Los países en desarrollo son los que más sufren los impactos por el cambio climático. De estos daños, Estados Unidos y la Unión Europea deben asumir más de la mitad del costo de reparación de las pérdidas y daños que genera el cambio climático en los países en desarrollo,  según el dato que revela el  informe “Can Climate Change-Fuelled Loss and Damage Ever Be Fair”, presentado en el Pabellón Panda de la COP 25, y elaborado por más de un centenar de organizaciones.

La reparación por pérdidas y daños a los países en desarrollo es uno de los núcleos duros de la negociación climática de la COP 25 que se desarrolla en Madrid y cuya presidencia está a cargo de Chile. Quedan por definir mecanismos para movilizar financiación climática, a través de fuentes nuevas e innovadoras, como los impuestos a los combustibles fósiles y transacciones financieras, que podrían generar recursos a gran escala para los países que están en primera línea de los efectos del cambio climático.

Este análisis determina cuánta responsabilidad económica tienen los países desarrollados por el impacto devastador que tiene el aumento de la temperatura global en los países en desarrollo.

El informe destaca la necesidad de establecer respuestas eficientes frente a los desastres climáticos, repensar el sistema global alimentario para hacerlo resiliente frente a ecosistemas desestabilizados, y dar una respuesta a la creciente crisis migratoria, que proteja los derechos de las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares.

El primer paso que subraya este documento es que los países desarrollados comiencen inmediatamente a proporcionar financiación pública no solo para apoyar la adaptación climática, sino también para abordar las pérdidas y daños que ya está causando el cambio climático.

Las organizaciones de la sociedad civil han calculado la «cuota justa» de responsabilidad que deben asumir los países. Para ello, han utilizado un análisis de equidad, basado en contribuciones históricas al cambio climático, a través de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y su capacidad para tomar medidas climáticas, en función del ingreso nacional, teniendo en cuenta qué es necesario para proporcionar niveles de vida básicos.

En este sentido, el informe estima que EE. UU. debe asumir al menos el 30% de los costos por daños causados, la UE el 24%, mientras a India le correspondería un exiguo 0,5%. El informe sugiere que, con base en las estimaciones de los costos de pérdidas y daños en los países en desarrollo, se debería proporcionar un financiación nueva y adicional de 50 mil millones de dólares para 2022, aumentando a un mínimo de 300 mil millones de dólares para 2030.

Cortesía WWF
Cortesía WWF

Los países en desarrollo ya soportan la mayor parte de los costos humanos y  ambientales del cambio climático. Mozambique se encuentra entre los países del sur de África que experimentan una crisis alimentaria que afecta a 45 millones de personas. A principios de este año, comunidades enteras fueron golpeadas por dos ciclones sin precedentes, Idai y Kenneth, que mataron a 648 personas y desplazaron  a millones, destruyendo sus hogares, infraestructuras y cultivos, lo que ha causado daños por más de 3 millones de dólares.

Sandeep Chamling Rai, experto en Política Global de Adaptación Climática para WWF, señala que “la lucha de las personas por la justicia política social y económica se ha posicionado en el centro del tablero, en paralelo con la lucha contra la crisis climática. Estas luchas son alimentadas por la creciente desigualdad, la pobreza y los impactos del cambio climático en las comunidades más pobres y marginadas y los ecosistemas vulnerables de todo el mundo. Tenemos poco tiempo para responder a las crecientes demandas de las personas».

Sobre América Latina, el experto indicó que “es una de las regiones más vulnerables al cambio climático, el mundo entero es testigo de los numerosos impactos como la desaparición acelerada de glaciares y eventos climáticos como inundaciones y periodos de sequías extremas; así como una creciente escasez de agua y, en un futuro, impactos aún más graves en la seguridad alimentaria de la región. Esa condición de vulnerabilidad debería impulsarlos a ser más proactivos en la discusión de Pérdidas y Daños y establecer prioridades al momento de pedir un mecanismo financiero para adaptación mucho más robusto que, además de dinero, pueda proporcionales apoyo técnico y transferencia de tecnología para abordar estos impactos”.

“Si queremos evitar el caos, los países ricos deben priorizar la financiación de pérdidas y daños. Una forma de enfocar estos esfuerzos sería mejorando las soluciones basadas en la naturaleza, minimizando así las pérdidas y daños futuros al mismo tiempo que se aborda la crisis climática», concluye.

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