muchas veces todos queremos las olas buenas y puede haber momentos de tensión, sobre todo en olas nuevas. Entonces hay que tener más respeto entre todos. Quizás surfear menos olas, pero respetarnos. Eso es un buen valor porque muchas veces pasa que hay un surfista que surfea muchas olas y otro muy pocas. Al final es mejor surfear menos, pero vas estar más feliz porque estás ayudando al otro a que pueda disfrutar del deporte y de la naturaleza. Mucho antes había localismo en muchas playas, ahora un local es una persona que educa, que cuida el lugar, que respeta y que enseña”, dice.

– ¿Qué mensaje le darías a alguien que quiere introducirse a este deporte?

-Tener respeto a las personas que saben más porque si no se pueden producir accidentes graves. Hay que saber las reglas básicas y es todo un proceso en el que hay que ir de a poco. Si no se sabe tanto, hay que empezar en olas más pequeñas. Pero también a los que sabemos más es también en nuestro deber es enseñar a esa persona que está aprendiendo y ayudar. Así se genera una comunidad que crece con este deporte.

– ¿Qué lugares de Chile recomendarías para empezar?

Hay hartas playas para aprender. Maitencillo, Ventanas y Concón son playas bien amigables para aprender. En Pichilemu tenemos dos playas, que es La Puntilla y la parte de playa de Punta de Lobos. Es muy importante también saber cómo van a estar las olas cuando se quiere aprender. Es decir, mirar un reporte de olas porque el mar es muy cambiante, pero por lo general la marejada no dura más de dos o tres días.Entonces después vienen olas más chicas y ahí va a ser bueno.

– Y ya que has llegado donde estás, ¿siempre fue tu sueño dedicarte a este deporte?

– Una vez que lo conocí sí, porque realmente te da mucha felicidad surfear una ola o entrar al mar. Yo creo que toda esa energía que tiene la naturaleza, se te devuelve. Es mucha energía positiva que te llega. Muchas veces uno está cansado, vas al mar y realmente es una terapia; te limpia y te purifica. Después sales del agua y ya no estás ni cansado. Es otro cansancio que te da mucha felicidad y te dan ganas de seguir viviendo, y aportando.

De esta forma, Diego sigue viviendo día a día con su amor al surf. Sigue entrenando, con ganas de surfear buenas olas y seguir aprendiendo. Pero también, le quiere dedicar más tiempo a sus dos hijos, compartiendo espacios de naturaleza y mar con ellos. Junto a esto, tiene en su mente y deseos recorrer playas enseñando el deporte, sobre todo a quienes no tengan la oportunidad ni recursos para acceder a ello. Esas son las olas personales a las que se quiere adentrar prontamente.

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