Copiapoas de Chile: Conociendo a los amenazados cactus endémicos del país
En el árido desierto de Chile, gracias a la camanchaca, los cactus del género Copiapoa sobreviven el día a día en condiciones extremas. Estos cactus, endémicos de la región, se encuentran desde Coquimbo hasta Antofagasta y presentan una notable capacidad de adaptación, logrando así permanecer en dicho territorio durante cientos de años. Sin embargo, el 82% de sus especies están amenazadas debido al comercio ilegal, la expansión urbana y el cambio climático. En este artículo te contamos más sobre estos hermosos cactus nativos.
En medio del desierto más árido del mundo podemos encontrar una forma de vida única en su tipo. Se trata de los cactus del género Copiapoa, los que son endémicos de Chile y pueden ser encontrados principalmente en zonas aledañas a las costas del norte del país. Esto se debe a que en aquellas áreas se desarrolla el fenómeno conocido como “camanchaca”, un tipo de neblina costera que les proporciona la humedad necesaria para sobrevivir.
Debido a lo anterior, su distribución se extiende desde Coquimbo hasta Antofagasta, sin embargo, es en la Región de Atacama donde es posible encontrar la mayor cantidad de especies que lo conforman. Esto debido a que este género posee una gran capacidad para adaptarse a las condiciones extremas de su hábitat natural, caracterizado por la aridez y la escasez de agua.
«Este género tiene una ecología bastante increíble, porque vive en un hábitat que es muy especial, el litoral del norte, entre Tocopilla, lo que es Paposo, Taltal, Pan de Azúcar, Parque Nacional Llanos del Challe, hacia el sur, hasta prácticamente el río Choapa. Entonces, tiene una distribución bastante especializada, respecto a lo que es la influencia del mar, a través de la humedad que aporta, por lo que se van a encontrar estas especies a lo largo del litoral», explica el Dr. Pablo Guerrero, investigador principal del Instituto de Ecología y Biodiversidad, profesor asociado de la Universidad de Concepción y miembro del Grupo de Especialistas en Cactáceas y Plantas Suculentas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
«La neblina costera impacta esta cordillera y se genera este fenómeno de camanchaca. Esto permite que en ese frágil ecosistema puedan subsistir un montón de especies. También hay valles con esta influencia costera, lo que facilita que se extienda la distribución de estas especies hacia el interior, como es el caso del valle de Copiapó y el del Huasco», agrega.
En términos de forma, las Copiapoas suelen presentar un crecimiento globular o columnar. Asimismo, estas plantas son generalmente pequeñas y su crecimiento es lento, aunque algunas especies pueden desarrollar cuerpos más grandes con el tiempo. Su superficie está decorada con espinas, las que son a menudo muy visibles y pueden ser rectas, curvadas o en forma de cepillo, con colores que varían desde blanco hasta marrón y gris.
«Varias de ellas tienen un gran tamaño, por lo que podrían tener un rol muy importante en el secuestro de carbono del desierto. Generan una gran biomasa, por lo que, si cada individuo puede pesar algunos cientos de kilos, llevar eso a carbono, podría ser bastante significativo, sobre todo si uno lo extrapola a un paisaje, ecosistema, que está dominado por ellas», comenta Guerrero.
«Son plantas muy hermosas en su apariencia y viven muchos años. Crecen tan lento, que en realidad es muy difícil saber la edad de estas plantas, pero calculan los expertos que viven cientos de años. Por lo mismo, se cree que algunos de los ejemplares que alcanzan tallas de medio metro podrían tener entre 300 y 500 años», señala por su parte la Dra. Bárbara Goettsch, copresidenta del Grupo de Especialistas en Cactáceas y Plantas Suculentas de la IUCN.
Por otro lado, una característica distintiva de algunas especies de Copiapoa es la presencia de un “cefalio” o roseta en la parte superior, que aparece en ciertas etapas de crecimiento. Este rasgo es particularmente notable en Copiapoa cinerea, que es conocida por su aspecto grisáceo y espinas largas y finas. Otra especie, Copiapoa hypogaea, tiene una forma globosa y espinas cortas y densas, adaptadas a ambientes extremadamente secos. Por su parte, Copiapoa tenebrosa se distingue por su color oscuro y estructura robusta.
«Hay claves de identificación que te permiten diferenciar entre una u otra especie. Algunas especies, por ejemplo, crecen de manera solitaria, por lo que encuentras un solo tallo, mientras que otras crecen en cúmulos. Otra manera es la coloración, unas tienen una apariencia como verde y azul, mientras que otras son muy cenizas. La flor también es otra característica que te puede ayudar a diferenciarlas», explica Goettsch.
En este sentido, las flores son en su mayoría pequeñas y pueden ser de varios colores, desde blanco hasta amarillo o rojo, dependiendo de la especie. Estas flores suelen emerger de los ápices de la planta y tienen una forma acampanada.
«Son capaces de almacenar mucha agua, por lo tanto, pueden florecer con mayor frecuencia que otras plantas que no tienen esa capacidad de almacenamiento para los momentos de sequías prolongadas. Cuando hay varios años en los que no llueve, como suele suceder en el desierto, estos cactus florecen igual», afirma Guerrero.
En cuanto a la conservación de estas especies, el género Copiapoa enfrenta serios desafíos. Según la UICN, el 82% de las especies de Copiapoa están ahora amenazadas de extinción. Factores como el comercio ilegal de plantas ornamentales, la accesibilidad aumentada debido al desarrollo de infraestructuras, y el cambio climático, son amenazas significativas.
Por lo mismo, la conservación de las Copiapoas requiere esfuerzos urgentes para proteger su hábitat y regular el comercio ilegal. La colaboración internacional y el cultivo de estas especies en invernaderos podrían ofrecer alternativas sostenibles para preservar estas plantas únicas y evitar su extinción.
«El esfuerzo más importante tiene que ver con la existencia de los Parques Nacionales, como el de Pan de Azúcar o el de Llanos de Challe, que son dos áreas de enorme valor en términos de esfuerzo y de conservación. El problema que muchas de estas áreas, lamentablemente, no tienen todos los recursos y el financiamiento que requieren por parte del Estado para poder acometer todas estas acciones y que sean efectivas en conservación», señala Guerrero.
Conociendo a las Copiapoas
El género Copiapoa fue descrito por primera vez en 1922 y es nativo de la costa desértica y seca del norte de Chile. Es más, su nombre hace referencia justamente a la localización (Copiapó) donde fue encontrada la especie tipo (Copiapoa marginata). Asimismo, lo conforman casi 32 especies, las que varían en su forma, entre esférica o ligeramente cilíndrica, así como en el color de sus cuerpos y flores, desde blanco hasta amarillo o rojo.
«El origen del grupo del género Copiapoa es bien especial, puesto que sus parientes más cercanos son bastante desconocidos en realidad, no se sabe bien cuáles son. Su origen, además, se remontaría incluso a eventos previos al nacimiento del desierto hiperárido de Atacama», afirma Guerrero.
«Muchas de las especies viven y crecen con sus cabezuelas, sus ramas, mirando hacia el norte, ya que también es un mecanismo adaptativo relacionado con el balance de temperatura y de sequía. Son capaces de vivir en estos hábitats, pero también diferenciando en distintos microhábitats. Algunas son de rocas y viven en grietas, otras en lugares más planos, otras en laderas y hay las que son incluso subterráneas. También tienen una relación muy estrecha con las hormigas, ya que estas tendrían un rol funcional muy importante para dispersar sus semillas, lo que es bastante poco común», agrega.
De esta forma, cada especie tiene alguna característica que la hace única. Por ejemplo, Copiapoa laui mide tan solo un par de centímetros de diámetro, mientras que la Copiapoa hypogaea, por su parte, crece bajo tierra, como forma de soportar la extrema aridez del desierto.
Lamentablemente, gran parte de estas especies se encuentran categorizadas bajo algún nivel de amenaza. En este sentido, de acuerdo con el Reglamento de Clasificación de Especies del Ministerio del Medio Ambiente, las especies C. humilis y C. longistaminea se categorizan como Vulnerables, mientras que las especies C. laui y C. serpentisulcata se encuentran En Peligro.
Asimismo, en 2013 el 55% de las especies de este género se hallaban en peligro de extinción, sin embargo, de acuerdo con la última actualización realizada en junio del presente año por la UICN, la cifra aumentó a un 82%
Esto se debe a que, al igual que otras cactáceas, las Copiapoas son objeto de una fuerte presión, tanto por agentes de su propio hábitat como por actividades humanas, siendo la agricultura, la expansión urbana (carreteras y viviendas) y la minería algunos ejemplos. Del mismo modo, las especies de este género han sido coleccionadas por su valor ornamental, lo que ha provocado la extracción indebida de ejemplares, los que terminan de forma ilegal en Europa y Asia.
A lo anterior debemos sumarle el cambio climático, ya que la neblina costera que necesitan para sobrevivir en el desierto se desplaza debido a los cambios mundiales de temperatura, siendo incapaces de reproducirse lo suficientemente rápido como para reubicarse en consecuencia.
«La principal amenaza es la pérdida de hábitat, por cambio de uso de suelo, ya sea por agricultura o por el establecimiento de zonas urbanas de manera ilegal. La colecta ilegal también es un factor importante, ya que hay gente que las recolecta sin permisos y sin escrúpulos. El cambio climático también es relevante. En algunas partes en donde crecen estas plantas se está poniendo muy secos, lo que está alterando los ciclos de la camanchaca, que es esta neblina costera y la única fuente de agua para muchas de estas especies», ahonda Goettsch.
«En regiones más específicas hay otras cuestiones, como la minería y todo lo asociado con ella, como lo es la creación de nuevos caminos. Otra amenaza podría ser la generación de energías renovables. La zona norte es muy adecuada para instalar, por ejemplo, parques solares, por lo que se pierde hábitat por la construcción de estos parques solares y también porque colocan las líneas de alta tensión en sitios donde no existen. En otras áreas, se encuentran presentes las competencias o el entretenimiento de las personas que montan estos vehículos tipo todoterreno, de esos con los que se meten en las dunas de arena, alterando el suelo y aplastando las plantas», agrega.
Es así como, en este contexto, la colaboración entre países se ha vuelto clave para asegurar el futuro de este género, así como para evitar que los ejemplares sean transportados a través de las fronteras.
«Con la UICN, en colaboración con el zoológico de Chester, en Reino Unido, con la Universidad de Concepción, con el Ministerio de Medio Ambiente y la Corporación Nacional Forestal, hicimos el Plan de Conservación Integral del Género Copiapoa. Este reunió a los actores principales, tanto nacionales como internacionales, para identificar las amenazas y ver cuáles son las acciones necesarias que se deben realizar para proteger este género. También lo estamos adecuando para que se transforme en un Plan Recoge, el cual tiene peso legal en Chile, lo cual es muy importante para poder validarlo e implementarlo», explica Goettsch.
«Son muchas las acciones que se derivaron de las diferentes amenazas. Varias están enfocadas en investigación, ya que existen vacíos en el conocimiento de estas plantas, por lo que sería beneficioso para la conservación de las mismas que supiéramos un poco más, por ejemplo, de la dinámica de poblaciones, etcétera. Otro foco es la conservación ex situ, es decir, no en su hábitat, sino que en Jardines Botánicos o en bancos de semillas. Otra línea de acción es la de generar conciencia, que la gente conozca más sobre la importancia de estas plantas», agrega.