Salar en la Región de Antofagasta
Salar en la Región de Antofagasta. Créditos: Andy Charrier.

Fue 2005 el año en que vi el primer Telmatobius de mi vida. Lo había traído Fernando Torres desde el salar de Ascotán al laboratorio del Dr. Eduardo Palma, con quien yo trabajaba. Todavía recuerdo el impacto que me produjo la especie, el nombre de su lugar de procedencia me parecía casi mítico. 

136 años antes, en 1902, en los contrafuertes de Santiago, en los faldeos cordilleranos a unos 1.500 kilómetros del último punto conocido habitado por el género Telmatobius, se describió a un espécimen de Telmatobius laevis, en el famoso trabajo Batracios de Chile, incluyendo una especie sumamente compleja y un tremendo enigma para los herpetólogos de varias generaciones, hasta que finalmente el Dr. Claudio Correa de la Universidad de Concepción logró resolver el artículo científico en 2017. 

Telamtobius sp. Salar de Ascotan
Telamtobius sp. Salar de Ascotan. Créditos: Andy Charrier.

En  2013, el Ministerio de Medio Ambiente promovió un proyecto para la conservación de anfibios en el que científicos pudimos ir a conocer los Telmatobius de la Región de Antofagasta, en los salares de  Ascotán,  Carcote, Estero Vilama, Quebrada Amincha y estero Puquios, y a la rana del Loa en el sector de las cascadas en las afueras de Calama. Fue mi primera aproximación a estos “señores de las alturas”, como dijo el sabio herpetólogo Ramón Formas en una publicación hace varios años atrás, cuando describió una de estas especies. En el lugar vimos también una serie de otras especies, varias de ellas micro endémicas, que aún no estaban descritas, como Orestia ascotanensis  y Liolaemus schmiditi, consideradas como micro endémicas del salar de Ascotán.

rhinella spirulosa
Rhinella spinulosa. Créditos: Andy Charrier.

Los Telmatobius son un complejo grupo de  ranas alto andinas completamente acuáticas, que están presentes en el altiplano de Chile, Argentina, Perú, Bolivia y posiblemente extintas en los Andes de Ecuador. Este grupo de anfibios está extremadamente adaptado para vivir en lagos, ríos y salares a alturas que pueden sobrepasar los 4200 metros sobre el nivel del mar, con bajas concentraciones de oxígeno en el aire.

Han evolucionado para adaptarse a vivir en aguas semi salobres, que a veces corresponden a pequeñas surgencias de aguas semi termales que mantienen la temperatura estable del agua, incluso en medio del invierno. Se caracterizan por estar todas ellas, exceptuando a T. marmoratus, en peligro de extinción. Se alimentan de pequeños crustáceos, como camarones, diminutos caracoles del género Heleovia y larvas de insectos acuáticos, y son un dolor de cabeza para cualquiera que quiera estudiar su taxonomía y sistemática.

Telmatobius halli en Calama. Créditos: Andy Charrier.
Telmatobius halli en Calama. Créditos: Andy Charrier.

En el 2015 logramos obtener, junto al Dr. Gabriel Lobos, un breve Fondo de Protección Ambiental (FPA) financiado por el Ministerio de Medio Ambiente junto al Museo de Historia Natural y Cultural de Calama, donde, entre una serie de varias otras cosas, logramos estimar las densidades poblaciones de ranas presentes en estero de regadío donde habitaba la rana del Loa. Con unos 354 individuos, esta población (toda la población conocida de la especie) era una de las más escasas del mundo y, sin duda, una de las más pequeñas y vulnerables de Chile.

No mucho tiempo después, en 2019, sucedió el desastre de la rana del Loa (Telmatobius halli) en el sector de Las Cascadas, a las afueras de Calama, en que se secó completamente el canal del regadío y tuvimos que hacer un rescate de emergencia para poder recuperar a los últimos individuos de la rana del Loa, en conjunto con Gabriel Lobos, Hugo Salinas, Osvaldo Rojas, el director del Museo de Historia Natural y Cultural de Calama, y personas de la Comunidad Indígena Chunchuri de la zona. Esas ranas fueron relocalizadas en Ojos de Opache, a 6 km de Las Cascadas.

Salar de Ascotán
Salar de Ascotán. Créditos: Andy Charrier.

Casi un mes después se hizo otro rescate, esta vez fueron los últimos 14 individuos de rana del Loa que sobrevivían en el lodo, que fueron llevados en avión al Zoológico Nacional donde los especialistas tenían todo preparado para su llegada. Lamentablemente, dos de estos individuos murieron por el estrés causado por el rescate y/o por las malas condiciones físicas en que llegaron (desnutrición). A pesar de esto, el rescate fue un éxito, ya que las otras 12 ranitas prosperaron, dos parejas se reprodujeron y hoy existen aproximadamente unas 250 ranas del Loa (Telmatobius halli) nuevas en excelente estado. 

Hace poco, el lugar donde se encontraba la rana del Loa sufrió un incendio en julio de 2024 que quemó completamente todo su hábitat. Aunque, por otro lado, ocurrió un hecho histórico y sin precedentes en la historia de la conservación de los anfibios en Chile: un grupo de 10 ranitas del Loa, Telmatobius halli, nacidas en el Zoológico Nacional, fueron llevadas de regreso a Calama. Ahora están alojadas en el Centro de la Biodiversidad y Conservación el Loa de la Corporación de Cultura y Turismo de Calama, a cargo de la especialista y coordinadora Francisca Oliva y su excelente equipo.

Salar de Ascotán
Salar de Ascotán. Créditos: Andy Charrier.

En este delicado escenario de vida, muerte y resurrección de las ranas alto andinas del género Telmatobius, el gobierno del presidente Gabriel Boric ha manifestado desde el inicio, y como desafío principal, el avance hacia la transformación de nuevos modelos de desarrollo, basándose en el equilibrio ecosistémico, el bienestar de las personas, la mitigación y adaptación frente a los efectos del cambio climático. Sin embargo, esta transición lleva consigo el aumento al doble de la extracción del mineral no metálico litio, que se usa para las baterías que alimentan nuestra chatarra tecnológica. 

El litio juega un rol clave en la llamada transición energética, como energía verde en vez de combustibles fósiles, sin embargo, su extracción genera un impacto tremendo sobre los ecosistemas y la biodiversidad de los salares. Aproximadamente un 70 % de los recursos mundiales de litio se encuentra en los salares ubicados dentro del denominado “Triángulo del litio” (Chile, Argentina y Bolivia).

Salar cercano a Puquios
Salar cercano a Puquios. Créditos: Andy Charrier.

Desde el Gobierno presentaron la Estrategia Nacional del Litio, la cual busca “abordar el urgente desafío del cambio climático y la transición energética que se ha transformado para Chile en una oportunidad estratégica, que tiene el potencial de generar un alto impacto en el desarrollo económico y social futuro”, hablando de una estrategia integral, que favorezca un desarrollo “armónico, sostenible y compartido”. 

La Estrategia Nacional del Litio propone un ambicioso plan para aumentar la producción de este mineral, asignando siete salares altoandinos estratégicos a empresas estatales y abriendo 16 salares adicionales (algunos de ellos son los salares más importantes del país) a privados. Sin embargo, una serie de estos salares son reservas nacionales, parques nacionales y sitios Ramsar, justamente por su alta concentración de especies, como el flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis), el flamenco de James (Phoenicoparrus jamesi), y el flamenco andino (Phoenicoparrus andinus), peces del género Orestia sp. endémicos del altiplano, vicuñas, vizcachas, chinchilla de cola corta, gatos andinos, pumas, ranas, sapos, un sinfín de lagartijas micro endémicas, entre otras. Además, está en juego aquí la subsistencia de comunidades indígenas insertas en el territorio. Presiento que el criterio de elección de estos salares no fue en base al alto nivel de biodiversidad en el área, sino que, por el contrario, por el valor y concentración de mineral no metálico de la zona. 

Frente a esta nueva Estrategia Nacional del Litio que afectará a ranas, sapos y lagartijas, la Red Chilena de Herpetología, sociedad científica que aúna al grupo de científicos e investigadores de Chile que se dedican al estudio de este grupo de vertebrados, no se ha manifestado. Eso me parece  grave, porque una serie de otras sociedades científicas chilenas sí se han manifestado al respecto (la Sociedad Herpetológica Argentina AHA ya se manifestó). Imagino que alguna voz o posición deberían tener los científicos que estudian a este grupo de vertebrados en esos territorios, sobre todo si son parte del directorio de esta institución. La ciencia no es sólo para responder hipótesis, si no que para ayudar a resolver problemas contingentes.

Liolaemus jamesi
Liolaemus jamesi. Créditos: Andy Charrier

La utopía: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias Alto Andinas

Frente a esta nueva amenaza a la biodiversidad a la que se verá expuesto este territorio, me parece importante reflexionar sobre algunas medidas de compensación que se podrían hacer en estos salares. 

Mi utopía es crear un centro de investigaciones (que esté a la altura, valga la retórica) para estudiar procesos de resiliencia de los ecosistemas y sus habitantes (suri, jararanko, yaretas, tarukas, cuy, karachi, ketocuy, titi, etc.) y la dimensión humana de aquellos que están cohabitando y coexistiendo en el territorio. Crear un espacio para re pensar y buscar las respuestas a los nuevos desafíos que nos imponen los tiempos, los ingenieros y la economía. Un lugar donde dialoguen disciplinas como la antropología, la microbiología, la geografía, la ecología, la filosofía, la arqueología y las artes. Pero también un lugar de reencuentro con las comunidades que tan al margen han quedado en todos estos procesos de desarrollo. Un Centro de Investigaciones Altoandinas situado al pie del Salar de Surire, el Salar de Ascotán o Huasco. Un lugar donde la comunidad pueda albergar sueños, costumbres, tradiciones y esperanzas, donde conocimientos no sea sinónimo de ciencia, un lugar que albergue espacios de encuentro entre diferentes formas de entender el mundo. Me gustaría que algún día alguien fuera capaz de anidar esta idea y hacerla realidad. Creo que deberían ser las mismas empresas mineras las que financien los primeros 20 años de funcionamiento de estos centros multidisciplinarios. 

He leído la Estrategia del Litio y no aparece en ninguna parte una medida como ésta. Declaro que cualquier piedra, o peñasco sobresaliente, sea los cimientos de esta idea. 

Solo como ejemplo quiero mencionar que el 17 de Diciembre del 2024 el Tribunal Ambiental confirmó una multa por US $8.000.000 por daño ambiental “continuo, acumulativo, permanente e irreparable por sus faenas extractivas” en las vegas de Tilopozo a la minera Escondida de BHP Billiton. El daño ambiental al acuífero supone una recuperación proyectada en varios siglos más. Me parece que aquí hay formas de financiar dicho centro.

Las preguntas

En esos parajes del extremo norte del altiplano hoy en día la NASA testea sus vehículos espaciales para ver cómo se desenvuelven en terrenos agrestes, para después llevarlos a planetas como Marte. Eso me hace acordar de una frase de Carl Sagan, destacado divulgador de las ciencias y además una mente brillante, que decía: “Podemos juzgar el progreso por la valentía de las preguntas, la profundidad de nuestras respuestas y por la osadía de encontrar la verdad”.  

En este complejo y delicado escenario que se viene para los salares de Chile parece sumamente importante que exista un pronunciamiento de parte de las diferentes sociedades científicas, sus directores, los investigadores, los naturalistas de Chile, los ambientalistas, los economistas y los ingenieros, y nos preguntemos: 

¿Cuántos Telmatobius nos va a costar esta  brillante nueva estrategia nacional del Litio ?

El no hacernos esta pregunta y no proteger esos ecosistemas alto andinos sería un error irremediable. Por otro lado, responder esta pregunta nos pondría a la vanguardia frente a otros países que aún no tienen la respuesta.

Señores, no he venido a hablarles de ciencia, ni siquiera de desiertos y sus partículas, he venido a hablarles de humanidad.

Esta reflexión esta inspirada en el libro Amor Microbiano de la microbióloga Dra. Cristina Dorador.

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