Jardín Botánico Chagual: la urgencia de rescatar el tesoro natural y cultural del mediterráneo chileno
Solo en cinco lugares del mundo existen los ecosistemas mediterráneos, siendo Chile central uno de ellos. El Jardín Botánico Chagual busca preservar este tipo de sitios cada vez más amenazados por el humano, en medio de la crisis climática que los ha obligado a modificar su plan inicial gestado hace más de 20 años. Frente a las complejas condiciones actuales, continúan investigando y propagando plantas nativas y endémicas del país, varias de las cuales presentan problemas de conservación, no solo con el fin de recuperar este tesoro natural, sino también los aromas, sabores y tradiciones mediterráneas, como el conocimiento ancestral de la botánica indígena, que han sido olvidados por muchos capitalinos. Para sus impulsores, este sueño ayudará a construir una ciudad más resiliente, conformando un legado clave para las futuras generaciones. ¿Cómo será este jardín botánico de clase mundial? ¡Conócelo a continuación!
Todavía no comenzaban las cuarentenas en la capital y recién se estaba hablando de la distancia social. Era una mañana calurosa, donde la deteriorada vegetación del cerro San Cristóbal reflejaba los embates de la megasequía que flagela a la zona central del país, la misma que ha llevado al Parque Metropolitano (Parquemet) a programar riegos para mantener con vida a la vegetación frente a la disminución del caudal de sus históricas fuentes de agua. Pese al adverso escenario, persisten las interacciones en su naturaleza urbana. Cuando visitamos el terreno del Jardín Botánico Chagual, lo primero que observamos es a una hembra de agilucho que planeaba en los alrededores como si hubiera divisado una presa.
Si bien reinaba una atmósfera “apocalíptica” frente a la crisis sanitaria, ambiental, social y económica, hay espacio para la esperanza, porque es esa – justamente – la esencia del Jardín Botánico Chagual.
“Hace algunos años atrás este lugar tenía una vegetación bastante sana. Ahora estamos en el peor momento del año, en la época más seca, pero efectivamente hay una mortandad gigante de plantas, el cambio climático nos está afectando directamente. Esta muestra de paisaje no va a existir en un tiempo más, entonces, los jardines botánicos tienen dos funciones: la conservación in situ, es decir, en el lugar donde está la flora, y ex situ, donde la vegetación que crece por ejemplo en otras regiones, se trae aquí y se conserva. La in situ está amenazada. La ex situ podemos crear las condiciones similares a las del lugar de origen”, afirma Hans Mühr, arquitecto y presidente de la Corporación Jardín Botánico Chagual.
La idea de crear el Jardín Botánico Chagual en la capital nació hace más de dos décadas como un ambicioso sueño de crear un centro para la conservación de nuestra flora, derivando en el año 2002 en la creación de la Corporación homónima sin fines de lucro. Luego, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo designó un área de 45 hectáreas en el extremo sur-oriente del Parque Metropolitano de Santiago para desarrollar este proyecto, cuyo objetivo principal es representar la vegetación del clima mediterráneo de Chile y del mundo, contando con distintos espacios como jardines temáticos para promover la conservación, investigación y educación.
“Estamos trabajando en un Plan de Desarrollo Sustentable en el Parque Metropolitano de Santiago que considera una serie de proyectos súper emblemáticos e importantes para reforzar nuestro rol en la conservación de la flora y fauna chilena. Uno de los proyectos más emblemáticos es el Jardín Botánico Chagual que va a permitir que Santiago por primera vez tenga un jardín botánico de clase mundial”, cuenta Martín Andrade, director del Parquemet.
Es importante destacar que solo en cinco lugares del mundo existen los ecosistemas de clima mediterráneo, los cuales reúnen alrededor del 20% de la flora global en un 5% del planeta, específicamente en Australia, California en Estados Unidos, la región del Cabo en Sudáfrica, la cuenca del Mediterráneo europeo, y Chile central. Las bondadosas condiciones climáticas de estos sitios han motivado, históricamente, que concentren una alta densidad humana, algo que ha desencadenado, por supuesto, un fuerte impacto en su biodiversidad.
Por lo mismo, los impulsores de esta iniciativa subrayan que esto es mucho más que un “área verde” o mera colección vegetal.
“Entendiendo que estamos en un contexto crítico, no estamos hablando de plantas, estamos hablando de ecosistemas. Partimos la conversación con un aguilucho dando vueltas. Ese agilucho depende de los ratones, esos ratones dependen de los insectos, y éstos de las plantas. Lo que estamos recreando es cómo funciona la vida en medio del mundo artificial que hemos construido, excluyendo este paisaje cada vez más amenazado”.
Si bien la iniciativa está en plena germinación, su corazón – y semillero – ya existe: el vivero Leliantü. Si recorres el actual Paseo Metropolitano desde La Pirámide pasarás por el sector inferior de este recinto, donde se realiza investigación y propagación de flora, lo que “ha servido para plantar árboles tanto en el Parquemet y también para entregar árboles a muchas comunidades de Santiago. La idea es potenciar este rol a través del jardín botánico”, añade Andrade.
La adaptación en tiempos de crisis
El complejo escenario de crisis socioambiental actual ha obligado a modificar el plan maestro inicial que daba forma al proyecto. “Cuando partimos la idea del jardín hace 20 y tantos años, la zona que abarcaba era mayor y más húmeda. Hoy no podemos plantar lo que pensamos plantar hace años atrás, lo que hace el proyecto actual es modificar esa zona y restringirla, porque no vamos a poder crear las condiciones del roble del Maule ni de la alta cordillera, entonces, ya restringimos el paisaje a raíz del cambio climático, pero aun así tenemos que conservarlo”, asegura Mühr.
Actualmente, el territorio donde se emplaza el Jardín Botánico está dominado por el espinal, compuesto principalmente por el espino (Acacia caven) y el colliguay (Colliguaja odorífera), los cuales conformarán la base para las demás comunidades de plantas nativas que poblarán el recinto.
Respecto a la futura vegetación, Josefina Hepp, quien es agrónoma y consultora del Plan Botánico y Programa Educativo del Jardín Botánico Chagual, explica que “estas comunidades se mostrarán en un gradiente en respuesta a la humedad, desde paisajes bastante secos con matorral más bajo y disperso, a aquellos más húmedos que incluyen Cryptocarya alba (peumo). También se incluirán algunas comunidades del Norte Grande y Norte Chico”.
Para ello, el corazón del jardín y la ciencia resultan fundamentales.
Daniela Escobar, quien está a cargo del Laboratorio de Propagación del vivero Leliantü, detalla que el trabajo en esta área se focaliza en “la investigación de la germinación controlada de semillas en laboratorio y posteriormente la mantención de las plantas en vivero con los respectivos cuidados horticulturales que cada especie requiere”.
Esta labor es compleja, ya que cada planta requiere condiciones específicas de sustrato, humedad y luz. Además, algunas presentan nula germinación en los ensayos básicos cuando no se les aplica algún tratamiento, a lo que se suman la falta de registros y publicaciones científicas sobre algunas especies que han sido poco estudiadas o difíciles de colectar. Por ello, los investigadores realizan distintos procedimientos para obtener mejores resultados y plantas de mejor calidad.
Es así como, desde su existencia, se han procesado en el vivero 258 especies de plantas. Hoy Leliantü alberga ejemplares que pertenecen a un total de 190 especies, de las cuales 23 son nativas, 74 endémicas (solo viven en Chile) y 93 exóticas.
De las especies nativas y endémicas presentes en el vivero, el 21% corresponde a árboles, el 49% a arbustos o subarbustos, y el 30% a hierbas.
Lo anterior es sin contar las semillas de 173 especies de flora chilena almacenadas en el laboratorio, de las cuales 65 son nativas y 108 endémicas.
Asimismo, en el vivero hay 22 especies de flora chilena que han sido clasificadas en el país según su estado de conservación. Para hacerse una idea, 16 de ellas se encuentran bajo algún grado de amenaza, ya sea como “vulnerable”, “en peligro de extinción”, o catalogadas como “raras”.
Un ejemplo es el guayacán (Porlieria chilensis), árbol de hasta 4 metros y endémico de Chile que se encuentra en estado vulnerable. Habita entre las regiones de Coquimbo y Bernardo O’Higgins y se ha visto muy afectado por la pérdida de hábitat, ya sea por actividades agropecuarias, plantaciones de paltos, entre otros.
Escobar señala que “en la Región Metropolitana existen ejemplares aislados y subpoblaciones de tamaño variable en los cerros, en la Reserva Nacional Río Clarillo, en la Quebrada de la Plata y en el Cajón del Maipo, entre otros lugares”.
Pero esta no es primera vez que se ocupan del guayacán. En 2013 el Jardín Botánico Chagual se adjudicó el concurso convocado por el Ministerio del Medio Ambiente, donde se destinaron 200 ejemplares a la comuna de Maipú, colectándose también semillas de esta planta en la Quebrada de la Plata, en Rinconada de Maipú. “Lamentablemente sufrió algunos incendios forestales, causando la muerte de varios ejemplares de esta especie. Al contar con semillas y plantas en el vivero de esta misma procedencia, se podría seguir trabajando en la incorporación de plantas a su hábitat de origen”, relata Escobar.
Otro caso es el lúcumo (Pouteria splendens), un verdadero fósil viviente de la antigua época en que Chile era tropical – que sirvió de alimento para bestias extintas como la megafauna – pero que hoy se encuentra en peligro de extinción, siendo también calificado como “raro”. También se suma el chagualillo (Puya venusta) que se encuentra vulnerable. Ambas especies se distribuyen entre las regiones de Coquimbo y Valparaíso. Para investigarlas y propagarlas, el equipo del Jardín Botánico ha colectado ejemplares en Los Molles.
Escobar asegura que “debido al gran establecimiento de la población humana en la zona [central], por tener excelentes condiciones de clima, y además por sus bellos paisajes, han desplazado a estas dos especies, restringiendo aún más su hábitat. Al contar con ejemplares en vivero, se podrían coordinar acciones para donar algunos ejemplares con fines de conservación”.
La investigadora agrega que “teniendo un mayor conocimiento de la propagación de especies nativas a través de semillas, se conserva la variabilidad genética, con la ventaja de tener ejemplares que al establecerse en su lugar de plantación soporten de mejor manera las condiciones adversas del ambiente, por ejemplo, con mayores probabilidades de sobrevivencia al ataque de patógenos. Por otro lado, al cultivar especies nativas de mejor calidad, estas podrían resistir de mejor forma los periodos de sequía”.
Aromas, sabores y tradiciones
El Jardín Botánico Chagual también pretende promover la exhibición y educación sobre la flora mediterránea, para lo cual dispondrá de distintos espacios temáticos como los jardines “Filogenético”, “del Descubrimiento”, “de los Exploradores”, “Botánica indígena”, “Botánica Económica”, “Cactus y Suculentas”, y “Plantas amenazadas y endémicas”.
Por otro lado, se instalará un espacio para la vegetación mediterránea de otros rincones del mundo, como el chaparral californiano, mallée y kwongan australiano, el fynbos sudafricano y el maquis europeo.
El director del Parquemet se refiere también a una pequeña quebrada del lugar donde la idea es instalar un estanque de fitorremediación, una tecnología sustentable donde se aprovecha la capacidad de ciertas plantas y microorganismos para absorber, metabolizar o degradar contaminantes presentes en el suelo, aire y agua. “Así que son múltiples programas que están dentro del jardín botánico, tanto de paisaje como también programas construidos como edificios”, puntualiza Andrade.
Respecto a los jardines temáticos, Mühr destaca que “la botánica indígena es clave, se ha tendido a menospreciar ese conocimiento y a creer que solo es válido aquel generado en las universidades o en la academia, pero todas las plantas nativas tienen nombres indígenas y eran usadas para distintos fines, entonces es importante recuperar esa historia. El Jardín del Descubrimiento está pensado para que los niños, por ejemplo, y el de los Exploradores para reconocer a naturalistas que fueron pioneros en la exploración botánica.”
De esa manera, esto no se limita al aspecto biológico o paisajístico, sino que abre las puertas al rescate cultural.
Para hacerse una idea, en el Jardín de la Botánica Indígena se encontrarán especies emblemáticas del bosque esclerófilo como el peumo (Cryptocarya alba). “Los campesinos lo comían después de haberlos puesto en infusión en agua tibia, ya que eso les quitaba el gusto amargo que tienen cuando crudos. El amargor también desaparece al guardarlos en la boca cerrada, de ahí el dicho ‘no sabe cocer peumos’ que se refiere a alguien que no sabe guardar secretos”, relata Hepp.
Por supuesto, no puede faltar otro ícono mediterráneo como el boldo (Peumus boldus), cuyas drupas de color amarillo verdoso son fragantes, dulces y comestibles, y con la cual se preparaba chicha, además de otros elementos por sus propiedades terapéuticas. Se sumará el liuto o mariposa del campo (Alstroemeria ligtu subsp. ligtu), cuyos tubérculos se utilizaban para preparar chuño, una harina nutritiva que, de acuerdo con algunos relatos, era consumida como sopa por los enfermos.
Se incluirá también a un arbusto importante por su uso popular para neutralizar efectos urticantes como es el palqui (Cestrum parqui), en especial para el desafortunado que sufriera por las ronchas ocasionadas por el litre u ortigas. Hepp cuenta que “por eso el dicho ‘donde el diablo sembró una ortiga, Dios plantó un palqui’. Además, se dice que sirve para protegerse de los brujos, para lo cual se ponen cruces de palqui en puertas o ventanas. Ojo que puede ser tóxica”.
Otra hierba que estará presente es el madi o melosa (Madia sativa), una planta de la cual “se obtiene, por presión o por simple cocción, un aceite dulce, claro y de buen gusto. Al parecer su cultivo se extinguió con la introducción del olivo europeo”, indica la agrónoma.
Lo último nos conduce al Jardín de la Botánica Económica, el cual mostrará a las plantas mediterráneas que han sustentado a diversas comunidades desde tiempos remotos, con famosos ejemplos internacionales como el apetitoso olivo (Olea europaea), del cual obtenemos las aceitunas y aceite de oliva, o el romero que de seguro está en los hogares de una parte importante de los chilenos debido a su alto valor culinario.
¿Y las plantas nativas con valor económico?
Un caso conocido que no podía faltar en el jardín botánico es la palma chilena (Jubaea chilensis), muy apetecida por sus coquitos y miel. Sin embargo, también hay otras costumbres asociadas a plantas chilenas que suelen ser menos conocidas.
Por ejemplo, la emblemática puya o chagual, como ha sido bautizada por la voz mapuche y quechua, respectivamente, acapara la atención por su peculiar belleza, pero también posee un valor culinario, como sucede con la Puya alpestris ssp. zoellneri. “Se come el meristema vegetativo y tallo corto, cuando aún está tierno, en general como ensalada, aunque es necesario considerar que es una amenaza importante para la especie el cortarla de esa forma. La Puya chilensis, el chagual de flores amarillas, también se consume así”, especifica Hepp.
También estará el matico (Buddleja globosa), una gran aliada por sus propiedades cicatrizantes, siendo imprescindible en farmacias y botiquines para todo aquel que necesite curar sus heridas, y el bailahuén (Haplopappus baylahuen ssp.), el cual ha sido empleado tradicionalmente para tratar diferentes afecciones.
Por último, no olvidemos al espino que se encuentra actualmente en todo el Jardín Botánico. No goza de gran fama, aunque debiera, pues este árbol es de los primeros en colonizar terrenos degradados o devastados por acciones humanas como los incendios forestales, favoreciendo de esa forma la recuperación natural de un lugar. Así también anima al paladar, ya que algunas comunidades han tostado y pulverizado sus granos para preparar una infusión similar al café. He ahí la denominación del “café de espino”, del cual se dice que posee propiedades digestivas y estimulantes.
Actuar para el futuro
En medio de un mundo paralizado y en crisis, el Jardín Botánico Chagual continúa sus dos décadas de germinación. Por ahora se espera el diseño definitivo y los recursos para comenzar a ejecutar las obras de infraestructura y el resto de las acciones que darán forma al ambicioso sueño originado en un Chile muy diferente al de ahora.
Se requerirán varios años para ver esta obra finalizada, pero el contexto de crisis socioambiental actual hace de esta labor algo cada vez más apremiante que asegure este legado para las futuras generaciones.
Para ese fin, resulta fundamental el rol de la ciudadanía a la hora de promover y resguardar el tesoro mediterráneo.
Mühr es tajante al señalar que “muchos sienten al proyecto como algo superfluo, pero yo les diría que miren lo que sucede en el mundo, en nuestro país y en lugares como los cerros de Valparaíso. Este jardín botánico no va a resolver el problema actual, pero sí representará un ecosistema muy amenazado, e inspirará a todas las personas que se sumen y aprendan sobre las especies chilenas, ese es el efecto multiplicador, mucho más grande que el coronavirus, si me lo permite”.
Para el director del Parquemet, el Jardín Botánico Chagual se erige como un sitio transformador. “Recibimos más de 6 millones de visitas al año en el Parque Metropolitano, tenemos una tremenda herramienta para poder educar y sensibilizar a la población sobre fenómenos como el cambio climático y la necesidad de cambiar nuestro switch. Nuestro rol como parque es ser un polinizador, repartir este conocimiento y propagar las plantas para hacer de Santiago una ciudad mejor y más sustentable, y que pueda adaptarse mejor al cambio climático”, sentencia.