Todos los chilenos y chilenas hemos probado alguna vez aquellas masas redondas que, al mascar esa primera capa crujiente, llena nuestro paladar de ese sabor tan particular, entre dulce y salado, el cual va acompañado de su suave textura interior, así como del reconfortante calor al ser recién preparadas.

Así es, nos estamos refiriendo a las aclamadas sopaipillas, estas masas fritas elaboradas con harina, puré de zapallo hervido o asado, sal, agua y manteca. Asimismo, pueden ir acompañadas tanto de algo dulce como de algo salado, como es el caso del famoso pebre chileno, o la tan conocida chancaca en las sopaipillas pasadas, por lo que no solo se trata de una preparación común, sino que también de una versátil.

Sin embargo, los ingredientes que las conforman, e incluso la forma en la que se corta la masa, pueden ir variando dependiendo de la zona geográfica en la que nos encontremos. En el sur de Chile, por ejemplo, se le adiciona puré de papas a la masa o se cocinan tan solo con harina, agua y manteca. En Chiloé, por su parte, se utiliza esa misma receta, pero son de forma romboidal. Finalmente, no podemos no mencionar las sopaipillas mapuches, las que también tienen una preparación diferente y única.

Sopaipilla. Créditos: GMVozd.
Sopaipilla. Créditos: GMVozd.

«La sopaipillas sin zapallo o pan frito, son bien sureñas. En la Patagonia se hacen con grasa de cordero, por ejemplo, solo con harina, levadura si hay, agua y sal. Se acompañan con pebre. Las sopaipillas mapuches, Yiwin Kofke, también son sin zapallo, con levadura, manteca, harina, agua tibia, aceite y sal. Son más infladitas que las tradicionales», explica Loreto Gatica, periodista especializada en gastronomía.

«No existen recetas “puras”, sino la suma de saberes y haceres. La historia gastronómica tiene su propia dinámica», comenta por su parte Patricio Rojas, editor de la revista MDV y presidente del Círculo de Cronistas Gastronómicos y del Vino de Chile.

Es así como, sin importar la variedad de ingredientes que lleven, las sopaipillas siguen siendo altamente consumidas por los habitantes de Chile, aunque también es cierto que, pese a ser populares en exceso, pocos conocen su origen exacto y la historia detrás de su nombre. Un pequeño adelanto: las sopaipillas están lejos de ser un producto 100% chileno.

Sopaipilla. Créditos: ldipapp.
Sopaipilla. Créditos: ldipapp.

El origen de esta preparación

De acuerdo con lo mencionado por el historiador Eugenio Pereira Salas, en su libro “Apuntes para la historia de la cocina chilena”, la palabra sopaipilla deriva de “sopaipa”, la cual tiene un origen entre árabe y español. Asimismo, la primera documentación escrita de esta preparación data de 1726, por lo que se estima que la receta en realidad fue introducida por los españoles.

Aunque, independientemente de su origen árabe e introducción española, los chilenos sí podemos afirmar que la creación de la sopaipilla pasada, que consiste en bañar esa misma masa frita en un caldo de chancaca y cítricos, es original de nuestra cultura.

Ilustración de la llegada de los españoles. Créditos: Getty Images.
Ilustración de la llegada de los españoles. Créditos: Getty Images.

«Las sopaipillas en estricto rigor, no son chilenas, son una receta árabe que llegó a Chile con los españoles cerca de 1700. Los españoles le decían sopaipa al pan remojado en aceite y se dice que fueron los mapuches quienes le dieron el nombre de sopaipilla, en honor a un pájaro del sur de Chile», comenta Gatica.

«La preparación con chancaca, un tipo de azúcar sin refinar, es propia chilena y casera. Todavía hay lugares bien tradicionales donde se encuentra, como el Café Villa Real, o Las Lanzas. Calentitas y con un toque de naranja y canela», agrega.

Sopaipilla. Créditos: Claudiio Doenitz.
Sopaipilla. Créditos: Claudiio Doenitz.

Sin importar el origen, la verdad es que esta preparación no solo se consume en Chile, sino que también en otros países que son parte de lo que comúnmente se conoce como América Latina. Por lo mismo, dependiendo de la zona, recibe diferentes nombres, aunque en el fondo se trata del mismo producto. Por ejemplo, en Argentina, Perú y Bolivia se le conoce como torta frita.

«El origen es el mismo y las preparaciones van resultando de las culturas que se apropian de las recetas, las reversionan y adaptan a su realidad. A su cultura», señala Rojas.

«Existen distintas recetas y versiones en Latinoamérica. Las que responden a las distintas geografías y a las situaciones de consumo. En Perú se consumen en los mercados espolvoreadas con azúcar. En Argentina las tortas fritas van con el mate, por ejemplo (…). Cambia la forma de freír y también los ingredientes a la hora de freír (distintos aceites darán como resultado distintas sopaipillas o sopaipas como hasta la década de los 70 las llamaban algunos “antiguos” en el campo chileno). Estamos hablando de una receta cuya esencia es ser una masa (de agua y harina) frita. Esto define el resultado», agrega.

Sopaipilla. Créditos: Cristian Martin.
Sopaipilla. Créditos: Cristian Martin.
Sopaipilla bañada con miel y azúcar flor. Créditos: Laura Mogollon.
Sopaipilla bañada con miel. Créditos: Laura Mogollon.

El consumo de la sopaipilla en invierno

Por alguna razón, siempre que comienza a llover en la ciudad un antojo irrefrenable por comer sopaipillas nace de lo más profundo de nuestro ser. Por lo mismo, esta preparación suele ser bastante consumida en esta época del año, cuando empieza a hacer más frío y aparecen los primeros indicios del invierno.

Sorprendentemente, este fenómeno se ha extendido tanto que incluso se han llevado a cabo estudios al respecto. Un ejemplo de esto es la encuesta 5C de Cadem, la cual se propuso la semana pasada profundizar en las costumbres y preferencias de los chilenos, pero no de cualquier momento del año, sino que precisamente durante estos meses más fríos.

En este sentido, un 74% de los chilenos declaró comer sopaipillas. Dentro de ese grupo, un 34% dijo que su forma de preparación favorita es pasadas con chancaca, seguidas por comerlas con pebre (24%), solas (19%), con palta (10%) y con mostaza (10%).

Sopaipillas pasadas. Créditos: ldipapp.
Sopaipillas pasadas. Créditos: ldipapp.

«La estacionalidad también define formas de consumo (…). En lugares apartados, donde no existe la venta de pan, las tortillas, churrascas y sopaipillas se elaboran en cada casa. Eso en inverno», afirma Rojas.

«En verano, con el tiempo las sopaipillas van formando parte del acompañamiento en asados y comidas donde se consumen con “pebre”. Ahí entramos en la cultura de la parrilla, el asado, la ganadería y los cruces cordilleranos que aportan sus propias recetas», agrega.

Así es como, consumir esta preparación, se ha transformado en una especie de tradición típica chilena. Sin embargo, aunque puede parecer que es una costumbre nueva (consumirlas en invierno), en realidad, se cree que tiene su origen hace muchos años atrás.

Sopaipillas con pebre. Créditos: ldipapp.
Sopaipillas con pebre. Créditos: ldipapp.

De acuerdo con algunos relatos orales, en el pasado era bastante común que los gauchos, residentes de las amplias llanuras de Argentina, Paraguay y Uruguay, prepararan la masa con el agua que juntaban de las lluvias. En nuestro país, se tenía una costumbre similar entre los campesinos chilenos, orientada al aprovechamiento de los recursos disponibles.

«En invierno los campesinos chilenos a principios del siglo pasado consumían habitualmente mate, café de higo, poco té y menos café instantáneo. Cuando volvían a la casa, comían las sopaipillas como una forma rápida de pan», explica Rojas.

«En este caso en particular la agricultura y el paisaje campesino también aportan lo suyo», agrega.

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