Los armadillos son animales muy poco estudiados a lo largo de la historia reciente. El puñado de expertos que lo han hecho dicen que son auténticos “fósiles vivientes” cuyos antepasados datan de hace al menos sesenta millones de años.

De las 22 especies de armadillos presentes en el continente americano, seis habitan en Colombia. Cinco de ellas pueden ser encontradas en los Llanos Orientales, lo que convierte a esta región en la zona con mayor diversidad de estos mamíferos en el país. Sin embargo, es poco o nada lo que se conoce de ellos.

A pesar de que son mencionadas con frecuencia en listados de fauna y estudios sobre cacería, existen muy pocas evaluaciones biológicas y ecológicas de estas especies en Colombia. Mientras tanto, la caza indiscriminada y la transformación de su hábitat ha puesto a algunas especies bajo amenaza, como es el caso de los ocarros (Priodontes maximus) y los cachicamos sabaneros (Dasypus sabanicola), que se encuentran en las categorías Vulnerable y Casi Amenazado, respectivamente, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

De otras especies ni siquiera se tiene información confiable para determinar su estado de conservación, pues no se cuenta con un método confiable para hacer un rastreo de sus poblaciones. Sin embargo, hay expertos y comunidades haciendo una labor titánica por salvar del anonimato a estas especies. En tres claves te lo explicamos.

El Dasypus kappleri conocido como armadillo grande o espuelón vive en las selvas tropicales de las cuencas del Orinoco y del Amazonas. En los Llanos Orientales, donde habita en parches de bosque, se lo conoce como cachicamo arracacho. Foto: Emilio Constantino
El Dasypus kappleri conocido como armadillo grande o espuelón vive en las selvas tropicales de las cuencas del Orinoco y del Amazonas. En los Llanos Orientales, donde habita en parches de bosque, se lo conoce como cachicamo arracacho. Foto: Emilio Constantino

¿Cómo son los armadillos?

Su característica más curiosa es el caparazón. Esta parte de su cuerpo se compone por pequeñas placas blandas de hueso que se forman y crecen dentro de la piel. Su carne es parte de la dieta de muchos campesinos e indígenas, pero también de quienes pagan por tener un filete de sabor exótico en su mesa, a pesar de que su comercialización es ilegal.

Mariella Superina, presidenta del Grupo de Especialistas en osos hormigueros, perezosos y armadillos de la UICN, es una de las pocas expertas que estudia a estos animales en el mundo.

Cuando los conoció, la investigadora de origen suizo quedó “alucinada, no sabía que existía un animal tan extraño y tan arcaico, porque claro, son americanos, en Suiza no hay. Ese encuentro cambió mi vida, cuando regresé a mi país empecé a buscar todo sobre ellos, pero no había nada, eran casi desconocidos para la ciencia, por eso decidí estudiarlos”, cuenta sobre la primera vez que vio a uno de estos animales en Brasil, una experiencia que en 2012 la llevó a Colombia para investigarlos y trabajar en su protección.

Coletrapo (Cabassous unicinctus), es endémico de América del Sur, desde el este de los Andes de Colombia y sur de Venezuela hasta Bolivia y norte de Brasil. Es una especie relativamente común en las selvas tropicales bajas y submontañas, y menos frecuente en el Amazonas. Foto: Fernando Trujillo- Fundación Omacha.
Coletrapo (Cabassous unicinctus), es endémico de América del Sur, desde el este de los Andes de Colombia y sur de Venezuela hasta Bolivia y norte de Brasil. Es una especie relativamente común en las selvas tropicales bajas y submontañas, y menos frecuente en el Amazonas. Foto: Fernando Trujillo- Fundación Omacha.

Las amenazas

En el 2013, los investigadores de Fundación Omacha, liderados por la experta suiza, hicieron una evaluación biológica y social de los armadillos en el departamento del Meta, hasta Monterrey, en el departamento de Casanare. Así evaluaron sus amenazas latentes y las plasmaron en el libro Armadillos de Llanos Orientales.

En la publicación mencionan que el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) y el coletrapo (Cabassous unicinctus) están categorizados por la UICN como especies de Preocupación Menor; el espuelón (D. pastasae) no ha sido evaluado porque ha sido descrito recientemente y el ocarro (P. maximus) está catalogado En Peligro en Colombia y Vulnerable a nivel global. Este trabajo de investigación logró recategorizar al cachicamo sabanero (D. sabanicola), especie que se encontraba en Preocupación Menor y que pasó a Casi Amenazada.

Para obtener esta información, el equipo de investigadores realizó cuatro monitoreos de campo y se unieron con las autoridades ambientales y otras organizaciones en la zona para advertir que la cacería comercial es la actividad que genera mayor presión sobre las poblaciones, mientras que la cacería de subsistencia, por desarrollarse de manera controlada, no significaba un impacto mayor.

Además, el deterioro del hábitat y los procesos de fragmentación por causa de la ganadería y cultivos de palma de aceite, arroz, soya y maíz también representan riesgos para los armadillos. “A eso se suma la fumigación con químicos que eliminan buena parte de los invertebrados que sirven de alimento a estas especies. Mientras que las quemas de grandes extensiones de sabanas y bosques también han contribuido a que los armadillos desaparezcan aceleradamente de algunas regiones, muchas veces sin que nadie lo note”, se lee en el libro publicado en el 2013.

Charla de educación ambiental sobre el consumo de carne de monte y la conservación de los armadillos, en el Restaurante libre de carne de monte, Puerto Huevo (vía Rubiales) en Puerto Gaitán, Meta. Foto: Paula Ortega – Fundación Omacha.
Charla de educación ambiental sobre el consumo de carne de monte y la conservación de los armadillos, en el Restaurante libre de carne de monte, Puerto Huevo (vía Rubiales) en Puerto Gaitán, Meta. Foto: Paula Ortega – Fundación Omacha.

En búsqueda de soluciones

A partir del 2012, los investigadores impulsaron el desarrollo del Plan de Conservación y Manejo de los Armadillos —que hoy se mantiene vigente—, con el que se involucró a la población campesina en temas de educación, monitoreo y conservación en las fincas y restaurantes de la región, en donde cazaban y vendían carne de armadillo.

Así se desarrollaron los Amigos de los armadillos”, una red conformada por campesinos y pobladores locales que viven en fincas, reservas de la sociedad civil o empresas dueñas de plantaciones de palma que ahora están comprometidas con la conservación de estos animales.

A la red se han vinculado 48 fincas y reservas de la sociedad civil en los departamentos de Meta, Casanare, Vichada y Arauca, abarcando 112 737 hectáreas. También se impulsó la creación del certificado Restaurantes Libres de Carne de Monte que se entrega a los locales comerciales que garantizan que no venden carne de fauna silvestre.

Olga, propietaria del predio amigo de los armadillos San Miguel, en la vereda Comejenal en Puerto Gaitán, Meta, revisando y tomando medidas de un cachicamo encontrado en su predio para posteriormente liberarlo. Foto: Carlo Aya – Fundación Omacha.
Olga, propietaria del predio amigo de los armadillos San Miguel, en la vereda Comejenal en Puerto Gaitán, Meta, revisando y tomando medidas de un cachicamo encontrado en su predio para posteriormente liberarlo. Foto: Carlo Aya – Fundación Omacha.

Para conocer más de la historia de la conservación de los armadillos, te invitamos a visitar la página de Mongabay Latam.

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