A unos veinte metros de distancia, el oceanólogo Julio Hernández Montoya observaba la colonia de anidación de albatros Laysan (Phoebastria immutabilis) a través de sus binoculares. Después de unos minutos de barrer el sitio dentro de la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe —la quinta isla más grande de México, cercana a las costas de Baja California—, no dio crédito a lo que tenía enfrente.

El 9 de febrero de 2024, un albatros de patas negras (Phoebastria nigripes) había detenido su vuelo por el océano Pacífico para tocar tierra y mezclarse entre los individuos de la otra especie. Hernández tenía ante sus ojos a una de las aves que, dos años y siete meses atrás, él y un grupo de científicos habían rescatado de la posibilidad de morir ahogadas por el aumento del nivel del mar en el atolón de Midway, cerca del archipiélago de Hawái, en Estados Unidos, y que habían trasladado cuando eran unos polluelos a la Isla Guadalupe.

Bruno, el primer albatros patas negras translocado que regresa a Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano

Bruno, como fue llamado el albatros criado de manera asistida en la isla mexicana, había vuelto. Su regreso es la confirmación de que la estrategia implementada por los científicos para salvar a los albatros de patas negras impactados por los efectos del cambio climático en Hawái, está funcionando. Es también un ejemplo a destacar en el Día Mundial de la Vida Silvestre que este año propone el lema “Conectando personas y planeta: Explorando la innovación digital en la conservación de la vida silvestre”, y que busca resaltar cómo las tecnologías y la innovación digital pueden contribuir a la conservación de la biodiversidad, a su comercio sostenible y legal, así como a su coexistencia con las personas.

“Fue como una cascada de emociones. Mi primer pensamiento no fue que era uno de los nuestros; pensé que era un individuo adulto que llegó inmigrante de Hawái. No podía creer que hubiera un albatros de patas negras en la colonia de Laysan. Cuando me acerqué con los binoculares y vi los anillos con nuestra numeración, lloré, quise correr para avisar a todos en la estación biológica”, dice Hernández, doctor en vida silvestre y director del proyecto de conservación, restauración e investigación en Isla Guadalupe, a cargo de la organización Grupo de Ecología y Conservación de Islas (GECI).

Bruno, en su regreso a la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano

Exactamente dos semanas después del emblemático encuentro, el 23 de febrero, también se sumó el regreso de Hope. Aunque esta hembra fue igualmente rescatada del atolón de Midway y trasladada a la misma isla mexicana, la diferencia que la separa de Bruno es que fue criada desde que era un huevo y que sus padres adoptivos no fueron los humanos, sino los Laysan que la empollaron como si fuera su propia cría.

“Se cierra la historia, el círculo. Bruno, nacido en Midway, Estados Unidos, y Hope nacida en Guadalupe. Diferentes técnicas, uno como polluelo y otra como huevo, cada uno con sus complejidades. Es un arco maravilloso que la historia se completó de esta manera. La percepción es de esperanza, de aliento, de que hicimos las cosas bien, de que logramos un proyecto que pareciera ser, hasta el momento, exitoso”, celebra Federico Méndez, oceanólogo y director general de GECI.

Bruno y Hope, los primeros albatros patas negras translocados que regresaron a Isla Guadalupe en el 2024. Foto: GECI / J.A. Soriano

Un largo proceso de recuperación

Los avances tecnológicos actualmente ofrecen múltiples posibilidades para proteger la biodiversidad. Aplicaciones innovadoras, drones, sistemas de monitoreo en tiempo real y soluciones basadas en la inteligencia artificial empoderan el trabajo de conservacionistas y expertos, pues son herramientas efectivas y precisas para acompañar sus conocimientos en la identificación, vigilancia, rastreo e investigación de la vida silvestre alrededor del mundo.

La historia de Bruno y Hope y el complejo proceso de translocación desde Hawái hasta México, que involucró el uso de tecnología y la innovadora colaboración entre humanos y aves, dan cuenta de ello. Pero llegar al punto en donde los científicos celebraron el regreso de estos dos albatros de patas negras no es una historia sencilla y parte con la recuperación de las poblaciones de la otra especie de albatros, los Laysan.

Monitoreo de albatros de Laysan en la colonia reproductora de Islas Guadalupe. Selección de parejas adoptivas. Foto: GECI / J.A. Soriano

El proyecto implicó un proceso de dos décadas y que inició con la restauración de la propia Reserva de la Biosfera Isla de Guadalupe, cuyos ecosistemas fueron largamente amenazados por la introducción humana de gatos ferales pensados para el control de ratones, pero que en su lugar lograron extinguir localmente plantas y seis especies de aves.

“Hubo una depredación constante sobre los albatros de Laysan. Nosotros, el GECI, iniciamos protegiendo sus colonias de anidación en el 2003. Para el 2014 construimos, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), un cerco de exclusión de 730 metros que evitaba el ingreso de los gatos a una península, en la parte sur de la isla”, explica Hernández.

Aunado al control poblacional de los gatos, 62 hectáreas quedaron protegidas y libres de la presencia y depredación de esta especie invasora. Esto favoreció el incremento de varias especies en general, pero particularmente la de los albatros de Laysan que aumentaron de forma alentadora su población.

Elaboración de huevos falsos para retener a parejas de albatros Laysan que podrían ser padres adoptivos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano

Durante aquellos años, los expertos trabajaron en la atracción social de los Laysan. Sus primeras acciones relacionadas con el uso de tecnologías consistieron en el uso de señuelos artificiales —aves falsas instaladas en los sitios de anidación— acompañados con bocinas que reproducían los sonidos de cortejo de los albatros y con los que lograron atraer a una mayor población de aves.

Todas ellas cuentan con anillos de identificación que, a simple vista, muestran datos como el año en que llegaron a la Isla de Guadalupe o la fecha en la que nacieron en ella. Esto ha permitido que los científicos tengan un registro de toda la población a lo largo de 20 años, con información que incluye a todas las parejas, sus descendencias y sus éxitos reproductivos, además de en dónde y cada cuanto anidan.

Monitoreo de albatros de Laysan en la colonia reproductora de Islas Guadalupe. Instalación de huevos falsos. Foto: GECI / J.A. Soriano

Además, para conocer los detalles acerca del proceso de alimentación, los Laysan fueron equipados con dispositivos GPS —Sistema de Posicionamiento Global, por sus siglas en inglés— por primera vez en el 2014. Eran aparatos caros y difíciles de conseguir en esa época, pues se encontraban sólo en el extranjero y esto hacía que los científicos también tardaran en su proceso de adaptación a las nuevas herramientas.

“Fue a partir del 2018 que empezamos a desarrollar nuestra propia tecnología de GPS con científicos mexicanos muy capaces y que entendieron perfectamente lo que queríamos. Me contacté con un grupo de ingenieros en telecomunicaciones y les platiqué nuestras necesidades. En conjunto desarrollamos unos sistemas muy adecuados y adaptados al proyecto. Con esos aparatos de GPS hemos podido rastrear exactamente todas las rutas de alimentación. Esto nos genera resultados muy positivos para la toma de decisiones”, describe Hernández, quien ahora cuenta con datos sobre los sitios visitados por los Laysan, la frecuencia con la que regresan, qué distancias recorren y a qué velocidades. Los dispositivos incluso cuentan un sistema en red, termómetros y almacenamiento suficiente.

“También generamos bases receptoras: cuando el albatros llega a su nido, la base receptora que dejamos allí recibe vía Bluetooth toda la información que trae el ave. Nosotros podemos acceder a toda esa información sin necesidad de recuperar en ese momento al albatros para revisarlo”, explica Hernández.

Parte del equipo del GECI en la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano

Esto les permite a los científicos conocer las áreas marinas relevantes para conservar y proponer políticas públicas que ayuden a regular actividades antropogénicas en el océano que perturben estas zonas de alimentación, agrega el experto. Todos estos datos sobre las rutas marinas de los albatros están pensados además para formular un nuevo proyecto relacionado con la pesquería. La idea es investigar las interacciones y la posible competencia por el recurso, sobre todo, para mejorar las prácticas de pesca y que se evite que estas aves queden atrapadas en anzuelos, en líneas de pesca o en redes.

Actualmente, “los dispositivos de seguimiento GPS son lo suficientemente pequeños como para ser desplegados fácilmente en una variedad de aves para recopilar información sobre sus patrones de movimiento y sus interacciones con posibles amenazas, como barcos pesqueros y aerogeneradores, y para mostrar que se mueven libremente a través de fronteras internacionales y son verdaderos recursos compartidos”, dice Eric VanderWerf, director de Ciencia en Pacific Rim Conservation (PRC).

El regreso de Bruno y Hope

El éxito en la recuperación de las poblaciones de albatros Laysan, gracias a la combinación del trabajo humano y tecnológico, abonó el terreno para que los expertos pudieran trabajar, a partir de 2021, con los albatros de patas negras.

Estos dos ejemplares —Bruno y Hope— forman parte del proyecto binacional México–Estados Unidos “Translocación de albatros patas negras del Refugio Nacional de Vida Silvestre Atolón de Midway, EE.UU., a la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe, México”, que implementan GECI y PRC, en coordinación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y autoridades ambientales de los Estados Unidos.

“La Conanp fue una institución clave para viabilizar y lograr este proyecto. Su respaldo dio confianza a las instituciones de Estados Unidos para donar a México a los pollos y huevos de albatros”, dice Federico Méndez.

Importación de huevos de albatros de patas negras a México, en el Aeropuerto Internacional de Tijuana. Autoridades ambientales mexicanas presentes. Foto: GECI / J.A. Soriano

Los huevos y pollos fueron trasladados en dos grupos que soportaron largas y complejas travesías. A inicios de ese año, el primer viaje consistió en el transporte de 21 huevos —en tres distintos vuelos de avión comercial y avioneta—, al interior de incubadoras portátiles con calefacción, para sacarlos de Estados Unidos y después arrancar un largo recorrido terrestre y sobre el mar hasta la Isla Guadalupe.

Previamente, los científicos habían identificado a todos los padres de Laysan en la colonia mexicana que habían perdido su huevo, ya sea porque se había roto o porque resultaron ser infértiles. Esos fueron sustituidos por huevos falsos hechos de yeso. De esta manera mantuvieron a las parejas de Laysan incubando huevos señuelo que, tras la llegada de los de patas negras provenientes de Hawái, fueron nuevamente intercambiados. Así fue que la otra especie de albatros se convirtió en su familia adoptiva. De los 21 huevos que llegaron a México, 18 resultaron exitosos al convertirse en polluelos. Este primer grupo incluyó a Hope.

Reemplazo de huevos señuelo por huevos de albatros de patas negras en parejas reproductoras de Laysan, seleccionadas para ser padres adoptivos. Foto: GECI / J.A. Soriano
Eclosión de huevos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano

Pocos días después de aquella primera travesía, el segundo grupo trasladado desde Hawái a la isla mexicana ya no fue de huevos, sino de 12 polluelos de patas negras ya nacidos y rescatados de su colonia de origen, amenazada por fuertes oleajes. Sólo nueve de ellos resistieron el viaje hasta la nueva isla; uno de ellos, fue Bruno. Para estos casos, no fue posible encontrar padres adoptivos porque, básicamente, los Laysan entendieron que no eras sus crías y los pollos entendieron que no eran sus padres. En cambio, los científicos fueron quienes tomaron la tarea diaria de alimentarlos y cuidarlos en una colonia artificial donde instalaron señuelos artificiales con sonidos de la especie.

Llegada del personal de GECI y PRC con los polluelos de albatros de patas negras a la Isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano
Preparación de alimentos para los polluelos de albatros de patas negras, en el laboratorio de la Estación Biológica en la zona sur de la isla Guadalupe. Foto: GECI / J.A. Soriano
Alimentación de polluelos albatros de patas negras por parte del personal científico de GECI y PRC. Foto: GECI / J.A. Soriano

Una de las características de los albatros de patas negras es que regresan a reproducirse al mismo lugar donde nacieron, un fenómeno conocido como filopatría. Son varias las especies de aves marinas que utilizan las corrientes marinas o la temperatura del agua, entre otros factores, para guiarse y reconocer el lugar a donde deben volver. En el caso de los albatros, ellos utilizan las estrellas para geoposicionarse. Este proceso sucede a partir de que los huevos eclosionan y los pollos son empollados por 15 días hasta que son capaces de termorregularse por sí solos. Después, los padres se quitan de encima y entonces ellos comienzan a ubicarse estelarmente.

Esto no representó un problema para los huevos, porque los primeros pequeños albatros nacieron en la Isla Guadalupe. Para los polluelos, en cambio, los científicos tuvieron que impedir que estos se ubicaran estelarmente en Hawái. Por eso, los mantuvieron cubiertos hasta que llegaron a Guadalupe donde pudieron ver por primera vez el cielo.

Polluelo albatros de patas negras con su padre adoptivo Laysan en la Isla Guadalupe. Edad del pollito: 10 días. Foto: GECI / J.A. Soriano
Polluelos de albatros de patas negras criados por personal científico de GECI y PRC. Durante el proceso de crianza, los polluelos son acompañados por un padre señuelo. Foto: GECI / J.A. Soriano

A mediados de 2021, el total de las 27 jóvenes aves que el proyecto logró criar en esa primera temporada emprendieron vuelo para abandonar la isla. Los científicos esperaban que eventualmente volvieran para nidificar y establecer en Isla Guadalupe una población de albatros de patas negras, contribuyendo así de manera significativa a la recuperación de esta especie considerada Casi Amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y en categoría de Amenazada por las normas de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en México.

Polluelos de albatros de patas negras fortaleciendo sus alas, preparándose para salir de la isla, en 2021. Foto: GECI / J.A. Soriano

Sin embargo, ninguno de los dos regresos a la isla estaban previstos para esta fecha. Según los cálculos, los expertos hablaban de que las aves no volverían a su sitio de crianza sino hasta cuatro o cinco años más tarde para intentar reproducirse, es decir, a partir de 2025.

Estos albatros llegaron a tierra firme portando sus dispositivos GLS —Sensor de Localización Global, por sus siglas en inglés—, aparatos ultraligeros que, aunque no son tan precisos como los GPS, sirven para posicionar a las aves durante grandes migraciones por los océanos, haciendo uso de la luz solar que el sensor recibe.

Con o sin dispositivos para rastrear sus respectivos vuelos, el anuncio que estos albatros trajeron a los científicos fue muy claro: su estrategia para translocarlos, planificada y trabajada durante años, está funcionando.

Instalación de bandas y dispositivo GLS (geolocalización) en polluelos de albatros de patas negras. Foto: GECI / J.A. Soriano

El regreso de Bruno y Hope aún es bastante reciente. Hernández y el equipo de científicos instalados en la Isla Guadalupe actualmente observan a las aves con mucha cautela para no perturbarlas. Aunque los albatros están equipados con GLS que contienen información valiosa, recuperar los aparatos no es lo importante ahora, sino que se sientan cómodos y seguros en la colonia.

“La gran noticia, es que este mes de febrero nos sorprendió con dos juveniles, dos próximos adultos reproductivos, regresando a la colonia. Esperamos, todavía en la primavera, poder sorprendernos con la llegada de algunos otros”, agrega Hernández. “Ahora están reconociéndose, haciendo vínculos, entendiendo cómo es cortejar y pasando tiempo juntos. Se ve interés y empatía entre ellos, sobre todo, porque los Laysan no les hacen caso en los grupos de jóvenes precoces”.

Bruno y Hope ahora están en el proceso de reconocerse como miembros de la misma especie y pasando tiempo juntos. Foto: GECI / J.A. Soriano

Entre 2021 y 2023, se logró la crianza de un total de 93 polluelos en la isla Guadalupe. Actualmente, se están criando otros 34 que fueron igualmente transportados desde Estados Unidos en enero del 2024. El objetivo es que más de 120 polluelos se vayan de la isla mexicana y que al menos la mitad regrese a formar una nueva colonia de anidación.

La precocidad de los albatros que ya volvieron este año podría ser una señal de que, para el 2025, ya existan los primeros huevos y crías de esta generación nacidas en la isla Guadalupe. Esa es la gran esperanza de los científicos.

Bruno y Hope en la Isla Guadalupe, en febrero del 2024. Foto: GECI / J.A. Soriano

“Este proyecto ha sido de muchos pasos, planteándonos múltiples objetivos a corto plazo y que juntos van sumando”, concluye Hernández. “Cada año, el principal objetivo, es que al final de temporada —en julio— la mayor cantidad de polluelos abandonen la isla y se vayan sanos, fuertes, lo mejor preparados para llegar a adultos y que posteriormente regresen. El siguiente éxito será que alguno de estos tenga descendencia y que continúen llegando a Isla Guadalupe para reproducirse. Así cerraríamos este ciclo, rescatando a la población”.

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