César Cárdenas: El investigador chileno que presidirá el Comité Científico, uno de los puestos más prestigiosos del Sistema del Tratado Antártico
La semana pasada el chileno César Cárdenas fue elegido de forma unánime como presidente del Comité Científico de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), uno de los puestos de mayor relevancia y prestigio dentro del Sistema del Tratado Antártico. Se trata del primer chileno en asumir este cargo. En Ladera Sur conversamos con este Doctor, biólogo marino e investigador sobre los objetivos y obstáculos de este desafiante cargo.
A pesar de que fue elegido de forma unánime, al Dr. César Cárdenas, investigador del Instituto Antártico Chileno, nunca se le habría ocurrido que podría presidir el Comité Científico de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).
Luego de trabajar por tres años en el Grupo de Trabajo de Seguimiento y Ordenación del Ecosistema (WG-EMM), sus colegas, destacados científicos de los otros 26 territorios Miembros de la Comisión, comenzaron a plantearle la idea de que quizás él debería tomar uno de los puestos de mayor relevancia y prestigio dentro del Sistema del Tratado Antártico. “Es un gran orgullo, un honor y un desafío profesional tomar esta responsabilidad y me pone muy contento que los y las colegas hayan pensado en mí”, comenta Cárdenas.
Nativo de Punta Arenas y con numerosos viajes a la Antártica en su espalda, César Cárdenas ha pasado una buena parte de su vida en el rincón sur del mundo. Biólogo marino de la Universidad Austral de Chile, siempre quiso volver a trabajar a su ciudad. Hizo su Magíster en Manejo y Conservación en la Universidad de Magallanes y en 2015 finalizó un Doctorado en Biología Marina de la Universidad de Wellington en Nueva Zelanda, para prontamente representar a Chile en la CCRVMA.
—¿Cómo comenzaste trabajando en el CRVMMA?
—Yo nunca pensé que iba a trabajar en lo relacionado con CRVMMA, yo era más de Ecología bentónica, de esponjas, de comunidades de fondo. Pero el director del INACH de esa época, cuando me contrató siempre tuvo la idea de que yo iba a tomar ese rol de Representante de Chile en el Comité Científico, porque venía de Nueva Zelanda y tenía el inglés.
—¿Extrañas el trabajo con los organismos bentónicos?
—Al comienzo un poco más, porque tuve que dividir lo que hacía en términos de investigación con lo que hacían en el CRVMMA, tuve que aprender de krill, de pesquería y de conservación en general. Pero con el tiempo me fui adaptando y hasta el día de hoy todavía tengo estudiantes que me mantienen en esa línea. Así que ya ambas cosas son parte de mi línea de investigación.
En 2016 fue su primera reunión en la institución y en 2019 ya pasó a dirigir el Grupo de Trabajo de Seguimiento y Ordenación del Ecosistema (WG-EMM), una rama muy importante ya que evalúa la situación ecosistémica de la Antártica. Cuatro años después, todos los factores se dieron para que tomara la posición más importante del Comité Científico, tenía la confianza de sus colegas y su período como coordinador de WG-EMM estaba terminando.
“Es bueno digamos sentir parte del apoyo de los 26 países que estaban ahí presentes cuando fue la elección. Muchos se me acercaron estos últimos días muy contentos a felicitarme y a decirme que esperan empezar a trabajar pronto conmigo y bueno ahora va a partir el nuevo proceso, así que con hartas ganas de comenzar”, comenta.
El Tratado Antártico, firmado en 1959, garantiza el uso del continente blanco para fines exclusivamente pacíficos y promueve la libertad de investigación científica y cooperación internacional. Actualmente, ha sido firmado por 56 países y es ampliamente considerado como uno de los más grandes logros de las relaciones internacionales, al crear la primera zona desmilitarizada y desnuclearizada del mundo.
Específicamente, la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos forma parte del Sistema del Tratado Antártico y fue establecida gracias a una convención internacional en 1982, con el objetivo de conservar la fauna y flora marina antártica, en respuesta al creciente interés en la explotación comercial de los recursos derivados del krill antártico.
Cuenta con 27 países miembros y ha sido una pionera en temas de conservación y protección del medioambiente. Más concretamente, han reducido la mortalidad de aves marinas causada por la pesca a casi cero, reducido la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada en el Área de la Convención y establecido Áreas Marinas Protegidas (AMP) en el océano Austral, entre muchas otras cosas.
—¿Cuáles consideras que han sido los mayores logros de la CCRVMA?
—Desde que se estableció en 1982, siempre fue logrando importantes hitos para la Antártica y para otras organizaciones internacionales. Por ejemplo, el establecimiento de planes de monitoreo del ecosistema en los años 80 o el sistema de observación científica a bordo de buques de pesca son cosas que después se fueron adaptando a otras organizaciones pesqueras. En 2009 se decidió establecer una red de Áreas Marinas Protegidas y en 2015 el Área Marina Protegida del Mar de Ross. A pesar de que ahora ha sido un poco difícil avanzar, siguen estando ahí esos logros que a veces parecen no tener tanta relevancia mediática. Y eso demuestra un poco la importancia del Comité Científico porque todas las decisiones de la Comisión están basadas en la asesoría que otorga el Comité Científico, entonces como dicen algunos es el corazón de la CCRVMA.
La ciencia toma un rol vital en la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos. El Comité Científico se estableció al mismo tiempo que la Comisión y tiene por objetivo ofrecerle la mejor información científica disponible sobre la pesca y otras cuestiones de ordenación del océano Austral, para que tome decisiones sobre la utilización de los recursos vivos marinos en la Antártica, estos son, las poblaciones antárticas de peces, moluscos, crustáceos y aves marinas que se encuentran al sur de la Convergencia Antártica.
Las medidas de conservación que son tomadas por la Comisión son vinculantes para todos los miembros y se aplican en toda el Área de la Convención.
—¿Qué ventajas ofrece una estructura como la de la CCRVMA para el trabajo científico?
— La ciencia antártica se hace de distintas maneras en muchas partes, pero para mí la gran ventaja es que este tipo de organizaciones ayuda a que “baje” la información. Que los tomadores de decisiones le digan a los programas y comunidades científicas de cada país qué preguntas se necesitan hacer. A veces falla un poco la comunicación. Si por el lado de la Comisión no es claro lo que se necesita, menos para los científicos. Y es una doble vía, porque si uno no traduce la ciencia a recomendaciones claras para los tomadores de decisiones se puede perder. Entonces este tipo de instancias permite afinar esa avenida de doble ruta.
—¿Consideras que también incentiva la colaboración y el trabajo conjunto entre países?
— Sí, bueno en general la ciencia antártica tiene que ser colaborativa por lo caro y complejo que es hacer ciencia allá. Entonces la CCRVMA no es indiferente a eso. Iniciativas como las del krill o áreas marinas protegidas, se han hecho entre países y en este ambiente colaborativo se puede avanzar mucho más que si fuesen países aislados.
Liderando el Comité Científico de la CCRVMA
El Comité Científico ha estado vigente desde 1982 y César Cárdenas será el primer chileno en ejercer el cargo de presidente. “Hace varios años fue elegido Carlos Moreno de la Universidad Austral como presidente del Comité, pero él nunca alcanzó a ejercer porque tuvo problemas de salud. En los últimos años los presidentes han sido de Reino Unido, Australia, Reino Unido de nuevo y Estados Unidos”, comenta Cárdenas.
—¿Ves alguna trascendencia en el hecho de que el presidente elegido sea del hemisferio sur y de Chile?
—Sí, desde luego, ahora son 27 países miembros de la Comisión. Históricamente los países que presiden suelen ser los que tienen delegaciones más grandes, que están más activos. Y bueno, Chile siempre ha estado activo pero es más difícil porque tiene delegaciones más chicas. No es fácil pasar a estos roles. Es una gran responsabilidad estar a cargo de esos 27 países que tienen que asesorar a la Comisión para tomar sus decisiones.
—Ser postulado por tus compañeros indica que además de tu trayectoria, confían en tu visión del futuro, ¿qué objetivos te gustaría lograr en estos dos años?
— Bueno, una de las cosas que tuve que trabajar bastante en el WG-EMM fue la nueva estrategia de manejo de la pesquería del krill. Era una de mis metas terminarlo, pero vino la pandemia y ralentizó un poco el trabajo, pero ha avanzado. Entonces esa fue quizás una de las cosas que mis colegas vieron que se puede extender. Obviamente, la gran traba en la que estamos envueltos es el tema de las áreas marinas protegidas. Si bien, existen trabas en este tema la mayoría está en la Comisión, son cosas más políticas, pero sin duda son temas claves en el trabajo de la Comisión y el Comité Científico, que hay que hay que seguir impulsando. Y otra de las cosas que se está moviendo ahora es cómo incorporar de mejor manera el cambio climático en la toma de decisiones.
Específicamente, respecto al krill, el límite de captura combinado para todas las subáreas autorizadas del Océano Austral es de 620.000 toneladas en total, aproximadamente el 1% de los 60 millones de toneladas estimados de biomasa sin explotar. Los últimos años su pesca ha ido en aumento y el cambio climático ha cambiado el panorama de esta especie clave en el ecosistema del océano Austral.
—¿Por qué hay que cambiar la forma en que se maneja el krill?
— La forma en que se manejaba el krill era muy estática, estaba basada en cuotas fijadas que se designaron hace muchos años. El límite de captura se supone que es menos del 1% de la biomasa del krill y por mucho tiempo se pensó que era más que precautorio. Pero como todo ha ido cambiando tanto los patrones de la flota como el cambio climático, no es tan precautorio como lo pensamos hace dos décadas.
—¿En qué consiste la estrategia que están trabajando?
— La idea es que se vayan haciendo estimaciones regulares, tratar de entender cuánto krill hay y no basarse en un censo que se hizo hace 10 o 20 años. Y a partir de eso ir estableciendo cómo se van a dividir las capturas en el tiempo y espacio. Además, las cuotas de captura estaban divididas en grandes áreas y hoy sabemos que las flotas están muy concentradas, entonces hay que hacer todo más dinámico. Ese es el desafío, entender cómo responde el krill ante los cambios ambientales y cómo eso puede afectar no solo a los predadores, sino también lo que pueda sacar la flota. Tiene que ser más dinámico. No está claro todavía en cuántos años se logre hacer, aun no llegamos al paso de manejo, estamos en la parte de afinar la ciencia, entonces falta un poco.
—En general ¿cuáles son los mayores obstáculos para lograr estos objetivos?
— Son una serie de factores. La incertidumbre que está asociada al cambio climático en Antártica hace un poco más complejo el tema, lo difícil que es hacer investigación en Antártica, hay muchos vacíos del conocimiento, todo va haciendo un gran puzzle. La toma de decisiones es la etapa final, hay que trabajar cómo llevar esos mensajes porque si no todo ese trabajo se pierde. El escenario actual geopolítico también ha influido.
Controversias y el aspecto político de la Comisión
Actualmente, la mayor controversia que enfrenta el trabajo de la CCRVMA es el estancamiento en la discusión sobre la designación de nuevas Áreas Marinas Protegidas. La última fue establecida en 2016 y se trata del Área Marina Protegida de la región del mar de Ross. Desde entonces se han registrado aumentos de temperatura y olas de calor en la Antártica, muertes masivas de pingüinos, grandes deshielos, además de numerosos grupos de la sociedad civil y activistas demandando que se tomen medidas decisivas.
—¿Hay algo que se pueda hacer, desde el Comité Científico, para destrabar los avances?
— Al tener aristas tan políticas igual es difícil. Pero sí, yo creo que hay cosas por avanzar todavía en términos de los planes de seguimiento de las Áreas Marinas Protegidas, en los que no se han podido avanzar y hay propuestas nuevas sobre la mesa. Yo creo que, sin duda, si se logra trabajar en conjunto con los 27 países y llegar a recomendaciones en consenso, sería esperable que represente una buena señal para que en la Comisión se den cuenta que al menos, desde la parte del Comité Científico, se está avanzando más y mejor en un trabajo colaborativo.
Para que una Medida de Conservación sea implementada, se requiere de consenso total, es decir, que los 27 Miembros estén de acuerdo. Esta cualidad ha sido la clave del éxito del Sistema del Tratado Antártico, sin embargo, hoy es un obstáculo, ya que las discusiones se estancan por años, a causa de las objeciones de uno o dos países, específicamente Rusia y China, dos de los países que más pesca de krill realizan.
—Como científico, ¿es frustrante ver que, a pesar de la ciencia que ponen a disposición, otros factores tienen la última palabra?
— Sí, desde luego un poco. En los dos últimos años ha habido recomendaciones claras y en la Comisión no se han adoptado por temas más políticos. Si la ciencia está ahí, es un poco frustrante que no se logre el acuerdo. Para todos, para los integrantes, los representantes, la gente que trabaja en el Comité Científico. Pero la mayoría de los que estamos aquí llevamos hartos años, por eso estamos aquí, por eso seguimos aquí. No es un trabajo fácil. Las recomendaciones no se implementan directamente. Uno con los años va aprendiendo que son encuentros, por no decir batallas, de largo aliento, así que hay que seguir insistiendo. Y quizás es una de las cosas por las cuales a uno lo eligen para estos puestos, por tener facilidad para llegar a acuerdos, facilitar el trabajo o los acercamientos, y eso es clave para poder seguir avanzando.