Borda, esquila, teje, jardinea, monta a caballo, hace quesos, siembra, carnea, pica leña, cocina, cría gallinas y otros animales. A sus 84 años, Eloisa Escobar es el fiel reflejo de la mujer en las profundidades rurales de la Patagonia. Muchos oficios y talentos son parte de sus vidas en medio de una agreste y sobrecogedora geografía. Para llegar a su campo, a orillas del lago Chacabuco y frente a un imponente cordón montañoso, bastaron ocho horas de mucho ripio y calamina desde Coyhaique. Al sur del sur, Eloísa y su familia viven en carne propia el aislamiento y la vida a un ritmo más natural, sin señal de teléfono, luz, ni electricidad, y siempre apegada a las tradiciones camperas como un fogón para humear la carne, una tetera siempre caliente para el mate y un caballo con pilcheros para subir por un bosque de ñirres rumbo a la “carretera”.

 Su casa turquesa debe ser el rincón más alegre de Cochrane, donde absolutamente todo está bordado: las cortinas, los cojines, la funda de la guitarra, el sillón, los paños, la maleta (alforja) del caballo e incluso su propio delantal. Mientras que por la ventana, se asoman las rosas, las clavelinas, las margaritas, los pensamientos y tantas otras flores que inspiran sus diseños.

© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker

Conectadas con su entorno natural, las bordadoras dan vida a prendas que, desde mediados del siglo XX, han embellecido la vida hogareña y engalanado la vestimenta gaucha, formando parte del patrimonio cultural de este territorio. Bordábamos pañuelos blancos de seda, con enormes ramos y que antiguamente usaban al cuello los hombres de campo. También las bolsas harineras que se ocupaban para las sábanas, los manteles y las servilletas… Primero dibujábamos a mano la tela y después empezábamos con el bordado, siempre con flores y con los colores más vistosos que teníamos, relata Eloísa, quien ha mantenido esta técnica “a la antigua”, es decir, sin usar moldes para diseñar, solo sus manos y su imaginación.

© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker

Talento familiar

En el sector de Los Ñadis, vive Marisol Pizarro, quien comparte ese espíritu creativo y laborioso de doña Eloísa. Es horticultora, emprendedora en turismo rural, tejedora a telar, amante del jardín y, por sobre todo, una reconocida bordadora. A los ocho años aprendió este oficio de su mamá. Me pasaba sus paños y yo me sentaba donde tenía más luz, en la entrada de la casa en verano y como gente no llegaba nunca, ahí mismo aprendía a bordar… Lo mejor que tenía, es que cuando te enseñaba nunca te echaba el avión abajo, siempre te decía que estaba bonito, entonces tu te creías el cuento y hacías otro bordado”, comenta Marisol con su dulce sonrisa.

Fue su mamá quien le impregnó el amor por los hilos, las agujas y los géneros, en tiempos en que los materiales los traían desde Argentina hasta su campo, a orillas del río Barrancoso. “¿Te imaginas en esos años? Se compraban los colores que habían. No podía faltar el azul, el café, el verde que se usaba para las hojas y el rojo siempre para las flores. No existía el naranjo, el rosado o los violetas. Ahora no, porque uno va al pueblo y ¡hay una de colores!”, relata.

© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker

Durante tres generaciones, la práctica del bordado se ha ido transmitiendo en forma oral en la comuna de Cochrane, al igual que el cultivo de los jardines de flores en primavera, siempre entre mujeres y en el espacio doméstico, cuando se asoma el “tiempo libre”. A pesar de la riqueza artística e histórica que guarda este oficio, ha permanecido en forma desconocida, casi anónima, como otras prácticas ejercidas por mujeres rurales de la Patagonia.

Bordar y defender la tierra

Nacida “al otro lado del río Baker”, en la década del 40’, Margarita Baigorria es una destacada bordadora que aprendió de su hermana mayor y que en forma autodidacta ha ido perfeccionándose en el diseño de flores. Sus creaciones también se caracterizan por llevar mensajes de amor por la tierra que la vio nacer. “Empecé a bordar paños con frases comoPatagonia se no se vende, se ama y se defiende’, ‘Patagonia Rebelde’ y ‘No te rindas Baker’ por allá por el año 2008, cuando las represas querían instalarse aquí y nosotros queríamos defender nuestros ríos libres y nuestra naturaleza todavía pura… Estos bordados fueron en son de protesta, al igual que la cabalgata que hicimos desde Cochrane hasta Coyhaique”, cuenta Margarita, que ha llevado este oficio a los tiempos y las luchas actuales de la Patagonia Aysenina.

© Bordadoras del Baker
© Bordadoras del Baker

Antes que estos relatos y estos saberes se pierdan en el tiempo, formarán parte del cortodocumental Bordadoras del Baker, un proyecto que rescata la historia y la estética femenina y rural de este territorio. Esta iniciativa es respaldado por Fundación Raíces Vivas, apoyada por la Municipalidad de Cochrane y financiada por el Gobierno Regional de Aysén a través del FNDR 2% Cultura. Un trabajo audiovisual que estará a cargo de Niebla Producciones y que será estrenado en invierno de este año, inundando de hilos, flores y colores las redes sociales de todo Chile.

Más Información: Sigue esta investigación en terreno a cargo de las investigadoras ayseninas, Marcia Faúndez y Catalina Camus, en el Instagram: @bordadorasbaker

© Bordadoras del Baker
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