Estos resultados forman parte de un estudio que se encuentra en su etapa final de publicación, liderado por Pablo Sandoval y Adriana Calle, micólogos de Fungilab Estudios Ambientales. La nombraron Mycena luxaustralis, epíteto que significa “luz del sur”, para destacar la luz que emiten los basidiomas o cuerpos fructíferos y por su distribución en la zona austral de nuestro país. El equipo de trabajo, que realizó un detallado estudio morfológico y genético de la especie, es integrado además por destacados micólogos como Matthew Smith y Benjamin Lemmond de la Universidad de Florida en EE. UU. y Nicolas Niveiro del Instituto de Botánica del Nordeste, en Argentina.

La bioluminiscencia es el proceso mediante el cual organismos vivos producen luz, en que básicamente transforman energía química en energía lumínica. En términos simples, todos los organismos bioluminiscentes cuentan con proteínas denominadas luciferinas, las cuales con ayuda de enzimas llamadas luciferasas, se oxidan desencadenando una reacción lumínica y liberando agua. Es importante señalar que los distintos grupos biológicos que poseen esta característica tienen sus propios tipos de luciferinas, con sus respectivas luciferasas compatibles.

A la fecha se han descrito al menos 700 géneros de organismos bioluminiscentes, tanto de ambientes acuáticos como terrestres, de una gran cantidad de grupos biológicos, como bacterias, cnidarios (medusas), dinoflagelados, artrópodos, moluscos, anélidos, equinodermos, urocordados, vertebrados y por supuesto, hongos.

En el caso de los hongos, alrededor de 100 especies pertenecientes al orden Agaricales son bioluminiscentes, las cuales pueden ser agrupadas en 4 linajes distintos, pero que al parecer comparten un ancestro común, en donde podría estar el origen de la bioluminiscencia fúngica. Uno de estos grupos, el linaje Mycenoide (tambien tratado como familia Mycenaceae), es el más importante en cuanto a especies bioluminiscentes, contando con alrededor de 80 especies con estas características.

A este último grupo pertenece el género Mycena, que contiene alrededor de 600 especies en todo el mundo, caracterizadas principalmente por ser hongos agaricoides, es decir, formadores de las típicas setas o callampas, generalmente con una apariencia delicada y con una gran variedad de colores. Sus especies son en mayor parte hongos saprófitos, descomponedores de materia orgánica vegetal, pero también se han reportado especies con otras estrategias nutricionales, micorrícicas y parásitas. En este género encontramos una gran cantidad de especies bioluminiscentes como Mycena chlorophos («chloro» significa «verde» y «phos» quiere decir «luz» o «resplandor»), que se encuentra en varios países asiáticos, o M. luxaeterna (“luz eterna”), endémica de la selva tropical brasileña.

Respecto al rol que juega la bioluminiscencia en las especies de hongos, aunque a la fecha no existe consenso respecto a su función ecológica, existen algunas evidencias que apuntan a un rol activo en la dispersión de las esporas, atrayendo a potenciales vectores, principalmente artrópodos como los insectos, lo que a la fecha esto no ha sido totalmente comprobado.

En el caso de las distintas especies de hongos bioluminiscentes, la emisión de luz se puede dar en distintos sectores del cuerpo del hongo, tales como el píleo (sombrero), estípite (pie) o micelio, aunque en términos generales, la mayor parte de las especies con basidiomas (setas) bioluminiscentes, tienen micelio con las mismas características. En el caso de la nueva especie, es un tipo de hongo saprófito que se encuentra descomponiendo materia vegetal muerta entre la hojarasca en el bosque y generalmente produce grupos de setas muy delicadas y pequeñas, las cuales excepcionalmente alcanzan 1 centímetro de alto. Los autores del estudio la han registrado en varios puntos del sur del país, pero siempre en ambientes boscosos, por ahora entre las regiones de Los Ríos y Aysén.

Para la realización de este estudio, se seleccionó un ejemplar tipo (en el que se basa la descripción de una especie y que se conserva en una colección oficial) que proviene de la Reserva Vodudahue, específicamente de los bosques lluviosos templados que se conservan ahí. Esta es un área de conservación privada, administrada por Fundación Alerce 3000, donde se está realizando un proyecto de ciencia y educación guiado por Fundación Chilco, y en el que han participado numerosos especialistas chilenos, entre ellos, Pablo y Adriana, quienes realizaron la línea base micológica.

2 Comentarios

2 Comentarios

  1. Horacio Pio Nazar

    Felicitaciones

  2. Ema Aravena

    Muy interesante,estaré atenta a más investigaciones
    Gracias

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