Chiloé de faro a faro, travesía en kayak
A principios de Noviembre, un grupo de 7 kayaquistas realizaron una travesía de 11 días y 315 km para completar una ruta exigente y de largo aliento, recorriendo islas, canales y fiordos, con interesantes encuentros con fauna y completando una inédita travesía por el Archipiélago de Chiloé. En este relato de nuestro colaborador Alan Bannister Hepp nos sumergimos en un viaje mágico por las aguas gélidas del sur de nuestro país.
La pandemia, como a casi todos, nos trajo de vuelta a casa, y este año decidimos cambiar nuestras clásicas expediciones en kayak por Aysén y enfocarnos a recorrer de una vez por todas buena parte nuestro Archipiélago de Chiloé. Somos un grupo de kayaquistas, que se reúne cada dos años a remar en modo expedición, un grupo que está conformado por Alan, Mark y Jan Bannister Hepp, que vivimos en Chiloé, más el “chaitenino” Federico Lynam, donde se suman Rodrigo “Doc” Iñiguez, Rafael Larraín y Sebastián Nuñez, todos parte del Club de Kayak Viento Sur de Chiloé.
Este es el relato de esta travesía, que partimos remando por un Chiloé supuestamente conocido y probablemente muy impactado por el “desarrollo” y la modernidad, y que finalmente, para nuestra alegría nos sorprendió positivamente.
La Costa Sur y el Corcovado
Partimos desde Trincao, al Oeste de Quellón, un excelente punto de partida para aventurarse en lo más salvaje de Chiloé: la costa de Parque Tantauco, la Isla San Pedro, el Canal Guamblad, el Sur de Laitec y Cailin, todos lugares expuestos al Golfo de Corcovado y que prometían corrientes fuertes, mar de fondo, bosques y vida salvaje. Poco a poco entramos en modo-expedición y comenzamos a desconectarnos de los trabajos y las preocupaciones de la rutina en la ciudad, disfrutando de días de remo por canales protegidos, y costas expuestas a la inmensidad del Golfo. El inexplorado y desconocido fiordo Guamblad nos regaló un sorprendente encuentro con un Huillín, una escurridiza nutria de agua dulce que es cada vez más difícil de ver. En Isla San Pedro, con sus bosques vírgenes, y muy cerca de nuestro campamento, vimos dos Pudús que ramoneaban algas en la playa en pleno atardecer.
La Costa Sur de San Pedro, con sus corrientes, sus mareas, su mar de fondo, y un viento de 18 nudos, nos obligó a buscar refugio en una playa protegida frente a los Islotes Guamblin, lo que se transformó en la única tarde de descanso de toda la expedición. Un mágico lugar, con un anfiteatro a todas las montañas nevadas de la cercana Cordillera de los Andes: Melimoyu, Yanteles, y Corcovado. Junto a esa vista, zarapitos, carancas, chungungos y delfines australes nos acompañaron en esa tarde de sol inolvidable.
Nos tomó cinco días completar esta primera etapa de la expedición, la sección Sur de nuestro desafío de recorrer Chiloé de Sur a Norte, en 11 días. Para lograrlo, sorteamos el paso Sur-Este de la Isla San Pedro, complejo incluso para embarcaciones de pesca, con fuerte viento Sur, para luego enfilar a la punta Sur de Laitec, que también nos recibió con fuerte oleaje y bastante presión para todo el grupo. Acampamos en Isla Cailín, donde gracias a un cambio de viento un mar más tranquilo, nos impusimos batir nuestro récord de avance, empujando la meta para el quinto día hasta Punta Centinela, en Isla Tranqui, a 45 km de distancia desde Cailín.
Islas interiores
Acampar en Centinela, la prominente punta Este de la Isla Tranqui, era otro hito logrado en esta travesía. Con ello, dejábamos atrás el Golfo Corcovado, y entrábamos al mar interior. Con buen tiempo, partimos rumbo Norte, visitando la diminuta Isla Acui con sus pingüinos, y luego Queilén para reabastecernos, reportarnos con la Armada, comer una Chorillana en la playa, y por la tarde seguir hasta la hermosa playa de Aituy, con su iglesia, sus arrayanes y su calma total.
Un día sin viento y mar plano, nos permitieron avanzar rápidamente por el mar interior, recorriendo en un par de días Isla Lemuy, Quehui por el Sur, Imelev, un campamento en Chequian (isla Quinchao), para llegar a Lin Lin, y Tenaún. Hasta ese momento, con más de 200 km remando, ya conversábamos que estábamos bastante impresionados, ya que lo que esperábamos sería una travesía marcada por la presencia de basura e impactos de la acuicultura, no lo era tal, al menos de forma evidente. Es más, estábamos impresionados que, en estos 7 días, habíamos visto más fauna y aves que en todas las travesías hechas en la mítica y prístina Aysén.
En Tenaún, con su iglesia de tres torres, dejábamos atrás las islas interiores y entrabamos, en el día 9, al gran golfo de Ancud.
Golfo Ancud, playas del norte: la meta
En los pocos días que ya nos quedaban, asumimos una especie de carrera contra el tiempo, con el fin de completar la ruta y llegar al anhelado Faro del canal de Chacao, nuestra meta y punto final de la expedición. Tuvimos mucha suerte, ya que el viento sopló Sur, ayudándonos a avanzar por esta extensa y uniforme costa, pasando por Quicavi, donde se encuentra la famosa cueva de los brujos, y llegando esa tarde muy cerca de la punta Norte de la Isla Caucahue, ya a la altura de Quemchi.
En esta zona, nos sorprendió la gran cantidad de delfines australes, y algunos grupos del endémico, pequeño y menos famoso delfín chileno. Bastante tímidos, se nos acercaron muchas veces, viéndolos mostrar su aleta dorsal, escuchando su soplido, fuerte y característico, una experiencia que no termina de maravillarnos.
Finalmente, luego de tres días, pasando por la lobera de Caucahue, Linao, Punta Chilen, vimos el lejano Faro de Chacao Viejo, cumpliendo los extenuantes 315 km de remo. ¡La satisfacción del grupo fue enorme, estábamos felices! Ver el canal, los transbordadores, el desproporcionado y poco necesario puente en construcción, indicaba que lo habíamos logrado, estábamos en el Norte de la Isla Grande!
Chiloé, un refugio natural sorprendente
Partimos quizás pensando que esta ruta no sería tan salvaje y que probablemente estaría muy intervenida, con basura, restos de industria y con mucha gente. ¡No podíamos estar más equivocados!
Al elegir seguir el lado exterior (Este) del mar interior chilote, pasando por los canales más abiertos y las costas más expuestas de todas las islas, nos reencontramos con un Chiloé bastante salvaje, con playas limpias y con una abundante presencia de fauna nativa, incluyendo una gran diversidad de aves y muchos delfines. Quedamos felices con la travesía y la ruta elegida, que sin duda permite aventurase en un lugar de mejor acceso y conectividad que lo que hemos encontrado en Aysén, probablemente más seguro en cuanto a la navegación y con una buena cuota de desafíos, avistamientos y paisajes increíbles por conocer.