Cuentan los escritos de quienes caminaron y estudiaron estas tierras hace más de 200 años, que existieron especies animales que habitaron el territorio que actualmente corresponde a nuestro país, conviviendo de cerca y mancomunadamente con los indígenas durante siglos.

Sin embargo, aún desconocemos a ciencia cierta si los animales que mencionan estos escritos son especies domesticadas autóctonas o introducidas durante la colonización: si se trata de nombres diferentes para un mismo animal o de animales distintos, por ejemplo. La paleobiología, que es la ciencia que se dedica a descifrar las incógnitas del pasado en nuestro planeta, se ha encargado de responder alguna de esas preguntas a través de  registros fósiles y análisis genéticos, que permiten comprender patrones de la evolución y parentesco para estimar cómo se adaptan las especies a los grandes ciclos y cambios de la Tierra, sean naturales o inducidos, y cómo se relacionan entre sí.

©Felipe Arruda
©Felipe Arruda

Poco se conoce de los cambios  que los procesos de colonización dejaron en las especies animales que habitaban lo que actualmente es territorio chileno. Lo que sí se sabe con certeza es que desde antes que arribaran los españoles al continente, los pueblos originarios habían desarrollado grandes tecnologías, cultura y cosmovisiones que aún siguen vigentes. En lo que agricultura y caza respecta, es muy posible que esto incluyera la domesticación de animales para facilitar muchas actividades tal como lo hicieron asentamientos al otro lado del mundo que dieron origen al perro, caballo o gato -por dar algunos ejemplos- que hoy en día conocemos como animales domésticos.

El chiliweke y el perro fueguino son algunos de estos animales misteriosos que aún viven y se hacen presente en simbolismos, narraciones y en la importancia de la memoria para construir un futuro sostenible y en armonía con la naturaleza. Esta es un parte de esa historia que a través de crónicas coloniales, relatos ancestrales y la ciencia, podemos reconstruir y así responder aquellas preguntas que aún nos quedan sobre ellos. 

Araucanos, 1854. Claudio Gay ©Memoria Chilena
Araucanos, 1854. Claudio Gay ©Memoria Chilena

¿Fueron autóctonos domesticados  o introducidos en la colonización?

La domesticación de animales ocurrió hace aproximadamente 15 mil años durante el Neolítico. Algunas especies han podido criarse con éxito y prácticamente evolucionar junto a los humanos: los caballos, perros, gatos u ovejas han participado de alguna u otra forma en los eventos más importantes de la humanidad, sin embargo, poco habla de ellos la historia oficial. 

De las domesticaciones ocurridas en Chile se tienen muy pocos registros, casi todas de crónicas coloniales que datan del siglo XVI. Por ejemplo, el reconocido naturalista Claudio Gay escribió de un camélido domesticado por el pueblo mapuche, el chiliweke, en el libro “Usos y costumbres de los araucanos”  que recientemente fue traducido al español por el antropólogo Diego Milos. En él da cuenta de un camélido que habitó el Wallmapu distinto a los que habitaban el altiplano y Los Andes.  No obstante, varias de las crónicas denominan a este animal simplemente como llama, pues no atienden a las diferencias con los guanacos y otros camélidos. Esto sí se menciona, por ejemplo, en textos del abate jesuita Juan Ignacio Molina,  como se puede ver en la  siguiente imagen:

Animales de Chile, 1776. Juan Ignacio Molina ©Memoria Chilena
Animales de Chile, 1776. Juan Ignacio Molina ©Memoria Chilena

Ciertamente los procesos de colonización vinieron de la mano de plomo y fusil que hizo desaparecer gran parte – o la totalidad – de los pueblos que habitaban originariamente estos territorios, enterrando también su  historia bajo tierra donde no pudiese ser contada, en nombre del paradigma imperante de la época: civilización versus «barbarie». De ello, conocemos las pérdidas humanas y culturales que dejó implacable a su paso, no así sobre la devastación en la flora y fauna, por ejemplo, que se vio afectada por la abrupta intervención de los españoles de forma directa o a través de los procesos que tuvieron lugar años después cuando la naturaleza pasó de ser «la madre» a un  mero recurso.  Algunos de los registros que se tienen de la época nos dan algunos antecedentes importantes sobre estos animales,  pero son muy escasos. Sin embargo, algo podemos contar de ellas o, mejor dicho, a través de ellas.

Caza a los guanacos, 1853. Claudio Gay ©Memoria Chilena
Caza a los guanacos, 1853. Claudio Gay ©Memoria Chilena

Si bien, por lo general, las extinciones de especies responden a procesos multifactoriales, desde cambios en el clima, a alteraciones en el hábitat y la intervención humana, puede que en estos casos la introducción de animales domésticos por parte de los colonizadores y las matanzas en aquellos territorios hayan acabado con estos animales que eran parte del cotidiano de estos pueblos. 

El perro exterminado de Tierra del Fuego

El caso del perro yagán o fueguino podría ser  así. Según cuentan algunas crónicas y relatos, fue un cánido de origen austral que vivía entre los yaganes y selk’nam en el archipiélago de Tierra del Fuego, y su dispersión geográfica coincidía con la de aquellos pueblos que habitaron ancestralmente la isla grande de Tierra del Fuego y alrededores, lo que indica que pudo ser una especie domesticada por ellos, sin embargo, no se tiene total certeza de que se tratara de una distinta a los cánidos nativos como el zorro.

Especie disecada de supuesto perro yagán ©Chile del Ayer
Especie disecada de supuesto perro yagán ©Chile del Ayer

En el extremo sur del mundo los procesos de colonización dieron paso a conflictos que adquirieron ribetes de exterminio, como el genocidio selk’nam, una cacería humana ordenada por José Menéndez, latifundista del extremo sur,  que acabó con este pueblo y de paso con el «perro» que posiblemente habría acompañado su existencia.  

Hombres primitivos en la tierra del fuego : (de investigador a compañero de tribu) / Martin Gusinde ©Biblioteca Nacional de Chile
 Martin Gusinde ©Biblioteca Nacional de Chile

Para resolver  la incógnita que envuelve a este cánido, en 2013 se realizó una  investigación en que ocuparon una muestra de un espécimen embalsamado en el Museo Regional Fagnano en Río Grande, Tierra del Fuego; extrajeron ADN del cabello y lo compararon con cánidos que habitan naturalmente la Patagonia, como el zorro culpeo (Lycalopex culpaeus), zorro gris (Lycalopex griseus) y zorro de las pampas (Lycalopex gymnocercus) o aguarachay . Dicho análisis mostró una mayor identidad entre el perro fueguino y el zorro culpeo (97,57%), y mayor divergencia con el perro doméstico actual (88,93%), lo cual  sugiere que se trataría de una domesticación atípica de zorros por parte de los cazadores-recolectores que habitaban la Patagonia que refutaría la idea de que éste haya sido un perro introducido por los colonizadores.

©Razas Caninas Latinas
©Razas Caninas Latinas. Canis antarticus o zorro de las malvinas, cánido extinto del extremo sur.

Según la paleobióloga, doctora en Ecología e investigadora de Capes UC, Natalia Villavicencio, lo más posible estas especies (chiliweke y perro fueguino) habrían sido domesticaciones previas al proceso a la colonización, sin embargo, “hay algunos grupos de científicos que se mantienen escépticos porque es la única muestra que se tiene”, señala la investigadora. En ambos casos ocurre lo mismo, cuenta, pues para tener más información sobre ellos es necesario acudir a la ciencia y cruzar datos con los registros documentales y la narrativa ancestral. «Hay muy poca investigación dedicada a esto», agrega.

El chiliweke, camélido del Wallmapu

Se cree que chilliweke fue un kulliñ (animal en mapuzungun), específicamente un camélido, que habitó junto a los habitantes del Gülunmapu (oeste de la Cordillera de los Andes) hasta el siglo XVII. Según cuentan, este correspondería a una especie de guanaco que se habría desplazado del Tawantinsuyo  hacia el sur del río Biobío, que habría estado incorporado a la sociedad como un animal de trabajo, tal como ocupan los pueblos andinos a las llamas, por ejemplo. Allí, en los Andes norte, se estima que  la domesticación de camélidos ocurrió entre los años 9000 y 2500 a.C. De ahí en adelante se esparcieron por varios territorios, incluyendo el Wallmapu.

Guanaco ©Pablo Garrido
Guanaco ©Pablo Garrido

En textos que datan de 1867, Claudio Gay consideraba que «chilihueque» se refería simplemente el nombre que el pueblo mapuche le dio al guanaco domesticado, pero a diferencia de Molina, no lo describe como una unidad taxonómica separada. Según explica Villavicencio, el chiliweke correspondería a una especie de guanaco domesticada previo a la colonización. «Solo podemos saber de ella a través de registros fósiles, crónicas y observaciones antiguas», dice la investigadora. Es justamente debido a la poca información e interés que aún no se sabe aún con certeza si es que se se trata de una especie diferente.

Guanaco Estancia Cerro Guido ©NicolasLagos
Guanaco Estancia Cerro Guido ©Nicolás Lagos

Otros relatos e investigaciones que indican o que por su distribución y características particulares se trataría de una especie de camélido distinta,  que además habría sido un animal de amplio uso e importancia para la sociedad mapuche de la época. Se estima que habitaba de forma desigual por el territorio, debido a la condición semi nómada de algunos de los asentamientos entre Toltén y Valdivia habían muy pocos, mientras que en otros sectores existían de 6 a 8 por cada mapuche, mientras que los longko (líder de la comunidad) poseían entre 12 y 20 cada uno y acostumbraban a andar libres por el campo.

Represetación Chiliweke ©ResearchGate
Representación del chiliweke ©Memoria Chilena

Cuentan que con sus lanas se hacían tejidos, mantas y vestimentas de alta calidad con telares horizontales o huitrales;  de variados colores, que se obtenían al hervir los tejidos en una olla con hojas, cortezas, raíces, flores, líquenes, barro y tierras de diversas tonalidades. También que era una de las materias primas más importantes para la textilería mapuche , y que se utilizaba su carne, pero restringida a ocasiones especiales, como festines o celebraciones. Algunos registros de historiadores mapuche  afirman que su posesión era símbolo de cierto estatus y poder y que, a diferencia de los camélidos del norte, eran rebaños de pequeña extensión que acompañaba algunas labores de agricultura como el arado, llamado queñelvoque. Así mismo señalan que se utilizaban para trueques o como dote matrimonial. Según los registros de Gay, los mapuche tenían “una especie de veneración” por el chiliweke ya que este era el centro de muchas ceremonias. 

Grabado “La Mocha”, 1619 ©Memoria Chilena.
Grabado “La Mocha”, 1619 ©Memoria Chilena.

En 2016 se realizó una investigación de material genético obtenido a partir de huesos de camélidos encontrados en una excavación  en Isla Mocha, que datan de tiempo precolombinos a más contemporáneos. Dichas piezas fueron sometidas a un análisis filogenético (que estudia las relaciones de parentesco entre especies), cuyos resultados  sugieren que el chiliweke era un término local ocupado para denominar a una especie de un guanaco domesticado por el pueblo mapuche, pues coincide más con las poblaciones de guanacos que habitan actualmente en Chile continental que con las llamas, de ellas estaría genéticamente un poco  más lejana. 

De su extinción también se tienen pocos registros, pero lo más probable es que haya ocurrido producto de la abrupta intervención de los españoles que coartó todas estas costumbres asociadas a este camélido, y la introducción de la oveja que rápidamente reemplazó sus funciones. 

© Colectivo Chiliweke
© Colectivo Chiliweke

Casi 200 años después, en 2019, el Colectivo Chiliweke, conformado por cuatro mujeres mapuche y el hijo de una de ellas, realizó su primera intervención en Temuco para hacer resonar aquella parte de la historia que no estaba escrita en todos los libros, para que fuera conocida por muchas personas.

Una de sus integrantes, Stefanie Pacheco Pailahual, explica lo importante que fue para ellas esta iniciativa pues la extinción de este kulliñ fue producto de la misma colonización que también desplazó y extinguió a muchos grupos humanos, incluyendo sus ancestros y ancestras. Para ella, hoy en día se puede ver cómo esto opera de una forma muy parecida, con los incautos procesos extractivos que dañan los territorios reclaman las comunidades mapuche. “Comprender este exterminio (del chiliweke) de la mano de la colonización aporta a entender procesos actuales”, señala Pacheco Pailahual.  

©Colectivo Chiliweke
©Colectivo Chiliweke

La misteriosa llegada de la gallina araucana

Otra especie cuyo origen es una incógnita que no está completamente resuelta es la gallina araucana o gallina mapuche. Esta aún existe y es muy abundante en el territorio, pues sus huevos azules son muy valorados por los altos comensales.

La gallina araucana presenta bastantes diferencias respecto a su par criolla, Gallus gallus domesticus. Como en el color de sus huevos, tamaño y color,  la Gallus inaurus, nombre que le dio el director de la Real Academia de Avicultura de España, Salvador Castelló, en 1914, sería, según él nativa de Sudamérica, sin embargo, investigaciones recientes apuntan a que provendría de Asia. 

Gallina araucana ©Melani Marfeld/ Pixabay
Gallina araucana ©Melani Marfeld/ Pixabay

Según indican estudios de huesos fósiles  realizados en China, la domesticación de esta gallina proviene de hace 10 mil años atrás.  Su distribución en este continente se habría debido la llegada de pueblos polinésicos a las costas de América. Aunque también dicen que pudo haber sido una domesticación paralela al otro lado del pacífico o que es el resultado de las gallinas que traían los españoles, incluso mezcla con algunas aves o perdices nativas que también ponen huevos azules. 

Gallina araucana ©Melani Marfeld/ Pixabay
Gallina araucana ©Melani Marfeld/ Pixabay

Sin embargo, ya hace años se habla del contacto transpacífico entre América y la Polinesia. El océano no era un límite para los pueblos isleños, sino una vía de unificación, y para recorrerlo desarrollaron complejas tecnologías de navegación, conocimientos de astronomía y clima. Así, emprendían grandes viajes en catamaranes y canoas,  en los que siempre iban a bordo aves y gallinas. Se estima que habrían llegado a América y hecho vínculos con estos territorios, entre 300 a 500 años antes de que Colón llegara a “descubrirlo”.

Intervención pública © Colectivo Chiliweke
Intervención pública © Colectivo Chiliweke

Recuperar la memoria y descifrar la incógnita que rodea estos animales no solo es un ejercicio a favor del recuerdo, sino también de reivindicación a los derechos de los territorios y seres no humanos. Los animales extintos tienen memoria pues esta búsqueda se enmarca en una cosmovisión muy profunda respecto la existencia humana, lejos de la mirada antropocéntrica occidental.

Pacheco Pailahual explica que ellas, como Colectivo Chiliweke,  recogen la visión de que el Wallmapu no solo está constituido por seres humanos, sino también por entidades físicas, animales, vegetales y humanos y no físicas, como los elementos, los ríos y la tierra. De este modo, recuperar estos conocimientos ancestrales ofrece  la posibilidad de profundizar en su propia historia, en términos de lengua en la mantención del vocablo “weke” y a desempolvar aquellos relatos detrás de todas esas batallas, hombres y mujeres muertos.

Los animales, árboles y territorios también tienen derecho a la memoria, y a pesar de que aún los envuelve un gran misterio, el chiliweke y  el perro yagán, no han muerto, siguen muy vigentes en lo lingüístico, la ritualidad, el arte y la memoria.  

© Colectivo Chiliweke
© Colectivo Chiliweke
Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...