Sudamérica es hogar de alguno de los animales más icónicos de nuestro planeta, como el imponente jaguar o las temibles pirañas, por ejemplo, pero entre sus desiertos, selvas y bosques existen animales por lo general poco conocidos que sorprenden por su apariencia física o por sus rarezas conductuales: estos son los animales más raros de Sudamérica.  

Membracis foliatafasciata en Portos dos Gauchos, Brasil. Créditos: Antonino Medina
Membracis foliatafasciata en Portos dos Gauchos, Brasil. Créditos: Antonino Medina

Dentro de nuestros intrigantes mamíferos sudamericanos, podemos encontrar al murciélago cara de arruga (Centurio senex), un quiróptero de tamaño mediano con un amplio rango de distribución, habitando desde México hasta Colombia y Venezuela; en toda su extensión se le puede encontrar en una variedad de hábitats, incluyendo tanto bosques húmedos como zonas de vegetación xerófita.

Murciélago de cara arrugada (Centurio senex) enfocado en el rostro. Créditos: José Castillo
Murciélago de cara arrugada (Centurio senex) enfocado en el rostro. Créditos: José Castillo

La rareza de este animal reside en su rostro, el cual no posee pelos y se encuentra cubierto de pliegues de piel –de ahí su nombre científico senex, el cual significa “persona de edad–. Los machos, los cuales son más arrugados que las hembras, tienen adicionalmente una máscara de piel que puede ser usada para cubrir su rostro. La forma inusual de su cráneo les permite además comer una mayor variedad de frutas en comparación a otros murciélagos.

Sumergiéndonos en el Amazonas de Brasil, Perú y Colombia podemos hallar al uacarí calvo o huapo colorado (Cacajao calvus), un primate caracterizado por su pelaje rojizo o amarillento, y su rostro y parte superior del cráneo carecientes de pelo, los cuales son de color rojo escarlata; esta coloración se debe a la falta de pigmentos de la piel y a abundantes vasos capilares que corren por debajo del tejido facial. La tonalidad marcadamente roja de su rostro también es un indicador de buena salud, reflejando una dieta balanceada de semillas, frutas, flores e insectos.

Uacarí calvo (Cacajao calvus) en la selva amazónica de Brasil. Créditos: Marcio Lisa
Uacarí calvo (Cacajao calvus) en la selva amazónica de Brasil. Créditos: Marcio Lisa

Lamentablemente este inconfundible mamífero sudamericano, como muchos otros primates, se encuentra amenazado por la caza indiscriminada, viéndose reducida su población rápidamente. Es por esto que se encuentra clasificado como una especie Vulnerable (VU) por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estando incluso la posibilidad de que se encuentre extinto en Colombia.

Dentro del mundo de los reptiles nos podemos encontrar con un sinfín de patrones y colores sumamente atractivos, pero también existen representantes que llaman la atención por sus características conductuales asombrosas, como es el caso de los basiliscos (género Basiliscus), cuatro especies de reptiles también conocidos como “lagartos Jesucristo”.

Basilisco corriendo sobre el agua. Créditos: National Geographic
Basilisco (Basiliscus basiliscus) corriendo sobre el agua. Créditos: National Geographic

Exceptuando el basilisco emplumado (B. plumifrons), el cual es endémico de América Central, todo el resto de las especies se pueden encontrar en el norte de Sudamérica. Estos lagartos son conocidos por tener la capacidad de correr sobre el agua, acción que logran realizar gracias a unos lóbulos dérmicos ubicados en las patas posteriores, los cuales ayudan a aumentar la superficie de apoyo sobre el agua. Aunque otros lagartos, como los abaniquillos (Anolis spp.) o las crías de iguanas verdes (Iguana iguana), también han sido reportados corriendo distancias cortas sobre el agua, lo sorprendente de los basiliscos es que son mucho más pesados que el resto de los animales capaces de realizar esta acción (los adultos llegan a pesar hasta más de doscientos gramos).

Basilisco (Basiliscus galeritus) en Puerto Boyacá, Colombia. Créditos: Justyn Stahl
Basilisco de cabeza roja o basilisco con casco (Basiliscus galeritus) en Puerto Boyacá, Colombia. Créditos: Justyn Stahl

Dentro los reptiles sudamericanos singulares, también se encuentra la tortuga matamata (Chelus fimbriata), animal distribuido por la cuenca amazónica, el Orinoco, las Guayanas y en la isla de Trinidad. Su rareza es tal, que el zoólogo especializado en tortugas Peter C.H. Pritchard dijo una vez que esta especie “es seguramente la tortuga más extraña del mundo”.

Tortuga matamata (Chelus fimbriata) en Porto Velho, Brasil. Créditos: Rafael Bernhard
Tortuga matamata (Chelus fimbriata) en Porto Velho, Brasil. Créditos: Rafael Bernhard

Con un caparazón extremadamente duro y tuberculado, un cuello notablemente alargado y grueso, y una cabeza ancha, triangular y muy aplanada, la rareza de la tortuga matamata es innegable. También se caracteriza por presentar una extensión nasal tubular, ojos reducidos y una boca muy ancha. Este reptil es un depredador de peces extremadamente especializado, donde las presas son barridas hacia su boca gracias a un rápido ataque lateral del cuello y mandíbulas, así como una vigorosa expansión del aparato hioideo (conjunto de huesos que sujetan la laringe y la lengua desde el cráneo) de manera simultánea.

En los bosques australes de Chile y Argentina habita la amenazada ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii), un anfibio pequeño de cabeza triangular, caracterizado por poseer un apéndice nasal cilíndrico que le confiere un aspecto puntiagudo. Su coloración dorsal es variable, oscilando entre verde y café, mientras que la zona ventral es negra brillante con manchas blancas, extendiéndose la pigmentación hasta las membranas interdigitales. Sin embargo, su rareza no reside en su aspecto físico, sino que en su cuidado parental.

Ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) en Chiloé, Chile. Créditos: Matías Gargiulo
Ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) en Chiloé, Chile. Créditos: Matías Gargiulo

De las más de 8.500 especies de anfibios que hay en el mundo, la ranita de Darwin es la única con el sistema de desarrollo larvario conocido como “neomelia”. En esta, el macho ingiere las larvas recién eclosionadas de sus huevos y los deposita en una cavidad denominada saco vocal o gutural; dentro de este, los renacuajos se nutren y completan su desarrollo, hasta que, al paso de 6 a 8 semanas, emergen hasta 19 pequeñas réplicas del padre.

Hoy en día este atractivo anfibio se encuentra en peligro de extinción, por lo que se está trabajando arduamente para estabilizar su población, ya que su desaparición implicaría también la pérdida del último anfibio que se desarrolla a través de neomelia, debido a que su especie hermana, la ranita chilena de Darwin (R. rufum), no ha sido reportada desde 1981.

Ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) en Chiloé, Chile. Créditos: Matías Gargiulo
Ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii) en Chiloé, Chile. Créditos: Matías Gargiulo

Aunque la neomelia es un sistema de reproducción bastante particular, el del sapo de Surinam (Pipa pipa), anfibio nativo de Trinidad y Tobago y de gran parte del Amazonas, es aún más impresionante, así como lo es también su aspecto; este anfibio de color marrón es sumamente aplanado, posee una cabeza triangular y ojos muy pequeños; tiene además cuatro largos dedos que terminan en cuatro lóbulos sensoriales cada uno, dándole aspecto de estrellas. A esto se le debe añadir la presencia de prolongaciones dérmicas alrededor de la boca y la ausencia de lengua.

Sapo de Surinam (Pipa pipa) en Leticia, Colombia. Créditos: Juan González
Sapo de Surinam (Pipa pipa) en Leticia, Colombia. Créditos: Juan González

No obstante, lo más interesante de este animal es su sistema de reproducción; la pareja realiza un amplexo inguinal, nadando en círculos verticales, mientras que la hembra va liberando los huevos, los cuales son adheridos a su espalda gracias a la ayuda de las patas traseras del macho. Después de unas 15 semanas aproximadamente, la piel del dorso de la hembra se rompe sobre las cápsulas donde se encontraban los cerca de 80 huevos, emergiendo ranas completamente metamorfoseadas. Este desarrollo tan intrigante es de hecho posible observarlo también en el resto de las seis especies de sapos de Surinam (género Pipa).

En el 2005 fue descubierto un crustáceo en el Pacífico meridional, a unos 1.500 kilómetros al sur de la Isla de Pascua, conocido vulgarmente como cangrejo yeti (Kiwa hirsuta). Este animal fue hallado a profundidades de 2.200 metros, viviendo en fuentes hidrotermales. Es un invertebrado con ojos muy reducidos que carecen de pigmentos, posiblemente ciego, y caracterizado por la presencia de numerosas setas rubias sedosas (semejantes a pelos) que cubren sus pareiópodos (patas torácicas, incluidas las pinzas). Sobre estos curiosos “pelos”, los cuales lo convierten en uno de los crustáceos más extraños del mundo, crecen bacterias filamentosas que son imprescindibles para el animal.

Cangrejo yeti (Kiwa hirsuta). Créditos: Dodie
Cangrejo yeti (Kiwa hirsuta). Créditos: Dodie

Entre los insectos sudamericanos es posible encontrarnos con un número impresionante de rarezas morfológicas, donde destacan los hemípteros de la familia Membracidae;  estos pequeños animales saltadores se caracterizan por un desarrollo espectacular del pronoto, adquiriendo formas realmente insólitas. Estas superestructuras poseen forma de cuernos, espinas, esferas, expansiones foliáceas o globulosas, las cuales se encuentran sobre su cabeza a modo de casco y pueden prolongarse hacia delante o atrás de su cuerpo.

Membrácido Brasileño​ (Bocydium globulare) en la Guayana Francesa. Créditos: Frank Deschandol
Membrácido Brasileño​ (Bocydium globulare) en la Guayana Francesa. Créditos: Frank Deschandol

Una de las especies más conocidas es Bocydium globulare, un insecto nativo de la selva amazónica de Brasil, Perú y las Guayanas; este posee cuatro apéndices globulares de función desconocida, aunque se cree que es posible que sirvan como disuasión ante potenciales depredadores. También las especies del género Membracis son de gran atractivo por su aspecto en forma de cresta o Cyphonia trifida con sus múltiples apéndices puntudos, por mencionar unos pocos.

Cyphonia trifida en Lagoa do Peri, Florianopolis, Brasil. Créditos: André Amaral
Cyphonia trifida en Lagoa do Peri, Florianopolis, Brasil. Créditos: André Amaral

Sin duda, Sudamérica es hogar de alguno de los seres más impresionantes física y conductualmente del mundo, pero aún quedan muchas especies por descubrir, y más de alguna nos asombrará con sus inimaginables características morfológicas y etológicas.

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