“Con baja actividad, sólo con puntos calientes y fumarolas dentro del perímetro quemado, se mantiene el incendio forestal  denominado “Las Canales”, anunció este martes la Corporación Nacional Forestal (CONAF) a través de un comunicado. En total, luego del conteo preliminar llevado a cabo por dicha institución, se estima un saldo de 1.700 hectáreas de vegetación autóctona que fueron quemadas durante el siniestro, el mismo que tiene en alerta roja desde el lunes 4 de mayo a la provincia de Marga Marga, y más en concreto a las comunas de Quilpué y Limache. En total, se perdieron cientos de árboles de bosque nativo, matorrales y pastizales de la localidad de Colliguay en Quilpué, además de las comunas de Limache y Olmué en la Región de Valparaíso.

En el mismo comunicado, el director regional de CONAF Sandro Bruzzone explicó que se habría logrado aplacar el avance del fuego por medio de un operativo que incluyó recursos aéreos y terrestres dispuestos en una zona de compleja topografía, a más de 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar. Además, la autoridad agregó que existirían “muy buenas posibilidades de control”. “El incendio bajó su actividad en el sector  noroeste, y se encuentra sin riesgo a viviendas”, declaró Bruzzone.

Consecuencias ambientales que aún se desconocen

Sin embargo, los efectos en el medioambiente del siniestro, que se desenvolvió en un área rica en biodiversidad, aún no se conocen. Para poner en contexto: ¿cuán grande son 1700 hectáreas? Si convertimos las hectáreas a kilómetros cuadrados, podemos concluir que el incendio superó en casi el triple la extensión de la comuna de San Ramón (6.5 km2) en Santiago, y tiene un tamaño ligeramente superior al de Ñuñoa (16.9 km2). Esto, solamente tomando en consideración la estimación preliminar de CONAF respecto de la superficie quemada. Parte de la zona afectada corresponde a la Reserva de la Biósfera La Campana-Peñuelas, la cual es considerada por la Unesco como un área representativa de la diversidad de los ecosistemas de Chile, particularmente del mediterráneo, que se caracteriza por un alto nivel de endemismo. En la reserva pueden encontrarse una combinación singular de ecosistemas de distribución restringida, que incluyen fauna nativa como el puma, el gato colo colo, el zorro chilla y culpeo, tórtolas, entre otros. En ella también abundan los bosques de especies esclerófilas – adaptadas a períodos de sequía y calor, presentes en pocos lugares del mundo -, e higrófilas, destacando entre ellas los bosques de palma chilena – especie que ya fue declarada en peligro – y los bosques relictos de roble de Santiago, especie también endémica.

Paradójicamente, el pasado viernes 8 de mayo el Consejo de Ministros para la Sustentabilidad aprobó el 16° Proceso de Clasificación de Especies Silvestres, entre las cuales declaró al Roble de Santiago como una especie vulnerable. “Hoy se declaró protegido el Roble de Santiago, el mismo que se lleva quemando en nuestros bosques desde el lunes, tenemos una infinita tristeza, vivimos en una zona declarada #ReservadelaBiosfera con especies vitales que no han sido tratadas como merecen”, publicó ese mismo día la agrupación ambientalista Salvemos La Campana.

Incendios en épocas atípicas

Es importante recalcar que según CONAF en Chile el 99.7% de los incendios son provocados por “negligencias en la manipulación de fuentes de calor, o por prácticas agrícolas o por la intencionalidad, originada en motivaciones de distinto tipo, incluso la delictiva”. Sin perjuicio de lo anterior, el riesgo de incendio puede aumentar debido a las consecuencias del cambio climático y la degradación ambiental.

“Estas emergencias grafican el cómo la temporada de incendios se ha ido ampliando durante los últimos años” señaló Camila Tejo, asistente del Programa de Paisajes Terrestres de la organización ambientalista WWF, quien agrega que hace una década los incendios en esta época del año eran menos frecuentes que en la actualidad. “En un sistema donde el fuego no es parte del funcionamiento del sistema natural, las consecuencias sociales y ambientales que conlleva son lamentables, independiente de la época del año”, precisa la profesional”, agregó.

Esta también es parte de la conclusión que ha documentado el Centro del Clima y la Resiliencia (CR) de la Universidad de Chile en su sitio web, donde resaltan que entre 1985 y 2009 la temporada de grandes incendios se extendía entre noviembre y abril, pero en el período 2010-2018 esa ventana temporal se ha extendido desde octubre a fines de mayo.

Desde WWF aseguran que, como una forma de prevenir los riesgos asociados a estas nuevas condiciones, entre los que se encuentran hectáreas de bosque quemadas y pérdidas de biodiversidad, emisiones de CO2, pérdida de infraestructura y de vidas humanas, se deben implementar una serie de medidas, como la necesidad de potenciar las acciones e iniciativas de restauración de bosques, además del urgente fortalecimiento de las estrategias de prevención (como la Red de Prevención Comunitaria) y manejo de incendios -con participación de múltiples actores territoriales- para identificar y priorizar las áreas donde restaurar los ecosistemas dañados y diseñar paisajes menos riesgosos ante estas catástrofes.

*La última actualización de esta nota se realizó el martes 12 de mayo a las 18:00 horas

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