¿Crecimiento o desarrollo? Esta es una pregunta pertinente para entender posturas y argumentos opuestos ante un proyecto de infraestructura vial.  Por estos días la cuenca del Villarrica enfrenta este dilema. En etapa de anteproyecto se encuentra la eventual construcción de una autopista de alta velocidad, un proyecto privado calificado de interés público, una mega obra civil similar a la ruta 5. Esta obra correría por el actual camino que conecta Freire-Villarrica para luego, por medio de un bypass, enganchar hacia Pucón por el camino de la segunda faja. El diseño de esta carretera es de ISA Intervial-CHILE, quienes postularán con ventaja al proceso de concesión del proyecto. El diseño original pretende emplazar dos pistas por lado, peajes y las respectivas caleteras obligadas por ser una iniciativa privada. En resumen, un corredor de cuatro pistas de alta velocidad.

Dada la magnitud de la obra, su impacto generará daños irreparables al medio ambiente, al medio social y a las comunidades –incluidos pueblos originarios–, ubicadas en la zona, todos quienes han manifestado ya su oposición frente al proyecto.

©John Hunter
©John Hunter

El trazado enfrenta dos realidades. Una primera escena transcurre entre Freire y Villarrica, y una segunda entre Villarrica y Pucón. El primer tramo mencionado corresponde al de una ruta con altos índices de accidentabilidad, y elevado tráfico diario,  tramo que podría potencialmente requerir de una mayor y mejor infraestructura. Sin embargo, queda abierta la pregunta acerca de si ésta debiera o no ser concesionada. De serlo, a fin de cumplir con los requerimientos estandarizados de concesiones en Chile, la empresa no tendría «a su haber» el kilometraje necesario para justificar la obra y sus cobros mediante peajes, razón por la cual se añadió, sin mayor lógica que esa, el tramo Villarrica Pucón para concretar el negocio.

Este segundo tramo presenta una realidad muy diferente, ya que en este camino conocido por sus residentes como segunda faja –por donde atravesaría la eventual autopista–, no existen elevados índices de accidentes; ni menos un flujo vehicular que justificase el cobro de peajes. Quienes están detrás del proyecto apelan mayormente a disminuir el intenso tráfico estival, pero olvidan las necesidades de los miles de residentes de esta faja rural que deben ir al colegio, al hospital o a sus trabajos diarios, y donde el cobro de peajes claramente está muy por sobre su capacidad económica. La empresa en cuestión incluso se atreve a proponer su trazado como alternativa de evacuación ante una erupción volcánica, cuando el Sernageomin, mediante cuestionamientos técnicos fundados, ya ha dictaminado que la gente de Pucón no debe evacuar hacia el lado de su vecina Villarrica.

©ONG Propuesta Ciudadana
©ONG Propuesta Ciudadana

La segunda faja es un camino rural que conecta Villarrica con Pucón por los faldeos del volcán atravesando un tupido paisaje nativo. Alberga zorros, monitos del monte y, en ocasiones de frío intenso, se avista el descenso de pumas. A lo largo de este recorrido se encuentran emprendimientos locales que son claves para el circuito de economía y comercio formal e informal, todo a escala humana. En este polo turístico se encuentran hoteles, cabañas, granjas educativas, pequeñas huertas que surten a ambas ciudades,  y restoranes que apelan al turismo de experiencia.

Ante la insensatez que pareciera proyectar esta obra, la comunidad afectada se ha organizado para articular su postura, y dar las razones de por qué esta autopista no es lo que el lugar precisa, ni la forma de llevarlo a cabo. ONGs, gremios, asociaciones, juntas vecinales y otros, se han cuadrado juntos en un intento para que la voz de los habitantes del lugar, emprendedores locales, locatarios afectados y también turistas que defienden el patrimonio ambiental sea escuchada.

Estamos a favor de las mejoras viales. Queremos inversión para el desarrollo de calidad, pero nos oponemos a un proyecto desmesurado. No estamos de acuerdo con permitir la construcción de un corredor de alta velocidad privado entre Villarrica y Pucón, cuando lo que se necesita es un camino turístico de calidad y seguro, e idealmente sin un concesionario de por medio.

Y así como sus residentes, comunidades, organizaciones civiles, turistas y ambientalistas defienden el patrimonio cultural y medioambiental de la zona, los inversionistas y veraneantes exigen el desarrollo de este proyecto vial para resolver los grandes tacos del verano (sólo seis semanas al año). Habiendo negado ya su justificación ante una erupción volcánica, son innumerables los puentes y corrientes de lahares y lava que atraviesan este camino.

©Municipalidad de Pucón
©Municipalidad de Pucón

Ante la problemática del tráfico estival, es cierto que la segunda faja podría descomprimir o servir de alternativa. Sin embargo, uno de los mayores argumentos de quienes se resisten al proyecto radica precisamente en que no se justificaría una inversión de tal magnitud e impacto sólo para descongestionar caminos que se ven afectados durante un periodo de no más de 40 días al año. En otras palabras, esta obra vial haría prevalecer la satisfacción de los veraneantes a costa de la vida de los que allí residen (lo que tampoco cumple el trazado hoy propuesto).

Para satisfacer las necesidades reales sin tener que pagar un elevado e irreversible costo social y ambiental, sería suficiente con llevar a cabo la iniciativa estatal ya aprobada de pavimentar la segunda faja en un formato de camino turístico similar a la ruta que conecta actualmente las localidades de Calafquén-Panguipulli-Puerto Fuy, como el de la ruta Ñancul–Pitrufquén. La propuesta de quienes se resisten a la autopista es que mejoraría la infraestructura local, y se adaptaría a las ofertas turísticas del lugar.

En este escenario de crisis surge la pregunta acerca de si se busca crecimiento o desarrollo, porque no es lo mismo crecer que desarrollarse. El crecimiento puede ser infinito y sin un propósito mayor que la mera expansión económica. Desarrollo, en cambio, responde a un propósito de mejora y de entendimiento del lugar a intervenir. Una intención de evolución, de encontrar soluciones eficientes  y efectivas a diferentes tipos de necesidades.

Hoy por hoy, dado el escenario de crisis que vive la zona respecto al crecimiento demográfico desmedido y al requerimiento de cuidado medioambiental con la saturación del lago Villarrica, amén del estigma de ser la región más pobre del país, hace factible el pensar que el desarrollo debe ir sí o sí de la mano con la sostenibilidad. Robert Gilman, investigador de la cultura sostenible, dice que “no hay manera de llegar a una sociedad sostenible si no abordamos el diseño de nuestras comunidades». En base a esta lógica, pues, se hace interesante revisar el cómo ha evolucionado la cuenca del Villarrica en la última década y si esta evolución ha tomado en cuenta la sostenibilidad en su desarrollo.

Los hechos demuestran que Pucón se aleja año a año de su carácter sostenible. De acuerdo a información levantada por la Fundación Sustenta en marzo de este año, la explosión demográfica, la elevada población flotante y la inmensa expansión inmobiliaria de Pucón serían los principales factores que amenazan el equilibrio y desarrollo orgánico de la comuna. Y Villarrica no queda muy atrás bajo los mismos preceptos.

Con esto dicho, es el bien común el criterio que debe conducir un adecuado desarrollo comunal, ya que es importante rescatar y defender el valor social, cultural y económico de cada comuna. El mensaje de evolución no es resistirse ante el desarrollo, si no, buscar alternativas que permitan una integración económica, social y ambiental de forma armónica, responsable y criteriosa.

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