Fue el 17 de junio de 1994 cuando la Convención de las Naciones Unidas declaró esta fecha como el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía con el propósito de concientizar a las personas acerca de la degradación de la tierra y sus efectos, así como también para educar a la población acerca de las iniciativas internacionales para combatir este fenómeno.

La desertificación es un proceso de degradación en el que una zona fértil del suelo pierde su productividad o potencial de producción debido a factores climáticos o por las actividades que desarrolla el ser humano al ejercer una influencia que modifica el ambiente natural. Este fenómeno ocurre principalmente en los ecosistemas de las tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas, debido a su extrema vulnerabilidad a la sobreexplotación y al uso inapropiado de la tierra.

Estos suelos contienen grandes cantidades de carbono que podrían pasar a la atmósfera a causa de la desertificación, con repercusiones importantes para el sistema climático mundial. De hecho se calcula que cada año las tierras secas –que corresponden a una tercera parte del territorio terrestre del planeta– liberan 300 millones de toneladas de carbono a la atmósfera a causa de la desertificación, lo que supone cerca del 4% de las emisiones mundiales del gas de efecto invernadero. Por ende, la desertificación no se refiere únicamente a la expansión de los desiertos.

©Martín del Río
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El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, agua, aire y muchos otros elementos. Sin embargo, no se presta la debida atención que necesita ya que la producción superficial natural de los suelos productivos es limitada y se encuentra sometido a una creciente presión que se caracteriza por su aprovechamiento con fines agrícolas, forestales, pastorales, etc.

De acuerdo a un informe emitido por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), la rápida expansión y el manejo insostenible de las tierras de cultivo y pastizales sería el impulsor directo más extenso de la degradación de la tierra en el planeta, causando una pérdida significativa de biodiversidad y servicios ecosistémicos: seguridad alimentaria, purificación de agua, suministro de energía y otras contribuciones de la naturaleza esenciales para la humanidad.

Un problema que afecta a diversos países en el mundo y donde Chile no es para nada la excepción, pues se estima que dos tercios de su territorio están en proceso de degradación.

El escenario de Chile

Chile forma parte de la Convención de las Naciones Unidas por la Lucha contra la Desertificación desde 1998, y como tal, se ha visto sujeto a implementar medidas que aborden la solución al problema, pues se cataloga como uno de los países en el que la degradación de la tierra, la desertificación y la sequía han incidido directamente en la vulnerabilidad ante los impactos del cambio climático.

De acuerdo a un informe elaborado por CONAF se afirma que el 21,7% del territorio nacional continental está siendo afectado por el fenómeno de la desertificación, una cifra que corresponde a 16.379.342 hectáreas y en el que se han visto involucrado cerca de 7 millones de habitantes. Esta realidad se ve aún más agravada cuando se toma en cuenta que el 72% del país ya se encuentra afectado por la sequía.

Asimismo, de acuerdo a un diagnostico desarrollado la Universidad de Chile en el año 2013, se  demostró que los problemas más serios de desertificación­–tanto de origen geológico como por la acción antrópica–, se observan desde el Valle de Copiapó hacia el sur.

@Antonia del Río
@Antonia del Río

Según se especifica, la existencia de cursos de agua de la cordillera al mar permitió una agricultura que por siglos se adaptó a las condiciones naturales de cambios de precipitaciones y períodos de sequía, pero con la introducción de nuevos cultivos –especialmente de viñas para la producción de uva de mesa para exportación–, se han incrementado las demandas de aguas superficiales y subterráneas.

La Región de Coquimbo y la Región del Maule son las zonas que poseen mayores superficies de tierras desertificadas. Sin embargo, el grado de desertificación de Coquimbo es bastante más acentuado, considerando que el 96% del territorio regional está afectado por niveles de desertificación grave a moderada.

Dentro de las causas que han contribuido al problema se encuentran la continua destrucción de la cubierta vegetal y de pastos, asociada a una mayor presión sobre el suelo por actividades agrícolas, presencia de cultivos de secano y su efecto en los procesos erosivos. Aunque las variaciones climáticas de los últimos 50 años también han incidido, ya que la escasez hídrica se hace cada vez más frecuente y severa.

En el caso de la zona central (Aconcagua a Concepción) la desertificación ha avanzado notablemente, en donde el problema se asocia principalmente a los procesos erosivos de los suelos. Se estima que en la cordillera de la Costa entre la V y la VIII región, la desertificación ha afectado a un total de 1.443.239 habitantes.

©CONAF
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De acuerdo al ingeniero forestal y consultor de Sud Austral, Efraín Alberto Duarte, dentro de las principales causas de la desertificación en Chile se encuentra al mal manejo del suelo. “Dentro del país se siguen aplicando quemas en las siembras, se cortan los bosques, hay mucho sobrepastoreo, incendios forestales, entre otros”, comenta Duarte. A lo que el ingeniero forestal y académico de la Universidad de Arzona y Director del Programa de Erosión y Sedimentos de Unesco, Pablo García- Chevesich agrega: “Todo se traduce en la erosión del suelo -cuando tienes un terreno y pones más animales de lo que tu terreno soporta, por ejemplo, estás haciendo un mal uso de los suelos. Cualquier actividad humana que se traduzca en menos vegetación-  y mas compactación del suelo, lleva a la desertificación. Sin embargo, esto no ocurre en todos los climas pues tienes climas donde llueve menos, como por ejemplo Chile central, que es más susceptible a que se den estos fenómenos” .

Muchos estudios han corroborado que la mayor parte de los recursos mundiales de suelos se encuentran en malas condiciones, estimando que un 33%  está moderada o altamente degradado debido a la erosión, salinización, compactación, contaminación química o por agotamiento de nutrientes.

Según señalaba el informe de CONAF, aproximadamente el 79% de las tierras del país presenta algún estado de degradación (leve, moderado, grave), lo que corresponde a 59.863.662 hectáreas, afectando a 12.064.099 habitantes, es decir, a un 67% de la población del país.

Soluciones para revertir el proceso de desertificación.

La lucha contra la desertificación no solo forma parte de un tema medioambiental en el que se pierden ecosistemas importantes, sino que también de impactos sociales tales como una inestabilidad económica que se produce por la disminución en la productividad en los campos y con ello, el aumento de migraciones de zonas rurales a urbanas.

La pérdida de fertilidad en las tierras que produce la desertificación, conlleva consecuencias socioeconómicas, puesto que al disminuir la producción agrícola se pierden las opciones de desarrollo  para las comunidades más rurales, las cuales corresponden a una población más pobre.

En términos medioambientales, Chile posee cerca de 5.739 especies vegetales, de las cuales un 88% son nativas y casi un 46% endémicas. De estas, unas 800 son utilizadas como alimento, para usos medicinales o para otros fines. De las 12 ecorregiones de Chile, 11 actualmente tienen problemas de conservación del patrimonio biológico, originado principalmente por la sobreexplotación de especies o fragmentación de los ecosistemas, de acuerdo a un diagnóstico elaborado por la consultora Sud Austral.

En este escenario, Pablo García- Chevesich afirma que para abordar este problema todo recae en la política y en la implementación de medidas que permitan la correcta solución del problema. “Tenemos que asumir más políticas de forestación de zonas degradas. Cuando tienes bosques o una cubierta forestal, el agua se infiltra en el suelo y eso significa que hay más protección y que con el tiempo el suelo se recupere. Pero no es llegar y plantar un árbol, cada clima o suelo es distinto,  por lo tanto las medidas se deben aplicar bien, porque de lo contrario no sirven”, comenta.

También agregó que se deben aplicar leyes como en otros países, por ejemplo Estados Unidos y su política llamada Clean Water Act (Ley de agua limpia). “Esta ley prohíbe a las personas que trabajan las tierras a erosionar los suelos. Si vas a trabajar tus tierras tienes que asegurarte que no vas a cometer ningún daño que perjudique la tierra y ha funcionado espectacularmente bien. El país ha recuperado millones hectáreas desde que empezó a funcionar en el año 1998”, asegura García- Chevesich quien además se muestra crítico a la realidad que está enfrentando el país. “En Chile no se han llevado a cabo las políticas necesarias y prueba de eso es que el 80% de las tierras del país están bajo algún grado de degradación. Si hubiesen buenas políticas no sería el caso. Debemos seguir el ejemplo de China, Brasil, Australia y Nueva Zelandia, entre muchos otros, en donde se están plantando literalmente billones de árboles cada año, mientras que Chile continúa perdiendo sus suelos”, concluye.

En la actualidad, Chile está adherido a la Convención de la Lucha Contra la Desertificación y adscrito a la Convención del Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adoptando el enfoque REDD+, el cual considera políticas e incentivos positivos para reducir las emisiones por deforestación y degradación forestal, junto con promover el aumento de los sumideros de carbono forestal.

Asimismo, dentro de su Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales (2017-2025) se ha propuesto cumplir el objetivo general de “Disminuir la vulnerabilidad social, ambiental y económica que genera el cambio climático, la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía sobre los recursos vegetacionales y comunidades humanas que dependen de éstos, a fin de aumentar la resilencia de los ecosistemas y contribuir a mitigar el cambio climático, fomentando la reducción y captura de emisiones de gases de efecto invernadero en Chile”.

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