En los troncos húmedos del bosque, en las piedras cubiertas de tonos grisáceos o en las ramas adornadas con manchas anaranjadas, hay formas de vida que son casi invisibles a nuestros ojos. No se trata solo de líquenes, esos organismos discretos que tiñen la corteza y las rocas, sino también de pequeños animales que han aprendido a confundirse con ellos. Para un observador distraído, son apenas parte del paisaje; para quien mira con atención, revelan un fascinante juego de camuflajes y adaptaciones.

Los líquenes ofrecen algo más que colores y texturas peculiares: son refugio, alimento y escenario para una diversidad de artrópodos e invertebrados que han evolucionado junto a ellos. Polillas cuyas alas parecen fragmentos desgastados de corteza, saltamontes cubiertos de espinas que imitan barbas de viejo colgando de un árbol, o arañas cuyo abdomen se confunde con las manchas verdosas y naranjas de ciertas ramas, son solo algunos ejemplos de cómo la naturaleza ha perfeccionado el arte del disfraz.

Este vínculo entre líquenes y animales no es casual. En un mundo lleno de depredadores, pasar inadvertido puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. De allí que muchas criaturas hayan encontrado en los líquenes el aliado perfecto: un camuflaje natural que los protege o los ayuda a cazar sin ser detectados.

Saltamonte Markia hystrix. Créditos: Corazonyvidamixe.
Saltamonte Markia hystrix. Créditos: Corazonyvidamixe.
Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).
Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).

«En Chile, el acto de camuflaje con líquenes es más común en algunas larvas de Diptera y Neuroptera, así como también arañas. No obstante, otras especies de escarabajos y larvas de Lepidóptera también son frecuentes de observar usando lo líquenes como un lugar para camuflaje o usarlo como elemento camuflatorio. Principalmente, debido a la necesidad que tienen los organismos de buscar estrategias de sobrevivencia. El camuflaje nace en respuesta a las presiones del hábitat que disminuyen las posibilidades de sobrevivencia. Al mismo tiempo, se ocupa como técnica para cazar y obtener alimento», explica Rodrigo Barahona, Dr. en Ciencias Silvoagropecuarias y Veterinarias, académico del departamento de Ciencias Biológicas y Biodiversidad de la Universidad de los Lagos.

«Algunos también tienen este tipo que se llama el estado de tanatosis, y se dice que es el hacerse los muertos o quedarse quietos. No importa que uno los moleste ni nada, ellos siguen en lo suyo. Básicamente, es creerse el cuento para engañar a la amenaza y morimos en eso, o sea, yo soy un liquen y me quedo ahí, y no importa que me toquen, cualquier cosa yo me mantengo», agrega por su parte Eduardo Faúndez, doctor en Entomología y científico del departamento de Entomología de la Escuela de Ciencias en Recursos Naturales de la Universidad del Estado de Dakota del Norte, y del Centro Internacional Cabo de Hornos (Chic).

Sin embargo, para comprender cómo funcionan estas relaciones, primero es necesario entender qué son realmente los líquenes, esos organismos singulares que a menudo pasan desapercibidos, pero que resultan esenciales para la vida en múltiples ecosistemas.

Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).
Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).

Los líquenes: Organismos resilientes y esenciales

A simple vista, los líquenes pueden parecer manchas de colores en la corteza de un árbol o en la superficie de una roca. Sin embargo, tras esa apariencia discreta se esconde una de las asociaciones más sorprendentes del reino natural: la unión simbiótica entre un hongo y un alga —o, en algunos casos, una cianobacteria—. Mientras el hongo aporta la estructura, protección y la capacidad de retener agua, el alga o cianobacteria realiza la fotosíntesis y genera nutrientes. El resultado es un organismo único, distinto de cada uno de sus componentes por separado.

«El famoso Liquenólogo Trevor Goward ha descrito a los líquenes como «un hongo que ha descubierto la agricultura». Cerca de 13 de los 43 órdenes de hongos Ascomycetes, algunos Basidiomicetes y una gran diversidad de tipos de hongos son capaces de concretar esta colaboración con algas. A su vez cerca de 25 géneros de algas verdes, un alga parda y 12 géneros de cianobacteria son capaces de asociarse con hongos para formar un liquen, por ende los líquenes no provienen de un solo linaje evolutivo, sino más bien les une una “forma de nutrición”», señaló a Ladera Sur en una nota anterior sobre líquenes la Dra. Mariela Núñez Ávila, directora de la Estación Biológica Senda Darwin, en Chiloé, e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

Musgos y liquenes en Valle Las Trancas. Créditos: ©Tamara Nuñez
Musgos y liquenes en Valle Las Trancas. Créditos: ©Tamara Nuñez
Líquen caloplaca en las rocas costeras de Navarino © Daniel Casado
Líquen caloplaca en las rocas costeras de Navarino © Daniel Casado

Lo más fascinante de los líquenes es su resiliencia. Han logrado colonizar casi todos los rincones del planeta, desde desiertos ardientes hasta las cumbres heladas de las montañas, pasando por selvas húmedas y costas marinas. Pueden sobrevivir a condiciones extremas de radiación, sequía o frío intenso gracias a su capacidad de entrar en un estado de letargo metabólico, “pausando” su vida hasta que las condiciones vuelven a ser favorables. No es casual que incluso hayan sido enviados al espacio en experimentos científicos y resistieran la exposición directa al vacío y a la radiación solar.

Más allá de su resistencia, cumplen funciones ecológicas clave. Los líquenes contribuyen a formar suelo al descomponer lentamente las rocas, retienen humedad en los ecosistemas, sirven de alimento, y ofrecen refugio y microhábitats a pequeños invertebrados. En bosques templados y lluviosos, como los del sur de Chile, tapizan los troncos con una paleta de verdes, grises, amarillos y anaranjados, transformando el paisaje en un mosaico vivo. Además, actúan como bioindicadores.

Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).

«Los líquenes son muy sensibles a la calidad de aire, por ende son usados como bioindicadores para el monitoreo de la calidad de aire. Otros líquenes solo viven en comunidades muy antiguas de bosques, que no han sido degradadas, por ende son indicadores de la continuidad ecológica y nos indican el grado de ‘pristinidad’ de los bosques antiguos», indicó también la Dra. Mariela Núñez.

Para las culturas humanas, los líquenes también han sido importantes. Diversos pueblos los han usado como pigmentos naturales, medicinas tradicionales o incluso alimento en tiempos de escasez. Hoy en día, los científicos los estudian no solo por su rol en la ecología, sino también por el potencial de los compuestos químicos que producen, con posibles aplicaciones farmacéuticas y biotecnológicas.

Liquen. Créditos: Servicio Nacional de Turismo.
Liquen. Créditos: Servicio Nacional de Turismo.

Artrópodos e invertebrados que se confunden con los líquenes

Los líquenes, además de ser organismos extraordinarios por sí mismos, han dado origen a un escenario donde otros seres han perfeccionado el arte del camuflaje. Numerosos artrópodos y arácnidos han aprendido a imitar sus colores, texturas y formas, convirtiéndolos en maestros de la invisibilidad. Para estos animales, confundirse con el entorno no es un capricho estético, sino una estrategia vital para evitar depredadores o para acechar a sus presas con éxito.

«En general, se habla mucho del camuflaje en sí, pero una cosa que vale la pena mencionar es que muchas veces se confunde el camuflaje con mimetismo, que no es lo mismo. El mimetismo es cuando una especie de animal imita a otro animal, y el camuflaje tiene que ver con disimularse en el entorno. Entonces, dentro del camuflaje hay dos estrategias que las especies pueden tomar. Una que es la homocromía, que es disimular el color de donde están. Entonces, si hay un grupo de líquenes, una familia que tiene un color determinado, esa misma especie va a poder disimularse con ese mismo tipo o juego de colores. De ahí está el otro, que es la homotipía, que ya es imitar la forma. El caso más clásico que conocemos nosotros son los palotes, que imitan, digamos, una rama», explica Faúndez.

Larva de lepidópteros. Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de lepidópteros. Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).

Un ejemplo fascinante de lo anterior lo ofrecen ciertas polillas, como Leucolithodes paulina. Sus alas presentan patrones que imitan las irregularidades de cortezas y líquenes, lo que las hace casi imposibles de detectar cuando descansan sobre un tronco cubierto por estas manchas vegetales. Este camuflaje no solo las protege de aves y otros depredadores visuales, sino que además les permite pasar desapercibidas durante el día, cuando son más vulnerables.

«En el caso de Chile tenemos algunas especies de polillas que son bastante impresionantes, que en posición de reposo simulan el diseño de los líquenes y es casi imposible verlas. En general, son unas blancas con negro. También existen otros artrópodos que, si bien es cierto, no se alimentan ni viven propiamente tal en los líquenes, sí pasan parte de su rato descansando sobre ellos y, además, se pueden camuflar. Por ejemplo, ahí están los Peloridiidae, que son como medios chinches primitivos, que en realidad viven abajo de los musgos, pero a veces suben a los líquenes que están cerca y, sobre todo, a la corteza de los árboles. El diseño de ellos, de su cuerpo, es realmente igual que un liquen», ahonda Faúndez.

Algo similar ocurre con las mantis del liquen maya (Liturgusa maya), las que se encuentran desde México hasta Colombia, Venezuela, Ecuador y el norte de Perú. Esta especie es reconocida por su extraordinaria capacidad de camuflaje, que le permite pasar desapercibida en los bosques tropicales húmedos. A diferencia de la imagen típica de las mantis religiosas, este insecto es un cazador activo que recorre con rapidez troncos y ramas, y que además se caracteriza por no recurrir ni al canibalismo ni a la emboscada para capturar a sus presas.

Liturgusa maya. Créditos: Bernard DUPONT.
Liturgusa maya. Créditos: Bernard DUPONT.

En Colombia y Panamá, por otra parte, podemos encontrarnos con los saltamontes Markia hystrix, cuyo cuerpo alargado y cubierto de espinas recuerda a los líquenes fruticulosos conocidos como “barbas de viejo” que cuelgan de las ramas en los bosques de América del Sur. Estos saltamontes, al posarse entre ellos, parecen una extensión natural de la vegetación, desafiando incluso a un ojo entrenado a distinguirlos. Este nivel de mimetismo es tan preciso que solo un movimiento inesperado del insecto puede delatar su presencia.

Saltamonte Markia hystrix. Créditos: Andreas Kay.
Saltamonte Markia hystrix. Créditos: Andreas Kay.

Las arañas también han encontrado en los líquenes chilenos un aliado estratégico, como lo es la araña del Boldo (Molinaranea clymene), Coenypha antennata o Nicolepeira flavifrons. Esta última se caracteriza por un abdomen con tonalidades verdosas y naranjas que reproducen con exactitud las manchas de ciertos líquenes en las ramas. Gracias a este disfraz natural, puede permanecer inmóvil esperando a sus presas sin ser detectada, mientras que al mismo tiempo reduce el riesgo de convertirse en alimento para aves insectívoras.

«Una de las más usuales en Chile es Molinaranea clymene, que es conocida también como la araña del boldo o la araña del peumo. Esta araña es bastante grande, puede medir fácilmente de cuerpo 2 cm y medio, y con patas extendidas puede alcanzar fácilmente los 3 cm y medio, 4 cm. Construye telas orbiculares, esta típica tela que uno ve en el jardín en forma de espiral, plana, en medio del bosque nativo. Sus telas pueden alcanzar fácilmente los 2 metros de diámetro. Entonces, generalmente, la gente le asigna el nombre a esa. Pero también hay otras especies del género Nicolepeira, que también se tienden a camuflar, sobre todo en las zonas del bosque templado y del bosque lluvioso. Ahí tenemos alrededor de cuatro o cinco especies más», profundiza Milenko Aguilera, director de Fundación Núcleo Aracnológico Grado 36 (@fundacionnag36).

Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).
Nicolepeira flavifrons. Créditos: Pablo Nuñez Fuentes (@pablonunezfuentes.ph).

«La araña del boldo tiene una distribución bastante amplia y, la verdad, es que incluso es capaz de repente de colonizar zonas de plantaciones forestales, o sea, se puede adaptar fácilmente. Entonces, lo que ocurre básicamente es que, por comparación de otros estudios en otros ejemplares, si tú tienes en una población, por decir, 50 arañas verdes y 50 arañas que parecen liquen, los depredadores lo más probable es que vean a las arañas verdes y pasen desapercibidas las arañas con forma de liquen. De esta manera, van a ser depredadas mayormente estas especies que no se camuflan muy bien. Por lo tanto, en la generación siguiente, ya no vas a tener 50 y 50, a lo mejor vas a tener 70 con forma de liquen y 30 verdes. Y así, a medida que van avanzando las generaciones, cada vez el morfo verde se va “extinguiendo” localmente, porque son mayormente depredados, por decirlo de algún modo», agrega.

Araña cangrejo (Coenypha antennata). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Araña cangrejo (Coenypha antennata). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).

Otro caso sorprendente es el de la llamada “larva liquen”, un lepidóptero en etapa juvenil cuyo aspecto recuerda pequeños fragmentos de liquen seco adheridos a la corteza. Esta semejanza le permite atravesar desapercibida la etapa más vulnerable de su vida, cuando carece de alas y depende por completo del camuflaje para no ser devorada.

Estas adaptaciones demuestran cómo los líquenes han inspirado un repertorio de disfraces naturales en artrópodos y arañas. No se trata simplemente de colores similares, sino de imitaciones complejas que replican formas rugosas, filamentos colgantes, manchas irregulares y hasta la sensación de tridimensionalidad. Cada especie ha encontrado una manera particular de aprovechar el camuflaje liquénico, ya sea para esconderse de los depredadores o para cazar con ventaja.

El camuflaje de insectos y arácnidos asociados a líquenes es más que una curiosidad evolutiva, es también una muestra de cómo los ecosistemas funcionan como redes interdependientes. La desaparición de los líquenes por efecto de la contaminación atmosférica, la tala o el cambio climático tendría un impacto directo en estas especies que dependen de ellos para sobrevivir.

Larva liquen. Créditos: Leonardo Hormazábal (@leo_fonaventur / @jaquegebauer).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).

«La fragmentación de su hábitat. Ese es una uno de los temas más complejos que están enfrentando este tipo de artrópodos y la mayoría de los artrópodos la verdad. Porque este micromundo funciona distinto a como funcionan los vertebrados, los reptiles, las aves, mamíferos. Este micromundo tiene un microhábitat también. Entonces, a veces afectar levemente, lo que pareciera que es leve para un invertebrado, para ellos es una catástrofe gigantesca. La fragmentación está dada por la tala de bosque nativo, por la expansión de áreas urbanas, instalación de nuevos proyectos, carreteras, sobre todo las carreteras eléctricas que fragmentan considerablemente los bosques», comenta Aguilera.

De esta manera, proteger estos microhábitats es asegurar la continuidad de adaptaciones únicas, forjadas durante miles de años de evolución. Del mismo modo, comprender estas relaciones nos recuerda que incluso los organismos más pequeños y aparentemente invisibles cumplen un rol clave en la biodiversidad, y que su conservación está íntimamente ligada al cuidado de los bosques donde habitan.

«Yo siempre, cuando hacía la clase, les decía a mis alumnos: “Ustedes tienen que imaginar que las arañas son los jaguares, los leones de la sabana, que depredan a los impalas. Los impalas son todos los demás artrópodos que se comen. Si sacamos a todos los depredadores de la sabana, los impalas van a crecer, todos los herbívoros van a aumentar enormemente sus poblaciones. Como van a haber tantos herbívoros, se van a comer toda la vegetación y no va a quedar después alimento para los herbívoros, y ¿qué va a pasar? Van a terminar muriendo los herbívoros hasta que la vegetación nuevamente crezca”. Aquí ocurre el mismo ejemplo. Estos animales, estas arañas, son depredadores tope. Por lo tanto, mantienen controlados los microecosistemas dentro de los bosques o donde sea que existan», afirma Aguilera.

Pupa de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Pupa de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@ vicentevaldesguzmanphotography).
Larva de larva liquen (Diptera). Créditos: Vicente Matías Valdés Guzmán (@vicentevaldesguzmanphotography).
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