Existe un antiguo relato kawésqar que se transmite hace siglos de manera oral, y que tiene como escenario el canal Kirke. Según la leyenda, una pareja navegaba hace miles de años el paso en su canoa. C’eleqéio, el hombre, era muy flojo y su esposa, aburrida de él, lo empujó de la embarcación en la mitad del canal para deshacerse de él. Esto provocó la furia de las corrientes y una inmensa marejada cubrió toda la tierra. Cientos de kawésqar murieron, menos C’eleqéio, que se transformó en pez hielo y en aejames (ser sagrado y tabú) que no puede matarse ni consumirse porque transforma la sangre en agua. Los espíritus del canal calmaron las corrientes, y desde entonces C’eleqéio recorre el Kirke y otros canales, llegando hasta los hielos antárticos. Este cuento es narrado de generación en generación para que las personas aprendan a respetar los territorios. 

Canal Kirke, región de Magallanes. (Video: Alex Muñoz)

El Canal Kirke, lugar de navegación desde hace 6 mil años del pueblo kawésqar y morada de relatos y espíritus, está a punto de ser modificado de manera irreversible por un proyecto que busca ensancharlo para transformarlo en un paso de embarcaciones de gran envergadura, todo con fines turísticos. Ladera Sur revisó la evaluación ambiental del proyecto presentado por el Gobierno Regional de Magallanes, entrevistó a representantes del pueblo kawésqar y a científicos y abogados expertos en derecho ambiental, y todos concuerdan en un punto: el proyecto, aprobado por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) presenta graves falencias y errores en su tramitación, y su implementación dañaría de manera irreparable una zona de gran riqueza biológica, natural y espiritual. 

Los efectos del sueño

La idea de ensanchar el Canal Kirke es de larga data. Partió como el sueño de Manuel Suárez Arce, ciudadano ilustre de Magallanes y ex Gobernador de Última Esperanza entre 1990 y 1994, fallecido en 2021. El canal, de 98 metros de ancho, tiene una enorme formación rocosa al medio, Punta Restinga, que provoca que las embarcaciones tengan poca capacidad de maniobra y se demoren más en cruzarlo. Desde 1969 esa roca está en la mira de distintos proyectos para ser “volada”, en palabras de Suárez. 

Su idea encontró justificación en 2014, cuando la nave “Amadeo I”, de la empresa Navimag, encalló en el fondo del canal derramando cantidades importantes de combustible y causando la muerte de más de 100 animales en la zona. Esto puso urgencia al afán de “volar” Punta Restinga y ensanchar el paso. En 2017 se materializó la idea, a través de un proyecto representado por Jorge Flies Añón, actual gobernador de la región de Magallanes y la Antártica Chilena.

El sueño que Manuel Suárez acuñó durante largos años recibió la Resolución de Calificación Ambiental (RCA) en julio de 2021, y cuenta con autorización para ejecutarse. Intervendrá 90.493 metros cúbicos de roca, en una superficie de 14.162 metros cuadrados de obras sumergidas y 553 de obras terrestres, producto de la remoción de material rocoso que será fracturado y vertido en el mismo canal, a 115 metros de profundidad. A pesar del gran territorio que será intervenido, y de la enorme cantidad de material que será depositado, las únicas medidas de mitigación que presenta el proyecto tienen que ver con el impacto acústico que producirán las obras. 

De acuerdo al GORE, en el Canal Kirke habitan decenas de especies, entre ellas cormoranes imperiales, yecos, petreles gigantes, cisnes de cuello negro, delfines chilenos, delfines australes y lobos marinos. Sin embargo, y según una reclamación presentada ante el Tercer Tribunal Ambiental en contra de la resolución que calificó ambientalmente el proyecto, en el lugar conviven muchas más especies que no fueron consideradas. Entre ellas hay algunas en categoría de amenaza, como la foca elefante y la ballena jorobada, y otras como orcas, pingüinos rey y el pez hielo. 

Esta última es de vital importancia para la cosmovisión del pueblo kawésqar. Está catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y presenta una declinación de su población en las costas de Chile de un 80%. La medida de mitigación de los impactos acústicos que generarán las obras sólo consiste en un ahuyentamiento de las especies 20 minutos antes de que se inicien las actividades de dragado del canal, es decir, 20 minutos antes de que se comiencen a perforar sus márgenes y Punta Restinga. 

“Les falta información en relación a las especies”, dice Macarena Martinic, abogada especialista en derecho ambiental de FIMA, y una de las autoras de la reclamación. “No se justifica que 20 minutos sea adecuado para ahuyentar a las especies y que se desplacen. El ahuyentamiento es muy intrusivo, y puede tener impactos irreversibles”.

Canal Kirke. (Foto: Tomás Munita)
Canal Kirke. (Foto: Tomás Munita)

Sumado a esto, la gran cantidad de material rocoso que será vertido al canal puede afectar significativamente a las especies que habitan el lugar. Según se consigna en la reclamación, “las acciones de remoción del fondo marino pueden aumentar la turbidez y generar plumas de sedimentos en  el cuerpo de agua, las cuales extienden el impacto del dragado a áreas más amplias que la impactada por acción física directa. Este aumento en la turbidez tiene el potencial de impactar la habilidad de alimentarse de los peces, teniendo impactos diferenciales entre aquellos que se alimentan de otros peces, los que requieren reconocer a su presa a largas distancias”. 

A pesar de esta información, ninguno de los organismos con competencia ambiental, encargados de revisar el proyecto y solicitar mejoras, se percató del análisis deficiente de las especies y de las medidas de mitigación, excepto uno. 

El 23 de septiembre de 2019 el entonces director regional de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), Mauricio Vejar, ingresó una observación incisiva respecto a los impactos que generaría el ensanchamiento del canal. 

El documento señala que “respecto al estudio de impacto ambiental (…) este no se hace cargo de la totalidad de los impactos sobre componentes biológicos y culturales de este proyecto. Toda vez que de la totalidad de los componentes analizados solo “Ruido en ambiente marino”, cuenta con Medidas de Mitigación, quedando fuera los impactos sobre el paisaje, vegetación, la zona litoral y el fondo marino. Además, no se plantea ninguna medida de reparación o compensación para alguno de estos componentes”. (Ver documento)

El SEA solicitó a CONAF clarificar su observación, y el 1 de octubre de 2019 el organismo señaló que el GORE no analizó con profundidad los efectos del proyecto de acuerdo a la letra d) del artículo 11 de la ley 19.300. “Se debe realizar el análisis de los potenciales impactos del proyecto en el marco de este nuevo escenario y,  según corresponda, entregar  las medidas correspondientes”.

Finalmente, la observación no fue considerada por el SEA, argumentando que “la pregunta es genérica, no es clara, precisa ni fundada. El proyecto presenta Medidas para aquellos impactos significativos identificados”, refiriéndose a reforestación por la flora que será afectada. (Ver documento)

Ladera Sur se contactó con el ex director regional de la CONAF de Magallanes, Mauricio Vejar, para consultarle sobre la observación que no fue tomada en cuenta, pero declinó hacer declaraciones.

Ausencia de consulta indígena y observaciones esfumadas

El 26 de  enero de 2018 se crearon el Parque y la Reserva Nacional Kawésqar, exactamente 38 días después que el GORE de Magallanes ingresara el proyecto al SEA. La creación de ambos estableció objetos de protección, entre los que se encuentra preservar las especies de fauna y sus hábitats naturales. 

Canal Kirke. (Foto: Alex Muñoz)
Canal Kirke. (Foto: Alex Muñoz)

“Aquí hay un área protegida, y la normativa obliga a que todos los proyectos que ingresan tienen que atender a sus objetos de protección. La reserva se crea con fines de conservación y protección de la flora y fauna, y hay actividades permitidas siempre que no afecten sus objetos de conservación, que tienen que ver con la protección de los ecosistemas y el uso ancestral que hacen los kawésqar del territorio. Éstos son los objetivos principales al momento de crear la reserva, y no se consideran si se permite impactar de esta manera un canal sagrado como el Kirke”, dice Macarena Martinic. 

Tanto el parque como la reserva no cuentan aún con un Plan de Manejo, elemento que regularía aún más las actividades que pueden realizarse en dichos lugares. CONAF es la encargada de su elaboración en conjunto con todos los actores que tienen intereses en el territorio, entre ellos representantes de la industria salmonera. El 1 de agosto de 2022 se elaboró un Plan de Manejo que protegía casi en su totalidad la flora y la fauna de las millones de hectáreas de mar que tiene la reserva, pero por presiones del sector salmonicultor, 25 días después de emitido el organismo dejó sin efecto dicho documento (Ver aquí Plan de Manejo y la resolución que lo dejó sin efecto)

Para Macarena Martinic, dicho plan “reconocía mucho las actividades del pueblo kawésqar, el vínculo que tienen y la protección de los ecosistemas y la flora marina, no así tanto como le gustaría a la industria salmonera. Le da énfasis a los inicios de la creación de la reserva. Salió eso y quedó sin efecto por la CONAF. Es anormal, el proceso se está llevando a cabo de nuevo es difícil de seguir porque no es público. Es bien anómalo lo que pasó con este plan de manejo”. 

Martinic enfatiza en que uno de los temas más preocupantes tiene que ver con que el proyecto se realizará dentro de la Reserva Nacional Kawésqar, “lugar ancestral donde las comunidades tienen vínculos espirituales, simbólicos y rituales que tienen que ser reconocidos tanto por la normativa internacional como por la ley nacional. Acá hay deficiencias por el tema ancestral y espiritual que significa el territorio, y se tiene que ver cómo el proyecto afectará los sistemas de vías y las costumbres de las comunidades kawésqar”. 

En otros países dichos derechos se denominan “derechos bioculturales”, y tienen que ver con la confluencia de elementos espirituales e históricos con elementos biológicos de un territorio. 

Claudio Carocca, biólogo marino, explica las particularidades de la zona que intervendrá el GORE. “El proyecto impacta un lugar que funciona como regulador de corrientes. El Kirke está a 70 km de Puerto Natales, es angosto y su profundidad disminuye drásticamente de 200 metros a 50, produciendo un sistema de barreras naturales que impiden la entrada del Océano  Pacífico. Cuando entra la marea, el agua choca en estas partes de menor profundidad y se crean remolinos y contra mareas, que se ven cuando se navega el canal. Se genera un ecosistema de turbulencias de alto oxígeno y buena calidad en la columna de agua y los nutrientes. A nivel ecosistémico es muy importante”. 

En la tramitación, la CONADI se pronunció dos veces respecto de falencias en el proyecto sobre afectación a las comunidades kawésqar. En ambas recalcaron que el GORE no caracterizó correctamente a las comunidades y los usos que hacían del canal, y que las formas de acercarse a ellas para recabar información no fueron oportunas, además de que podrían existir impactos no incorporados. Sin embargo, en la última observación se declararon conformes con la información añadida y no pidieron más modificaciones.

Una de las cosas que sorprende es que no se haya realizado consulta indígena (trámite fundamental consignado en el Convenio 169 de la OIT) ni un proceso de participación ciudadana convocante, siendo que el proyecto está dentro de la Reserva y el Parque Nacional Kawésqar. El GORE realizó instancias de participación fuera del marco de evaluación del proyecto, con una convocatoria, informada por ellos, de 85 personas la primera y 50 personas la segunda reunión. Ahí los asistentes manifestaron inquietudes y reservas, creyendo que sus observaciones serían vinculantes y quedarían registradas, como señala Leticia Caro, integrante de la Comunidad Kawésqar Grupos familiares Nómades del Mar.

“Siempre creímos que lo que decíamos en las reuniones quedaba consignado en un acta o grabado. Asistimos a todas las instancias y dijimos que no estábamos de acuerdo con el ensanche y que era necesario hacer una consulta indígena, pero nada de eso se tomó en cuenta y no se nos dijo que teníamos que ingresarlos de manera escrita al SEA. Pensé que todo iba a quedar consignado”, dice. 

Posterior a dichas reuniones comenzó el proceso de Participación Ciudadana al que no asistieron las comunidades del lugar. “No sabíamos que había que hacerlo”, dice Leticia Caro, “no teníamos idea del proceso porque no fue evidenciado. Ese lapso de ingreso de observaciones pasó piola. Le debe haber pasado a la mayoría de la ciudadanía. Hubo falta de información, porque ganas existían de hacer observaciones. Pecamos de inocentes, por desconocimiento. Cuando uno va a cosas así se enfrenta a personas que están en amplio conocimiento de lo que hacen, y cómo vamos a saber nosotros de una obra de ingeniería civil, si somos pescadores”.

Refiriéndose a esta arista, Macarena Martinic dice que “se hicieron procesos de participación ciudadana que se pueden denominar anticipados, no regulados por la ley. La facilitación que tiene que dar el SEA, y el deber del Estado de promover y dilucidar esos espacios, no fue hecho. Hubo muy pocas observaciones porque la gente que participó en un inicio no lo hizo después, y sus objeciones iniciales no están reflejadas en el expediente y no fueron consideradas”. 

Al no ser consideradas en el expediente, ninguna de las observaciones realizadas por las comunidades en dichas reuniones iniciales tuvo que ser respondida por el titular de manera expresa. Aunque según un documento del expediente (ver aquí) se menciona que todas las observaciones fueron incorporadas, no se especifica cuáles fueron dichas observaciones, ni cómo se les dio respuesta.

La muerte de las corrientes

Otro de los puntos que llama la atención a FIMA es el carácter del proyecto. “Hay otra gran falencia y tiene que ver con la formulación. Se plantea como dragado y ensanchamiento de un canal para que puedan navegar embarcaciones grandes, pero en ningún momento se consideran las embarcaciones mismas, es decir, los impactos que causarán cuando recorran el canal de día y de noche. La construcción del proyecto es acercar las máquinas e iniciar el dragado, y su operación es la ejecución del proyecto, es decir, las acciones de fractura de la roca, devolver el material al canal y el cierre. Es muy particular la formulación, nunca habíamos visto una similar”, señala.  

Canal Kirke. (Foto: Tomás Munita)
Barco en Canal Kirke. (Foto: Tomás Munita)

Para consultar sobre este y otros temas relacionados con falencias, falta de información e impactos no considerados en el proyecto, Ladera Sur contactó al GORE de Magallanes y envió una pauta de preguntas al Gobernador y representante legal de la iniciativa, Jorge Flies. Sin embargo, al cierre de esta edición, no se recibieron respuestas. 

Este medio también revisó las reuniones de lobby realizadas con el gobernador, y en una de ellas, efectuada el 9 de septiembre 2015 (un año después de que encallara la nave “Amadeo I” en el canal) Flies se reunió con una persona cuya finalidad fue “exponer y explicar lo que va a significar la remoción de roca en el Canal Kirke”, sin embargo el portal InfoLobby no entrega más antecedentes de la reunión (Ver información).  

“El Canal Kirke es una figura sagrada, ajaemes, que significa tabú”, explica Caro. “Esta característica está dada por sus corrientes, que no existen en todos los espacios y son una frontera natural. Hay distintos ajaemes, y en ciertas horas y ocasiones son prohibidos. En la antigüedad no se dejaba que los niños miraran los remolinos que se formaban en el agua. Sólo los adultos remadores podían verlos. Tampoco se podían ver las ballenas y las orcas cuando estaban en tránsito. Las orcas son sagradas, y entre noviembre y marzo atraviesan el Kirke”. 

Leticia Caro señala que las corrientes del canal emergen desde las profundidades donde habitan los espíritus, y al desaparecer ellas se destruiría la casa de esos espíritus. Al estar el Kirke conectado con otros canales del territorio, su modificación cambiaría la relación entre todas esas enormes franjas de agua.

“Los proyectos se evalúan de manera fría y tecnocrática”, dice Claudio Carocca. “La Patagonia se mide en superficie de km, y creen que el territorio es infinito porque es enorme, pero es finito y cada sector es distinto. Hay islas y fiordos donde el mar entra de manera particular y donde el viento sopla de manera diferente. Si seguimos así, nos quedaremos sin lugares que son únicos, que no están en otras partes”.A la pregunta de si las corrientes sagradas del Kirke desaparecerían con el ensanchamiento del canal, y si el territorio del que nacen los relatos antiguos se perdería, Leticia Caro responde de forma enfática. “Ya no existirían corrientes. El territorio moriría”.  

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