Desde tiempos lejanos, han conquistado variopintos paisajes que van desde zonas costeras, valles, desiertos y ciudades, hasta altas cumbres que bordean los 6 mil metros sobre el nivel del mar. Aunque suelen ser avezados cazadores que regulan el equilibrio de la naturaleza con su vuelo rasante, también están aquellos cuya dependencia de la carroña mantiene la salud de los ecosistemas. Las águilas, caranchos, concones, cóndores y buitres son algunos de sus exponentes que, pese a vivir con nosotros, suelen ser ignorados o incluso amenazados por el humano.

CaranchoCord ©Jean Paul de la Harpe
©Jean Paul de la Harpe

He ahí la vital importancia de conocer y proteger a estas aves.

“Las rapaces tienen una cosa interesante que es un grupo de depredadores tope que consumen presas, son vitales para el control y regulación de los equilibrios de los ecosistemas naturales. Además, están en todas partes, prácticamente no hay sitio en Chile donde no estén”, expresa el biólogo y ecólogo Agustín Iriarte, uno de los autores del nuevo libro “Las Aves Rapaces de Chile”, obra que redactó junto al ornitólogo Tomás Rivas-Fuenzalida y el zoólogo Fabián Jaksic.

Este nuevo libro se realizó con el apoyo del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (Capes UC), Flora & Fauna Chile Limitada y Explora, y fue editado e ilustrado por Rodrigo Verdugo, en colaboración con Alonso Loncho Salazar y María José Sepúlveda.

Además, ha sido calificado por muchos como una “guía definitiva” debido a su amplia gama de contenidos, fruto de trabajo de un sinnúmero de profesionales, que hacen de ésta una obra valiosa tanto para el neófito como el especialista. Iriarte señala que “contiene la información más actual que hay sobre este grupo, y en términos técnicos está fuera de pruebas. Es útil no solo para jóvenes que estén en educación media, sino también para universitarios y especialistas que quieran tener distintos tipos de información en un solo libro”.

Para hacerse una idea, este texto nos introduce al mundo de las rapaces a través de aspectos generales como su mapa de distribución, dieta, anatomía, sentidos, historia evolutiva y bioacústica, incluyendo sonogramas y códigos QR que permiten conocer las vocalizaciones de estos animales.

También enseña a identificarlas a través de sus siluetas de vuelo, así como por su nombre en español, inglés, mapundungún, e incluso yagán.

Asimismo, aborda los desafíos para la conservación y convivencia del ser humano con estos animales, así como la legislación que los protege.

Toda la información es acompañada de ilustraciones y fotografías de numerosos autores,  a través de una impresión 6/6 de óptima calidad, que no escatima en los colores primarios y secundarios, mostrando de manera vívida a cada ave que protagoniza sus páginas.

De esa manera, este libro refleja, con total justicia, la belleza e importancia de estas criaturas aladas.

Muchas formas, un mundo

Cuando nos referimos a estos animales, una de las primeras imágenes que irrumpirá en nuestras cabezas es la de un ave que se arroja en picada para capturar a su presa. No en vano los antiguos los denominaron con la palabra “rapaz”, la cual proviene del latín rapax que significa “dado al robo, hurto o rapiña”. De allí se desprende la noción de que todas son cazadoras, asociándose históricamente al orden Falconiformes. Esto ha generado confusiones ya que excluye a otras especies. Por ello, aún no existe consenso sobre la definición de este grupo de aves.

Lo que sí sabemos es que las aves rapaces chilenas están conformadas por cuatro grandes grupos, que están representados, precisamente, en la tapa del libro: los Falconiformes, como el traro y el cernícalo; los Cathartiformes, como el cóndor y el jote de cabeza colorada; los Accipitriformes, como el peuquito y el bailarín; y los Stringiformes, como el chuncho y la lechuza.

La mayoría de estas aves posee una serie de adaptaciones para el consumo de carne, como fuertes garras, un pico curvo y puntiagudo, y ojos frontales. No obstante, los cóndores, buitres y jotes están adaptados al consumo de carroña, caracterizándose por sus patas con garras cortas y poco curvas, así como por su cabeza y cuello desprovistos de plumas, lo que les permite hacer lo suyo con los cadáveres, manteniendo la buena higiene y fácil ingesta.

Actualmente, existen alrededor de 34 especies de aves rapaces en Chile, aunque no es sencillo aventurarse con una cifra exacta, dado que hay otras especies que pueden cruzar fronteras para llegar a estos rincones, como bien acusan algunos registros frecuentes o anecdóticos.

“Es un poco difícil de contestar porque, por ejemplo, hay alrededor de 29 especies que son permanentes, mientras hay otras que son visitantes ocasionales, que se han visto menos de 10 veces en Chile. También se han visto a algunas aves solo una o dos veces, entonces si uno las contara a todas son más de 40”, puntualiza Iriarte.

Aguila ©Jean Paul de la Harpe
©Jean Paul de la Harpe

En ese sentido, la guía incluye también a las especies errantes que han sido avistadas en contadas ocasiones en nuestro país.

Un ejemplo es el jote de cabeza amarilla que se distribuye desde el sur de México hasta el noroeste de Argentina, y que fue registrado una vez en Vallenar. Otro caso similar es el del aguilucho langostero, el cual habita en Norteamérica y que migra durante la primavera austral por los Andes, pasando por Argentina, Uruguay y Paraguay. Sin embargo, fue reportado en el Archipiélago de Juan Fernández en 1875, en la cordillera de Curicó en 1923 y en las cercanías de Osorno en 1994.

A estas se suman las aves rapaces errantes que potencialmente podrían arribar a Chile, ya que han sido registradas cerca de las fronteras y, dada su alta capacidad de vuelo, podrían cruzar los límites de su distribución conocida. Ese es el caso del águila colorada que se encuentra en Brasil, Bolivia, Argentina y Paraguay, o del halcón murcielaguero que vive en lugares tropicales, sabanas y bosques de países en Centroamérica y América del Sur.

Al respecto, Iriarte asegura que factores ambientales como sequías, huracanes o incluso el cambio climático podrían influir en el movimiento de estas especies. “Con el cambio climático podrían cambian su conducta y aparecer en Chile. Obviamente eso tiene que ser testificado por ornitólogos expertos, y con pruebas, por ejemplo, si se encontró al animal muerto o una foto buena”, asegura.

Hacia una sana convivencia humano-rapaz

Otro aspecto relevante es que, aunque seamos vecinos, muchas veces ignoramos a las aves rapaces, las cuales pasan desapercibidas incluso en las urbes. “En Santiago podemos ver halcones peregrinos persiguiendo gaviotas en el Mapocho, o a tucúqueres que salen de noche y se comen los ratones que están en los basureros en el centro”, cuenta el autor.

Además, Iriarte recuerda cuando se desempeñó como encargado nacional de Fauna Silvestre del Servicio Agrícola y Ganadero en la década de 1990. “Una de las primeras cosas que hicimos en el año 1993 fue prohibir la caza de todas las aves rapaces. Hasta el momento estaban casi todas permitidas de caza, la única que estaba protegida era el cóndor desde el año 30, con el primer reglamento de la Ley de Caza”, relata.

Pese a esos avances, las aves rapaces continúan enfrentando varias amenazas, como la pérdida y modificación de su hábitat, los pesticidas y otros contaminantes industriales, las colisiones con vehículos y aviones, la infraestructura de generación y transporte de energía, y la caza o envenenamiento.

Cabe destacar que algunas de estas aves enfrentan severos problemas de conservación, como el aguilucho y el cernícalo de Juan Fernández que se encuentran en peligro de extinción.

En cuanto a la persecución y caza, hay especies como el cóndor que son consideradas como un “peligro” para el ganado y aves de corral. Iriarte agrega que “en el campo las matan porque algunas veces los peucos se comen las gallinas, pero en general el beneficio que generan estas aves sobre la actividad agropecuaria u humana, como el control de plagas, es mucho mayor que los posibles problemas que podrían producir, que son mínimos”.

Condor ©Jean Paul de la Harpe
©Jean Paul de la Harpe

Ante esto, el libro también enumera las distintas presiones y amenazas que enfrentan estas especies, así como las propuestas y posibles soluciones para instaurar una buena convivencia.

Por todo lo anterior, Iriarte asegura que esta obra es una buena alternativa para aprender y valorar a estas aves. “La principal razón es dar a conocer a las especies que tenemos, para que los niños y jóvenes las quieran proteger”, concluye.

¿Dónde adquirirlo?

Puedes obtener este libro en la librería Libro Verde, a través de su sitio web.

Pero eso no es todo…

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