
OPINIÓN | Día de las Aves Migratorias: «Son mucho más que criaturas que surcan el cielo; las migratorias son un reflejo de la salud del planeta»
Con viajes que pueden llegar a miles de kilómetros, el desplazamiento de las aves migratorias no es solo un fenómeno natural fascinante, sino que su estudio nos puede entregar una visión única de los cambios que están sufriendo nuestros ecosistemas. En conmemoración del Día Internacional de las Aves Migratorias, los biólogos Juan Rivero De Aguilar, Carlos Valeris y el ornitólogo Omar Barroso, nos recuerdan que los esfuerzos por conocerlas y protegerlas no pueden quedar solo en científicos, sino que es fundamental involucrar a las comunidades locales, siendo una tarea colectiva de todas y todos. Lee la columna completa a continuación.
Las aves migratorias son mucho más que criaturas que surcan los cielos; son mensajeras de un equilibrio ecológico que trasciende fronteras y continentes. Su estudio no solo nos permite entender sus patrones de movimiento, sino que también nos ofrece una ventana única para comprender los efectos del cambio global en los ecosistemas. ¿Por qué nos debería importar? Porque su viaje es un reflejo de la salud de nuestro planeta y de las consecuencias que nuestras acciones tienen sobre él.

Las aves migratorias, como los playeros de Baird, nidifican en el hemisferio norte y viajan miles de kilómetros hacia el sur en busca de alimento y refugio. Este ciclo, en apariencia sencillo, está sincronizado con fenómenos naturales como la floración, la producción de frutos y semillas y la proliferación de insectos en lugares clave de sus rutas migratorias. Sin embargo, el aumento de las temperaturas globales está alterando estos ritmos y provocando alteraciones o desajustes muy importantes en la migración de muchas especies.

Por ejemplo, en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos el calentamiento podría expandir el rango migratorio de algunas especies llevándolas más al sur de lo habitual. Este cambio, aunque parezca mínimo, tiene implicaciones profundas: si las aves no encuentran los recursos que necesitan en su destino, su supervivencia y la reproducción en algunas de ellas se ven comprometidas, lo que a su vez afecta a otras especies que dependen de ellas. Además, la presencia de especies invasoras y predadoras como el visón agrava esta situación al introducir nuevas amenazas para las aves, especialmente aquellas que nidifican en el suelo o en áreas de fácil acceso.

La depredación por parte de los carnívoros invasores está reduciendo drásticamente las poblaciones de aves locales y migratorias, alterando el equilibrio ecológico de un ecosistema ya vulnerable al cambio climático. Especies como el churrín del sur, que antes era común en la Isla Navarino (un laboratorio natural invaluable para estudiar estos fenómenos), están al borde de la extinción. Este caso no solo es una alerta sobre la fragilidad de los ecosistemas, sino también un recordatorio de que la biodiversidad es un tejido interconectado: cuando una especie desaparece, se producen efectos en cadena que pueden ser irreversibles.

Pero el estudio de las rutas migratorias no solo es relevante desde una perspectiva ecológica. También tiene implicaciones prácticas y globales. Por ejemplo, en Estados Unidos la gripe aviar -un virus que se dispersa globalmente a través de las aves migratorias- ha llegado a las aves de corral, aniquilando cerca de 160 millones de pollos y pavos, lo que ha generado un impacto directo en la producción de huevos, afectando así los precios en el mercado. Este mismo virus desde su llegada a la Antártica el año pasado se ha detectado en pingüinos, palomas antárticas y lobos marinos, y continúa extendiéndose e infectado a muchas otras especies. Este es solo un ejemplo de cómo lo que ocurre en un rincón del mundo puede tener repercusiones en otro. Las aves migratorias son, en este sentido, un termómetro de la salud global.

Sin embargo, para que estos estudios sean verdaderamente efectivos, es fundamental involucrar a las comunidades locales. Los habitantes de lugares como Puerto Williams poseen un conocimiento profundo de su entorno y son aliados clave en la conservación. Capacitar y compartir experiencias con funcionarios de Carabineros de Chile, de la Armada de Chile, el Servicio Agrícola y Ganadero, la Corporación Nacional Forestal, el Ministerio del Medio Ambiente, las y los vecinos de Puerto Williams, así como con otros actores clave, no solo fomenta su participación en las investigaciones, sino que también enriquece la recolección de datos científicos, promueve un sentido de pertenencia y responsabilidad y de esta manera también se fortalece los esfuerzos de monitoreo y protección de un lugar verdaderamente único.
Después de todo, la ciencia no puede ser un ejercicio aislado; debe ser un puente entre lo global y lo local, entre el conocimiento académico y el saber comunitario. Por lo tanto, fortalecer estos saberes es fundamental.

En definitiva, estudiar las rutas migratorias de las aves es una forma de entender y proteger la compleja red de vida que sostiene nuestro planeta. Pero este esfuerzo no puede ser solo de científicos y conservacionistas; debe ser una tarea colectiva de todos y todas. Al integrar a las comunidades en estos estudios, no solo estamos ayudando en la preservación de especies, sino también construyendo un futuro en el que la humanidad y la naturaleza cohabitan en armonía.
Las aves migratorias nos recuerdan que todos estamos conectados y que su supervivencia es, en última instancia, también la nuestra.