Nadie pone en duda que estar en contacto con la naturaleza nos hace bien. Sentarse bajo los árboles o al lado de las flores; meter las manos en la tierra, jugar con la arena y sentir el viento soplar en nuestra cara nos produce sensaciones de libertad, relajo, plenitud, satisfacción. Y esto no es sólo un decir de muchos, sino que está científicamente comprobado: el contacto con la naturaleza sana, porque produce reacciones fisiológicas que ayudan al organismo a recuperarse de problemas físicos y/o mentales.

¿No sería lógico pensar, por ende, que personas con enfermedades físicas y/o síquicas debiesen estar expuestas permanentemente a los colores, sonidos, formas y aromas de la naturaleza para ayudarlas en su sanación? Así se creyó durante siglos en los que los hospitales y sanatorios se construían dejando libres áreas verdes que se convertían en grandes jardines con diversos tipos de plantas y árboles, fuentes de aguas y senderos, para que tanto pacientes como familiares y funcionarios pudieran gozar y recibir los beneficios de la naturaleza. Pero con el tiempo las áreas verdes en los recintos hospitalarios fueron reemplazadas gradualmente por estacionamientos o más edificios, y así el verdor de la naturaleza fue cediendo espacio al gris del cemento. Además, en base a la necesidad de sanitizar las áreas médicas, se fueron eliminando del interior plantas o árboles porque podían ser fuente de gérmenes. Actualmente, de hecho, en algunas clínicas no se permite llevarle flores a los pacientes. Así, la idea de que la naturaleza podía ayudar en la sanación de las personas se fue perdiendo y pasó a ser, en el mejor de los casos, solo un elemento de decoración del recinto hospitalario.

Jardín Los Naranjos, Hospital del Salvador, antes de su recuperación. ©Annelore Hoffens

Jardín Los Naranjos después de su recuperación. ©Annelore Hoffens
Jardín Los Naranjos después de su recuperación. ©Annelore Hoffens

Afortunadamente, hace ya algunas décadas comenzó la reivindicación de la importancia de la naturaleza en los centros de salud, apoyada con estudios científicos que han hecho callar a los más escépticos en esta materia. Lo demostró, por ejemplo, en la década de los ochenta el Dr. sueco Roger Ulrich –uno de los más destacados en este tema y cofundador del Centro para Sistemas de Salud y Diseño de la Universidad de Texas A&M- con su estudio View through a window, may influence recovery from surgery en el que señala que “observar un jardín puede acelerar la recuperación de una cirugía, infecciones u otros malestares”. Lo dijo también la médico neuroinmunóloga Esther Sternberg, que en su libro Healing spaces: the science of place and well-being afirma que estar solo tres a cinco minutos observando espacios dominados por árboles, flores o agua ayudan a reducir el enojo, la ansiedad y el dolor, además de inducir relajación y cambios en la presión sanguínea, tensión muscular y actividad eléctrica del corazón y cerebro. Las evidencias son cada día mayores y han dado paso a que los jardines sanadores se conviertan en una tendencia creciente en todo el mundo, particularmente en Estados Unidos, Canadá y países de Europa, donde los médicos ya están considerando (o más bien, reconsiderando) la exposición a la vegetación como un complemento fundamental de los tratamientos médicos de quienes padecen cualquier tipo de enfermedad física o sicológica.

 

¿Y qué pasa en Chile?

Los jardines sanadores son una tendencia muy incipiente aún en nuestro país, pero que poco a poco va ganando terreno. Algunas experiencias importantes en ese sentido son las que ha realizado Fundación Inspira junto a Fundación Cosmos en la recuperación de los jardines interiores del Hospital del Salvador, en Santiago.

Este recinto –que es monumento histórico nacional- cuenta con más de 12 jardines interiores que fueron incorporados en su diseño y construcción original en 1871 (cuando sí se creía en el poder sanador de la naturaleza), pero abandonados con el paso del tiempo y convertidos, poco a poco, en patios de servicio. Sin embargo, se trata de espacios con gran potencial para convertirse en jardines sanadores y, de esta forma, servir de complemento al tratamiento de sus pacientes y a mejorar la calidad de vida todos los usuarios. Enfocados en ese objetivo, las dos fundaciones junto a funcionarios del mismo hospital iniciaron hace unos años un proyecto para recuperar los jardines interiores, priorizándolos en base a una completa evaluación social y ambiental de cada uno de ellos. Al día de hoy ya se han restaurado cuatro –jardín Los Naranjos, jardín de Hospitalización Domiciliaria, jardín La Fuente/UPC, jardín de Rayos (este último es obra de la Fundación Inspira exclusivamente)- que están al servicio de todos los usuarios del hospital.

En la recuperación de los jardines se ha aprovechado parte de la vegetación ya existente en ellos   -como los grandes naranjos- y se han incorporado nuevas plantas que, en conjunto, otorgan gran variedad de colores y aromas al lugar, y aseguran el verdor y floración constante en el año; características básicas de un jardín sanador. Además, se han construido senderos e instalado elementos necesarios para lograr un mejor aprovechamiento y goce del espacio, como bancos, reposeras, mobiliario y fuentes de agua.

Comparación del estado actual y anterior del jardín La Fuente/ UPC, Hospital del Salvador. ©Annelore Hoffens
Comparación del estado actual y anterior del jardín La Fuente/ UPC, Hospital del Salvador. ©Annelore Hoffens

Ahora en marzo se está iniciando el trabajo de recuperación de un quinto jardín, el más grande de todos. Se trata del jardín El Ceibo, una zona actualmente en desuso dado su estado de abandono y difícil acceso, pero con un tremendo potencial de recuperación. Para ello, ambas fundaciones han elaborado un diseño que saca provecho de la forma irregular del espacio y de la grandeza del ceibo que hay en su interior, y considera la implementación de infraestructura de acceso universal. La idea es que el jardín El Ceibo se convierta en una sala de espera y recreación al aire libre, con espacios aptos para todos.

Estado actual del jardín El Ceibo. ©Annelore Hoffens
Estado actual del jardín El Ceibo. ©Annelore Hoffens
Proyección de jardín El Ceibo recuperado ©Annelore Hoffens
Proyección de jardín El Ceibo recuperado ©Annelore Hoffens

 

Otro ejemplo de jardines sanadores en Santiago, y en este caso también terapéutico, es el que tiene lugar en el Pequeño Cottolengo. Esta institución está ubicada en la comuna de Cerrillos y atiende a más de 300 personas, entre niños, niñas y adultos con discapacidades cognitivas. Dentro de él hay un pabellón que se llama “Paz y Amor” en el que viven 45 personas con daño neurológico severo, inhabilitados para desplazarse sin ayuda y, por lo tanto, de gozar los entornos verdes con los que cuenta el lugar. Las fundaciones Ilumina, Inspira y Cosmos, junto al mismo Pequeño Cottolengo, se hicieron cargo de convertir ese jardín en un espacio terapéutico y sanador, y tras dos meses de trabajo con arquitectos, paisajistas, funcionarios, sicólogos y muchos maestros, cambió la cara del pabellón Paz y Amor.

Ahora hay allí dos patios interiores unidos por una terraza cerrada con grandes ventanales para que los pacientes gocen de los jardines aun cuando el clima no les permita salir. Los jardines terapéuticos tienen elementos de estimulación de los sentidos e infraestructura para interactuar con la naturaleza, como mesas de jardineo aptas para sillas de ruedas y áreas para descansar sobre el pasto. Esto permite a los residentes desarrollar habilidades físicas y explorar sus sensaciones, además de incrementar la confianza en sí mismos, la sensación de libertad y de satisfacción. Y, tal vez lo más importante, estos jardines tienen accesos universales aptos para los pacientes que viven en estado de postración, tanto en sillas de ruedas como en camillas. De ahora en adelante todos los residentes podrán salir a vivir y experimentar la naturaleza, y los funcionarios podrán beneficiarse de ella también.

Estado anterior del pasillo que une ambas partes del jardín Paz y Amor. ©Annelore Hoffens
Estado anterior del pasillo que une ambas partes del jardín Paz y Amor. ©Annelore Hoffens
Estado actual del pasillo que une ambas partes del jardín Paz y Amor ©Annelore Hoffens
Estado actual del pasillo que une ambas partes del jardín Paz y Amor ©Annelore Hoffens
Estado anterior del jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens
Estado anterior del jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens
Estado actual del jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens
Estado actual del jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens

 

©Annelore Hoffens
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Niños en el jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens
Niños en el jardín Paz y Amor, Pequeño Cottolengo ©Annelore Hoffens

En la Fundación Cosmos esperamos que los ejemplos de jardines sanadores y terapéuticos sigan aumentando; que los más lindos jardines empiecen a estar asociados a hospitales o clínicas, y que el poder sanador de la naturaleza vuelva a tener un lugar importante en los planos de diseño de estos recintos.

Intuitivamente, todos queremos estar cerca de la naturaleza, porque sentimos que nos hace bien. La verdad es que pocas veces nuestra intuición estuvo más acertada: la naturaleza sana.

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