Tigrillo lanudo: el desafío de conservar a uno de los pequeños félidos que sobreviven en Colombia
Colombia tiene una deuda en cuanto a investigación de pequeños carnívoros. En ese pendiente se encuentran varias especies de félidos. Un reciente estudio brinda más información sobre la conservación y la distribución del tigrillo lanudo (Leopardus tigrinus), una especie resiliente pero que enfrenta fuertes amenazas. Los datos recopilados entre 1951 y 2019 son escasos y muchos no son totalmente confiables. Científicos aplicaron un modelo con el que identificaron áreas prioritarias para su conservación y zonas donde es importante generar conectividad para que las poblaciones de este pequeño animal sean viables.
El jaguar (Panthera onca) es el félido más grande de América y durante los últimos años los científicos han manifestado su preocupación por la reducción de sus poblaciones debido a la disminución de su hábitat, la cacería y el tráfico de sus partes para los mercados asiáticos. Poco a poco surgen programas de conservación que buscan evitar que esta especie se extinga del continente. En países como Colombia es muy poco lo que aún se sabe sobre otros carnívoros más pequeños que habitan en el territorio, como es el caso de tigrillos, ocelotes o yaguarundíes.
“Los carnívoros pequeños históricamente han recibido mucha menos atención tanto en investigación como en conservación, principalmente porque la atención se la llevan las especies grandes y carismáticas. Es mucho más llamativo trabajar y estudiar jaguares, osos y cóndores que estudiar una zarigüeya o un tigrillo”, asegura José Fernando González, director del Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT).
González también comenta que los pequeños carnívoros son de las especies menos conocidas en Colombia, porque el país todavía tiene “un retraso gigantesco de investigación en muchos grupos de flora y fauna”. Ese déficit también ha estado ligado al hecho de que muchas zonas eran completamente inaccesibles debido al conflicto armado.
En un reciente estudio, en el que González participa, y que fue publicado en la revista científica PLOS ONE, se hace la revisión más completa de uno de los pequeños félidos que habitan en el país: el tigrillo lanudo (Leopardus tigrinus). Una especie que, incluso, habita cerca de la ciudad de Bogotá, pero de la cual se conoce muy poco. El estudio brindó, por primera vez, información sobre las áreas prioritarias para la conservación de este animal.
Amplia distribución, pero hábitats fragmentados
El tigrillo lanudo es uno de los félidos más pequeños de América junto con el gato de los Andes (Leopardus jacobita), pero es el más pequeño que habita en Colombia. Puede llegar a pesar entre 1.5 y 3.5 kilos aproximadamente y medir entre 36 y 60 centímetros. “Como buen felino es oportunista, no es muy estricto en términos de tener una dieta en particular, sino que se alimenta de huevos de pájaros, lagartijas, ranas y, en general, de lo que pueda cazar”, comenta el biólogo José Fernando González. Además, es un animal principalmente nocturno, un gran trepador de árboles, bastante hábil para esconderse y para adaptarse a hábitats intervenidos.
Una de las principales conclusiones del análisis hecho por los investigadores es que casi el 15 % de los núcleos de hábitat del tigrillo están aislados y que, a pesar de que la especie habita en los tres ramales de la cordillera de los Andes, cada vez está más acorralado por las actividades humanas. Otro dato importante de la publicación es que a pesar de su amplia distribución, solo el 25 % del área en donde habita se encuentra bajo una estricta protección.
José Fernando González destaca que la principal amenaza que enfrenta el tigrillo lanudo en el país es la pérdida y fragmentación de su hábitat. “Estimamos que cerca del 65 % de la distribución del tigrillo se ha fragmentado y perdido”, afirma. También resalta que hay varias amenazas emergentes, entre ellas el conflicto latente humano-felino; la presencia de perros ferales, semiferales y domésticos mal manejados que depredan a los tigrillos y la transmisión de enfermedades como rabia y moquillo.
La investigación “representa la evaluación más actualizada de la distribución y el estado de conservación de la especie en Colombia, e indica las numerosas oportunidades de conservación, especialmente en las zonas más pobladas del país”, se lee en el estudio que analizó 448 registros de la especie entre 1951 y 2019, de los cuales 212 se consideran registros de alta calidad y credibilidad.
El estudio también destaca que el 95 % de los núcleos de hábitat de este félido están conformados por poblaciones de menos de 100 individuos. Los investigadores consideran que, a pesar de todas las presiones que enfrenta, la especie sigue siendo muy resiliente. Además, habita en zonas muy fragmentadas como Tocancipá o Soacha, municipios muy industriales y cercanos a Bogotá. Sin embargo, en estos sitios las poblaciones de tigrillos lanudos son pequeñas por lo que tienen poca viabilidad a largo plazo, desde el punto de vista genético. Debido a que los parches de hábitat son muy pequeños, el riesgo de que desaparezcan rápidamente por alguna presión humana es muy alto “y son lugares más propensos a la llegada de perros, cacería y a contacto con enfermedades”, explica González.
Proteger a uno de los félidos más pequeños de América
Otro de los aportes de esta investigación científica es la selección de áreas prioritarias para la especie, identificando aquellos núcleos con las mejores oportunidades para la conservación. Para ello se tomó en cuenta variables como el área disponible, su contribución a la conectividad de los hábitat y la baja influencia humana en la zona.
Los científicos crearon cinco categorías en las cuales ubicaron las áreas que identificaron como prioritarias para la conservación del tigrillo lanudo. Aquellas en la categoría 1 son las más conservadas, se encuentran en las cordilleras central y oriental de los Andes, concentradas hacia los núcleos de hábitat más grandes, menos perturbados y continuos de Colombia. Las siguientes dos categorías engloban a zonas con potencial, en donde hay relictos de hábitat y que, bajo una conservación adecuada y con esquemas de restauración, podrían contribuir significativamente al mantenimiento de las poblaciones.
“Muchas de las zonas que identificamos como corredores potenciales son áreas que ya están transformadas, pero que presentan las mejores condiciones para facilitar la movilidad de la especie. Algunos corredores que identificamos entre el centro y norte de la cordillera oriental son los prioritarios, porque nos permitirían un flujo continuo de las poblaciones más al norte que están en Cocuy, Tamá y Perijá con el resto de la cordillera”, dice el biólogo José Fernando González.
El artículo científico también destaca que la población de tigrillo lanudo en Colombia se estima en 10 375 individuos, pero aclara que se trata de una estimación “gruesa” pues no se tienen muchos parámetros ecológicos para el país, por ejemplo, estimaciones confiables de densidad poblacional.
“Pareciera un número grande, pero no lo es ya que se trata de una especie pequeña que habita en la mayoría de los Andes. Para Colombia deberíamos esperar una población seis veces mayor que la que arrojaron las estimaciones”, añade González.
Conocer más sobre una especie
En muchos proyectos de conservación e investigación se busca la participación de diferentes actores, algo que no siempre es sencillo de conseguir. Sin embargo, en este artículo científico se conjuntó el trabajo de organizaciones no gubernamentales, academia y de una empresa privada. El estudio contó con la participación de dos biólogas del Grupo de Energía de Bogotá (GEB). Una de ellas, Magda Vargas, explica que decidieron trabajar con el tigrillo lanudo, porque fue una especie que destacó la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) al analizar los impactos de dos proyectos de energía de la compañía en el departamento de Cundinamarca. Además, en varias audiencias públicas las comunidades manifestaron preocupación por esta especie presente en su territorio.
“Empezamos [el GEB] a analizar qué había o se sabía de la especie a nivel nacional y nos dimos cuenta que había registros ocasionales y observaciones esporádicas, pero que desde hace mucho no se tenía una compilación de todos esos datos para poder estimar o modelar la distribución potencial del tigrillo”, asegura Vargas.
Fue por eso que decidieron unirse con expertos en félidos como ProCAT para tratar de llenar ese vacío de información. “Este primer ejercicio, por ejemplo, no tiene nada que ver con la licencia de ellos, sencillamente se quería evaluar cuáles eran las zonas más importantes para la especie en el país. De hecho, estos resultados ahora los tiene la ANLA y los usa como referencia para analizar otros proyectos de licenciamiento”, dice José Fernando Gonzáles de ProCAT.
“Que una empresa trabaje en un proceso de investigación robusta no es algo común. A veces se hacen estudios de algunas especies para los planes de manejo y compensación, pero no a este nivel. El hecho de haber publicado en una revista como PLOS ONE, que es muy reconocida a nivel científico, muestra la rigurosidad de lo que hicimos. EL GEB quiere que esta información se use para la toma de decisiones por parte de las autoridades y, por supuesto, para la conservación de la especie”, afirma Vargas.
De hecho, según González, el GEB ahora está haciendo un ejercicio minucioso de evaluación de las poblaciones de tigrillo en la zona de influencia de sus proyectos para diseñarlos de mejor forma. En un futuro el GEB espera tener sistematizados los resultados de cerca de 100 cámaras trampa instaladas en el departamento de Cundinamarca.
Una de las últimas conclusiones del artículo científico es que se abre “una oportunidad increíble para la inversión de fondos de compensación, derivados de pasivos ambientales de proyectos de desarrollo” y proyectos que puedan apoyar y fortalecer diferentes estrategias de conservación dentro de diversos territorios.
Magda Vargas destaca que el estudio permitió identificar las áreas que tienen las condiciones óptimas para que el tigrillo desarrolle sus actividades ecológicas, se reproduzca, coma y críe. “En el caso del GEB, podemos alinear nuestros planes de compensación hacia esas áreas que son de gran importancia para la especie”, comenta.
REFERENCIA
González-Maya, J. F., Zárrate-Charry, D. A., Arias-Alzate, A., Lemus-Mejía, L., Hurtado-Moreno, A. P., Vargas-Gómez, M. G., … & Schipper, J. (2022). Spotting what’s important: Priority areas, connectivity, and conservation of the Northern Tiger Cat (Leopardus tigrinus) in Colombia. Plos one, 17(9), e0273750.
*Imagen principal: Leopardus tigrinus. Foto: Fundación Jaguar.