Hasta agosto de este año, según cifras del Ministerio de Salud, 55 eran los casos de personas contagiadas por Hantavirus registrados en 2019 en Chile. La cifra superaba con creces tanto el número de casos del 2018 a la fecha (30), así como el promedio anual de contagiados de los últimos cinco años (44). Diversos especialistas atribuyen esta alza al aumento de las temperaturas y la proliferación de la quila en la zona sur del país, una planta gramínea que constituye el alimento favorito del principal roedor transmisor del virus, el ratón de cola larga (Oligoryzomys longicaudatus).

Ante esta realidad, el interés por conocer la epidemiología y ecología de este patógeno ha llevado a los científicos a estudiar con mayor detenimiento la presencia y distribución de los distintos roedores que actúan como reservorios del virus. Es decir, organismos capaces de mantenerlo y transmitirlo sin enfermar. Sin embargo, las técnicas de identificación y reconocimiento de estos animales implican frecuentemente la captura y recolección de roedores vivos, exponiendo a un alto riesgo de contagio a quienes los manejan.

Para solucionar este problema, un grupo de estudiantes del Centro de Investigación Científica Escolar (CICE), se abocó a identificar potenciales zonas de riesgo de transmisión del virus desde una aproximación diferente: estudiando no tanto a los roedores, sino que a lo que queda de ellos.

©Carlos Zurita Rendón
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Durante once meses, Alonso Erazo y Tyndall Volosky, junto a su guía y director CICE, Carlos Zurita, recorrieron seis parques y reservas nacionales del norte, centro y sur del país recolectando egagrópilas de tucúqueres (Bubo magellanicus) y lechuzas blancas (Tyto alba), dos conocidos depredadores de ratones silvestres en Chile, y controladores naturales de este tipo de animales.

Las egagrópilas son bolas de material no digerido que suelen regurgitar ciertas rapaces y en cuyo interior pueden encontrarse pelos, plumas, o huesos de las aves y mamíferos pequeños que constituyen su dieta. Una vez recogidas, 211 de ellas, los jóvenes científicos analizaron estas devoluciones en busca de cráneos y otros restos óseos de roedores, pudiendo reconstruir no sólo los hábitos alimenticios de las aves, sino obteniendo una muestra representativa de la presencia y distribución de sus ratoniles presas. Todo, sin exponerse directamente a ellas.

©Carlos Zurita Rendón
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“El análisis de las egagrópilas ofrece valiosa información acerca de los hábitos dietarios de estos depredadores, sin invertir largas jornadas de observación directa, causar perturbación directa al ave que las produce, o tener que exponerse al contacto directo con los roedores reservorios de Hantavirus”, explican los investigadores en el estudio.

Una vez identificados los roedores, Erazo y Volosky determinaron qué porcentaje del total de especies encontradas correspondía a las que, en Chile, operan como potenciales reservorios del virus: el ratón orejudo de Darwin (Phyllotis darwini), el pericote austral (Loxodontomys micropus), el ratón de pelo largo (Abrothrix longipilis), el ratón oliváceo (Abrothrix olivaceus), la rata negra (Rattus rattus), la laucha doméstica (Mus musculus) y el ratón de cola larga.

Tyndall Volosky y Alonso Erazo, los jóvenes autores del estudio “Detección de potenciales reservorios de Hantavirus en áreas del SNAPE por medio del estudio de egagrópilas de tucúquere (Bubo magellanicus) y lechuza blanca y (Tyto alba)”. ©Carlos Zurita Rendón
Tyndall Volosky y Alonso Erazo, los jóvenes autores del estudio “Detección de potenciales reservorios de Hantavirus en áreas del SNAPE por medio del estudio de egagrópilas de tucúquere (Bubo magellanicus) y lechuza blanca y (Tyto alba)”. ©Carlos Zurita Rendón

Entre sus resultados, los investigadores lograron establecer que las áreas silvestres protegidas del sur del país presentan una mayor abundancia de roedores que se comportan como posibles portadores de Hantavirus. “Se infiere que podría ser la zona con mayor riesgo de contagio del virus para la población humana”, detalla el estudio. Del total de presas depredadas, un 95% correspondió a potenciales reservorios del virus en éstas áreas, frente a un 53% para las áreas de la zona norte y un 83% para las de la zona centro.

“Estos datos concuerdan con la mayor cantidad de casos de contagio de Hantavirus registrados en el sur del país, y ofrecen una nueva confirmación al mayor riesgo de transmisión que existe en estas regiones, explicado, en parte, por la alta presencia de roedores potenciales reservorios del virus que observamos, explica el estudio.

“La razón de enfocar el estudio en parques y reservas nacionales, es que se trata de zonas silvestres con gran presencia de fauna nativa y, a causa de su valor turístico, una alta afluencia de personas, por lo que la exposición potencial a este tipo de patógenos tiende a ser mayor. Además, fue importante que los jóvenes investigadores realizaran su trabajo dentro del Servicio Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) para fomentar en ellos, y así en sus pares, el cuidado de estas áreas como parte del patrimonio natural del país”, comenta Carlos Zurita, co-autor de la investigación.

©Carlos Zurita Rendón
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Los lugares elegidos para realizar este trabajo fueron el Parque Nacional Fray Jorge y la Reserva Nacional Las Chinchillas, en el norte; la Reserva Nacional Lago Peñuelas y el Parque Nacional Río Clarillo, en el centro, y los Parques Nacionales Conguillío y Villarrica, en el sur.

El estudio, resumido en un artículo publicado en la revista de ciencia escolar “Brotes Científicos” de la Universidad de Santiago (USACH), también logró corroborar el valor de este tipo de técnicas indirectas en el estudio de la ecología de enfermedades zoonóticas -aquellas se pueden transmitirse de animales no humanos, a humanos- y de sus vectores, reduciendo riesgo de contagio entre quienes controlan o investigan estas especies.

©Yamil Hussein E.
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“En ese sentido, el trabajo realizado por Alonso y Tyndall pone de manifiesto la importancia de las aves rapaces como controladores biológicos de plagas de roedores potencialmente portadoras de hantavirus, debido al alto porcentaje que éstas representan en su dieta. Tucúqueres, lechuzas blancas y otros depredadores naturales de ratones pueden ayudar a aminorar visiblemente la prevalencia de esta enfermedad en nuestro país, por lo que planes que ayuden a proteger su hábitat pueden ser de enorme utilidad”, concluye Zurita.

Los investigadores esperan que trabajos posteriores expandan sus áreas de estudio a zonas más australes del país, al tiempo que avancen en el desarrollo de metodologías que permitan determinar la seropositividad de los roedores depredados. Es decir, si eran efectivamente portadores del virus.

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