Se inició el año 2025 y el proyecto INNA de la corporación estadounidense causó revuelo.

La iniciativa consiste en un complejo industrial para producir hidrógeno y amoniaco “verde”, por recurrir a fuentes energéticas renovables. Para ello requiere instalar un proyecto de generación eólica y 3 parques solares fotovoltaicos: parques solares Norte, Centro y Sur, con una potencia nominal total de 1687 MW.  Junto a esto, necesita construir una planta desaladora, instalaciones para transformación y almacenamiento de hidrógeno, emplazar ductos, líneas de transmisión y un terminal marítimo que le permita exportar la producción.

El proyecto en sí, es gigantesco.  De materializarse, tendría numerosos impactos ambientales.  Sin embargo, la controversia se produce esencialmente por su emplazamiento: su cercanía al observatorio Paranal de ESO Chile, al sur de Antofagasta.  En los cielos más prístinos del mundo, factor clave para la observación astronómica, la contaminación lumínica asociada a INNA pondría una lápida a la actividad científica y económica del lugar, que no produce tantos impactos como el extractivismo al cual estamos acostumbrados en el país (y particularmente en el norte).

Fuente: J.L. Dauvergne & G. Hüdepohl (atacamaphoto.com):ESO
Fuente: J.L. Dauvergne & G. Hüdepohl (atacamaphoto.com):ESO

Los efectos de que los observatorios astronómicos prefieran Chile es múltiple: tenemos un 10% de esta actividad, se crean carreras universitarias, surgen descubrimientos importantes para la ciencia, se fortalece el turismo e instala al país como marca de renombre mundial. 

Con preocupación hemos visto que el discurso imperante de empresarios y del propio gobierno del Presidente Gabriel Boric ha sido el del todo vale.  

La primera alarma se encendió cuando no se le dio término anticipado al proyecto, lo cual habría dado una mayor certeza jurídica para ambas partes.  Meses antes el director del Servicio de Evaluación Ambiental de Antofagasta, Ramón Guajardo, aplicó esta figura al proyecto de una central de bombeo en Paposo de la empresa Colbún. ¿La respuesta del gobierno? Fue removido de su cargo. 

La segunda alerta es haber instalado que los permisos son los que tienen a nuestra economía estancada. Tal argumentación es, a lo menos, debatible, ya que en el caso de la evaluación ambiental quienes se retrasa no es el Estado sino los propios titulares de los proyectos. Y aunque se podría mejorar el sistema de permisos sectoriales, a lo que apunta hoy el gobierno con su proyecto es a su desregulación, instalando el todo vale para las inversiones y dejando desprotegidos tanto ecosistemas como a una ciudadanía que debe soportar las cargas de las intervenciones en los territorios. 

La colisión entre el proyecto INNA y la astronomía es símbolo de lo que viven a diario múltiples comunidades del país.  Al menos, en esta situación en que se enfrentan un gigante de la energía con un gigante de la astronomía.  Porque en esta batalla el “amenazado” tiene los recursos para hacer ver la injusta situación que se produce con el emplazamiento del proyecto.  Pero no es lo usual.  Lo común es una ciudadanía tipo David que se enfrenta a la corporación tipo Goliat, y donde a diferencia de lo que dice la Biblia el Dios-Estado no está con el desvalido. La industria tiene todos los recursos y los amenazados se quedan solos con su esfuerzo, además de bingos, formas de organización y estrategia para hacer ver los problemas que generan actividades a gran escala como la de generación y transmisión de energía eléctrica, salmonicultura, agroindustria, sector forestal (los cuales no ingresan siquiera a evaluación ambiental) y minería. 

Municipalidad Antofagasta
Fuente: Municipalidad Antofagasta

El estancamiento de nuestra economía probablemente va a continuar, aunque se desregule el sistema de permisos sectoriales.  

Primero porque la fórmula del desarrollo extractivista de los últimos 40 años pretende seguir haciendo lo mismo, sin agregar valor.  No se generará el salto adelante que se espera, porque la fórmula sigue siendo la misma.   Segundo, porque probablemente exista una mayor judicialización de los proyectos. Y, tercero, por la crisis climática y ecológica en que estamos insertos, que coloca en jaque incluso al propio capitalismo, haciendo tambalear la globalización, ya que tras la elección de Donald Trump no tiene el valor positivo que antes se le atribuía, con sectores que reniegan de ella.  Como resultado, está haciendo tambalear el damero geopolítico y económico mundial. 

Chile posee múltiples elementos para impulsar una economía de la adaptación.  En ello, los ecosistemas son clave para fomentar soluciones basadas en la naturaleza y promover actividades que los coloquen en el centro.  Esto permitirá prepararnos para los efectos nocivos de la crisis climática y ecológica, que pone en jaque los recursos del Estado para su abordaje y en peligro a la ciudadanía, ante la multiplicidad de problemas que ambas crisis conllevan.

Sobre el autor

Pamela Poo, directora de políticas públicas e incidencia de Fundación Ecosur.

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