Hace 13 años, el día 2 de mayo de 2008, la erupción del Volcán Chaitén cambiaría las vidas de más de 5 mil personas y de cientos de especies de flora, fauna y funga que habitaban hasta ese entonces en sus faldas. Días de lluvia, sumado a la caída de cenizas, desbordaron el Río Blanco diez días después de la erupción, el cual ascendió a 1,5 metros de su cauce habitual, desencadenando la evacuación total de los habitantes de Chaitén.

Aproximadamente 30.000 hectáreas fueron despejadas de vegetación, o con algún grado de impacto sobre esta. Después de un evento así, ¿cómo se recupera la naturaleza? Y, ¿qué podemos aprender de la restauración ecológica? Esas preguntas cruzan de manera transversal este reportaje especial de Amigos de los Parques en ocasión del aniversario de la erupción del Volcán Chaitén.

@ Sernageomin
 ©  Sernageomin

Álvaro Promis, Profesor Asociado del Departamento de Silvicultura y Conservación de la Naturaleza de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de Universidad de Chile, y Úrsula Partarrieu, consultora independiente en temáticas relacionadas con la vegetación, la conservación de la naturaleza, las áreas silvestres y la evaluación ambiental, describen: “la erupción del volcán Chaitén afectó profundamente la vegetación existente en el área, dominada espacialmente por la presencia de bosques naturales de los tipos forestales Siempreverde, en las zonas de baja y media altitud, y lenga y coihue de Magallanes, en las zonas de mayor altitud. El bosque nativo se presentaba denso, con árboles adultos y características de un bosque maduro. Las especies de árboles frecuentes para este tipo de bosques son coihue, coihue de Chiloé, tineo, ulmo, tepa, notro o ciruelillo, canelo, arrayán, luma, tepú y mañíos, entre otras”.

@ Sernageomin
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Según los investigadores: “después de la erupción del volcán, los bosques parecían devastados. Muchas personas podían llegar a cuestionarse la posibilidad de recuperación natural del bosque (…) porque la recuperación de un bosque natural puede ser muy lenta. Sin embargo, desde un punto de vista ecológico, la ocurrencia de un disturbio de estas magnitudes, como la presentada con la erupción del volcán Chaitén, abre la posibilidad de continuar avanzando en el conocimiento científico, el que va desde la misma teoría ecológica, el entendimiento de la sucesión ecológica, las interacciones tróficas, la ecología del paisaje y hasta el manejo de ecosistemas”.

@ Úrsula Partarrieu
 ©  Úrsula Partarrieu

Es por eso que un equipo de investigadores y profesionales de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, en colaboración con Tompkins Conservation Chile, han monitoreado la sucesión de la vegetación en una zona del volcán Chaitén afectada por una explosión lateral. Desde la erupción se han realizado tres expediciones de monitoreo, la primera el verano del año 2012 (después de cuatro años de la erupción), la segunda el verano del año 2016 (después de ocho años) y la tercera el verano del año 2020 (después de doce años de la erupción).

Una historia de resiliencia

Los resultados hablan de la capacidad de resiliencia de los ecosistemas, así como también el paso del tiempo permite ver también la resiliencia de la comunidad aledaña al volcán, hoy parte del Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins.

Según explican Promis y Partarrieu, a cuatro años después de la erupción, en 2012, se encontraron 34 especies de plantas establecidas, con hierbas, subarbustos, arbustos y árboles. Estas plantas cubrían en promedio el 26% de suelo. La vegetación, en general, presentaba en esta época una fisonomía de herbazal, con un poco de matorral y bosque regenerando.

© Ingrid Espinoza
© Ingrid Espinoza

Después de ocho años desde la erupción, en 2016, se encontraron 64 especies de plantas, con las mismas formas de vida antes identificadas, pero además había dos especies de plantas trepadoras. Para esta fecha entre el 44,5 y el 100% del suelo se encontraba cubierto por las plantas. La vegetación para esta época cambió. Ya no había herbazales y la mayoría de las parcelas tenían una apariencia de matorral o de bosque inicial.

A 13 años desde la erupción, la investigación y el trabajo en Herbario se vieron interrumpidos por la crisis y restricciones sanitarias producto de Covid-19, por lo que no se ha terminado de determinar el nombre de todas las especies. Sin embargo, el suelo en la zona de estudio ya se encuentra cubierto en un 100% por plantas, también se hallaron plantas epífitas y un mayor número de especies de plantas trepadoras. Las plantas epífitas son aquellas que crecen sobre otras plantas, pero no dañan a la planta que sirve de soporte. Las plantas epífitas encontradas son helechos de la familia Hymenophyllaceae; y cumplen varias funciones en estos bosques, como son en el ciclo hidrológico y el de nutrientes, ya que aumentan intercepción de agua y de nitrógeno en el interior del bosque.

Dinámicas naturales

“¿Qué pasó en el bosque después de ser derribado por la onda expansiva de una explosión lateral durante la erupción del volcán?, ¿volvieron a crecer especies de plantas?, ¿qué especies crecen primero? ¿Esas especies estaban antes de la erupción en el bosque?, son preguntas de investigación y seguimiento. Después de 12 años, sabemos que las especies de plantas del bosque original siguen presentes, pero después de la erupción cambió su número y también el espacio que ocupaban del suelo. El número de especies de plantas presentes ha aumentado y el suelo ha ido cubriéndose paulatinamente. Hoy los árboles dominan gran parte del paisaje y podemos decir que el bosque se está recuperando exitosamente en forma natural”, explica Úrsula Partarrieu.

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©Sara Montt – Volcán Chaitén

En el caso del volcán Chaitén, la regeneración se da en forma natural, sin ayuda ni alteración humana, originado de lo que llamamos legado biológico, restos de material vegetal y semillas que permanecen en el suelo después de la erupción, a modo de herencia.

Una persona que ha sido testigo de este proceso desde El Amarillo, sector aledaño al volcán y al Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins, es Ingrid Espinoza, directora de Conservación Tompkins Conservation Chile y Consejera de Amigos de los Parques.

“La naturaleza posee dinámicas y procesos naturales, y hay fenómenos que forman parte de esto, como deslizamientos de tierra, desbordes de cauces de ríos y la erupción de un volcán. Por lo tanto, hay adaptaciones de las especies que se traducen en hábitos y formas de vida. (…) Una perturbación natural que es catastrófica para la infraestructura y sus comunidades, es también parte de los procesos naturales de esta zona, donde las formas de vida, las adaptaciones de sus semillas o su diseminación o forma de reproducirse son las claves para volver a recuperarse. En algunas zonas de recuperación es posible ver nuevos árboles de semillas trasladadas por el viento o aves desde un bosquete que sobrevivió al desastre o bien del mismo material vegetal que quedó en el lugar dañado donde permanecieron algunas porciones que pudieron rebrotar, dando origen a los nuevos arbustos y árboles, finalmente el hábitat de la vida silvestre”, explica Espinoza.

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Fotografía desde la cumbre del volcán Chaitén tomada en el verano del año 2020, después de 12 años desde la erupción. Ahora, la zona baja se encuentra cubierta por vegetación. Crédito: Promis, A., Partarrieu, U.

También desde El Amarillo, el ingeniero forestal y especialista en restauración y manejo de bosque nativo, José Alfonso Suárez, explica: “La dinámica de los bosques en la zona está dada por la ocurrencia de grandes disturbios naturales como derrumbes y volcanismo, a partir de los cuales la sucesión ecológica comienza casi desde cero con la germinación de las primeras semillas remanentes en suelo o depositadas en él, como propágulos de helechos, rebrotes de raíces de algunas arbóreas, y el proceso comienza nuevamente”.

Las personas pueden ayudar a la naturaleza con acciones de restauración ecológica y avanzar más rápido en algunos procesos de recuperación, en los casos en que sea evidente el impacto de las actividades humanas. “Sin embargo, en el caso de procesos naturales como el volcanismo, debemos dejar que los mecanismos naturales actúen”, agrega Suárez.

Una gran comunidad de vida

La comunidad de Chaitén, especialmente, y todo Chile puede tomar aprendizajes sobre la erupción del volcán. Historias de solidaridad, de resiliencia, de políticas públicas, de personas, de cenizas, de naturaleza.

“Esta historia de restauración ecológica viene a confirmar, en primer lugar, la fuerza y los tiempos de la naturaleza. Además, es una muestra de lo interconectada e interdependiente que es cada especie en esta comunidad de vida de nuestro planeta. Desde Amigos de los Parques, buscamos visibilizar estas relaciones de amorosa dependencia, que nos permiten entender que la humanidad también está conectada, en cada respiro, con esas partículas y seres vivos. Esto abre la oportunidad de impulsar una nueva generación de amantes y defensores de la naturaleza, verdaderos guardianes del futuro”, dijo Eugenio Rengifo, director ejecutivo de Amigos de los Parques.

Según Ingrid Espinoza, “esto nos enseña que no estamos solos en la Tierra, que somos parte de un ecosistema, donde están ocurriendo procesos naturales, y que debemos ser respetuosos de la vida natural y leer las señales de la naturaleza. Mucha gente antigua de la zona, te hablan de las corridas y la relación con la naturaleza, ellos saben de estas cosas, no es algo nuevo, es que en las zonas más urbanas tiende a olvidarse que somos parte de algo más grande y complejo que es la naturaleza, y que somos un ser más que la componen. A veces estos fenómenos, y sin ir más lejos lo que estamos viviendo hoy con el coronavirus, nos lleva a reflexionar lo importante que es proteger la naturaleza, que existe una conexión y que necesitamos cuidar esta relación en beneficio de la vida de todos. Y debemos por sobre todo saber informarnos y entender las señales y formas del entorno natural donde vives”.

Para ello, transmitir este conocimiento a través de la educación, resulta clave.

“La educación ambiental es tan relevante como la educación cívica, la forma en que compartimos y cohabitamos la Tierra es tan o más importante que la forma en que nos relacionamos entre nosotros. Debemos ser conscientes de que nuestros actos afectan a otros (ya sean personas, plantas, animales, etc.) y además hay una responsabilidad con las próximas generaciones a las cuales debemos tratar de dejar un mundo mejor”, explica Suárez.

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