Parques azules, cuerpos presentes y rituales del mar

El nado en aguas abiertas ha dejado de ser exclusivo de triatletas o atletas de élite. Hoy lo practican personas de todas las edades, orígenes y cuerpos. Lo que nos une no es la velocidad ni la técnica, sino la búsqueda de presencia, superación y sanación.

Hay rincones costeros donde el mar no solo se observa, sino que se habita. Concón es uno de ellos. Aunque nací en la capital de Chile, desde 2015 soy habitante de esta costa. Mamá, coach ontológica acuática y nadadora de aguas abiertas, encontré aquí no solo un lugar, sino una manera de vivir. Fue a fines de 2019 cuando inicié mis primeros nados conscientes en los parques azules de Concón: espacios donde el océano se vuelve refugio, maestra y comunidad.

Nadadores en solsticio de invierno. Créditos: Alejandro Cubillos
Nadadores en solsticio de invierno. Créditos: Alejandro Cubillos

Lo que comenzó como una experiencia personal, meterme al agua, desafiar las corrientes, flotar, respirar— fue creciendo hacia algo más grande: ser parte de una red invisible de personas que también se sumergen, buscan, se transforman.

Durante la pandemia, el mar dejó de ser solo paisaje para convertirse en un espacio social, emocional y espiritual. Así emergió lo que hoy llamo, con cariño y admiración, La Sociedad del Nado de Aguas Abiertas: una comunidad diversa que habita y resignifica la costa, desafiando barreras emocionales, sociales, culturales y geográficas.

Como ha demostrado Rachel Ashe, fundadora de la comunidad británica Mental Health Swims, el contacto con el agua fría tiene efectos terapéuticos reales: el 75 % de quienes participan en sus encuentros reportan mejoras en su salud mental. En el mar, muchas personas encuentran un espacio para habitar el presente y sostener su proceso interno… Porque nuestras aguas no solo enfrían el cuerpo, también limpian y regalan encuentros marinos que quedan grabados en la memoria.

Confianza Marina, mayo 2023. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
Confianza Marina, mayo 2023. Créditos: María Ignacia Pino

Geografías sumergidas: Chile y sus plazas azules

Chile posee más de 6.000 km de costa marítima, llenos de lo que propongo llamar “plazas o parques azules”: lugares naturales aptos para el nado, el encuentro, la inmersión y el cuidado del entorno marino. Estos espacios, sin embargo, han sido históricamente invisibilizados. La ciudad le ha dado la espalda al mar, olvidando su capacidad de acogida, juego, rito y pertenencia.

En la Región de Valparaíso, desde Algarrobo hasta Papudo, existen más de 20 grupos de nado en aguas abiertas que han trazado rutas para nadar tanto cortas como largas distancias. Según el colectivo Mar de Nadadoras de la Región de Valparaíso -que mantiene la comunicación entre sus integrantes vía WhatsApp- cada año se suman nuevos grupos, haciendo que esta cifra siga creciendo. No solo son personas locales quienes habitan estas costas, sino también comunidades migrantes que encuentran en el mar un refugio para reconstruir vínculos, crear nuevas memorias y sentirse parte de algo mayor.

Mar de Nadadoras, Refugio Marino Zapallar, 2023. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
Mar de Nadadoras, Refugio Marino Zapallar, 2023. Créditos: María Ignacia Pino Pérez

Al sumergirse en estas aguas, no solo se conectan con ellas, sino que también comienzan a cuidarlas. Se establece así un lazo profundo con la vida que las rodea: desde los vibrantes bancos de algas y los lobos marinos, hasta las aves costeras y los pequeños organismos invisibles que mantienen vivo el océano.

Cuidado, Cultura y Ritos

Estas reflexiones tienen un foco claro: mirar y reconocer estos espacios como parques naturales abiertos al cuerpo y al alma, tan valiosos como cualquier parque urbano. Son plazas azules donde se teje comunidad, se respira libertad, y se honra la vida.

En estos parques azules, donde el mar se convierte en escenario y territorio compartido, no solo un espacio para la contemplación, investigación, la relajación o el disfrute, sino que también acogen manifestaciones y rito: volver a lo ancestral.

Nados en Refugio Marino Zapallar, 2023. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
Nados en Refugio Marino Zapallar, 2023. Créditos: Ana Elisa Sotelov
8M, nadadoras en Valparaíso, 2025. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
8M, nadadoras en Valparaíso, 2025. Créditos: Municipio de Valparaíso

El vínculo con el mar no es algo nuevo. Lo que hoy vivimos es la reactivación y valoración de antiguas tradiciones costeras: baños fríos en solsticios, nados de luna llena, ritos de duelo, nados para el del día de San Pedro, bautizos de embarcaciones y de quienes se inician en el agua.

Volver al agua es volver a lo esencial, a una memoria que quizás estuvo dormida.

Hoy más que nunca, el mar está cerca. Y nos llama.

En nuestro país, entrar al mar no siempre ha sido fácil para todos. Las barreras son muchas: el frío intenso, el acceso limitado a equipos adecuados, la falta de conocimiento o de compañeros para nadar, e incluso prejuicios culturales que alejan a muchas personas del agua. Sin embargo, esas barreras se han ido derribando poco a poco, gracias a talleres de acompañamiento, clubes de nado en aguas abiertas y comunidades que apoyan y fomentan esta práctica.

En abril de 2023, junto a Vanesa Jara, profesora de educación física, creamos el taller Confianza Marina, que se realiza en el Club de Yates Higuerillas de Concón. Hasta la fecha, hemos acompañado a más de 350 nadadores y nadadoras principiantes en su primera experiencia en el mar, ayudándolos a vivirla de forma segura, amorosa y acompañada. Juntas validamos las emociones presentes y derribamos juicios culturales, sociales y geográficos que muchas veces alejan a las personas del agua. Es una experiencia transformadora y profundamente sanadora, que en muchos casos se convierte en un hito personal para quienes participan.

Mi propósito, desde esta práctica y desde mi rol como coach ontológica acuática, es que más personas puedan vincularse con el mar, con su energía, sus tiempos y su lenguaje. Que podamos aprender a leernos interiormente y a leer las marejadas y respetar sus ciclos, reconocer las corrientes de retorno, evitar situaciones de riesgo estando cada vez más informados y preparados para habitarlo con conciencia.

Invito a mirar nuestras costas como lo que son: parques vivos, plazas azules, territorios de sanación y comunidad. El mar no es solo fondo de postal. Es un lugar para vivir, habitar, aprender y proteger.
Porque somos mamíferos de agua. Nuestros cuerpos están hechos para flotar, sumergirse, adaptarse. Como recuerda la escritora y nadadora Bonnie Tsui en Why We Swim:

“Nadar es recordar. Es volver a un lugar donde alguna vez ya estuvimos. Es reencontrarnos con una parte acuática que nunca nos dejó del todo”.

Mar de nadadores, 8M, Playa Caleta Abarca, 2022. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
Mar de nadadores, 8M, Playa Caleta Abarca, 2022. Créditos: María Ignacia Pino Pérez
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