Recientemente, un equipo de National Geographic, liderado por el fotógrafo Jimmy Chin, hizo un hallazgo asombroso en el glaciar Rongbuk Central, bajo la cara norte del Monte Everest. Se tratarían de los posibles restos de Andrew Comyn Irvine, conocido como «Sandy», destacado alpinista británico.

Durante su expedición en septiembre, el equipo encontró una bota derritiéndose en el hielo, que resultó estar marcada con las palabras «A.C. IRVINE». Al examinarla, descubrieron que pertenecía a Andrew Comyn Irvine, quien desapareció en 1924 junto al legendario escalador George Mallory mientras intentaban alcanzar la cumbre del Everest.

«Andrew Irvine tenía 22 años cuando falleció en el Everest, la misma edad a la que murió en la misma montaña el chileno Víctor Hugo Trujillo. En las fotos de los dos, previas a sus muertes, se percibe esa pasión originaria que irradian los jóvenes que se inician en el montañismo, y que envuelve a estas tragedias de un fuerte sentimiento de sinsentido. La noticia de este hallazgo genera una emoción de afecto y respeto por ese pequeño fragmento de un cuerpo, un pie y su bota, rastros de alguien que fue detrás de un sueño lleno de belleza al inicio de su vida, expresando lo mejor del espíritu humano», señala Cristián Donoso, explorador y montañista.

Fotografía de Jimmy Chin.
Fotografía de Jimmy Chin.

Irvine y Mallory fueron vistos por última vez el 8 de junio de 1924, mientras intentaban alcanzar la cima del Everest. Desde entonces, se ha producido un gran debate sobre si lograron el ascenso, ya que de haberlo logrado serían considerados como los primeros en dominar aquella escalada. Hazaña que fue lograda 29 años más tarde por Tenzing Norgay y Edmund Hillary.

«El hallazgo del cuerpo de Andy me parece conmovedor. Conmueve que lo hayan encontrado 100 años después de su desaparición. Él es la última pieza de este rompecabezas del primer ascenso del Everest, y abre la posibilidad de que se pueda reescribir la historia del primer ascenso. Aún no se resuelve ese misterio y, dado que Andy tenía la cámara fotográfica, podría haber evidencia de que Andy y Mallory fueron los primeros en alcanzar la cumbre del Everest. Eso nos deja a todos con los pelos de punta, pero más allá del primer ascenso, encuentro que es conmovedor. Al menos a mí, la figura de Andy siempre me pareció más trágica que la de Mallory, porque yo creo que Andy fue arrastrado a un destino que no era suyo. Fue arrastrado por este romanticismo tan magnético e inalcanzable que tenía Mallory con respecto al Everest», comenta Matías Rivas Aylwin, periodista especializado en montaña, autor de la biografía de Juan Pablo Mohr, “Donde me siento vivo”.

«Falleció, siento yo, siguiendo los sueños de otro hombre. Mallory murió en su ley. El ascenso al Everest era “a one-way ticket, so be it”. A mí me da la impresión de que Andy no se sentía así. Entonces, da pena. Una vida truncada de esa manera, pero esa es una apreciación muy personal. A mí me emocionó mucho, me acordé de Juan Pablo también. Hay algo que lo toca a uno con esto de ser abandonado en una montaña y no ser nunca más encontrado», agrega.

El cuerpo de Mallory fue encontrado en 1999, pero el paradero de Irvine permaneció desconocido hasta el reciente descubrimiento, lo que ha reavivado el interés en su historia y en la misteriosa expedición.

Fotografía de Noel E. Odell, Royal Geographical Society via Getty Images.
Fotografía de Noel E. Odell, Royal Geographical Society via Getty Images.
Fotografía de Mount Everest Foundation, Royal Geographical Society via Getty Images.
Fotografía de Mount Everest Foundation, Royal Geographical Society via Getty Images.

La bota encontrada contenía un pie y una etiqueta roja que confirmaba la identidad de Irvine, aunque aún se está a la espera de los resultados de una muestra de ADN para una real confirmación. De igual manera, este descubrimiento no solo representa la primera evidencia tangible de su destino, sino que también podría aportar respuestas sobre lo que realmente sucedió en esa mítica ascensión.

La sobrina nieta de Irvine, Julie Summers, expresó su agradecimiento por el hallazgo, viendo en él un cierre emocional para la familia.

«A mí me genera esa como emoción, de si fueron o no los primeros. Obviamente, aquí empieza toda la búsqueda por la cámara fotográfica que tenía Irvine. Particularmente para nosotros, o para mí con todo el trabajo que hemos hecho con la editorial, hemos estado en todo este proceso de búsqueda de literatura nueva de montaña chilena, latinoamericana, y este último tiempo hemos dado con hartas cosas respecto a este suceso y a esta incógnita que existe sobre si fueron los primeros no en llegar al Everest. Hay un libro que es «La Cumbre de los Dioses», que tiene también una película, en donde hacen un trabajo muy bonito», afirma César Disi, fundador de Editorial Chilena de Montaña.

«Este hecho vuelve a revivir un poco esta incógnita para el montañismo mundial. Yo creo que es una de las más conocidas del montañismo y creo que es totalmente válido hacerse la pregunta al respecto primero. Es posible que en algún momento se encuentre la cámara, con fotografías de cumbre, así como algún otro indicio de que podrían haber llegado. Entonces, se forma esa duda un poco romántica. Yo pienso que va por el lado de que hayan llegado un poco antes a la cumbre, lo que va de la mano con la dificultad que existía en esos tiempos, que era aún mayor en términos de tecnología, de desinformación de la ruta, de los accesos, por lo que es bien llamativo. Si lo hicieron, es increíble. Imagínate llegar en 1924 al Everest con todo el equipamiento de esa época, es notable», agrega.

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