Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

Lorna Hill y Rodrigo Manterola son guías turísticos de Baja Ecotours, un operador de ecoturismo enclavado en la Reserva de Biósfera El Vizcaíno, una de las mayores áreas protegidas del mundo, situada en Baja California Sur, México. El Vizcaíno también es el nombre de un Santuario de Ballenas con 554.909 hectáreas y declarado área protegida en 1993 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es este, entonces un área en la que la biodiversidad y riqueza natural es resguardada y cuidada celosamente por una comunidad de cerca de 800 habitantes, en su mayoría familias con larga tradición en la zona, y que velan por la protección de ecosistemas sensibles que albergan cientos de especies, algunas declaradas vulnerables, en estado crítico o en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).

Es también en esta región donde se encuentra la laguna de San Ignacio. Es acá donde se encuentra este enclave, con una ubicación de vida silvestre aislada, privada y prístina, en la que hacen vida familias y una comunidad que depende de la pesca y —también— de la observación de ballenas como principal medio de subsistencia. La laguna de San Ignacio se extiende dieciséis kilómetros en el desierto y tiene una anchura máxima de cinco millas.

Este cuerpo de agua se divide en tres secciones: la superior es la parte menos profunda y se conoce como el área de parto de las ballenas, donde las hembras embarazadas viajan a fin de tener a sus crías; en la laguna del medio se encuentran las madres que viajan con sus hijos recién nacidos, y que se preparan para unirse a la mayoría del grupo; en la inferior se encuentra la mayoría de los cetáceos y es donde se produce la mayor parte del comportamiento social.

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Senko, Jesse & Koch, Volker & Megill, William & Carthy, Raymond & Templeton, Robert & Nichols, Wallace. (2010). Fine scale daily movements and habitat use of East Pacific green turtles at a shallow coastal lagoon in Baja California Sur, Mexico. Journal of Experimental Marine Biology and Ecology.

Cada año, miles de ballenas grises migran a Baja California Sur, específicamente la Reserva de Biósfera El Vizcaíno que con más de dos millones de hectáreas es una de las mayores áreas protegidas del mundo. Estos sorprendentes animales nadan cientos de kilómetros desde las aguas frías árticas del Mar de Bering por el océano Pacífico hasta el sur para reproducirse en un evento que es considerado la migración de mamíferos más larga que se conoce hasta las cálidas aguas de Baja California Sur, en México.

Cazadas durante siglos hasta el borde de la extinción, las ballenas grises (Eschrichtius robustus) sólo habitan en el norte del Pacífico y su población ha ido paulatinamente recuperándose hasta alcanzar —según algunas estimaciones— entre 20 y 22 mil ejemplares. Han sido llamadas ‘Friendly whales‘ o ballenas amistosas porque buscar la interacción o contacto con humanos.

Crédito: © The Whale Watching Handbook.
Crédito: © The Whale Watching Handbook.

En Baja California Sur, Lorna Hill y Rodrigo Manterola, guías de Baja Ecotours, nos relatan cómo son estos increíbles animales y cómo es la experiencia de trabajar en un enclave desértico, lleno de vida marina, con comunidades locales muy unidas en torno a la conservación y el ecoturismo y cómo la experiencia de avistar estos animales acaba cambiando la vida de aquellos que se aventuran a conocer y apreciar más la naturaleza en su estado más puro.

Rodrigo Manterola es mexicano y tiene amplia experiencia en el trabajo con fauna. En principio, porque ha trabajado como entrenador y en comportamiento animal. Lorna Hill es de Irlanda y su background o formación es principalmente de documentalista, investigadora, realizadora de filmes de naturaleza y vida salvaje. Ambos llegaron a Baja California Sur hace siete u ocho años. Son un equipo muy animado, risueño, generosos y dedicados al ecoturismo.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

Vine a Baja California Sur para aprender a bucear, y quedé maravillada. Ambos comenzamos a trabajar para Baja Ecotour como guías de observación de ballenas. Hemos hecho esto desde que decidimos vivir acá, hace casi ocho años. Somos unos apasionados del ecoturismo”, relata Lorna.

Hill explica que las ballenas se alimentan al norte, en aguas más frías cercanas al mar de Bering y Alaska, donde suelen estar durante gran parte del año. Durante la temporada de apareamiento, sin embargo, hacen la travesía hasta el Pacífico sur, a aguas más cálidas, en las que también tienen a sus crías. Es parte de un ciclo y ritual en la vida de esta especie en particular. 

Por tanto, las ballenas grises nadan al sur para reproducirse y suelen hacerlo en aguas cálidas, poco profundas, además en una zona donde no hay mucha actividad pesquera o disrupciones. La Laguna de San Ignacio, siendo parte de una reserva natural y área protegida, es una locación ideal para estos animales.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

Estas ballenas no suelen nadar en aguas muy profundas. Algunas vienen embarazadas y vienen a tener sus bebés, mientras otras están ya listas para aparearse. Entonces este es un sitio especial, en el que las ballenas están juntas, apareándose, teniendo o cuidando a sus crías. Y dado que la Laguna de San Ignacio es también parte de un santuario, en el que las aguas son cálidas y llanas, las ballenas grises están también protegidas de su principal depredador, que son las orcas”, explica Hill.

¿Es correcto este acercamiento o interacción con las ballenas y otros cetáceos? ¿Está bien tocarles o frotarles con la mano? Es precisamente para conocer sobre esto que contactamos al equipo de Baja Ecotours, para que nos contaran cómo hacen su trabajo y cómo puede este desarrollarse de manera respetuosa, sustentable y concientes del bienestar y mejor interés de estos animales, para no causarles perturbación, daño, o alterar su comportamiento y el equilibrio de su hábitat.

Manterola detalla que anteriormente había lagunas de apareamiento a lo largo de toda Baja California Sur, pero que por causa de la actividad humana han ido alejándose de estas hasta preferir áreas más remotas o con menor actividad: “Baja California Sur es una locación muy remota, por tanto no hay mucha presencia humana y la actividad o su impacto es mucho menor. Hay evidencia de que solían visitar otras lagunas, desde San Diego, en California (EE. UU.), hasta otras lagunas en México. Es interesante. Una de las teorías dice que no solían nadar de vuelta tan arriba, hacia Alaska, dado que los grandes cuerpos de hielo estaban más cercanos, pero el cambio climático les ha obligado a desplazarse cada vez distancias más largas en búsqueda de alimento”.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
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—¿Qué tipo de actividades puede hacer alguien que viaje a esta zona, más allá de observar a estas ballenas?

—Lorna Hill (LH): Como te contaba, esta zona es muy remota, entonces trabajamos en campamentos locales. Toda la gente que viene se hospeda en estos campamentos, gestionados por familias y comunidades locales, lo cual es algo de lo que también queremos hablar. Porque la relación de estas familias y comunidades es muy importante. En esta zona también hacemos senderismo, caminatas largas. Laguna de San Ignacio es también un santuario para las aves, así que hay mucho avistamiento y fotografía de aves. Hacemos presentaciones educativas y charlas sobre este ecosistema.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

—Rodrigo Manterola (RM): Hay un foco claro en educar mucho sobre esta área, que es muy rica en vida silvestre, para que conozcan esta área tan rica y donde obviamente hay actividad humana, pero el impacto es mucho menor. La Laguna está a 60 kilómetros del pueblo más cercano. Así que si debes al pueblo tienes que tomar un camino de tierra durante una hora. Este no es un destino para hacer jetski o para grandes multitudes.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
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Las comunidades locales viven de la pesca artesanal durante la temporada en la que las ballenas no están. Son las ballenas las que marcan las actividades en esta área, porque las comunidades cesan la pesca durante la temporada de apareamiento de ballenas.

El balance y equilibrio es lo que permite regular los ciclos y la recuperación de las poblaciones de peces, así como la tranquilidad que necesitan estos grandes cetáceos para reproducirse. El ecoturismo y la pesca contribuyen de manera económica, social y también forman parte de la tradición de estas comunidades, que velan celosamente por el bienestar de los ecosistemas. Muchas de las familias están vinculadas entre sí, por lo que esta es también una comunidad unida.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

—Quería preguntar sobre la experiencia cuando están en el mar junto a las ballenas… ¿Podrían describir un poco cómo es para nuestros lectores? Contarnos también sobre protocolos, normas, medidas de seguridad, etcétera, que deban seguir quienes acuden a conocer a estas ballenas. ¿Qué debe saber alguien que quiere lanzarse a esta aventura?

—LH: Sí, hay muuuchas reglas. Como contexto: Laguna San Ignacio, como hemos mencionado, es una comunidad muy estrecha, que tiene su propia cooperativa de pescadores y que ha creado una serie de reglas y normativas para el avistamiento de ballenas grises. Aunado a estas reglas se suman también todas las medidas y restricciones que vienen desde la administración del Santuario como Área Natural Protegida (ANP). Entonces hay como un autogobierno, en el que todo el mundo en la zona trabaja de manera conjunta, siguiendo las mismas reglas. Cuando salimos del campamento, que está conformado por cabinas o pequeñas cabañas, vamos a un área específica, que es un área designada dentro de la laguna para el avistamiento de ballenas. Es un área donde tradicionalmente las mayoría de las ballenas se concentra. Y el resto de la laguna está despejada de botes, para que las ballenas puedan moverse libremente sin perturbaciones. Así que todos los operadores vamos a la misma área, pero nunca al mismo tiempo. Hay horarios y turnos muy estrictos que debemos seguir. En el caso de Baja Ecotours, salimos a las 9am porque es el turno que se nos ha asignado. Solo están permitido un número limitado de botes por un tiempo máximo de 90 minutos.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

Los tripulantes deben usar chalecos salvavidas en todo momento y hay también un encargado de controlar toda la actividad de los operadores que —comenta Lorna— es llamado cariñosamente “El sheriff”, quien vela y monitorea todos los horarios, tanto la entrada como la salida de botes. Toda la actividad está cuidadosamente organizada y el avistamiento de ballenas es bastante predecible, puesto que, como agrega Rodrigo Manterola, en el lugar pueden llegar a concentrarse hasta más de 200 ballenas.

Comienzas a ver las ballenas nadar, también puedes observar por acá y por allá los soplidos o respiraciones de las ballenas que hacen a través de sus orificios nasales. Algunas juegan en el agua, mientras otras hacen maniobras, como girar en el agua o emerger desde el fondo de manera erguida, con la boca o nariz en vertical. Otras pasan cerca de los botes, se detienen a explorar, a conocer y siguen. Después regresan. Una de las principales reglas o normas es que uno nunca se aproxima a las ballenas. Son ellas las que están al mando y las que deciden acercarse o no. Y con bastante frecuencia lo hacen, son bastante curiosas. Y entonces es cuando sucede: se acercan lo suficiente. Parecen disfrutar o al menos agradar este tipo de interacción”, relata Lorna.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

Manterola precisa que las ballenas grises, consideradas amistosas, suelen hacer explícito si desean este tipo de acercamiento o no. “Ellas marcan la pauta o deciden. Algunas empujan los botes y juegan con ellos. Son como unos cachorritos de 40 toneladas. Generalmente sabes cuándo quieren interactuar y cuando están buscando acercamiento. Si alguna vez has tenido un perrito, entonces sabrás de qué estamos hablando. Aunque hay zonas que jamás permitimos que sean tocadas, como los ojos o las aletas, pero las ballenas no saben o conocen esas reglas. Entonces son ellas las que pueden romperlas”.

De muchas maneras, los visitantes no pueden romper las reglas, pero las ballenas sí. Son las ballenas las que están siempre en control. Lorna narra que muchas veces las madres descansan junto a las crías o nadan unos metros más aparte, por lo que los visitantes o turistas en los botes hacen de “niñeros” o “cuidadores” de ballenatos por cortos períodos hasta que las madres vuelven a acercarse estrechamente a ellos. Un comportamiento que es curioso e inquietante, dado que las crías siempre están cercas de sus madres y estas son muy protectoras.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
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—Cuando todo esto sucede, ¿qué tipo de reacciones tiene la gente que está en los botes? ¿Podrían contarnos un poco sobre esto? ¿Hay euforia, risa, llanto?

—LH: En principio, la mayoría de las personas queda atónitos, paralizados, sorprendidos. Algunos lloran, pero el llanto generalmente ocurre después de la experiencia, cuando se han dado cuenta de lo que han presenciado o de la vivencia y cómo van asimilándola. Cuando partimos y reflexionan o caen en cuenta de la constatación del momento maravilloso que han experimentado, es allí cuando rompen en llanto. Es muy conmovedor. También algunos se hacen preguntas, quieren saber por qué, cómo y qué ha llevado a las ballenas a acercarse así al bote.

Tanto Lorna como Rodrigo han podido reconocer incluso ejemplares o ballenas que han visto con anterioridad, las lesiones o marcas en aletas y partes del cuerpo, causadas por accidentes, colisiones con botes u otros eventos, les ha permitido identificar varias veces a ejemplares que ya parecen familiarizados o habituados al contacto con humanos en Laguna de San Ignacio.

—¿Qué encuentran más gratificante de este trabajo?

—LH: Muchas cosas. Estar tan cerca de ellas y de la naturaleza y constatar o recordar la fragilidad de la vida y lo especial que es. Hemos hablado de esto infinidad de veces: Ha venido gente, hemos tenido personas que vienen desde Nueva York, una de las ciudades más grandes del mundo, y nosotros los llevamos al medio del desierto, a cabinas pequeñísimas, que deben compartir con personas que no conocen y con las que deben interactuar durante varios días. Y muchas veces identificamos esa expresión de duda, como diciendo ‘¿Donde rayos me he metido?’ o también ‘¿Qué diablos he hecho?’. Entendemos esto, y dejamos que lo asimilen. Pero cuando los llevamos a ver las ballenas y después de la primera experiencia vuelven siendo otras personas: son amigables, abrazan a otros, se ríen, están sensibles, lloran, te cuentan sus experiencias y cómo esto ha cambiado sus vidas o al menos les ha hecho reflexionar sobre cosas importantes.

Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan
Crédito: © Lorna Hill & Rodrigo Manterola/Life in a Campervan

—¿Cuál creen que sea ell mensaje más importante que alguien que lea esta nota debería saber o quien esté interesado en vivir esta experiencia debe tener en cuenta?

—RM: Conectar. La necesidad e importancia de conectar con el entorno, con la naturaleza. Hablamos de cambio climático, de cómo este fenómeno está moldeando nuestro mundo y la vida en el planeta. Pero con estas experiencias buscamos que las personas se involucren en pequeñas grandes acciones que puedan marcar la diferencia, que puedan contribuir a mitigar este impacto. Pero también para aprender, para conocer y cómo mencionábamos hace rato, poder a través del conocimiento amar a estos increíbles animales y ayudar a defenderlos, a protegerlos.

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