Las fotos evocaron la ternura de más de alguno en redes sociales. Un pequeño gato andino jugaba con su madre, saltando y siguiéndola, en el cordón montañoso conocido como Cordillera del Melón, en la Región de Valparaíso. Era la primera vez que se registraba a una madre con su cachorro en la cordillera de la Costa, y la segunda vez que escuchábamos sobre esta especie en el lugar, luego de haberse confirmado su presencia en un artículo publicado en diciembre de 2024.

Mami y bizcochito. Créditos: Felinos del Cerro Caqui.
Mami y bizcochito. Créditos: Felinos del Cerro Caqui.

Cada nuevo registro sobre el gato andino (Leopardus jacobita) es una pequeña victoria en su conocimiento, al ser una especie conocida por la dificultad de ser vista. De ahí viene su apodo, el “fantasma de los Andes”, y el interés de distintas organizaciones en trabajar por instalar cámaras trampa, investigar, movilizarse, involucrar a las comunidades locales, y educar sobre este misterioso felino. 

Conversamos con Bernardo Segura, colaborador de la Alianza Gato Andino (AGA), una red multinacional e interdisciplinaria conformada por miembros de los países donde habita la especie; y Gabriel Arias, Roberto Arias y Waldo Suárez, miembros de la organización Felinos del Cerro Caqui, compuesta de amigos y familiares del valle de Aconcagua, aficionados a la naturaleza. 

En búsqueda de las vizcachas

En el altiplano boliviano, una vizcacha mira al horizonte, pareciendo no darse cuenta de que un felino la observa, paciente, desde un poco más arriba. Cuando se va, no pasan muchos segundo para su emboscada. Ya atrapada, lucha con sus últimas fuerzas. Su pelaje vuela, mientras el gato la sostiene fuerte con su hocico, casi inmovil. Cuando el movimiento cesa, se va con su presa. Ese es el único registro, hasta el momento conocido, de un gato andino en pleno momento de caza. 

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Este sigiloso felino habita en las zonas altas de Argentina, Bolivia, Chile y Perú, además de la zona norte de la estepa Patagónica. Está en roqueríos, con bajas temperaturas, pocas precipitaciones y muchas variaciones térmicas. En palabras más simples: en zonas altas y extremas, en rocas donde haya vizcachas, su principal alimento.

“Para poder desplazarse y cazar en esos lugares extremos, roqueríos muy escarpados, necesita mucho equilibrio, y por eso es que tiene una cola muy larga”, explica Bernardo. Esa parte es quizás la más característica para reconocerlo. Llega a medir entre el 66% al 75% de la longitud de la cabeza y su cuerpo. Es esponjosa, cilíndrica y pareciera tener tatuados entre seis a nueve anillos anchos de color marrón. Las manchas en la cola son una especie de huella digital para cada gato.

Gato andino. Cristián Sepúlveda.
Gato andino. Cristián Sepúlveda.

Su pelaje es denso, haciéndolo ver incluso más grande se su tamaño mediano (74 y 85 cm). La literatura lo ha descrito cafesoso, gris ceniza y con manchas amarillentas. Es clave para protegerlo del frío, mientras que su coloración para el camuflaje. “Les ayuda a cazar las vizcachas, sus presas principales. Lo hace por emboscada, porque las vizcachas son muy ágiles. Otros felinos, como un guepardo, corren por las planicies. El gato andino intenta pillar desprevenida a la vizcacha y sorprenderla”, asegura Bernardo. También se alimenta de pequeños roedores, aves, huevos y reptiles. 

Los registros que deslumbran

Cada vez que hay una nueva noticia sobre el gato andino, aparece una nueva pieza en un puzle que ha tardado muchos años en armarse. Quizás el caso de la zona central es el más emblemático: el mismísimo naturalista Rodulfo Philippi fue quien anotó su presencia en 1870, pero no hubo más registros del gato andino en la zona hasta el siglo XXI. 

“Es un animal misterioso y hermoso. A pesar de que es muy difícil de ver, siempre nos mira desde lo alto. La gente en Santiago no lo ha visto, pero está muy cerca mirando la ciudad. De hecho, no sabíamos que vivía aquí tan cerca hasta hace unos pocos años”, dice Bernardo, quien destaca registros como los de la Sierra de Ramón —que incluye lugares tan conocidos como el cerro Provincia, aguas de Ramón, Quebrada de Macul, Parque Mahuida o el Panul— que han permitido identificar una población sana y estable, de al menos seis gatos. 

Gato andino. Créditos: Alianza Gato Andino.
Gato andino. Créditos: Alianza Gato Andino.

Otros lugares también han hecho noticia. Por ejemplo, el registro de su presencia en Yerba Loca, Cajón de Maipo, Parque Andino Juncal o Putaendo, entre muchos otros. Lo cierto es que sus registros ya no se cuentan solo con los dedos de la mano y, según asegura Bernardo, la única región de su distribución en la que faltaría confirmar su presencia, aunque se cree segura, es la de O’Higgins. 

Pero esos avances no se habrían logrado sin el trabajo de distintas organizaciones. Una de las más antiguas es la Alianza Gato Andino (AGA) que surge hace 25 años para aunar esfuerzos para la conservación de este mamífero. Asimismo, Andean Cats ha sido parte de importantes descubrimientos, como el descubrimiento del mayor geoglifo de felino —correspondiente a gato andino— del mundo en el desierto de Atacama o el apoyo científico a monitoreos como los de Guardianxs del Gato Andino en San José de Maipo, que identificó a un gato doméstico en el mismo hábitat del gato andino.

En este contexto, el trabajo, muchas veces autogestionado, de aficionados de la naturaleza u observadores con cámaras trampa, también ha sido relevante, como es el caso de los registros en la cordillera de la Costa. 

Primer registro de gato Andino en la cordillera de la Costa. Créditos: Felinos Cero Caqui.
Primer registro de gato Andino en la cordillera de la Costa. Créditos: Felinos Cero Caqui.

“Desde muy pequeños escuchamos a familiares, relatos sobre lo que vivía en los cerros. Se cazaban pumas y perseguían zorros, actividades que ya no se hacen. También escuchamos sobre el gato montés, sin mención de a qué animal se referían. Poco a poco, nuestra cercanía con el cerro Caqui y la cordillera del Melón nos permitió tener indicios, huellas y fecas de la presencia de puma y otro felino. Esto despertó nuestra curiosidad de saber qué animales viven ahí”, explica Gabriel Arias, uno de los familiares de la organización Felinos del Cerro Caqui.

Por su lado, Roberto Arias, también miembro de la organización, comenta que identificaron vizcachas y liebres en la zona. Con el tiempo, apareció el felino y más adelante, Mami y Bizcochito. Este último ya se separó de su madre y no se ha vuelto a ver. Su progenitora, en cambio, se ha visto sana y merodeando por el sector. 

“La cordillera del Melón fue definida en 2007 con un lugar prioritario para la conservación, sin embargo, no cuenta con ninguna figura que se haga cargo y tampoco ninguna acción activa en el territorio. Aquí es donde toman mayor protagonismo las organizaciones locales, si bien no somos expertos en la materia, logramos despertar el interés en organizaciones y personas a través de estos hallazgos, lo cual ha ido permitiendo visualizar más la cordillera del Melón como sitio prioritario y hábitat, en este momento, del gato andino”.

La belleza oculta de la naturaleza

A diferencia de otros felinos, el gato andino tiene un solo cachorro por camada. “No es una especie que pueda reproducirse de manera muy rápida, el lugar donde viven es muy difícil y escarpado. La hembra se dedica mucho a cuidar al cachorro, enseñándole a moverse, caminar y cazar. Un paso mal hecho, puede significar su muerte”, explica Bernardo. 

En eso, demuestran que, pese a sus misterios, no dejan de ser gatos. Marcan sus garras en árboles, como un gato de casa lo hace en un sillón. Cuando la hembra duerme, el cachorro se le tira encima para jugar. Los cachorros ronronean junto a sus madres. Y, sin saberlo, han sido animales sagrados durante siglos.

Mami y bizcochito. Créditos: Felinos del Cerro Caqui.
Mami y bizcochito. Créditos: Felinos del Cerro Caqui.

 

En la cosmovisión andina, se relaciona con la fertilidad y las lluvias. Vemos al gato andino en vasijas, elementos y otras figuras arqueológicas de las antiguas culturas. Incluso, se ha vinculado con el mito del Qhoa, que habla de un felino que vuela y trae las lluvias en el altiplano. 

“Representa la naturaleza oculta de la naturaleza. Sus misterios. Imagínate que durante mucho tiempo no sabíamos que está cerca de Santiago. Con eso, piensa en la cantidad de insectos, hongos, líquenes y cosas que no conocemos”, comenta Bernardo, quien también apunta a que es una especie carismática y, con ello, protegerla es importante para todo un ecosistema. 

Pero está En Peligro de Extinción. Al respecto, Bernardo comenta que esto se debe, principalmente, a que su hábitat es reducido: “Otras especies de felinos pueden vivir en distintos ambientes. Por ejemplo, en roqueríos, valle o cerca de la costa. El gato andino no, requiere un roquerío específico. A pesar de que habita desde Arica al Maule, no es una superficie muy grande, solo roqueríos a una altitud específica”. 

Gato andino. Créditos: Alianza Gato Andino.
Gato andino. Créditos: Alianza Gato Andino.

Por ello, la amenaza más grande corresponde a la minería, al no poder compensar ese roquerío donde él habita en caso de alterarlo. Es decir, sería un lugar perdido para él. A eso se suman los perros sin supervisión: aquellos asilvestrados, de personas que los llevan sueltos en un trekking o de los arrieros. Las fuentes consultadas también apuntan a los monocultivos o el cambio climático, que lo estaría obligando a buscar mayores altitudes. 

Como sea, sus misterios siguen y las esperanzas por develarlos se mantienen. Todavía, por ejemplo, se sabe poco de sus madrigueras o evidenciar su caza directa. Sin embargo, Bernardo apunta a que, si alguien tiene la suerte —que él mismo no ha tenido— de ver a este felino en persona, no lo persiga. Que solo observe y, si puede, tomarle una foto y enviarla a la Alianza Gato Andino: “No es más grande que un gato doméstico y es tímido. No hay que temerle, solo disfrutarlo y dejarlo en paz”. 

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