Éste es un proyecto que, como muchos, parte de una exigencia.

Punta Pite es un loteo privado en la costa entre Papudo y Zapallar. La norma urbana para el lugar, exige dejar un paso libre por el borde costero que unirá Papudo con Maintencillo. Para hacerse cargo de dicha exigencia, llaman a la paisajista Teresa Moller. El lugar era topográficamente inaccesible.

La exigencia se transformó en una oportunidad.

Se intervino el lugar de manera de generar 4 espacios públicos repartidos por el territorio, los que terminaron dándole un valor agregado tan importante, que se justificó el dejar uno de los lotes sin vender y conservarlo como parque.

Si bien el proyecto está extensamente publicado, queremos enfocar este artículo en el valor del proceso constructivo y en las repercusiones que éste tuvo.

Créditos: Chloe humphreys.
Créditos: Chloe humphreys.

En primer lugar, pensaron en cómo hacer un paseo que debía resistir el estar junto mar. Se decidió entonces, ocupar las piedras que el antiguo dueño había sacado de la playa y que se encontraban acopiadas en el sitio. Los antecedentes de la zona indicaban que allí existía una costumbre de trabajar la piedra, pero de una manera muy distinta a la que la paisajista quería lograr: esto es, sin mostrar el mortero de unión entre las piedras. Así comenzó el desarrollo y aprendizaje de este trabajo, que involucró a escultores y picapedreros (Gerardo Ariztía y Francisco Araya) y alrededor de 40 personas que durante 2 años trabajaron en la construcción de Punta Pite. Existen distintas labores específicas; el que reconoce por dónde va la veta de la piedra, el que la corta y el que le da la forma a partir del trazado, etc. Un trabajo de precisión.

Fue así como el oficio se fue perfeccionando al punto que hoy en día podemos hablar de una escuela de pedreros, una manera particular de trabajar la piedra que sigue reflejándose en nuevas construcciones de la zona y de distintas partes de Chile. La gran mayoría de ellos sigue trabando en este oficio y transmitiéndolo a nuevas generaciones de trabajadores. Es éste, el punto que queremos poner en valor.

Créditos: Chloe humphreys.
Créditos: Chloe humphreys.

Con una visita a la semana, se fue definiendo el trazado, y se fueron inventando distintas maneras de dibujarlo. Por ejemplo, para definir las horizontales se utilizaron palos de bambú y lienzas. Cuando el terreno a rellenar era irregular se llenó de agua, lo que definió su geometría horizontal, traspasándose la forma de la piedra a la roca que se debía cortar. Como guía, se utilizó un alambre doblado.

El proyecto nunca se dibujó en papel, la complejidad del territorio y lo específica de la intervención, lo hubiese hecho imposible. El levantamiento topográfico se hizo una vez terminada la construcción; se dibujó in situ, sobre las mismas rocas. Teresa Moller se autoimpuso una serie de reglas: sólo líneas rectas, en los cambios de dirección se deja un espacio vacío a modo de hilván, cuando el terreno es lo suficientemente amable al paso, no se intervendría, cuando se debía rellenar una zona irregular, se dibujaría siempre una cantería recta para geometrizar la forma, entre otras.

Destacamos y valoramos especialmente de este proyecto, la intuición, la perseverancia y lo que significa hasta hoy en día esta construcción.

Le agradecemos a Teresa Moller y su estudio por facilitarnos la información con que se hizo este artículo.

Aquí les dejamos 2 vídeos del año 2004 en plena construcción del proyecto

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