Entrar a la cuenta de Instagram de Francisca Amenábar (@loquemaspuedo) es sumergirse en consejos para una vida más amigable con el medio ambiente: para cocinar sin desperdiciar comida, reciclaje, compostaje, reducir el uso de plásticos, entre muchos otros. Detrás de todo eso hay una artista que pasó sus vacaciones de niñez en la casa de su tía en el campo, jugando inmersa en la naturaleza, guiando campamentos y, de apoco, entendiendo que se podía hacer una vida más simple dentro de la ciudad.

©Cortesía Francisca Amenábar (7)
©Cortesía Francisca Amenábar 

Fue una residencia de arte en Holanda, donde en 2010 ya se interiorizaba en el separado de residuos, el uso de la bicicleta y parques más naturales; y su posterior inclusión en el Comité Ambiental de un colegio de Chile en el que trabajaba, lo que le fue generando una incomodidad con el estilo de vida que llevaba por el impacto que generaba en el planeta. Así, participó de la Academia Cero de la Fundación Basura, hizo un diplomado en Educación Ambiental y asistió a cuanta charla y seminario encontró. Luego, entró a la Academia Circular. Eso, dice, “le flipó la cabeza” y la motivó a formar Lo Que Más Puedo.

A partir de esa idea, empezó su tarea de difundir una vida más sustentable.

Desde el arte a la sustentabilidad

El camino profesional de Francisca comenzó de la mano del arte. Estudió Licenciatura en Arte, luego se tituló como profesora de enseñanza media con mención en arte y se dedicó a eso. “La gente me pregunta por qué decidí estudiar arte o si hubiera estudiado otra cosa, y la verdad es que yo estaba tan convencida de estudiar arte que no había otra opción. Curiosamente, en retrospectiva, siento que con algunos de mis trabajos estaba encaminada al medioambiente como desde mi inconsciente”, explica.

Por ejemplo, su trabajo de título se relacionaba con el cómo el humano el ha quitado espacios a la naturaleza. Y de cómo ésta los recuperaba. “Sin tener una noción tan clara de lo que estaba haciendo, ahora lo miro y digo que en realidad había algo en mí que en algún minuto alguien tocó la fibra y esto explotó”, dice. Si bien ahora no dedica su tiempo al arte, sí dice que “es súper importante para sobrevivir el contexto en el que nos encontramos, que a muchos les genera angustia. Creo que el hacer o ver arte hace bien para el espíritu, transmitir nuestras ideas, comunicarnos de otra forma y llenarnos de un lado más espiritual”.

Francisca Amenábar, cortesía Francisca Amenábar (4)
©Cortesía Francisca Amenábar 

También, hay algo de esta parte de su vida que siempre quedó: la pedagogía de arte. Un área que ella dice que deja volar la creatividad, el conversar y el escuchar. La necesidad de dar una experiencia para poder aprender, transmitir conocimiento y que se genere un cambio. Porque así es como aprenden desde los más pequeños a los más grandes. Es transversal, incluso para educar sobre medioambiente.

– Ahí diste un paso adelante y estudiaste dos diplomados, uno de educación ambiental y otro de gestión de sustentabilidad para organizaciones. En el caso del primero, pareciera ser una cierta base para cualquier cambio de hábito aprender sobre nuestros impactos. Pero, en tu caso, ¿por qué es importante la educación ambiental actualmente?

– Lo ha sido siempre. Piensa que desde 1987, se hizo la comisión de Brundtland y se definió el concepto de sustentabilidad (como “satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer las de las generaciones futuras”), y fue el mismo año en que nací. Me genera mucho ruido porque el concepto de sustentabilidad lo vine a escuchar de grande, después de tantos años. ¿Por qué no logramos que se instalara esta idea en la sociedad? Es decir, que se escuchara. Ahora la gente está asustada por el cambio climático y hay cosas que son irreversibles. Esto la comunidad científica lo viene diciendo hace mucho tiempo. También se preveía que podía venir algo como la pandemia. Entonces la importancia está en cómo comunicamos esto para que realmente la gente le tome el peso. Yo digo que no basta con generar conciencia, necesitamos movilizar. Entonces cómo comunicamos y cómo hacemos el llamado a la acción para que esto ocurra es el tema.

Transmitiendo los conocimientos aprendidos

El 23 de marzo de 2018, Francisca dio su primera charla. Era en una universidad y la había invitado el centro de alumnos. Había partido recién su cuenta de Instagram y fueron unos pocos asistentes. Pero de ahí en adelante, dice, “fue una locura”. En dos o tres meses la llamaron de más universidades, de la televisión, la radio, el diario y para hacer talleres familiares. En menos de seis meses, su trabajo se hizo conocido y, hasta el día de hoy, Francisca ve a cada uno de sus talleres como un desafío de hacerlo especialmente diseñado para cada grupo y que, efectivamente, sea una experiencia de aprendizaje.

©Cortesía Francisca Amenábar 
©Cortesía Francisca Amenábar 

-Fran, siguiendo la línea de las charlas, realizaste la Academia Basura Cero y también la Academia Circular. En ese sentido, empezaste a dar este mensaje -y concepto- de una vida sustentable. ¿En qué consiste esto? ¿Qué cambios podemos hacer nosotros en nuestro día a día que generen un impacto real?

-Lo importante es entender que la sustentabilidad tiene tres dimensiones: ambiental, social y económica. Cada acción que hagamos tiene un impacto en estas tres dimensiones, a veces más en una o en otra, y puede ser que ese impacto no lo vemos en forma directa. Por eso quizás nos cuesta tanto darnos cuenta de lo necesario y urgente del cambio a todo nivel y que a veces caemos en que la responsabilidad es solo de las políticas públicas del sector empresarial y que nosotros no podemos aportar en nada. Obviamente necesitamos que haya cambios a nivel país, a nivel continente, a nivel empresas, pero también necesitamos el compromiso personal y hoy más que nunca (…). Muchas veces las personas somos muy individualistas, muy egocéntricas, entonces cuando te dicen que en realidad te va a afectar a tí, te mueve más rápido.

Acá es donde hay varias dimensiones más. Para Francisca la sustentabilidad se suele enfocar en residuos, aunque eso es solo una de las áreas a trabajar: hay que sumar, por ejemplo, la alimentación y todo lo que involucra -cultivos agrícolas, uso de agua para la ganadería, etc.-; la moda y sus impactos; e incluso productos que usamos en el día a día que están sujetos a la obsolescencia programada.

Francisca Amenábar, cortesía Francisca Amenábar (3)
©Cortesía Francisca Amenábar 

En este sentido, explica Francisca, una buena manera de empezar en casa es a través de las 5 R: “Rechazar lo que no me sirve y también esto se puede ocupar para el activismo. Por ejemplo, si no estoy de acuerdo con Dominga, lo rechazo, me movilizo, firmo, busco cómo manifestarme. Reducir, o sea necesito menos productos de origen animal, reducir el consumo de productos industrializados y tratar de preferir orgánicos. Reducir la cantidad de cosas que uso, por ejemplo, en ropa puedo tratar de elegir poquita ropa lo más atemporal posible para no pase de moda, que sea buena, que me dure, ojalá de mercado local. Reducir mi propia huella de carbono, por ejemplo, moviéndome en bicicleta y en transporte público, caminando. Reparar desde la ropa, los muebles, la gotera, la ventana porque se me va el calor y es poco eficiente calefaccionar la casa. Reutilizar. Darle una vida a algo que ya no tienes forma de arreglar, o reutilicemos desde la bolsa de tela hasta la bolsa en la que vienen las tortillas de hacer tacos, bueno ocupemos esa misma bolsita para usar las verduras en la feria y no ocupar una bolsa nueva. Y al final el reciclar que es como el último recurso para no seguir consumiendo lo mismo que antes y si no cabe más solo reciclamos. Reciclar tanto lo inorgánico como lo orgánico.


– Últimamente ha agarrado mucho vuelo -también por la pandemia- el tema del compost, el reciclaje, el armar huertos, por ejemplo. ¿Qué cosas claves hay que tener en cuenta al momento de hacer esto?

-El compostaje es maravilloso. Creo que si hay niños o niñas en las casas es interesante enseñarles cómo tus restos de hoja, tallo podrido, se transforman en humus y dejan de tener mal olor. Si viven en espacios pequeños recomiendo la vermicompostera, que es más cerrada para dentro de una casa y especialmente la de madera funciona super bien. Después las composteras si es que tienes espacio en un patio, lo ideal es que esté sobre tierra. Ahora, ¿qué pasa con los productos compostables? En teoría todo lo orgánico vegetal se puede compostar. Pero ahora con la ley que prohíbe los plásticos de un solo uso, todo empieza a ser compostable. Hay que tener ojo ahí, yo creo que hartas empresas están empezando con esa transición, pero es un poco engañoso porque cuando algo dice biodegradable la verdad es que no lo es. Cuando dice que es de TLA, que viene del maíz o de la caña de azúcar, o de origen vegetal, a veces igual son polímeros que terminan comportándose como plástico. Hay algunas empresas revalorizadoras que no pueden recibir esos envases. Después si dice compostables y dice solo eso, normalmente es a nivel industrial y hoy día la mayoría de las personas no tienen acceso a él (…) Además muchas empresas están tratando de transitar hacia lo compostable y traen envases de cualquier lado y anda a saber tú quien los certifica. Eso es un poco complejo. Cuando dice home compost y tiene alguna certificación que lo avale, es para composteras caseras, pero no es para una vermicomospera (…) Es algo que no está tan claro y hay que tener ojo, por eso también yo también agrego la r de reflexionar a todas estas que hablamos, porque creo que siempre hay que estar evaluándose, reflexionar lo que estás haciendo y cómo se puede hacer mejor.

Un trabajo por la alimentación consciente

Uno de los ejes que ha trabajado Francisca es el de la alimentación. Además de dar constantemente tips por sus redes, también escribió junto a Santiago Slow un libro de cocina que se enfoca en recetas dieciocheras basadas en platas, llamado Lo que más puedo cocinar. “La idea es que, si bien son 17 recetas, da una base para que uno piense que hay cosas que se pueden preparar de cierta forma y que se puedan inventar muchas recetas a partir de eso”, explica Francisca.

¿La base de esto? Lo que ella explica como una dieta planetaria o climatariana, que invita a consumir idealmente productos locales, invitando a ser una solución para que la gente pueda experimentar el comer parte de las verduras que normalmente no se aprovechan en recetas con sabores chilenos.

Francisca Amenábar, cortesía Francisca Amenábar (1)
©Cortesía Francisca Amenábar 

-Tienes varias recetas dentro de tus redes -además de un libro- en las que explicas cómo comer más amigablemente con el planeta. ¿Cómo podemos reconocer y comprar productos que efectivamente sean amigables?

-Obviamente reducir el consumo de productos de origen animal porque sabemos que tienen una huella de carbono altísima, la verdad es que yo aquí trato de no demonizar ciertas dietas, pero sí se puede reducir el consumo. Busquemos que sean los más sustentables posibles.  Para seguir con el tema de los productos de origen animal, ojalá que sea ganadería regenerativa o al menos de libre pastoreo. Los productos vegetales que sean agroecológicos, de temporada, no es normal que comamos tomate todo el año o que comamos sandía en invierno. También podemos aprovechar todo el alimento, o sea, los tallos, las hojas que se puedan comer (…) A esto sumo el tema de compostar lo que ya realmente no se puede consumir y evitar el desperdicio de alimentos (…) Es bueno planificarse, tener criterio de realidad, entonces por mucho que yo quiera hacer cochayuyo, si a nadie en la casa le gusta, no hagamos cochayuyo o un poquito, no una olla gigante porque no se lo van a comer.

-Cuéntanos un poco de #loquemaspuedo y la iniciativa mediante las redes sociales. ¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir y qué te motivó a impulsar estas iniciativas?

-La cuenta partió mostrando la transición mía hacia una vida más sustentable. Me daba un poco de susto publicarlo porque sentía que tenía que ser muy perfecta para poder hacerlo. Después me acordé de que había escuchado una leyenda guaraní en la que se está incendiando la selva y todos los animales arrancan menos el colibrí que va y viene, y uno de los animales le pregunta por qué no arranca y él dice que va a buscar agua para con mi pico apagar el incendio. El animal le dijo que no lo iba a poder apagar y él le dijo: “bueno, hago lo que más puedo”. Ahí fue como me decidí a mostrar lo que más puedo hacer, y creo que ya el nombre da esa como esa flexibilidad de decir que estoy en un proceso y que hay cosas que puedo hacer bien, que quizás no hago tan bien, cosas que hago mal. También porque en ese minuto no había tantas opciones, por ejemplo, ahora hay cosas de limpieza, envases retornables, pero en esa época no. Entonces era una forma de ayudar también a otras personas a solucionar estos problemas a los que te enfrentabas cuando querías tener una vida un poco más sustentable. Y hoy día creo que mi mensaje, o lo que apunto, es movilizar, informar de forma lúdica, más didáctica (…) que el contenido sea un poco más amigable para esas personas que quizás no lo entienden tan bien o se les hace más árido.

– ¿Y cómo ha sido la recepción?

-Siempre bien, la verdad es que he tenido muy poquitos malos ratos y en general hay personas que me han escrito agradeciéndome porque han aprendido un montón, de que pudieron hacer cambios en sus casas, de que conocieron a alguien. Así que súper bien, contenta con lo que he logrado con la cuenta, ahora tengo página web, ahora sí un poquito desmotivada con esto último tiempo con el Instagram, pero no con la gente, sino que esté este algoritmo que prioriza los reels y es tan cortito y la verdad es que el mensaje queda muy superficial, entonces está el desafío de cómo educar en poquito tiempo y que no sea algo tan por encima.

©Cortesía Francisca Amenábar 
©Cortesía Francisca Amenábar 

– ¿Cuáles han sido los principales desafíos de enfocarse a esta parte de la educación socioambiental? 

¿Desafíos personales? Mi sueño es dedicarme 100% a esto y es difícil porque como vengo del arte no soy especialista técnica y a veces me ha costado como hacerme un lugar. Pero la vida me ha ido conectando y ha ido fluyendo. Obviamente hay cosas que me ha costado entender y tengo que estudiarlas, reestudiarlas y eso quizás ha sido como el desafío. Constantemente está el desafío de conectar con las nuevas tecnologías, reinventado la forma de educar para que esto realmente llegue a cada día más personas y que realmente genere un cambio.

Dando paso a las nuevas generaciones

Un día para Francisca Amenábar se resume en muchas actividades. Si bien en algún minuto de su vida dice haber tenido energía en exceso, hoy eso se traduce en una cabeza que no para de pensar. Mientras tanto, se levanta temprano, entrena, levanta a su hija (que tiene un año y diez meses), toma desayuno, se pone al día con sus mensajes y correos,  prepara sus talleres, juega con su hija, almuerza, pasa tiempo con su papá, sigue preparando talleres y luego sale a la plaza con su hija, para llegar a bañarla, acostarla y, para finalizar, se acuesta a tejer y ver televisión.

-Tu hija es chiquitita, pero ¿tú ves que tiene alguna consciencia del cuidado del medioambiente? 

-Sí, de hecho, la Carola Moya, de Santiago Slow, dice este concepto que a mí me encantó que era como natives sustentables. Por ejemplo, Camila, de No me da lo mismo, tiene una hija como de 9 o 10 años y es líder ecológica, una ambientalista increíble. La Marce de Santiago Slow tiene una hija de 8 años y también, conversas con ella y sabe mucho. Mi hija tiene un año y diez meses y no es que me diga: “oye, vamos a reciclar esto”.  Pero vemos la compostera, o la vermi y sabe que hay lombrices, los muestra y me ayuda a meter las cosas adentro. Estamos en el huerto, sale, saca una hoja, se la come y obviamente eso también son las bases para que ella vaya entendiendo que cuesta cultivar una lechuga, de dónde sale, que necesita agua, que llegaron los bichitos y se pone fea y hay que echarle algo. El otro día me ayudó a echarle jabón potásico, se mojó entera, pero bueno. Con ella también ha sido un desafío el tema familiar, por ejemplo, el día del niño igual había hartos regalos y yo como que ahí erré en no anticipar en decirle a mi familia: “qué bacán que hagamos una fiesta y lo pasemos bien, pero no son necesarios los regalos”. O que, si querían regalarle algo, ella realmente necesita algunas cosas, que fue lo que hicimos en Navidad. Entonces es el desafío de decirlo con cierto tino porque en el fondo es un “no te quiero cagar la onda”, pero la quieres tanto que no queremos seguir fregando el planeta en el que estamos.

©Cortesía Francisca Amenábar 
©Cortesía Francisca Amenábar 

– ¿Tú crees que ahora los niños tienen más conciencia sobre estos temas a diferencia de nosotros cuando éramos más chicos?

Sí, de todas maneras, lo que falta y aquí vuelvo a la pregunta de la educación ambiental, que es muy importante porque hay conciencia. O sea, un niño te puede decir: “ya, voy a ser vegana”, pero se estaban compran ropa en Ali Express, la idea es que el mensaje sea más consistente y transversal en tu vida. Creo que saben mucho, pero no necesariamente se aplica. También pasa y yo lo veía en mis alumnas, que a veces tenían toda la intensión de tener una vermi, un huerto, reciclar y las familias las frenan. Les decían que era un cacho, que no tenían tiempo ni espacio.

Francisca ríe cuando le pregunto por sus próximos pasos. Dice, con cierta exaltación, que no sabe, pero que hay varias cosas dando vuelta. Futuros proyectos con Santiago Slow y, por qué no, más talleres y charlas para seguir transmitiendo su mensaje. Ahora su hija entra al jardín infantil y está en un proceso de ir fluyendo. Mientras tanto, el foco sigue estando en su cuenta de Instagram y poder seguir entregando el mensaje para una vida más amigable con el medio ambiente.

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