“Si entendiéramos los procesos de la naturaleza, no tendríamos desastres”: La mirada de dos geógrafos a 10 años del 27F
En la madrugada del 27 de febrero del 2010, un terremoto azotó la zona centro y sur de Chile. Es catalogado como uno de los terremotos más fuertes del mundo desde que hay registros, con una intensidad 8,8º en la escala de Richter, que posteriormente generó un gran tsunami en parte de las costas chilenas. A 10 años de la tragedia, conversamos con los geógrafos Pablo Osses y Marcelo Lagos, quienes comentaron los principales efectos geográficos del 27F en Chile, desde un punto de vista físico y social. Aquí te comentamos lo que nos dijeron.
Eran las 3:34 de la madrugada del 27 de febrero del 2010 cuando empezó uno de los terremotos más fuertes del país. Acompañado de un posterior tsunami y con epicentro el Cobquecura, este evento es catalogado por muchos como un desastre y tragedia, que terminó con cientos de fallecidos, aunque todavía no se puede confirmar una cifra exacta.
Sus impactos, a 10 años de haber sucedido, entre muchas áreas, pueden ser mirados desde un punto de vista geográfico. Es por eso que en Ladera Sur conversamos con los geógrafos Pablo Osses y Marcelo Lagos, quienes explican los efectos que este evento ha tenido a nivel físico, así como su importancia en la sociedad y la necesidad de comprender la geografía para prevenir mayores daños en la sociedad a futuro.
Efectos físicos: las marcas en la naturaleza del movimiento de la tierra
Duró cerca de 4 minutos y tuvo una magnitud de 8,8 grados en la escala de Richter. Se considera el segundo terremoto más potente en Chile desde el de Valdivia en 1960, provocando un tsunami que tuvo efectos devastadores en las costas del centro – sur del país.
Según explica Marcelo Lagos, al ser un terremoto provocado por la subducción entre las placas Sudamericana y de Nazca, los cambios fueron abruptos. Generó una ruptura desde el pueblo de Navidad hasta cerca de Tirúa: “Hablamos de 450 kilómetros de ruptura con unos 130 kilómetros de ancho. Cuando se liberó la energía el 27 de febrero de 2010, se formaron deformaciones verticales y horizontales”.
Las verticales, dice, provocaron que bloques se levantaran: “La desembocadura del río Lebu quedó más arriba, por lo tanto el caudal de su río se vio alterado (…) La isla Santa María, al levantarse casi dos metros, provocó que sus partes bajas y la playa sumergida cercana a la isla quedó expuesta y por lo tanto gran parte, sino todo, de los organismos del mar, la vegetación submarina en la playa quedó expuesta y las playas se hicieron más grandes”. Eso sí, explica que este proceso es elástico, por lo que puede que los lugares que se movieron vuelvan a su posición original.
Pablo Osses, explica los efectos en las playas que se observaron posterior al terremoto y tsunami: “Hubo una variación en la condición costera del país, donde se producen cambios no tan observables al ser humano en relación a la relación nivel de costa. Se produce un reajuste en las playas, por ejemplo. En términos de que hay playas que pierden su arena y se transforman en playas de roca por un tiempo. Y otras que se mantienen con más arena que antes hasta que se reajusta. Esas cosas son propias del sistema natural”.
Por ejemplo, explica que estos eventos fueron uno de los factores que influyeron en que la playa de Santo Domingo ya no tenga más arena, sino que piedras. A esto suma playas como las de Dichato y Pelluhue. En general, dice, los efectos en las playas se vieron en variaciones en su morfología como su extensión, pendiente y granulometría (tamaño de los granos en la arena).
También, el tsunami provocó el transporte de sedimentos desde el mar y las playas hacia las superficies secas. “Los tsunamis pueden trasladar la arena de las playas y dunas, y proyectarlas tierra adentro por distancias importantes. Por lo tanto, una huella que hoy se puede encontrar en las partes bajas de todas las zonas inundadas afectadas por el terremoto de 2010 son capas de arena que fueron transportadas por el tsunami y que hoy forman parte del perfil del suelo y que, de alguna forma, al hacer excavaciones a distancia, por ejemplo en partes de Talcahuano o en isla Orrego, se pueden ver capas de arena que confirman que esos lugares, hace 10 años fueron inundados por el tsunami de 2010”, explica Lagos.
Otro efecto físico fueron los deslizamientos, caídas de materiales, derrumbes, y el colapso de acantilados y laderas que fueron provocados por el movimiento y la gravedad.
Junto a esto, explican ambos expertos, un fenómeno observable fue el de la licuefacción. “Esto es que producto del movimiento, del terremoto y su intensidad, a veces en ciertos lugares en los que tenemos agua subterránea, donde tenemos suelos arenosos mezclados con suelos arcillosos, la arena se puede comportar como un líquido. Se licua y se producen procesos que hacen que estos materiales salgan inyectados a la superficie y se arman pequeños volcanes donde se inyecta esta arena semilíquida en superficie», dice Lagos.
Esto, complementa Osses, es un principal problema las infraestructuras construidas en estos terrenos sufren mayores efectos por estar en un terreno que se transformó en una masa poco consistente.
Sobre algunos de los lugares donde sucedió esto fueron en isla Orrego, en las partes bajas de los humedales de Talcahuano, en Tupul, la isla Santa María. “Son evidencias que el ojo experto puede detectar. Probablemente, a 10 años del evento, el desarrollo del suelo, el crecimiento de la vegetación, en gran parte lo oculta. Pero si uno sabe buscar, lo va a encontrar”, dice Lagos.
También hubo un cambio en los mapas. Después del 27F hubo que actualizar la cartografía de las zonas afectas por el terremoto y tsunami. Lagos explica que “todo, en gran parte, se movió hacia el océano Pacífico”.
Efectos sociales: la zonificación de riesgo efectiva
“Este terremoto que nos pilló en una condición de país bastante urbanizada y construida, usando zonas que antes no se ocupaban y por lo tanto, los efectos sociales fueron importantes en relación a pérdida de vidas, vivienda e infraestructura (…) Hubo poblaciones completas costeras que se inundaron, que fueron barridas; otras que fueron destruidas por el terremoto. El mismo aeropuerto sufrió daños, entonces hay un efecto en la geografía construida que fue importante y que tiene consecuencias hasta el día de hoy. Yo creo que es lo más importante: de alguna manera, se pusieron en la escena las zonas de riesgo. Cosa que hasta antes del terremoto era un buen discurso, una idea de algunos locos, porque de planificación territorial siempre se ha hablado. Pero del terremoto hizo un llamado de que la zonificación de riesgo es importante y hay que considerarla. De ahí a que eso se haya cumplido, no es así (…) Tenemos la visión, pero no la solución implementada”, explica Osses
Por lo tanto, concuerdan los expertos, todavía es algo que está pendiente en Chile. “En la práctica se dio prioridad a una serie de información que no existía y que debería haber existido mucho antes. Sin embargo, eso no quiere decir que claramente el aprendizaje haya sido completo. Todavía tenemos desafíos en esos temas”, dice Lagos.
Y con esto, ambos mencionan el concepto del ordenamiento territorial como una tarea necesaria.
Por ejemplo, Osses explica que todavía tenemos infraestructura crítica en zonas de riesgo. Un hecho que, queda en evidencia luego de un informe de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) que reveló que 388 colegios y 87 centros de salud se encuentran en zona de riesgo en Chile. Para ver el mapa de evacuación de tu ciudad puedes ingresar acá.
“Al principio, claramente somos muy reactivos, pero pasa el tiempo y vamos olvidando la planificación urbana. Se han hecho esfuerzos para avanzar en mejorar la normativa, la forma de incorporar el riesgo en nuestros instrumentos de planificación territorial a partir de la recomendación de mejoras a las ordenanzas general de urbanismo y construcciones del MOP. Sin embargo, ya han transcurrido 10 años y todavía siguen las discusiones tratando de elaborar un mejor instrumento. En estos 10 años, llegó un tsunami desde Japón y hubo un terremoto en Camarones. También uno en 2015 en Coquimbo, con un tsunami que inundó todo el borde costero de Coquimbo y las partes bajas del barrio Baquedano y la Teletón. La pregunta es: ¿Qué hacía la Teletón en zona de inundación? Independiente de que tenemos experiencia, estas lecciones no necesariamente se han traducido en disminuir el riesgo de desastre en Chile”, dice Lagos.
¿Surge, con esto, el concepto de repensar las ciudades? Osses dice que sí, “pensarlas, moverlas, y restringirlas”. Sobretodo, prestando atención a las cosas que no deberían ser. Por su lado, Lagos dice que en seguridad y planificación urbana, las ciudades se han repensando muchas veces: “El tema es que las leyes, las normas, nos tienen atados de brazos y no podemos implementar. El conocimiento científico existe (…) necesitamos norma, legislación y un marco constitucional que nos permita garantizar seguridad a las personas”.
Rescatando un poco los avances, Osses destaca que, pese a que tiene reparos, valora que la Onemi está mejor reorganizada: “Tienen más coordinación entre la Oficina Nacional de Emergencia y otros organismos públicos. En 2010 esto no existía coordinación, estaban todos en una oficina y cada uno decía lo que se le ocurría y nadie sabía qué hacer. No habían protocolos, ni sirenas, no habían zonas de riesgo, señaléticas. Hoy tenemos un país un poco más equipado con señaléticas, cosa que ya está pasando al olvido (…) Se quisiera mucho más, pero estamos mejor que el 2010, sin lugar a dudas, en ese aspecto”.
El rol importante de entender geografía
Los tsunamis y los terremotos son eventos de la naturaleza. Chile es un país sísmico, por lo que cobra relevancia entender los procesos naturales del país en los que habitamos. “Ciertamente, si entendiéramos los procesos de la naturaleza, no tendríamos desastres. Los desastres son una anomalía, los desastres son un error. Cada vez que hay un desastre nos está mostrando que no comprendemos a la naturaleza”, dice Lagos.
Con respecto a esto, Osses explica que, entendiendo esto, se pueden tomar medidas administrativas importantes: “En el fondo, todavía podemos tomar medidas de carácter administrativo que pueden evitar muertes. Probablemente no van a mitigar el daño a la infraestructura hoy, pero sí todavía tenemos un saldo pendiente para evitar la muerte de las personas en términos de coordinación administración y toma de decisiones”.