Un auto se detiene en el control policial. Los agentes hacen bajar a los ocupantes mientras revisan los rincones, los asientos, las dobles fundas. Cada recoveco donde pueda caber lo que están buscando: aves de contrabando. Parece que la inspección no aportará nada hasta que unos pelos de colores amarillos les llaman la atención. Provienen del caño de escape. En su interior viaja -atado- un cardenal amarillo. En realidad, el cuerpo de un cardenal amarillo. Porque esta vez, como la mayoría de las veces, el animal murió antes de llegar a destino.

Cerca de un 60 por ciento del tráfico de fauna ilegal son aves y la mayoría no resiste a la precariedad y a la violencia de los traslados. Los datos -aportados por la Asociación Aves Argentinas- también marcan que en Argentina el tráfico ilegal de especies silvestres mueve alrededor de 180 millones de dólares por año. Y va en aumento.

Ya sea para tenerlos como mascota, para integrarlos a colecciones de animales exóticos o para el comercio internacional, el fenómeno dio un salto exponencial desde la pandemia y se aprovecha, sobre todo, de la falta de regulaciones que caracterizan a las redes sociales; especialmente Facebook. Solo en Argentina, la plataforma de Mark Zuckerberg tiene 38,6 millones de usuarios, según el sitio Statista. Es decir, cerca del 90 por ciento de la población.

Incautación. Créditos: Fundación Temaikèn
Incautación. Créditos: Fundación Temaikèn

En abril pasado, el gobierno de Javier Milei firmó una resolución para facilitar la exportación de especies silvestres. La norma 381/2025 eliminó la autorización a nivel nacional y generó la preocupación en toda la comunidad de ambientalistas.

Sin embargo, la Constitución Nacional determina que cada provincia posee el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio. Con lo cual, para poder exportar animales silvestres todavía deben contar con una autorización explícita de los gobiernos provinciales, entre otros trámites.

Por eso, los investigadores hacen foco en la fiscalización de los actuales controles que no logran hacer mella en el universo virtual, el más dinámico y fértil para el tráfico ilegal.

El tráfico ilegal está sostenido en una red de organizaciones que incluyen personas que se dedican especialmente a cada una de las etapas, desde la captura del animal, el acopio, el traslado y la comercialización, nacional o internacional. Para la captura se utilizan distintos métodos pero los más habituales suele ser un pegamento con el que se pintan, por ejemplo, cables y alambres de púa donde se paran las aves. Para que se posen ahí, los cazadores usan sonidos que emulan ser machos de la misma especie. Convencidos de que tienen que desalentar la presencia de otro macho, volarán hasta ese lugar pero, una vez ahí, parados sobre el material chicloso, no podrán escapar.

También se usan jaulas trampas con el mismo llamador de aves o las redes conocidas como niebla, una suerte de medio mundo aéreo super finas que las aves no logran detectar y en pleno vuelo quedan embolsadas como si las atrapara un guante.

Una vez atrapadas son acopiadas en jaulas, por lo general hacinadas y con pésimas condiciones de salubridad, y permanecen a la espera de los traslados. A partir de esa instancia se abre el camino de la creatividad de los traficantes, quizá el atributo más peligroso para cualquier especie víctima del comercio ilegal.

Incautación. Créditos: Fundación Temaikèn
Incautación. Créditos: Fundación Temaikèn

Los investigadores han encontrado animales escondidos en lugares nunca imaginados. En distintas partes de camiones como ruedas de auxilio, guardabarros; además de caños de escape, baúles, o pequeños tubos de pvc que cumplen la función de jaula. Dentro de botellas o incluso colibríes pegados a un cinturón.

La bióloga Celeste Maqueda, a cargo del área de Tráfico Ilegal en Aves Argentinas, dimensiona la peligrosidad del comercio ilegal de las especies silvestres: ”Está comprobado que 9 de cada 10 animales que se venden mueren durante los traslados. Es decir, detrás de cada ave que ves en una jaula, hay nueve que murieron. Por eso, el tráfico mata más de lo que vende”.

También los han encontrado en mochilas y valijas de traficantes internacionales que, a veces, son interceptados en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza gracias a la detección de los escáneres infrarrojos. En esos casos, las aves viajan aplastadas en pequeñas redes que las contienen pero que muchas veces las aplastan.

Así sucedió en el aeropuerto de Ezeiza cuando, en 2021, dos españoles fueron detenidos por la Policía Aeroportuaria por contrabandear aves escondidas en las mochilas. Llevaban, mezcladas entre ropa y elementos de tocador, seis tucanes, 84 cardenales rojos, 24 cardenales amarillos y 12 federales. Hasta el momento, en los primeros seis meses de 2025 y en distintos operativos realizados en diferentes provincias, se rescataron alrededor de 1500 aves.

Reinserción de cardenal amarillo. Fundación Temaikèn
Reinserción de cardenal amarillo. Fundación Temaikèn

Hasta la pandemia de Covid, en 2020 se podían encontrar animales en venta en muchas de las ferias que abren cada fin de semana en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Y en todas las provincias. Como quien vende un pantalón viejo, un juego de cubiertos, un libro usado. Los comerciantes podían ofrecer un cardenal amarillo, un tucán, un loro. O una tortuga y un lagarto, dos especies que durante los años 90 se volvieron muy populares en la vida doméstica de la Argentina. Hoy, la tortuga se encuentra en estado de vulnerabilidad.

En esa década no era extraño cruzarse con algún adolescente paseando por la calle con su lagarto con collar y correa. Incluso en el colegio, para exhibir las habilidades exóticas como subirse al hombro y descansar allí ante la mirada de todos.

O jugara a darle de comer lechuga a la tortuguita de la familia, siempre escabullida entre alguna maceta del patio. Se vendían de forma explícita y con apariencia de legalidad en veterinarias o locales de mascotas. Sin embargo, tanto en ese momento como ahora, esa práctica estuvo -está- explícitamente penada por la Ley 22.421.

Cardenal amarillo en ambiente natural. Créditos: Gonzalo Prado
Cardenal amarillo en ambiente natural. Créditos: Gonzalo Prado

El artículo 4 del texto sancionado en 1981 establece penas para “la caza, hostigamiento, captura o destrucción de sus crías, huevos, nidos y guaridas, tenencia, posesión, tránsito, aprovechamiento, comercio y transformación de la fauna silvestre y sus productos o subproductos”.

Ahora, con las prácticas virtuales ya naturalizadas durante la pandemia, los traficantes se dieron cuenta de que no necesitan exponerse en las ferias y comenzaron a utilizar exclusivamente las plataformas virtuales para exhibir, ofrecer, vender y revender animales silvestres en Argentina o en cualquier parte del mundo. No sólo aves.

Entre el 2020 y el 2024, el Programa dirigido por Maqueda en Aves Argentinas decidió concentrar la investigación sobre tráfico ilegal en la plataforma Facebook. El informe explica que “es el mejor sitio para reunir personas con los mismos intereses, con quienes compartir ideas, artículos, eventos, productos y también flora y fauna para su venta. Así fue como a partir de algunas pocas páginas sospechosas, nos adentramos en una enorme red de tráfico virtual”.

Para los investigadores, lo más sorprendente fue “las personas ofrecen productos ilegales sin preocuparse por ocultarse o camuflar las publicaciones. En estas páginas se delatan tanto vendedores, como compradores e interesados en animales silvestres para tenencia como mascotas o cría para su posterior venta”.

En el relevamiento, que no contó con ayuda o asistencia estatal, se detectaron 70 grupos de venta que ofrecían 9.088 animales de 107 especies silvestres distintas: 101 aves (el 10 por ciento de las que hay en el país), dos lagartos, tres tortugas y un coipo. En su mayoría, pájaros semilleros y fruteros.

Las especies más traficadas tanto en número de individuos como en publicaciones donde aparecieron fueron el jilguero dorado, el cabecitanegra, el cardenal copete rojo, el corbatita, el pepitero de collar, la reinamora grande, el rey del bosque, el soldadito chaqueño, la brasita de fuego, el misto, y la cotorra. De todas las aves detectadas en el informe, el jilguero dorado y el cardenal copete rojo aparecen como las especies más traficadas. Y el cardenal amarillo es el que corre más peligro de todos.

Maqueda explica “tiene una población muy baja y con el cambio del uso de las tierras perdió mucho hábitat. Además, tiene características que lo hacen una víctima habitual del trampeo para venderlo como mascota”.

Una búsqueda rápida en Facebook arroja un resultado con precio, localidad geográfica y razón de venta. “Vendo cardenal amarillo $80 mil (65 usd) baje el precio por qué necesito arreglar la moto”, dice un usuario de Mercedes, provincia de Buenos Aires, en una publicación del 6 de mayo de este año. Así de fácil puede venderse, así de pocos son los controles.

Una vez que se concreta la venta, los destinos pueden ser algún país europeo, un hogar en Buenos Aires, una jaula enorme de algún coleccionista o el aparador de alguna sala, disecado previamente por un taxidermista profesional.

Los animales recuperan su libertad gracias a la intervención de la justicia, luego de alguna denuncia, o ante controles de rutina de vehículos en las rutas o de personas en los aeropuertos. Raramente llegan por algún comprador arrepentido.

Una vez que logran rescatar al animal empieza otro camino: la rehabilitación para su regreso al hábitat. Para eso intervienen distintas organizaciones, entre ellas Aves Argentinas, que hace de nexo con la Fundación del Parque Temaikén o el Eco Parque de la Ciudad, ex zoológico porteño, en el caso de Buenos Aires. También el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el Conicet y los distintos organismos provinciales.

El cardenal amarillo, una recuperación especial

En peligro de extinción -quedan 2000 ejemplares en la naturaleza- y con características que lo hacen atractivo al mascotismo, el cardenal amarillo es la síntesis que grafica la gravedad del tráfico ilegal en Argentina. Con un canto muy particular y llamativo, su cuerpo amarillo estridente y un copete negro, se transformó en un ave codiciada para los cazadores. Por eso, cuando logran rescatarlo, comienza un proceso de cuidado y recuperación que puede llevar de dos meses a un año; según sea el estado en el que haya llegado el animal.

Cardenal amarillo en ambiente natural. Créditos: Gonzalo Prado
Cardenal amarillo en ambiente natural. Créditos: Gonzalo Prado

Alicia De la Colina, coordinadora del proyecto Cardenal Amarillo de Fundación Temaikèn, dice que suelen ingresan por decomiso judicial y todas las aves quedan en cuarentena. Se les hace un chequeo médico con anestesia. También análisis clínicos y en particular con el cardenal genético se realiza un estudio genético para saber de dónde se lo robaron.

“Tiene una población fragmentada y no es lo mismo que lo hayan extraído de La Pampa o de Entre Ríos. El animal es distinto, tiene predadores diferentes, árboles diferentes. Por eso, cuando se lo devuelve a la naturaleza es importante saber a qué zona pertenece para que crezcan sus chances de sobrevivir”, explica.

Después viene una etapa de re entrenamiento para responder a sus depredadores y recién cuando la supera está en condiciones de volver a su casa. Le colocan un transmisor para ir chequeando su evolución en libertad y lo devuelven a la región que pertenece.

Gracias a la intervención de todas las organizaciones, desde 2017 lograron reinsertar 274 cardenales amarillos en 17 liberaciones a lo largo de 4 provincias. Es decir, el 14 por ciento de la población total.

Cecilia Maqueda cuenta que hasta hace unos años no podían determinar si la reinserción era efectiva: “Cuando empezamos a usar los radiotransmisores y los anillos encontramos casos de aves que, al año de haber sido liberadas, ya tenían pareja, pichones. Y pudimos ver que si, la rehabilitación funciona”.

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