El archipiélago de Juan Fernández es un verdadero tesoro natural. Compuesto por las islas Robinson Crusoe (conocida anteriormente como Masatierra), Alejandro Selkirk (ex Masafuera) y Santa Clara, se trata de una zona de alto valor ecológico. Por esto fue declarado Parque Nacional en 1935 y Reserva de la Biósfera de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1977. En este contexto, hay algo que le ha dado fama a nivel mundial: se ha reconocido a este sector por el alto nivel de especies endémicas que alberga, es decir, que solo habitan ahí. De hecho, se considera que en este rincón del planeta habitan más plantas endémicas por metro cuadrado que en cualquier otra isla en el mundo.

Vista hacia Robinson Crusoe desde la montaña. Wikimedia Commons
Vista hacia Robinson Crusoe desde la montaña. Wikimedia Commons

Pero también es conocida por algo preocupante: la constante amenaza de plantas y animales invasores. Para hacerse una idea, solo en la isla de Robinson Crusoe, las cámaras trampas instaladas para el monitoreo de especies, que normalmente se utilizan para detectar objetos de conservación, han captado las diferentes amenazas y cómo estas impactan a la fauna y flora nativa, según lo que explican a Ladera Sur desde la Corporación Nacional Forestal (Conaf) y la ONG Island Conservation.

Entre esas, el coatí u osito de Juan Fernández (Nasua nasua), se hace presente como una de las especies invasoras más icónicas, que amenaza la sobrevivencia de las especies nativas de la isla Robinson Crusoe. 

La visita inesperada

El coatí es un mamífero de la familia de los prociónidos -la misma de los mapaches- que está presente en todo el territorio de la isla de Robinson Crusoe, aunque en los poblados del sector de Punta Isla y San Juan Bautista es menos probable verlos. La literatura científica indica que se introdujo a la isla durante la primera mitad del siglo XX, entre los años 1930 y 1950. Sobre su motivo de introducción, se piensa que se introdujeron ejemplares para eliminar roedores de los alrededores.  Sin embargo, la estrategia no fue efectiva y la amplia dieta de este mamífero, sumado a su adaptabilidad, le permitió prosperar consumiendo animales y plantas únicas de la isla, causando un grave impacto en este frágil ecosistema, en especial para las aves, según lo que explica José Cabello, Gerente para Latinoamérica de la ONG Island Conservation.

Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.
Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.

El coatí es una especie originaria de América Central y del Sur, distribuyéndose ampliamente desde Colombia y Venezuela, en el norte, hasta Uruguay y el norte de Argentina en el sur, según información de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que también la cataloga en estado de Preocupación Menor. En Chile es considerada por el Servicio Agrícola Ganadero como una especie perjudicial o dañina y, como tal, puede ser cazada o capturada todo el año.

Es un animal de tamaño mediano, cuya longitud total puede abarcar poco más de un metro y llegar a pesar 6 kilos. Se reconoce por su cola anillada, larga como su cuerpo y peluda. Además, tiene un color pardo oscuro, rojizo y amarillo. Posee unas garras fuertes en los dedos de sus patas, y un hocico largo y flexible. Suelen estar en grupos muy numerosos -de cerca de 30 individuos- de hembras y machos juveniles. Los machos adultos, en cambio, son solitarios y se unen al grupo en el celo. Son diurnos y muy activos de día. También son agresivos. Hacen sus nidos en árboles endémicos o nativos, pasando la noche ahí. De igual forma, los hacen en cuevas naturales en riscos, descendiendo durante las primeras horas del día.

Coatí referencial. Créditos a Wikimedia Commons
Coatí referencial. Créditos a Wikimedia Commons

Por otro lado, sobre su alimentación, que es un factor importante dentro de los impactos, son omnívoros. Se pueden desplazar entre 1.500 a 2.000 metros en búsqueda de alimentos.

Una zona única en el mundo

El Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández, administrado por Conaf, tiene una superficie de 9.571 hectáreas entre las tres islas que comprende y se ubica a unos 700 kilómetros al oeste de Santiago de Chile. Forma parte de la comuna de Juan Fernández, dependiente de la provincia de Valparaíso, en la región del mismo nombre. Y Se conoce como un verdadero tesoro verde del pacífico. 

Para entregar algunas cifras, según datos de Island Conservation, estas islas albergan 15 especies de aves reproductoras/residentes, de las cuales 6 están amenazadas a nivel mundial. También hay 131 especies de plantas endémicas, de las cuales 96 están globalmente amenazadas, al mismo tiempo que hay presente más de 440 especies de invertebrados endémicos. 

Picaflor de Juan Fernández. Créditos a Fernando Díaz.

“En la actualidad el archipiélago Juan Fernández enfrenta una crisis en la conservación de la biodiversidad. Más de la mitad de sus especies de plantas nativas están extintas, en Peligro Crítico o En Peligro. La mitad de las especies de aves se encuentran en Peligro Crítico o Vulnerable. Los bosques nativos se encuentran fragmentados, y la falta de regeneración y reclutamiento de especies nativas implica que los parches sin cobertura vegetal desaparezcan probablemente en las próximas décadas, aumentando el área de las ya extensas superficies desnudas con erosión avanzada. Durante los últimos 80 años un tercio de la cobertura de bosque se ha perdido y un 50% adicional podría desaparecer en los próximos 80 años si no se toman acciones. Este escenario se complejiza aún más producto de la sinergia del cambio climático con las invasiones biológicas del Archipiélago que alteran la estructura y composición de las comunidades nativas y, por lo tanto, el funcionamiento de los ecosistemas”, explica José Cabello, de Island Conservation. 

Dentro de este delicado entorno, Robinson Crusoe comprende la mayor cantidad de hectáreas, abarcando 4.397 del parque nacional. Esta isla es el único hábitat de tres especies de hábitat terrestres: el picaflor de Juan Fernández (Sephanoides fernandensis), en Peligro Crítico, el cachudito de Juan Fernández (Anairetes fernandezianus), en Peligro Crítico, y el cernícalo de Juan Fernández (Falco sparverius fernandensis), en Preocupación Menor. Aquí también habita el lobo fino del Juan Fernández (Arctocephalus philippi), catalogado como Vulnerable. Y así, la lista suma y sigue.

Los impactos de esta especie invasora

En este contexto, ¿efectivamente el coatí genera tantos impactos negativos como para ser considerada una especie dañina? La respuesta es que sí

Uno de los primeros que se puede mencionar es su afectación a la fardela blanca (Puffinus creatopus), una especie que, en el caso de Chile, nidifica solo en el Archipiélago de Juan Fernández y en Isla Mocha (Región del Biobío), entre noviembre y abril, y que está considerada como “En Peligro”, de acuerdo con el Sistema de Clasificación de Especies del Ministerio del Medio Ambiente de Chile.

Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.
Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.

 Tal como comentamos en una nota anterior en Ladera Sur, estas aves construyen cuevas de entre uno a tres metros que puede usar una misma pareja durante varios años. Sus colonias se establecen en lugares con poca o inexistente vegetación en las islas de Robinson Crusoe y Santa Clara, poniendo un solo huevo. Luego, cuando nace la cría, ambos padres se encargan de su cuidado y alimentación, visitando los nidos durante la noche luego de forrajear en el mar. 

“El coatí es un animal que prefiere alimentarse de animales vivos y es cazador. Prefiere eso a la carroña, aunque es un oportunista; se alimenta de lo que más hay disponible. Entonces, la fardela viene a reproducirse y se transforma en el alimento más abundante para el coatí”, explica José Cabello, de Island Conservación.  Se ha explicado que esta ave no ha desarrollado defensas frente a depredadores porque nunca existieron mamíferos depredadores terrestres en la zona, presentando alta vulnerabilidad. “Un grupo puede acabar con una colonia de fardelas”, explica José.

Fardela blanca. Créditos a Pablo Cáceres.

El profesional agrega que, en una ocasión, en el fardelario local de Vaquería, se registraron 45 fardelas muertas: “Sospechábamos que los coatíes eran los responsables ya que no hay otro depredador en el área con esa capacidad de ataque. Posteriormente se realizó la instalación de una grilla de 50 cámaras trampas para entender cuál es la distribución del coatí y documentar sus impactos.  Esto nos permitió confirmar nuestras sospechas y registrar coatíes depredando fardelas, entrando a sus madrigueras y robando sus huevos. En resumen, hoy podemos decir que su dieta no se basa solo en roedores y conejos como creían los que decidieron introducirlo en la isla”.

También se sospecha que el coatí tiene un impacto negativo para el picaflor de Juan Fernández, considerado “En Peligro Crítico”, según el sistema de clasificación de especies chileno. Al respecto, la Propuesta del Plan de Recuperación, Conservación y Gestión de Aves en Juan Fernández (RECOGE) apunta que los huevos son depredados por coatí, así como esta especie podría llegar a afectar desde aves pequeñas a rapaces. 

Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.
Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.

Otro punto importante, según señala Cabello, es que esta especie que podría transmitir enfermedades: “Esto puede pasar porque puede tener contacto con perros y gatos domésticos, entonces puede ser un portador de sus enfermedades. No significa necesariamente que se junte con ellos, sino que se mueve por toda la isla y, por lo tanto, por lugares donde perros y gatos defecan y entregan sus enfermedades. Entonces se expone, se desplaza y se puede después topar, por ejemplo, con el lobo fino de Juan Fernández, único mamífero endémico del archipiélago. Ahora nuestros objetivos es determinar si esto efectivamente es así o no (…). Esta especie puede jugar un rol todavía desconocido como portador de enfermedades incluyendo: tuberculosis, distemper canino y leptospirosis, lo cual es una amenaza para la fauna nativa”.

Por otro lado, los coatíes consumen invertebrados nativos -caracoles, insectos, arañas, etc.- y cuando excavan buscando sus alimentos impacta negativamente la vegetación nativa contribuyendo a acelerar la erosión. Al respecto, Guillermo Araya, administrador del Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández, de la Conaf, comenta: “los insectos cumplen un rol súper importante en el ecosistema. Además, con su hocico el coatí perfora el suelo y, actualmente, podemos encontrar extensiones de 200 metros impactadas”. Sobre este último punto, por ejemplo, los coatíes realizan perforaciones en quebradas que después, sumado al viento y la lluvia, generan una erosión importante.

Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.
Coatí en Juan Fernández, cámara trampa. Cedida por Conaf.

Araya apunta a que, por lo tanto, se impide la regeneración natural del bosque, porque además se alimentan de follaje nuevo. A eso se suma su rol en la dispersión de semillas de plantas invasoras a través de su feca, como la mora o (Rubus ulmifolius), murta (Ugni molinae) y maqui (Aristotelia chilensis); las famosas “3 M” que desplazan a la vegetación nativa. 

En este contexto, Island Conservation junto con CONAF, trabajan en la isla Robinson Crusoe para dar una solución a este problema. “Trabajamos para definir las mejores y más eficientes metodologías que incorporen la experiencia de expertos en especies invasoras en islas y especies similares en el mundo. Esta acción es fundamental para asegurar el hábitat de la fardela blanca, de otros animales nativos y el bienestar de la comunidad. La protección de estas especies nativas es un símbolo de esperanza para la comunidad de Robinson, fortaleciendo su conexión de larga data con este ecosistema insular único”, señala José Cabello

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