Crédito: Universidad de Valparaíso.
Crédito: Universidad de Valparaíso.

‘No mires arriba’ (Don’t look up, en inglés) es el nombre del último filme en el que participa actor estadounidense Leonardo Di Caprio, quien además se ha erigido en los últimos años como un portavoz en favor del medio ambiente y de concientizar sobre los impactos del cambio climático en el planeta y ecosistemas. El filme, disponible en Netflix y dirigido por Adam McKay, reúne a un grupo envidiable de estrellas, entre las que se cuentan Cate Blanchet, Jennifer Lawrence y la cantante Ariana Grande, y trata sobre dos astrónomos que descubren un cometa a varias semanas de impactar la Tierra y extinguir toda forma de vida.

Pero, lejos del argumento de enganche, la ficción o la sátira —se afirma, literalmente, que la película «podría estar basada en hechos reales»— las menciones recurrentes a Chile en el filme ponen varias veces de manifiesto un hecho particular y alarmante, según se mire: su vulnerabilidad. El país tiene una de las líneas costeras más extensas del planeta, con más de 100 mil kilómetros de longitud desde Arica a Cabo de Hornos, con más de 100 municipalidades, alrededor de 450 asentamientos costeros casi 900 mil personas habitando en las denominadas zonas costeras de baja elevación.

Por tanto, el territorio es vulnerable en un eventual escenario catastrófico de aceleración del calentamiento global, derretimiento de glaciares y la desaparición de ciudades enteras y parte importante de su territorio bajo las aguas. Algunos datos sueltos apuntan o calculan que más de 46 mil personas y 18 mil viviendas ubicadas en la zona costera del país estarán en riesgo de inundación a mediados del presente siglo (2050) debido al alza en el nivel del mar, según precisa el estudio “Determinación del riesgo de los impactos del Cambio Climático en las costas de Chile” realizado en 2019.

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Patricio Winckler, académico e investigador de la Escuela Ingeniería Civil Oceánica y participó en el equipo que elaboró el primer Atlas de Riesgos Climáticos en Chile, un proyecto que financió el Ministerio de Ambiente, es una de las voces más acreditadas y respetadas en el área. Winckler estuvo a cargo del área costera, realizando análisis de puertos, caletas, asentamientos y playas entre los años 1985 a 2004 y su proyección para los años 2026 a 2045, dirigiendo un equipo integrado por los investigadores Manuel Contreras, Carolina Martínez y Cristián Larraguibel, junto a los exalumnos de Oceánica UV Javiera Mora y César Esperza, según destaca la Universidad de Valparaíso en su sitio web.

Crédito: © Ministerio de Ambiente de Chile.
Crédito: © Ministerio de Ambiente de Chile.

Winckler asegura que Chile reúne características muy particulares en cuanto a su ciclo sísmico, que lo hacen —quizá— menos propenso a sufrir las consecuencias de la subida del nivel del mar causadas por cambio climático. En términos más sencillos, la subida del nivel de las aguas es «compensado» en algunos casos por el descenso del lecho marino y el movimiento de placas tectónicas.

«En el último siglo el nivel del mar aumentó 20 centímetros. Pero esto no es muy representativo del caso chileno, sobre todo en las costas continentales porque debido al ciclo sísmico el terreno se mueve incluso a veces mucho más rápido que el ascenso del nivel del mar e incluso, en algunos casos, como por ejemplo el terremoto de 1960 el terreno se hundió casi 2 metros a lo largo de grandes extensiones el sur de Chile y eso es equivalente a miles de años de aumento del nivel del mar«, explica.

Pero pese a esto, destaca que las proyecciones elaboradas mediante distintos modelos, permiten pronosticar que la subida del nivel del mar en Chile rondará por entre 20 y 80 centímetros entre mediados y fin de este siglo. Es decir, entre 2050 y 2100. Las proyecciones y mediciones en esta materia, pese a que son caracterizadas como urgentes, se hacen empleando modelos que toman como referencia cada 50 años, o mediados y fin de siglo, porque permiten además de  hacer mediciones más precisas, diseñar políticas y estrategias a largo plazo, además de la construcción de infraestructura, que permitan alcanzar dos objetivos fundamentales: adaptar y mitigar. El primero tiene que ver con cómo nos adaptamos al cambio climático y sus efectos y el segundo con disminuir y atenuar los efectos nocivos que tiene este sobre el planeta.

Crédito: Duna.cl
Crédito: Duna.cl

Por ejemplo, existen actualmente planes para reducir la cantidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) (adaptación) y para capturar parte de estos gases que ya están en la atmósfera (mitigación). Winckler señala que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático puede hace proyecciones de manera continua, incluso hasta el año 2300, empleando estos modelos y que, en el peor de las estimaciones o escenarios, el nivel del mar podría subir varios metros si no se toman medidas que contribuyan a contrarrestar estos efectos.

En el caso de las costas, las variables se multiplican, porque entran en juego entonces no solo la subida del nivel del mar y el derretimiento de los grandes cuerpos de hielo, sino también el movimiento de placas tectónicas y el lecho marino, la temperatura de las aguas, la acidificación de las aguas, entre otras, que hacen que sea más complejo elaborar estos modelos, pero que además las proyecciones cambian o son distintas según el lugar en el que se hagan porque las condiciones varían.

«Están las medidas de infraestructura, de preservación, de conservación, etcétera, para mitigar las amenazas del cambio climático. Hay toda una pleyade de opciones, pero en el caso específico costero son mucho más focalizadas esas respuestas. Porque en la zona costera las amenazas del cambio climático se traducen en algunas de tipo físico como por ejemplo el incremento en la frecuencia e intensidad las marejadas, el aumento del nivel del mar. Y otras que tienen una naturaleza más fisicoquímica, por ejemplo los cambios de la salinidad del océano, el aumento de la temperatura del mar tiene el caso chileno es un poco diferente puesto que tenemos condiciones locales que hacen que se fortalezca un fenómeno que se denomina surgencia, que consiste en el flujo de aguas frías con alta concentración de nutrientes«, detalla Winckler.

Crédito: © Bruce Miller
Crédito: © Bruce Miller

—¿Qué zonas serían las primeras afectadas en Chile, o estarían en riesgo de quedar bajo las aguas de continuar esta tendencia y de empeorarse dada la aceleración del cambio climático, el derretimiento de los glaciares y el alza en los niveles del mar?

Respecto de los puntos vulnerables, tenemos, por ejemplo, las zonas bajas ubicadas en los estuarios de Maullín y Valdivia. En algunas ciudades como Arica, Iquique y Antofagasta hay poco espacio de expansión urbana debido a las angostas terrazas costeras. Toda la bahía de Viña y Valparaíso, que son ciudades en las que hay problemas porque se construye en terrazas y no hay mucho espacio para crecer hacia los valles. En algunos lugares como las bahía de Coquimbo, por ejemplo, se han poblado históricamente terrenos de playa con edificaciones que hoy están en riesgo.

En cuanto a los asentamientos costeros, Winckler comenta que analizaron un total de “433, desde ciudades a pueblos pequeños, y las ciudades más grandes ubicadas en las zonas bajas serán las más afectadas con posibles inundaciones. Entre ellas se cuentan La Serena y Arica”. El estudio finalmente investigó 45 playas entre las regiones de Tarapacá y Biobío. “Casi el 80% de estas playas presenta problemas erosivos, dándose una combinación entre el aumento del nivel del mar y los efectos de las marejadas, en especial en playas urbanas que presentan importantes procesos erosivos”.

Crédito: Ministerio de Ambiente de Chile
Crédito: Ministerio de Ambiente de Chile

En cambio, Chile tiene a favor que las costas «tienen pendientes bien altas, comparadas con otros lugares del mundo», explica. Valparaíso y Viña del Mar, por ejemplo, «se emplazan sobre plataformas costeras, un poco más elevadas». Sí son vulnerables «zonas como Llo Leo, asentadas sobre sedimentos, aunque son muy pocos los lugares de Chile en esa situación».

Una de las ciudades grandes que podría estar comprometida es La Serena. Winckler resaltó, en entrevista con La Tercera el año pasado, que la ciudad tiene algunos riesgos porque «su parte más costera es una asentamiento urbano sobre sedimentos«. Admitió que aún es temprano y que faltan datos y datos por levantar, pero sí recalcó que «habrá lugares muy puntuales de ciertas ciudades que estarán complicadas, que se inundarán cuando vengan marejadas. La Serena es una zona baja y más o menos expuesta. La frecuencia de las inundaciones será más alta. Será puntual pero frecuente, y requerirá infraestructura«.

Toda esta información está también contenida y disponible para consulta en el Atlas de Riesgo Climáticos para Chile, un proyecto del Ministerio del Medio Ambiente del Gobierno de Chile, desarrollado por el Centro de Investigación del Clima y la Resiliencia (CR2) y el Centro de Cambio Global (CCG-Universidad Católica de Chile) con la colaboración de otras instituciones nacionales e internacionales. ARCLim fue apoyado por el Programa Mundial de Evaluación y Gestión de Riesgos para la Adaptación al Cambio Climático (Pérdidas y Daños) por encargo del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ) de Alemania.

De forma paralela, Winckler es también investigador vinculado a un estudio para la CEPAL. “Es un estudio que se ha denominado ‘Los costos de la inacción’, el cual busca cuantificar en términos económicos el impacto del cambio climático en alguno de los sistemas que hemos estudiado. Son herramientas diferentes, pero se pueden complementar”.

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