Una noticia lamentable fue la que recibió el mundo medioambiental luego de que Japón informara que abandonaría la Comisión Ballenera Internacional (CBI) –organismo que regula la caza y el comercio de cetáceos–,  reanudando oficialmente la caza comercial de ballenas. La decisión fue anunciada el pasado diciembre por el ministro secretario de gobierno, Yoshihide Suga, quien informó que en julio de este año los balleneros japoneses retomarían este tipo de actividades en sus aguas territoriales y en las zonas económicas exclusivas del país.

Por lo que hoy, a primera hora del día, el buque emblema de la flota ballenera,  Nisshin Maru, junto con otros barcos dejaron el puerto de Shimonoseki para iniciar la caza de ballenas con fines comerciales en las costas japonesas. Para protegerse de las críticas, el gobierno japonés impuso una cuota establecida en un límite de 227 ballenas –52 minkes, 150 rorcuales Bryde y 25 rorcuales comunes- para este año. Todo esto conforme a los cálculos científicos  y siguiendo una “apropiada gestión de recursos”, según especificó el subsecretario jefe de gabinete, Yasutoshi Nishimura.

©Fiddler’s green/Flickr
©Fiddler’s green/Flickr

Durante siglos, la pesca y la caza de ballenas ha formado parte de la historia de Japón, en donde la industria ballenera fue una de las actividades comerciales fundamentales durante la Segunda Guerra Mundial, ya que fue uno de los sustentos alimenticios más grandes en esa época por sus altos contenidos proteicos.

De acuerdo a una encuesta realizada por el diario Asahi Shimbun, el 60% de los japoneses apoya la caza de ballenas por lo que se sostiene que más que una actividad económica, forma parte de una “tradición cultural”. Considerando además, que la captura anual es de 5.000 toneladas, es decir, unos 40 a 50 gramos de carne de ballena por habitante, solo el 0,1% del consumo total de carne, de acuerdo a datos entregados por el gobierno de Japón.

Si bien, aun cuando el país formaba parte de la Comisión Internacional de Ballenas, nunca se detuvo del todo este tipo de actividades. En la letra chica del acuerdo existía un vacío legal que permitía la caza para “investigaciones científicas», las cuales se ejecutaban por más de 30 años en la Antártida y en el noroeste del Pacífico pero que de acuerdo a ciertas agrupaciones, se ocupó como una mera excusa renunciando a la pesca comercial pero sirviéndose de una «excepción científica«, tolerada por la CBI.

Según un reporte de la Comisión Ballenera Internacional entre los años 2017- 2018 la cuota anual de capturas realizadas por Japón con fines científicos fue de 333 ballenas minke, entre ellas, 122 hembras embarazadas.

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