La primera impresión que se lleva el visitante es un paisaje contrastante. Al caminar dentro del Santuario Nacional de Ampay, en Perú, las montañas, lagunas y un glaciar acaparan la mirada. Este mosaico biológico resguarda la presencia de un pequeño relicto de bosque compuesto por una sola especie: la intimpa (Podocarpus glomeratus), nombre que, traducido del quechua, significa “árbol del sol”.

Esta área natural protegida se creó el 23 de julio de 1987 para proteger a esa conífera. Durante décadas, la intimpa fue víctima de amenazas como la producción de carbón, la tala para la madera de construcción y su uso para fines ornamentales, como árbol de Navidad. Esto redujo drásticamente a la mitad su presencia en la región.

Ubicado en el departamento de Apurímac —en la provincia de Abancay—, el santuario tiene una extensión de 3 635.5 hectáreas. Surgió por iniciativa de la población de la zona que, hace más de tres décadas, vio cómo los recursos forestales que se ubican al norte de la ciudad se iban agotando y extinguiendo.

“Hoy protege 600 hectáreas de intimpas, una pequeña muestra si se compara con las 1200 que aparecen en una sola referencia histórica. Antonio Raimondi, un explorador italiano que, a inicios del siglo pasado, recorrió el Perú, tiene una nota de escritura del valle de Abancay en sus bitácoras, que habla de una conífera. A la única a la que se puede referir, es a la intimpa. Actualmente, solo tenemos 600. La mitad ha sido arrasada”, explica Jaime Valenzuela, biólogo y jefe del santuario.

Este es un recorrido fotográfico por los rincones de Ampay, a través de la mirada de Valenzuela.

Primera parada: el paisaje

Al iniciar la caminata en Ampay, el rango de altitud empieza en los 2800 metros sobre el nivel del mar. Conforme se avanza sobre su gradiente, se pueden ir observando algunas áreas agrícolas mezcladas con matorrales, el relicto de intimpas y bosques achaparrados, pajonales y zonas rocosas. Sin embargo, en su parte más alta —a los 5235 metros sobre el nivel del mar—, se encuentra la cima del nevado y glaciar de Ampay, un ecosistema críticamente expuesto frente al cambio climático.

De acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), ese espacio coronado por hielo y nieve ha sufrido una pérdida de superficie de 108 hectáreas entre los años 1986 y 2017. Los pronósticos esperan un retroceso continuo.

“El glaciar es nuestra principal reserva de agua. En el contexto de cambio climático, está condenado tristemente a desaparecer en los próximos 15 años. Por eso tenemos que cuidar de mejor manera los bofedales, pajonales de puna y los mismos bosques, que serán los únicos proveedores de agua en adelante. Esperamos adaptarnos una vez que el glaciar se retire para siempre”, advierte Valenzuela.

Ampay tiene varias lagunas que dependen del glaciar. Se les encuentra, sobre todo, en el lado sur del santuario. Destacan por su belleza paisajística las lagunas de Angasq’ocha (Laguna Chica) y Usphaq’ocha (Laguna Grande), dentro del circuito turístico del área. Además, hacia el pie del nevado, el deshielo del glaciar forma cascadas y depósitos lagunares menores, como las lagunillas de Willkaq’ocha, Tornoq’ocha e Isoq’ocha.

El Santuario Nacional de Ampay se ha consolidado como el principal atractivo turístico de naturaleza en la región de Apurímac y se ha orientado al ecoturismo y al turismo rural con la participación de sus habitantes. Además de las caminatas entre las cataratas y lagunas, se pueden realizar campamentos en algunas zonas especiales.

“Como población, podemos involucrarnos en la conservación del santuario partiendo por ser buenos visitantes. Sabemos que el turismo es la industria sin chimeneas. Siendo buenos visitantes al no contaminar, cumplir las normas y respetando la señalética, ya hacemos mucho”, agrega Valenzuela.

Segunda parada: la flora

El bosque de intimpas es un relicto de bosque montano húmedo, dominado por la especie Podocarpus glomeratus, conífera nativa de los Andes. Esta asociación de árboles es el objeto de conservación del área protegida “en atención a los valores biológicos, espirituales, paisajísticos, ecosistémicos y culturales que la vinculan con la población local”, señala el Sernanp en el plan de manejo del santuario, y destaca que se trata del rodal más grande y mejor conservado que se conozca.

“La parte más valiosa del santuario es este relicto de bosque de intimpa. Asociadas a este bosque hay, por lo menos, 70 variedades de orquídeas. Pero también hay otros árboles que son de importancia, con tres o cuatro especies amenazadas y reconocidas con esa condición por la legislación nacional e internacional”, dice Valenzuela.

Los pajonales altoandinos del santuario están dominados por especies de pastos naturales y bosques enanos —conformados por especies de árboles pequeños con una altura no mayor a los 6 metros—, donde habitan el Chuyllur (Vallea stipularis), Chachacomo (Escallonia resinosa), T’asta (Escallonia myrtilloides), Huamanq’ero (Styloceras laurifolium), Wankartipa (Randia boliviana) y Capulipishay (Prunus rigida), que crecen asociados con hierbas y arbustos.

“Nos quedan 600 hectáreas de bosque intacto de intimpa, pero ahora, como Sernanp, tratamos de restaurar y reforestar aquellas áreas que, en la actualidad, se encuentran libres de actividad productiva”, agrega el jefe del santuario respecto a las áreas deforestadas.

Tercera parada: las aves

El Santuario Nacional de Ampay es un lugar único para el avistamiento de aves. Con su registro de, por lo menos, 195 especies de aves vistas por ornitólogos y observadores en el área, es reconocido como un área importante para su conservación por BirdLife International.

Sus bosques son el hábitat de aves como los picaflores y tangaras, entre muchas otras que conforman bandadas mixtas. El santuario hace especial énfasis en el Cola-Espina de Apurímac (Synallaxis courseni), ave endémica de la provincia y especie bandera del área, categorizada como Vulnerable en la Lista Roja de la Unión Internacional para Conservación de la Naturaleza (UICN).

Este santuario cuenta con una Guía de Aves que describe su diversidad ornitológica, con datos sobre la ecología, distribución y estado de conservación de las especies que habitan el bosque y otros ecosistemas, donde aparecen otras especies representativas del área como el pololoco (Grallaria squamigera) y el “siwar q´ente” (Oreotrochilus estella). También de forma esporádica, se puede observar a la huallata (Chloephaga melanoptera) y al cóndor (Vultur gryphus).

“Ampay es una montaña aislada de la cordillera de Vilcabamba, por el río Apurímac. Es como si el río le hiciera un corte a la cordillera. Eso ha hecho que, evolutivamente, se hayan logrado endemismos en la fauna. Tenemos casi 200 especies de aves, de las cuales, 10 son endémicas del Perú. En un área tan chiquita, ocurre una gran cantidad de especies”, concluye Valenzuela.

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