“No ataca, porque es tímido, al contrario huye de la presencia humana”. Generalizar el comportamiento y subestimar su naturaleza salvaje, otorga más daños que beneficios a la protección y conservación de nuestro admirado y respetado felino, el puma.

Depredador tope en la Patagonia, efectivamente es tímido y solitario; se pone nervioso ante la presencia de perros, caballos y seres humanos, prefiere evadir, en vez de enfrentarlos, pero eso no quiere decir que sea un “lindo gatito”. Esta falsa creencia genera actitudes erróneas en personas que, llevadas  por su ímpetu adrenalínico, buscan incansablemente una fotografía convirtiéndose en una verdadera “caza” claro, no con armas, pero con lentes, del imponente felino. Una invasión posesiva, de irreverencia hiperbólica, que arrasa con la tranquilidad y el hábitat natural del depredador.

©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016
©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016

Carlos Barría Díaz, encargado del programa de uso público del Parque Nacional Torres del Paine, se refiere a los fotosafaris y nos cuenta que en un principio, teniendo conocimiento de este grupo de personas y la actividad que realizaban, el parque determinó desarrollar una regulación al respecto, pero al no llegar a un acuerdo concreto, se decidió que dicha actividad debiese desarrollarse de la misma manera que lo hace el visitante común: si iban  a realizar fotosafaris que fuese respetando senderos habilitados sin salirse de ellos. “Se puede hacer un fotosafari, circulando única y exclusivamente por los senderos habilitados y por los caminos públicos sin salirse del camino para ingresar a la zona primitiva y menos hacer este acoso directo y cercano   a los animales”, cuenta.

Esta es la normativa, hasta hoy. En cuanto a la actividad en sí, Carlos Barría opina que si se regula bien y se respeta, si se logra hacer un manual de buenas prácticas donde todos los individuos  estén comprometidos con el tema, no deberíamos tener un mayor problema. Sin embargo, llama la atención la asertividad  inmediata de avistamientos que logran estos grupos, lo que da a entender que el encuentro con el puma, no es fortuito.

©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016
©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016

Diferente es el caso de las personas que visitan el parque con fines de estudio, que al ingresar cuentan  con un permiso especial y son los únicos autorizados para moverse libremente en el parque, quienes además, deben pasar semanas involucrándose con el paisaje, para lograr avistamientos y poder así estudiar las conductas del puma y registrarlas.

No debemos olvidar la vital importancia de este felino en la mantención del equilibrio natural, como poblaciones de animales, plantas silvestres y diversos ecosistemas. Al existir baja presencia de pumas, podrían surgir problemas de sobrepoblación de especies como el guanaco por ejemplo, que dañarían directamente la vegetación natural y también campos intervenidos por actividad humana.

En el Parque Nacional Torres del Paine, Conaf exige 100 metros de distancia para el desarrollo de actividades científicas como observar, filmar o fotografiar a estos felinos, restringiendo además el uso de caminos y senderos no establecidos.

¿Cuáles son los efectos de un acercamiento imprudente?

©Eduardo Minte
©Eduardo Minte

En primer lugar, ante la permanente insistencia humana, el animal se acostumbra, pierde el miedo  y se habitúa, lo cual convierte a la persona en una posible presa para el puma, siendo siempre –en este contexto– el animal una víctima y la persona, el victimario que causa y provoca el daño absoluto.

Si bien los casos conocidos de ataques de pumas son aislados en Chile y poco frecuentes, sí han  ocurrido y por lo mismo es imprescindible no jugar con la naturaleza salvaje del felino y tampoco atreverse a provocarlo para ver su reacción. Más aún cuando no se puede comprobar lo que origina el ataque del animal.

Considerando la vasta experiencia de Carlos Barría, él nos comparte su punto de vista, agregando que hoy el puma se mueve y caza en áreas donde hay gente circulando, muchas veces personas que ven desde un vehículo. «No es un gran problema cuando este encuentro es fortuito y esporádico y cuando se regulan las distancias suficientemente amplias, el cuestionamiento radica en qué pasará cuando ese acostumbramiento comience a ser mayor y cuando el puma pierda esta curiosidad que ya tiene por las personas y se dé cuenta que podrían ser una posible presa«, asegura Barría.  Hoy probablemente no lo es, porque la alimentación es suficientemente abundante,  sin embargo el comportamiento del puma ha ido variando en los años y no temen acercarse a las personas, considerando que generaciones y generaciones de pumas han nacido en el parque, sin haber sido perseguidas por el hombre, a diferencia de los que nacen fuera del parque,  donde existe este conflicto de intereses por ganaderos.

©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016
©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016

Uno de los casos de ataques ocurridos en Chile, tuvo lugar en la carretera austral, Región de Aysén, el año 2015 cuando un turista español, que se dirigía en su bicicleta rumbo a Villa O’Higgins, fue interceptado por el felino a orillas del camino que se abalanzó sobre él, mordiendo su mano y con los colmillos enterrados, lo arrastró un par de metros. Fuera de nuestro país, en el Parque Nacional Cataratas de Iguazú, un puma mató a un niño de 2 años de edad. Estos son casos que se han denunciado y entregado a la luz pública.

El más emblemático y con resultado de muerte, fue el año 1997 en el Parque Nacional Torres del Paine, donde según los datos que manejan en el parque, en los meses de abril o mayo, dos pescadores se ubicaron en un sector del lago Sarmiento y, por alguna razón que se desconoce, decidieron separarse. Quizás la pesca no era buena, o intentaron otra cosa. Pasado un rato ya al atardecer, el compañero que se había ido, regresó para buscar a su amigo y no lo encontró, pero se percató que en el sector había un puma comiendo. Dio aviso a la estancia y fue acompañado por gente del lugar, quienes efectivamente se dan cuenta que el puma había matado a esta persona.  Inmediatamente se inicia el protocolo para estos casos y el parque actúa en  base a la protección del puma “no queremos una cacería masiva, de todo el mundo intentando buscar un animal, sino algo más controlado  y por guardaparques».

©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016
©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016

Entonces el cazador que se dedica a esta faena, es acompañado por dos guardaparques  y comienza la búsqueda de este animal. Al cabo de varios días se percatan que hay muy poca fauna y comida disponible para el puma. Se logra ubicar un área determinada, que es el posible territorio de este puma, se lo captura y se caza: es un puma juvenil probablemente  expulsado por la madre e inexperto en caza. Se le lleva a Puerto Natales para realizar la autopsia y encuentran restos estomacales, cuyas muestras son llevadas al Instituto Médico Legal de Santiago, donde el resultado del análisis da positivo y concuerda con la víctima.

Ante estas realidades, decir que el puma “nunca ataca al ser humano” es una afirmación errónea, carente de verdad, que fomenta la falta de respeto hacia el felino y su entorno. Mencionar que sí puede atacar, no significa incentivar una campaña del terror, sino marcar un límite entre admiración y persecución.

Vuelvo a destacar que es necesario hacer una importante diferencia entre investigaciones con fines científicos (documentales de historia natural, monitoreo, educación y preservación…) cuyas actividades son absolutamente reguladas y normadas, teniendo que cumplir con requisitos puntuales, de aquellas en donde el único objetivo es lograr una fotografía de este felino a toda costa, sin importar las consecuencias, sin llevar autorización y quebrantando la normativa, invadiendo un territorio que no les pertenece.

©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016
©Christian Muñoz Donoso – Registro realizado bajo el convenio CONAF #312/2016

Si estos paparazzi continúan en su búsqueda compulsiva por lograr una foto del puma ¿a dónde llegaremos? Aparte de perturbar su actividad de caza, por nuestra presencia ¿Queremos acostumbrarnos a los ataques y a las persecuciones de pumas para eliminarlos, para expandir el terror, en vez de educar hacia una conciencia de protección y conservación? Excusa ideal, además, para que cazadores furtivos y estancieros avalen sus matanzas.

No quiero transformar la imagen de nuestro felino en una bestia asesina, pues no lo es. Pero creo que este tipo de conductas no reflejan la admiración y reverencia hacia al puma, al contrario, sólo alimentan nuestro ego. Es tarea de todos generar conciencia y amor no sólo hacia el puma, sino hacia toda nuestra fauna. No somos sus dueños, ellos no nos pertenecen. No tenemos derecho a irrumpir en su “hogar” de lo contrario cabe preguntarse ¿sería agradable que un grupo de personas me siguiera por toda la casa, esperándome por cada rincón? ¿Acaso no me irritaría, no me causaría molestia?

“Let it be” cantaban The Beatles… Antes de perseguir a un puma o embarcarte en un fotosafari hazte las siguientes preguntas: ¿Lo haré con fines de conservación y estudio? ¿Estoy demostrando mi amor y respeto? Si tu respuesta es no, entonces “dejemos ser” a nuestra fauna, respetemos su espacio, su vida, su cotidianidad, su intimidad, su trabajo, su esfuerzo… su paz.

Agradecimientos especiales a:

Christian Muñoz – Donoso (Equilibrio Films)

Carlos Barría Díaz (Encargado del programa de uso público del Parque Nacional Torres del Paine)

Nicolás Lagos Silva (Alianza Gato andino)

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