Isaac Huenchunao junto a Fernando, Francisco y Fernanda Riffo, los protagonistas de esta historia. ©Luis Gómez
Isaac Huenchunao junto a Fernando, Francisco y Fernanda Riffo, los protagonistas de esta historia. ©Luis Gómez

Día 1: Isaac Huenchunao, nueva generación Pehuenche

Isaac Huenchunao tiene 24 años, nació en Lonquimay y actualmente vive en la comunidad El Naranjo. Vio en el turismo una oportunidad para tener ingresos, pero también una manera de dar a conocer la forma de vida, tradiciones y costumbres de su comunidad; y para poder tener un buen desempeño es que realizó una capacitación de turismo y tomó un curso de primeros auxilios.

Nuestro día parte escapando de la densa bruma que estaba atrapada en el pueblo de Lonquimay. Al ir ganando altura apareció el sol y el hielo que cubría tanto el suelo como las plantas, empezó a derretirse. Después de recorrer distintos sectores para poder hacernos una idea de dónde estábamos, llegamos a la casa de Isaac.

Vista al valle de Lonquimay bajo las nubes. © Felipe Bengoa
Vista al valle de Lonquimay bajo las nubes. © Felipe Bengoa

Isaac se presenta como Pehuenche y no como Mapuche. Le preguntamos por qué marca esa diferencia y explica que son conceptos muy distintos. Recalca que los Pehuenches viven en la cordillera o sus alrededores, asociados al fruto de la araucaria: el piñón o pehuén, mientras que los Mapuche viven en los valles y hasta en la costa; y por esta misma razón, es que los Pehuenches, tienen la costumbre de llevar sus animales durante el verano a pastar en terrenos cordilleranos, lo que llaman «veranadas«. Tienen diferencias también en el  lenguaje, en la manera en que construyen sus casas y en la manera como realizan y quién lidera las rogativas o ceremonias   (en el caso de los Mapuche es la machi quien lidera el Guillatún, mientras que en los Pehuenches es el Lonco) y, por último, tienen diferencias también en los roles que desempeñan ciertas autoridades.

En el predio donde estaba su casa, que era de madera, había otras construcciones también. Conocimos el galpón donde tenían almacenados varios sacos de piñones –los que les servirán de abastecimiento para el invierno–, leña, picoyos (como se le llama al «nudo» que se crea en el origen de las ramas de la araucaria, el que posee un alto poder calorífico y en la actualidad ha adquirido un alto valor comercial por su uso en la confección de joyas y artesanías), pieles de animales y una fogata donde se estaban tostando piñones.

Isaac Huenchunao nos enseña a tostar los piñones. © Felipe Bengoa
Isaac Huenchunao nos enseña a tostar los piñones. © Felipe Bengoa

Otro galpón, de dos pisos, está destinado a las ovejas. En el sector inferior es donde pasan la noche los animales y en la parte de arriba, donde guardan el pasto que se cosechó en el verano y que actúa a la vez como aislante natural, ayudando a proteger a los animales del frío en la noche.

Isaac Huenchunao recolectando verduras de su huerto para nuestro almuerzo. © Antonia Pérez
Isaac Huenchunao recolectando verduras de su huerto para nuestro almuerzo. © Antonia Pérez

Las verduras las cultivan tanto en invernaderos como a la intemperie. Isaac nos cuenta de la importancia que tiene para ellos el considerar la fase de la luna al decidir qué plantar y cuándo cosechar. Nos cuenta también que no utilizan ningún tipo de químico para controlar las plagas (dejan crecer pastos y malezas entre los cultivos para solucionar este problema) y que tienen varias composteras de donde posteriormente sacan abono para optimizar el crecimiento de los vegetales.

Un buen dato que nos compartió fue que, para almacenar las zanahorias frescas, luego de cosecharlas las dejan almacenadas en la tierra, en un hoyo que hacen en el invernadero y vuelven a cubrir con tierra. Y con lo que cosechamos en el huerto de Isaac en mano, volvimos a almorzar a Lonquimay.

Cerrando el primer día con una espectacular vista al Volcán Lonquimay. © Martín del Río
Cerrando el primer día con una espectacular vista al Volcán Lonquimay. © Martín del Río

La tarde estuvo ambientada con paisajes muy característicos del lugar. Conocimos los centros de esquí Corralco y Arenales, pasamos por la cuesta Las Raíces y nos acercamos al volcán Lonquimay, que a uno de sus lados tiene al cráter Navidad y se puede ver el escorial que dejó la última erupción, componiendo una vista muy particular. El regreso al pueblo fue por el mítico túnel Las Raíces, que tomó diez años para construirse y ganó prestigio por ser el túnel ferroviario más largo de América (actualmente está habilitado sólo para vehículos).

Durante nuestra estadía, el alojamiento y comida estuvo a cargo de Lorena Cortes y Hector Neira, ambos descendientes de Mapuches de la zona de Victoria y dueños del hostal y restaurant Rustiko. Ahí pudimos conocer preparaciones típicas de la zona, como pan, cerveza y cous cous de piñón, una salsa de morchela, y distintos licores de hierbas y frutas.

La luz sorprendía iluminando las araucarias. © Martín del Río
La luz sorprendía iluminando las araucarias. © Martín del Río

Día 2: Fernanda y Francisco Riffo, los colonos

En nuestro segundo día, el desayuno lo tomamos fuera de Lonquimay. Partimos al sector de Huachicahue, porque ahí es donde se encuentra el campo de la familia Riffo. Mientras comíamos sopaipillas, Fernanda nos contó por qué su familia se interesó en acoplarse a esta iniciativa. Ellos se presentan como huasos y colonos, como se le llama a todo aquél que no sea Pehuenche, independiente de su sitio de procedencia. Heredaron la propiedad de su abuelo y actualmente la tienen enfocada a la crianza de ganado. Pero la gran pasión, sobre todo de los hombres de la familia, son los caballos. Son miembros del Club de Huasos de Lonquimay y por eso es que tienen varios caballos corraleros. Y ahora quieren darle un vuelco a sus actividades.

Comenzando el día en el campo de los Riffo con un rico desayuno. © Felipe Bengoa
Comenzando el día en el campo de los Riffo con un rico desayuno. © Felipe Bengoa

Fernanda tiene 25 años y estudia Nutrición en Temuco. A pesar de que podría optar por una vida en la ciudad, se ha interesado en rescatar la forma de vida y distintas costumbres que tenía su abuelo cuando vivía en este campo, y transmitirlas. Es por esto que junto a su padre y su hermano adecuaron lo que fuese necesario para poder ofrecer a turistas cabalgar por una ruta muy especial: el sendero que hacía dos veces al año el abuelo de los Riffo, para llevar los animales a la cordillera. Se los dejaba a los abuelos de Isaac Huenchunao, para que ellos pudieran cuidarlos mientras se alimentaban junto a sus propios animales en los sectores de las veranadas. Y para allá fue donde partimos.

En la mitad del paseo paramos un momento a descansar y a tomar “chupilca”, una bebida típica de la zona que se prepara con vino tinto y harina tostada. © Felipe Bengoa
En la mitad del paseo paramos un momento a descansar y a tomar “chupilca”, una bebida típica de la zona que se prepara con vino tinto y harina tostada. © Felipe Bengoa
El sol de la mañana evaporaba lo que había congelado el frío de la noche. © Felipe Bengoa
El sol de la mañana evaporaba lo que había congelado el frío de la noche. © Felipe Bengoa

Fue una cabalgata de alrededor de tres horas, donde tanto los hermanos Riffo como Isaac comentaban la alegría que les producía volver a hacer la ruta que sus antepasados tantas veces recorrieron, y poder retomar esta tradicional relación de ayuda recíproca entre Pehuenches y colonos del sector.

Las veranadas -sitio cordillerano donde se lleva a pastar el ganado en el verano- de la familia de Isaac se encuentran en el sector de Cutrao Cutrao, una planicie ubicada a los pies de un bosque de araucarias y que está rodeada por imponentes montañas nevadas. Ese fue el fin de nuestra cabalgata y donde nos estaba esperando la familia de Isaac, con quienes compartimos un rico almuerzo.

La espectacular vista desde el sector de la veranada de la familia Huenchunao, en Cutrao Cutrao. © Felipe Bengoa
La espectacular vista desde el sector de la veranada de la familia Huenchunao, en Cutrao Cutrao. © Felipe Bengoa

Día 3: Carlos Catrileo, Pehuenche

Carlos Catrileo decidió volver hace un par de años a Icalma. Nació ahí, pero a los 14 años abandonó sus estudios y emigró al norte del país en busca de trabajo. A pesar de que las condiciones laborales eran más auspiciosas que en Icalma, comentarios despectivos sobre su origen Pehuenche hicieron que él decidiera volver al sur para rescatar y potenciar las costumbres de su pueblo. Así es como se transformó en un guía turístico local.

Carlos Catrileo en el cementerio de Icalma. © Antonia Pérez
Carlos Catrileo en el cementerio de Icalma. © Antonia Pérez

Con Carlos Catrileo conocimos Batea Mahuida, un volcán que se encuentra en el límite entre Chile y Argentina y que tiene ese nombre por su forma de batea invertida (mahuida deriva del mapudungún, que significa montaña).

En la cumbre del volcán Batea Mahuida, con vista al lado argentino. © Felipe Bengoa
En la cumbre del volcán Batea Mahuida, con vista al lado argentino. © Felipe Bengoa

La última parada de nuestro paseo fue en el cementerio de Icalma, donde pudimos aprender sobre las construcciones típicas Pehuenches para las tumbas.

Cementerio de Icalma. © Felipe Bengoa
Cementerio de Icalma. © Felipe Bengoa

¿Quién está detrás de esta iniciativa?

Que hayamos podido compartir con Pehuenches y colonos, y que ellos fueran los que nos mostraran Lonquimay no fue casualidad. Coordinando estas actividades está Evoluzion Travel, un emprendimiento que busca redefinir la forma de hacer turismo al conectar personas de diferentes culturas a través de experiencias de viaje que fomentan el intercambio cultural, la innovación social y el turismo responsable.

Marcelo Muñoz, cofundador de Evoluzion Travel, explica que una de las principales motivaciones de este proyecto tiene que ver con empoderar a los habitantes de distintas localidades en Chile, en donde los jóvenes tienen difícil acceso a trabajo y por ello es que migran a grandes ciudades, donde posteriormente se quedan y provocan un quiebre en el traspaso de las costumbres y tradiciones familiares. Su idea es utilizar el turismo para generar cambios sociales y medioambientales. Y lo está logrando, ya que de hecho nosotros acompañamos a la familia Riffo en hacer por primera vez el recorrido que tantas veces hizo su abuelo arreando los animales en el pasado; una ruta significativa, que grafica la relación entre colonos y Pehuenches y que se bautizó como «La ruta de los camperos andinos».

Dentro de la ruca de la familia Huenchunao, en Cutrao Cutrao. © Luis Gómez
Dentro de la ruca de la familia Huenchunao, en Cutrao Cutrao. © Luis Gómez

Dónde alojar en Lonquimay

El hostal y restaurant Rustiko es atendido por sus dueños. Tiene una capacidad de alojamiento para 12 personas y gran parte de la comida que ofrecen es con recetas y productos típicos de la zona, como el piñón y la morchela.

Para más información: visitar el facebook o llamar al +56972333618

Aquí les dejamos más imágenes de esta espectacular zona, ubicada en región de La Araucanía.

Nicolás Fernández de En Terreno © Felipe Bengoa
Nicolás Fernández de En Terreno © Felipe Bengoa
Sector de Cutrao Cutrao © Felipe Bengoa
Sector de Cutrao Cutrao © Felipe Bengoa
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