©Nicolás Smith
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Desde su establecimiento hace casi 2.000 años, Londres ha sido esculpido por su recurso más valioso: el agua. Tanto el río Támesis como sus afluentes y canales han sido protagonistas inseparables del desarrollo, declive y reinvención de la ciudad.

Si bien las obras de ingeniería en torno al agua han cimentado lo que hoy conocemos como obras hidráulicas y sanitarias, son los canales, construidos para unir ríos, lagunas y mar, los que han proporcionado los mayores cambios sociales en la historia británica, desde el proceso general de urbanización, al resurgimiento de las áreas más devastadas de la isla.

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Impulsados por la creciente industrialización de la segunda mitad del siglo XVIII, Londres y toda Gran Bretaña se vieron inmersas en una masificación de las vías acuáticas para el transporte de mercancías y materia prima para abastecer a los cada vez más populosos centros urbanos y procesos productivos. La explotación del transporte por estas vías, en su mayoría financiadas por los industrialistas de la época, tuvo directa relación con la construcción de 7.730km de canales al año 1850, donde se alcanzó la máxima expansión de estas vías.

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Mientras Gran Bretaña se convertía en la primera potencia naviera, Londres en la ciudad más grande del mundo y el Imperio Británico en el territorio de mayor superficie y población en la historia, el ferrocarril impulsaba el lento periodo de expiración de los canales. La disminución de extracción de minerales y el escaso apoyo del gobierno, cimentaron el desmiembro de este sistema de transporte. El punto letal fue dado por la creciente demanda de motorización entre ciudades a raíz de la Primera Guerra Mundial. La nacionalización de estas vías en 1948 dejaba a los 1.600 km de canales aun en uso, protegidos ante la amenaza constructiva pero sin un apoyo real de mantención.

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Durante los mágicos años 60 y 70’, con la ayuda de varias organizaciones ciudadanas, los canales comenzaron a ser revalorados como lugares de esparcimiento y recreación. Se le dio un nuevo impulso a su condición sistémica y se crearon las instituciones que hoy velan por el cuidado y mantenimiento.

La reinvención de los canales

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Hoy los canales son una importante pieza de esparcimiento en las ciudades. Es posible atravesar casi toda Inglaterra en una barcaza tipo (2,1m x 22m) en los 3.500 km de la red en operación y que cada vez aumenta más el ritmo de su recuperación. Justamente, con la revitalidad de los canales, grandes paños de la ciudad en desuso y con altas tazas de contaminación se han vuelto una atractiva fuente de espacio de desarrollo urbano.

Vista del Parque Olímpico Reina Isabel en Londres. ©Nicolás Smith
Vista del Parque Olímpico Reina Isabel en Londres. ©Nicolás Smith

Los grandes proyectos de desarrollo mixto (construcción de viviendas, comercio, transporte, industria y academia) han apuntalado la economía y fuente laboral de varias de las comunas más vulnerables. El ejemplo de la creación del Parque Olímpico Reina Isabel (Queen Elizabeth Olympic Park), en torno a los canales del río Lea, para acoger las distintas actividades de los Juegos Olímpicos de Londres del año 2012, ilustra la prometedora reinvención de sitios altamente degradados teniendo a los canales como la pieza integradora de todo el proyecto. Si se le añade las políticas implementadas para acercar a la población, reparar la vulnerabilidad social, aprovechar las conexiones a grandes estaciones intermodales de transporte y prometer un legado coherente a 15 años, entonces se tiene las cartas para una efectiva planificación de desarrollo urbano.

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Los canales prometen además lugares de alta biodiversidad de flora y fauna, son verdaderos correderos verdes entre parques y polos de actividades en el corazón de las ciudades. Actúan como grandes obras de regadío para zonas con vulnerabilidad hídrica, que cada vez son más si nos atenemos a los términos que dicta el Cambio Climático. De la misma forma operan como auténticas carreteras acuáticas, con una velocidad máxima de 6,4km/h, que incluyen obras de túneles, acueductos, embalses y exclusas para sortear el desnivel del terreno. Fuera de las ciudades son grandes polos para la pesca deportiva y avistamiento de aves. Dentro de las ciudades son donde moran los residentes del canal y los barqueros, libres del exorbitante precio del mercado inmobiliario, del descarrilamiento de la densificación constructiva y del trajín diario de la ciudad.

En las afueras de la ciudad, los canales atraen a los fanáticos de la pesca deportiva. ©Nicolás Smith
En las afueras de la ciudad, los canales atraen a los fanáticos de la pesca deportiva. ©Nicolás Smith

Uno de los aspectos más importantes es la accesibilidad con la que es posible atravesar distintas ciudades, específicamente Londres en sentido Este-Oeste y Norte-Sur por la combinación de canales y ríos, de forma continua, segura, con bajo efecto del ruido y contaminación puntual del aire. Todos los canales tienen, en al menos una ribera, vías en las que peatones y ciclistas comparten su recorrido tanto como tránsito recreativo como para conmutar a diario.

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Gracias a su historia, su influencia en la sociedad y el esfuerzo por readaptarlos, los canales son vistos como piezas integrales en el desarrollo de la ciudad. Contrastando con el escenario chileno, la fusión de las actividades y anhelos que estamos viendo en esta infraestructura una vez olvidada, nos hace replantearnos cómo debemos entender los servicios intrínsecos (y casi ocultos) de nuestras ciudades, como ríos, canales, parques, quebradas, humedales, etc. Los canales de Londres y el Reino Unido nos dan un buen ejemplo en lo que debemos buscar, especialmente en el diseño de nuevos componentes que prometan con multifuncionalidad la accesibilidad para recorrer segura y libremente nuestro entorno urbano.

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